martes, 12 de junio de 2012

APRENDER A ESCUDRIÑAR

Por diferentes razones no soy demasiado amigo de la especialización excesiva, ni en lo profesional ni en lo cultural. Sostengo que es preferible poseer un razonable conocimiento de muchas materias diferentes, incluso flojeando en algunas, que ser un especialista exhaustivo y puntilloso en un solo campo. A contracorriente de las tendencias actuales, a mí me parece que con una formación generalista se es más polivalente y se puede ser más útil a la sociedad. Además desde un punto de vista personal, quien toca muchos palos, aunque sea más a bulto, adquiere una visión de conjunto mucho más rica del mundo y de la sociedad en la que vive que el experto monográfico, que corre el riesgo de perder de vista el bosque en su obsesión por el árbol y de deformar la información.

Probablemente el ideal se encuentre en un término medio y además sí hay cosas que admiro, y mucho, de la especialización. Yo, que me embarqué en un doctorado y acabe aparcándolo por pereza y falta de motivación, debo reconocer que me fascinan el talento y la constancia de quienes sí culminan su postgrado tras años de dura entrega. Ayer tuve ocasión de pensar sobre ello en la defensa de la tesis de un amigo, ahora orgulloso doctor laureado, al que desde aquí felicito con mi mayor entusiasmo.


Cuando me entero de que alguien tiene el doctorado, no lo admiro tanto por sus conocimientos ni por su estatus académico, sino porque podría asegurar, sin temor a equivocarme, que se trata de una persona con muchas de las cualidades que yo más valoro: capacidad de ilusionarse con un proyecto, perseverancia, fuerza de voluntad, curiosidad, iniciativa, atención a los detalles, capacidad de profundización, y deseo de aportar algo nuevo a la ciencia, a la técnica o al conocimiento.

De entre todas estas valiosas virtudes yo destacaría la capacidad de profundización. En realidad yo puedo defender, como ya he dicho, un aprendizaje generalista por lo práctico que resulta y afirmar que ello no implica que no sea capaz de profundizar cuando las circunstancias me lo exijan. Pero lo cierto es que yo todavía no he demostrado esas dotes de investigación, esa aptitud para ahondar en los temas, ese celo para escrutar meticulosamente todos los aspectos de un área concretísima del saber, esa facultad de análisis, de experimentación quisquillosa y de comparación de las monografías y las conclusiones de mil autores. Solo han demostrado que saben profundizar quienes han escrito y defendido una tesis de doctorado o han llevado a buen término algún otro proyecto semejante.

Bucear en los detalles de lo más específico es sinónimo de trabajo bien hecho y de huida heroica de la superficialidad con la que se tiende a abordar todo hoy en día a pesar de la cacareada formación práctica y especializada que se nos vende. No implica en absoluto la renuncia a un perfil profesional más genérico, que es el que yo defiendo, ni a adentrarse en otras disciplinas en el futuro (ya con un bagaje para afrontar cualquier reto) ni a tener los ojos abiertos a realidades opuestas al objeto de estudio. Es simplemente una actitud ante la vida y, bien mirado, a todos los universitarios nos vendría bien doctorarnos aunque solo fuera para abandonar la costumbre de echar vistazos y aprender a escudriñar.

4 comentarios:

Alojamora dijo...

Desde aquí también quiero felicitar a este amigo por su doctorado.
Ahora puedo presumir de que tengo un amigo doctor...aunque ya me dijo que no me podía hacer recetas jejeje
Estoy muy orgullosa de él.

Aprendiz de brujo dijo...

Mi enhorabuena al nuevo Doctor. Yo duré tres meses haciendo el doctorado.Pero fue porque me equivoqué de materia.Tenía que haberlo hecho sobre leyendas de trotonas y gemidoras en Zumárraga y alrededores.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Yo también admiro mucho a quienes, teniendo trabajo y la vida prácticamente resuelta, tienen la santa paciencia y el ánimo para seguir estudiando un doctorado. Creo que muchos demuestran un interés y unas ganas de maduración muy encomiables.

Sin embargo, y haciendo de abogado del Diablo, querría plantear una serie de reflexiones.

¿Acaso no hay personas que prefieren ponerse a estudiar un doctorado antes que buscar un trabajo serio y estable o estudiar una oposición para no renunciar a su vida de estudiante o enfrentarse a verdaderos retos de adultos?

¿No es cierto que algunos doctorandos se dedican únicamente a plagiar textos ajenos sin ton ni son para terminar teniendo un título que en nada les distingue de un simple bachiller?

¿No es cierto que son mucho más complicados los doctorados propios de carreras técnicas o de ciencias, donde se valoran más los resultados prácticos y la investigación real, que los de carreras de letras donde es mucho más fácil seguir lo que he expuesto en el punto anterior?

Veneficus dijo...

Muy interesante su post, señor Neri. Es cierto que lo ideal sería el punto medio entre especialización y generalismo, sin quedarse en rata de laboratorio ni ser incapaz de profundizar en un tema más allá de meras generalidades.

De todas las formas, hablándolo ayer con un amigo común, comentábamos que lo que realmente es duro y meritorio es hacer el doctorado cuando no sirve de nada en la carrera profesional y se hace únicamente por amor al arte (la ciencia, la filosofía o la rama del saber que sea).