Por fin he visto la serie Hijos del Tercer Reich, dirigida este mismo año por Philipp Kadelbach para la cadena pública alemana ZDF y adquirida
inmediatamente, dado su éxito, por varias televisiones europeas, entre ellas
Canal Plus y TVE.
Esta miniserie, de tres capítulos de hora y media, narra las vivencias de cinco amigos berlineses que se separan en 1941 para cumplir con sus respectivas obligaciones bélicas. Dos hermanos parten a combatir en Rusia; una de las chicas es destinada como enfermera también al frente del Este; otra comienza su carrera como cantante bajo la protección de un inspector de la Gestapo, y un muchacho judío ha de soportar las inclemencias políticas de la ciudad en aquella época.
Desde el punto de vista cinematográfico se trata de un buen producto, con un presupuesto muy digno y una ambientación sobresaliente, aunque a mi modo de ver el guión es flojo, disperso y ligeramente tedioso. Lo más interesante de Hijos del Tercer Reich es la recreación de los combates, aparte de que ofrece el punto de vista de la Alemania nazi sin excesivo histerismo, y pone cara y sentimientos a los jóvenes que combatieron en la Wehrmacht, algo bastante infrecuente en la filmografía sobre la Segunda Guerra Mundial.
Suelo seguir todas las películas alemanas sobre este período histórico porque me interesa mucho la opinión de los descendientes de aquella generación que lo apostó todo (y lo perdió) por construir una nueva Europa en base a unos parámetros muy diferentes a los que primaban entonces y priman hoy. El balance de la intentona no pudo ser, desde luego, más negativo, como lo atestiguan las decenas de millones de muertos de la horrenda conflagración que tuvo lugar. Pero lo curioso es cómo casi setenta años después no pocos germanos siguen arrastrando un complejo de culpa incurable y se sienten obligados a pedir perdón o a dar explicaciones continuamente por los crímenes de sus abuelos, tal como puede apreciarse casi sin excepción en las producciones cinematográficas realizadas en su país sobre la Guerra. Hijos del Tercer Reich no es el ejemplo más extremo pero tampoco es una excepción.
Estoy convencido de que no es la postura unánime en Alemania, pero los cineastas teutones, en la mayoría de sus películas (por no decir en todas), se esfuerzan obsesivamente en diferenciar entre el noble pueblo alemán y los siniestros nazis que lo manipularon; entre los valientes militares que solo cumplían órdenes y el malvado Partido Nazi que politizó el ejército; entre la gente de a pie que intentaba ayudar a los judíos y los criminales camisas pardas que los exterminaban; entre los soldaditos atormentados por su conciencia y los hitlerianos robotizados y sin corazón…
Pero hay demasiadas cosas que no cuentan ni nunca contarán, aunque no hace falta. No explican que el nacionalsocialismo fue un movimiento esencialmente popular, que a Hitler lo adoró y lo aupó (democráticamente) el pueblo trabajador y que la inmensa mayoría de los alemanes de aquellos tiempos eran racistas y antisemitas. Tampoco nos hablan de que en los primeros años de la guerra, cuando el Führer vencía en todos los frentes y Berlín nadaba en la abundancia, casi todo el mundo estaba entusiasmado y subido al caballo ganador, y nadie puso pegas hasta que llegaron las derrotas, las privaciones y el miedo. Y por último (y esto a favor de Alemania) es evidente que la práctica totalidad de la población, incluidos los nazis y sus colaboradores, desconocía el alcance de los crímenes y abusos que se estaban cometiendo y no solo con los judíos, por cierto.
Por otra parte yo tampoco logro entender por qué Alemania se tiene que sentir más avergonzada de su historia en general y de esta guerra en particular que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, auténticos genocidas que, sin embargo, siguen haciendo películas sobre sus héroes en Normandía, en la campaña de África o en Stalingrado.
Pero no es tanto en la serie de Philipp Kadelbach donde han quedado retratados los complejines germánicos a los que me refiero, sino en la reacción de buena parte del público alemán cuando la han emitido por la tele, pues ha habido muchísimas protestas acusándola de “humanizar el nazismo”. Es verdad que la serie no es especialmente vergonzante, pese a los manidos tópicos en los que cae: el oficial que deserta por no compartir los métodos de sus superiores; el soldado dubitativo que boicotea silenciosamente el avance de su ejército; el nazi corrupto y putero; el hebreo simpático, casi santo y además heroico; la enfermera que se arrepiente de denunciar a una rusa judía… En fin, pura ciencia ficción. Pero de ahí a interpretar que se muestra a los nacionalsocialistas como buenos va un abismo que deja al desnudo los tics enfermizos de los súbditos de la Merkel. “Humanizar el nazismo”, como ellos dicen, me parecería además una muestra de buen cine, ya que la ideología nazi, se quiera o no, fue creada, defendida y votada (libremente) por seres humanos, con sus virtudes y sus miserias, y entre otras cosas llegó a ilusionar a casi todos los ascendientes de los que ahora tanto se escandalizan.
Por cierto, hablaremos más sobre el nazismo en la muy próxima entrega de nuestro Club de Lectura.
Más sobre la Alemania nazi en La pluma viperina:
- Cracovia (campos de exterminio)
- El niño con el pijama de rayas
- La legión Cóndor
- Los desertores de la Division Azul
- Los españoles somos unos salidos (División Azul)
Esta miniserie, de tres capítulos de hora y media, narra las vivencias de cinco amigos berlineses que se separan en 1941 para cumplir con sus respectivas obligaciones bélicas. Dos hermanos parten a combatir en Rusia; una de las chicas es destinada como enfermera también al frente del Este; otra comienza su carrera como cantante bajo la protección de un inspector de la Gestapo, y un muchacho judío ha de soportar las inclemencias políticas de la ciudad en aquella época.
Desde el punto de vista cinematográfico se trata de un buen producto, con un presupuesto muy digno y una ambientación sobresaliente, aunque a mi modo de ver el guión es flojo, disperso y ligeramente tedioso. Lo más interesante de Hijos del Tercer Reich es la recreación de los combates, aparte de que ofrece el punto de vista de la Alemania nazi sin excesivo histerismo, y pone cara y sentimientos a los jóvenes que combatieron en la Wehrmacht, algo bastante infrecuente en la filmografía sobre la Segunda Guerra Mundial.
Suelo seguir todas las películas alemanas sobre este período histórico porque me interesa mucho la opinión de los descendientes de aquella generación que lo apostó todo (y lo perdió) por construir una nueva Europa en base a unos parámetros muy diferentes a los que primaban entonces y priman hoy. El balance de la intentona no pudo ser, desde luego, más negativo, como lo atestiguan las decenas de millones de muertos de la horrenda conflagración que tuvo lugar. Pero lo curioso es cómo casi setenta años después no pocos germanos siguen arrastrando un complejo de culpa incurable y se sienten obligados a pedir perdón o a dar explicaciones continuamente por los crímenes de sus abuelos, tal como puede apreciarse casi sin excepción en las producciones cinematográficas realizadas en su país sobre la Guerra. Hijos del Tercer Reich no es el ejemplo más extremo pero tampoco es una excepción.
Estoy convencido de que no es la postura unánime en Alemania, pero los cineastas teutones, en la mayoría de sus películas (por no decir en todas), se esfuerzan obsesivamente en diferenciar entre el noble pueblo alemán y los siniestros nazis que lo manipularon; entre los valientes militares que solo cumplían órdenes y el malvado Partido Nazi que politizó el ejército; entre la gente de a pie que intentaba ayudar a los judíos y los criminales camisas pardas que los exterminaban; entre los soldaditos atormentados por su conciencia y los hitlerianos robotizados y sin corazón…
Pero hay demasiadas cosas que no cuentan ni nunca contarán, aunque no hace falta. No explican que el nacionalsocialismo fue un movimiento esencialmente popular, que a Hitler lo adoró y lo aupó (democráticamente) el pueblo trabajador y que la inmensa mayoría de los alemanes de aquellos tiempos eran racistas y antisemitas. Tampoco nos hablan de que en los primeros años de la guerra, cuando el Führer vencía en todos los frentes y Berlín nadaba en la abundancia, casi todo el mundo estaba entusiasmado y subido al caballo ganador, y nadie puso pegas hasta que llegaron las derrotas, las privaciones y el miedo. Y por último (y esto a favor de Alemania) es evidente que la práctica totalidad de la población, incluidos los nazis y sus colaboradores, desconocía el alcance de los crímenes y abusos que se estaban cometiendo y no solo con los judíos, por cierto.
Por otra parte yo tampoco logro entender por qué Alemania se tiene que sentir más avergonzada de su historia en general y de esta guerra en particular que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, auténticos genocidas que, sin embargo, siguen haciendo películas sobre sus héroes en Normandía, en la campaña de África o en Stalingrado.
Pero no es tanto en la serie de Philipp Kadelbach donde han quedado retratados los complejines germánicos a los que me refiero, sino en la reacción de buena parte del público alemán cuando la han emitido por la tele, pues ha habido muchísimas protestas acusándola de “humanizar el nazismo”. Es verdad que la serie no es especialmente vergonzante, pese a los manidos tópicos en los que cae: el oficial que deserta por no compartir los métodos de sus superiores; el soldado dubitativo que boicotea silenciosamente el avance de su ejército; el nazi corrupto y putero; el hebreo simpático, casi santo y además heroico; la enfermera que se arrepiente de denunciar a una rusa judía… En fin, pura ciencia ficción. Pero de ahí a interpretar que se muestra a los nacionalsocialistas como buenos va un abismo que deja al desnudo los tics enfermizos de los súbditos de la Merkel. “Humanizar el nazismo”, como ellos dicen, me parecería además una muestra de buen cine, ya que la ideología nazi, se quiera o no, fue creada, defendida y votada (libremente) por seres humanos, con sus virtudes y sus miserias, y entre otras cosas llegó a ilusionar a casi todos los ascendientes de los que ahora tanto se escandalizan.
Por cierto, hablaremos más sobre el nazismo en la muy próxima entrega de nuestro Club de Lectura.
Más sobre la Alemania nazi en La pluma viperina:
- Cracovia (campos de exterminio)
- El niño con el pijama de rayas
- La legión Cóndor
- Los desertores de la Division Azul
- Los españoles somos unos salidos (División Azul)
8 comentarios:
Su entrada me ha despertado el interés por la miniserie. Intentaré seguirla.
Sobre los alemanes de aquella época, me ha recordado algo que contaba mi abuelo, muerto cuando yo era un crío. Estuvo exiliado en Montpellier desde 1942 hasta casi el final de la guerra, con documentación falsificada, trabajando en un taller metalúrgico con un sueldo de miseria. En su tiempo libre acudía a un café, y departía sin ningún problema con soldados alemanes fuera de servicio, le invitaban y les invitaba. Los reclutas alemanes sabían que era español, e intuían que era ilegal, pero jamás le delataron. Simplemente no era su problema. Regresó a España a inicios de 1944, cuando tuvo la certeza que las autoridades franquistas no tenían ningún asunto pendiente con él. Esto le libró de las represalias que hubo después de la liberación de la ciudad, todos los que habían departido con los alemanes lo pagaron más o menos caro.
A los únicos que temía era a la policía colaboracionista francesa, y sobre todo a las milicias de Petain. Siempre consideró a los franceses como unos cabrones, incluyendo a los resistentes (muchos de boquilla). Los alemanes, según él, buena gente. Pero esto es una experiencia particular, por supuesto. Si le hubiese detenido la milicia francesa, enviado a Buchenwald, y hubiese sobrevivido, me parece que habría conrado otras cosas sobre los alemanes.
Alco, cada uno cuenta la feria como le va en ella...
El post es muy brillante Y enjundioso.A mi no me parece censurable que se humanice nada, incluido este episodio de la historia, que nos muestra la peor cara del ser humano.El análisis histórico, en lo que me veo capacitado para rebatir, me parece desenfocado.
A mi me parece que es fantástico que los alemanes se avergüencen del nazismo, y me parece lamentable que los americanos no se avergüencen jamás de nada.
Comparar la vileza de actos tan repulsivos, me parece ocioso, pero aún así creo que el Nazismo, en esencia, me parece un escalón más hacia la involución ética del hombre. Comenzaron las hostilidades y son responsables principales de la segunda guerra mundial.Ellos firmaron el Pacto de Versalles porque perdieron la anterior guerra y además de incumplirlo se metieron en una escalada indecente de ocupaciones militares, amén de los horrores del exterminio.
Así que los alemanes tienen motivos para avergonzarse.Y supongo que una amplia mayoría lo estará.
Dices que la población apoyaba a Hitler, pero que no sabía lo que hacía...en qué quedamos?.
A pesar de que la gente votó por el orgullo patrio en un momento tan delicado como el que sufría Alemania, en el programa electoral que le aupó al poder llevaba los campos de concentración, el holocausto la invasión de Polonia y la toma de París?. Creo que no.
En fin...buen lunes a todos.
Hay tantos intereses creados, y tanto dinero que sigue pagando Alemania, 50 años después, que es muy complicado saber la verdad.
Respecto a la crueldad, uno puede leer libros revisionistas como "La Mentira de Ulises", o clásicos de la literatura judía como "Si esto es un hombre", y ambos coinciden en que los mayores daños los hacían los propios presos que habían ascendido a vigilantes.
Yo siempre he dicho que de haber sido un obrero alemán de los años 30, seguramente me habría hecho nazi. De la misma manera que si me hubiese tocado ser un campesino ruso del año 17 me habría sumado a la revolución. Es muy fácil pero sumamente indigno juzgar a personas de épocas, contextos y culturas diferentes a los nuestros.
Sobre estos temas es muy difícil discutir. Recuerdo pasarlas canutas para explicarle a un compañero que el fascismo era un movimiento obrero y estudiantil, porque no había quien le quitara la idea de que todos los fascistas eran banqueros y caciques. De igual manera que hay quien critica las barbaridades nazis que conoce por el cine americano pero que justitifica los bombardeos de Hiroshima y Nagashaki porque había que acabar la guerra rápido. Y se quedan tan panchos.
Un saludo.
Llorente.
Sr. Llorente, aún siendo movimientos teóricamente en su origen populares el Nazismo, el Fascismo....habrían llegado dónde llegaron sin el apoyo de las élites?.De donde sacaba Hitler la pasta para pagar las guerras?. (Aparte de la mano de obra "barata").
Dentro de los movimientos de extrema derecha y el fascismo hay gente con la sensibilidad social acentuada y un sentido colectivismo extraordinariamente acusado, (Al Neri, por ejemplo)...y?.
Al final Mussolinni, Franco, Hitler y la Falange Española...con quien hicieron las guerras?. Al lado del bando débil?. Quien les financió?. Al final se prostituyeron en nombre de Dios y la Patria.
Sr. Aprendiz de brujo, sus observaciones son muy interesantes y darían para escribir más de lo que el espacio para un comentario puede ocupar. Sólo mencionaré que, en el caso de Falange, el propio José Antonio advirtió de que el mayor peligro para el ideario de su partido no procedía de la izquierda, sino de la derecha, por la perversión que gentes atraídas por algunas coincidencias ideológicas podían introducir en la formación.
Sobre el milagro económico alemán de los años 30 se podría escribir una tesis doctoral, pero el dinero de las élites no creo que fuera lo más relevante.
En fin, la clase trabajadora ha sufrido engaños y traiciones, y algunos recientes, bastante mayores que los que atribuye a los personajes que menciona al final.
Un saludo.
Llorente.
Gracias por tu respuesta, LLorente. Ten buen día.
Un saludo.
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