miércoles, 1 de agosto de 2012

EL IVA DEL OCIO Y LA CULTURA

El reciente subidón del IVA, del 8 al 21 %, en ciertas actividades de ocio y culturales (cine, teatro, espectáculos culturales y deportivos y museos, entre otras) me ha dado bastante que pensar y aún no tengo una opinión formada al respecto.

Uno siempre ha tenido claro que son mucho más justos los impuestos directos que los indirectos, ya que en estos últimos todo el mundo tributa lo mismo sin tener en cuenta su capacidad económica. También me parecen muchísimo más equitativos los impuestos que gravan el patrimonio que los que gravan los rendimientos de trabajo.

En principio, un estado verdaderamente social debería dejar los impuestos sobre el consumo en su mínima expresión, si bien es cierto que a veces el adecuado manejo de este tipo de tributos también puede favorecer la justicia distributiva. Me refiero a que la estadística nos enseña que determinados bienes y servicios son mayoritariamente demandados por ciudadanos de rentas altas o muy altas, por lo que gravar estos productos en el fondo tiene unos efectos similares a los de un impuesto directo: se ejerce más presión fiscal sobre los más ricos.

En este sentido, y como resulta obvio que la oferta cultural casi solo es “consumida” en la práctica por las familias de rentas medias y altas, subir el IVA al 21% en las entradas al teatro, a los musicales o a los museos, no me parece tan disparatado en esta situación de crisis aguda.

Sin embargo rápido nos vienen a la cabeza los ejemplos del cine y del fútbol, espectáculos con gran afluencia popular sin discriminación de ingresos. Si bien es verdad que elevar el tipo impositivo sobre estas actividades supone clavar la banderilla también a las clases humildes, debe tenerse en cuenta que la gran virtud de los impuestos indirectos es que su pago puede eludirse muy fácilmente por el simple procedimiento de no comprar los productos afectados. Y reconozcamos que, con la que está cayendo, es más que razonable privarnos de ir al estadio o a ver una película. De hecho estos deberían ser los primeros gastos a suprimir, pues evidentemente son los más superfluos por mucho que les perjudique a los sectores correspondientes.

El sector cultural y el de ocio deben sacrificarse sin remedio. Se pongan como se pongan, por mucho que insistan en que la crisis ha secuestrado la cultura y por muy importantes que sean sus servicios, deben entender que el común de los españoles se quite de ir al teatro o a un museo, antes que de comer o de vestir. Es una consecuencia natural de cualquier crisis.

Frente a todo esto, sí veo un inconveniente importante en la subida del precio de ciertas actividades, especialmente el acceso a museos, exposiciones, monumentos o determinadas bibliotecas, y es que si esta situación se mantiene en el tiempo se estaría restringiendo gravemente el acceso a la cultura de las clases más desfavorecidas. No me refiero a ir a los carruseles de las ferias o a ver La Bella y la Bestia, que, al fin y al cabo, me parece estupendo que vaya solo quien se lo pueda pagar, sino al derecho que deberíamos tener todos los españoles, ganáramos lo que ganáramos, a visitar libremente o a un precio simbólico nuestros más importantes museos, catedrales, edificios y obras del patrimonio histórico y demás puntos de interés cultural. Convertir estos lugares en santuarios elitistas por culpa del 21% dichoso significa un retroceso por cuanto hace de la cultura un bien de lujo, cuando esta precisamente debería estar al alcance de todos para mejorar la formación y favorecer la movilidad social.

En cualquier caso, y aunque no tenga mucho que ver, soy, como ya dije hace dos años, partidario ferviente de que sean suprimidas íntegramente todos los programas de fiestas locales. La situación económica es dramática y urge ahorrar en todas las partidas superfluas. Ni los toros, ni los conciertos, ni los fuegos artificiales son necesarios; es más, son un despilfarro insultante en estos tiempos. Hace dos años aún creía en la posibilidad de salvar la hostelería en fiestas, pero ahora mismo, viendo cómo está el patio, no deberían autorizarse ni las casetas de los bares. A este sector no le va aquedar otra que caer en picado y sin colchón para que podamos salir adelante.

9 comentarios:

Capitán Alatriste dijo...

De acuerdo en casi todo, señor Neri. Especialmente en lo absurdo del dispendio en festejos. Dice mucho eso de nosotros como país.

Un saludo.

Capitán Alatriste dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El chico de los tablones dijo...

Muy de acuerdo con su post, don Al Neri. Es posible que haya oído hablar de la pirámide de Maslow, en cuya base se asientan las necesidades más básicas del individuo (las fisiológicas), relacionadas estrictamente con la supervivencia, y en cuya cúspide se encuentran las más superfluas (autorrealización). Imagino que este autor situaría estas actividades de ocio y culturales en el nivel jerárquico de "necesidades sociales", intermedio entre la base y la cúspide.

¿Qué sentido tiene crear, mantener e incluso subvencionar necesidades accesorias cuando el destinatario estándar de las mismas a duras penas puede hacerse cargo de las más básicas? En otras palabras, si la base de la pirámide es exigua, parece aconsejable seguir cimentándola antes de seguir construyendo y pasar al siguiente nivel.

Si no somos capaces de ordenar nuestras prioridades en la pirámide de Maslow, quizá un mayor gravamen del consumo más prescindible no sea tan mala idea, en la medida en que pueda ayudar al españolito medio a situar el fútbol en la zona de la pirámide que le corresponde.

tomae dijo...

Con esto podríamos establecer un debate de lo qué es "cultura" por aquello de seguir la regla del impuesto del valor añadido, o dicho sea de paso qué añade valor o no...

Dicho lo anterior, se me ocurre incluso, ya que la fiscalidad es pura inventiva; que tanto el gazpacho, la paella y si quiere la misma fabada (la lista puede ser larga) que por formar parte de la "cultura gastronómica" del Estado, la adquisición de este tipo de productos podría considerarse también un hecho imponible ... esto aunque pueda entrar en contradicción con la pirámide citada (la de Maslow) no deja de ser un ingrediente para añadir al debate sobre lo que es cultura y que no.

Hemos de recordar que cuando nació el IVA, existía el tipo impositivo para artículos de lujo -más pirámide de Maslow- y creo que el tipo era del 33% ...sospechosamente ahora no se ha mencionado.

Un Saludo.

tomae dijo...

...lo de "sospechosamente" Sr. Neri no lo digo por usted.

Al Neri dijo...

Capitána, el que nadie decida suprimir RADICALMENTE las fiestas locales significa la distorsión gravísima de prioridades que hay en este país, tanto de los ayuntamientos como de los ciudadanos.

Tablones, lleva razón. Gravar el consumo de bienes que no satisfacen necesidades básicas ayuda a los ciudadanos a priorizar correctamente sus necesidades. Es fundamental que el Estado guía, oriente y conduzca a los ciudadanos por la senda correcta.

Tomae, yo también tengo duda de si el musical de "La Bella y la Besia" es cultura. Una cosa es que ciertos espectáculos sean manifestaciones culturales (los toros, los musicales) y otra que sean cultura en el sentido llamémosle formativo, educativo, es decir en el sentido que justificaría una protección y una exención fiscal.

Álex dijo...

Estoy de acuerdo con Tomae (¡hola, tomae!) en su apunte sobre el impuesto a los artículos de lujo. Hay muchos más campos en los que aumentar los impuestos antes que hacerlo en terrenos culturales. Ya sabe, sr. Neri, que yo pienso que el Estado debiera facilitar que todos los ciudadanos tengan formación y medios para discernir y hallar su senda 'correcta' sin al menos perjudicar las sendas de los demás. En ese sentido, no me convencen medidas como este aumento un tanto indiscriminado del IVA que transmiten la idea de que la cultura y el ocio cultural (con todos los matices al respecto) son algo supérfluo.
Hablando de ocio cultural, ayer me costó 1'20 euros pasar una hora y pico disfrutando del Museo de Valladolid al que hacía años que no iba. Está en uno de los edificios más notables de la ciudad, el Palacio de Fabio Nelli y tiene una curiosa colección, muy heterogénea, de piezas que van desde la más remota prehistoria hasta pintura del siglo XIX. Me encantó un documento romano grabado en bronce y encontrado en Montealegre, o un sarcófago policromado del siglo XIII.
Pero lo que más me sorprendió fue una pequeña exposición temporal en la que se exhibe un estandarte espectacular dedicado a San Mauricio, con una historia interesantísima de cuando Valladolid era Corte de Felipe III. Se ve en 10 minutos y la entrada es gratuita, sin incluir el resto del museo. Como para llegar a la sala de la exposición temporal hay que pasar por el patio renacentista y subir a la primera planta, la visita no puede ser más completa.
Ya me contarán si alguien se anima.
Feliz viernes a todos.

Al Neri dijo...

Ah, pues yo me animaré, Álex, muchas gracias por su sugerencia tan cultureta y veraniega.

E insisto: es superfluo lo que es superfluo. La cultura en sentido estricto no lo es aunque tampoco es prioritaria en estados de necesidad o para familias de renta muy baja. Pero quizá un análisis de qué sectores sociales "consumen" cultura en la práctica podría justificar un aumento del gravamen sobre ella. Este es el razonamiento que ha hecho el PP y no me parece especialmente aberrante si se trata de una medida circunstancial y de corta duración, porque si no ya digo que discriminaría el acceso de los pobres a la cultura.

Ahora, prueba práctica: De los siguientes productos, servicios y artículos, ¿en qué orden los suprimiríais en caso de apretura económica?:

1.- Cañas y copas con los amigos.
2.- Comer fuera los fines de semana.
3.- Cuota al partido al que estés afiliado.
4.- Peluquería (ir cada 4 meses en vez de cada dos)
5.- Viaje y musical en Madrid cada 2 meses, cine, teatro.
6.- Viaje de vacaciones de verano.
7.- Excursiones de fines de semana.
7.- Donativo anual a Cáritas Diocesana.
8.- Ropa
9.- Libros (aunque recordemos que son gratis en formato ebook, ah, perdón, que es delito)
10.- Regalos de Reyes y de cumpleaños a familiares.
11.- Cuota de ADSL o tarifa de Internet en el móvil.
12.- Abono del fútbol.

El chico de los tablones dijo...

Yo los suprimiría en este orden:

3-12-7(bis)-6-2-7-5-11-9-8-4-1-10

Aunque los trece elementos de la enumeración tienen en común que si los suprimes el mundo sigue adelante, los números 1 y 10 los encuentro más difíciles de eliminar: el primero, porque en España tenemos una cultura de bares, que más allá de sus prestaciones de servicios hosteleros representan el principal punto de encuentro entre amigos; y el segundo, por ese convencionalismo capitalista que nos obliga a sentirnos espléndidos, a quedar bien, y a demostrar nuestro afecto hacia otra persona a través de caros regalos materiales. En definitiva, 1 y 10 tienen un fuerte componente social que hace que no sean tan fácilmente prescindibles.

Además, para el resto de productos o servicios de la lista no es difícil encontrar un producto o servicio análogo más económico (un sustitutivo, vaya): uno puede pasar de comprar ropa en el Corte Inglés a comprarla en el Primark, de avituallarse de lectura en las caras librerías a recurrir a los préstamos de la biblioteca pública, de irse de restaurante el domingo a colgarse el delantal y currarse una paella en casa, de ir al cine los viernes a quedarse en el sofá viendo la peli de la Paramount, etc. Y en cuanto a la peluquería... desde que he aprendido a cortarme el pelo yo mismo, llevo meses sin ir :-)

Sin embargo, para 1 y 10 no encuentro sustitutivo por más que me devano los sesos.