sábado, 7 de enero de 2012

YA NO SE HACEN PELÍCULAS ASÍ (4): "HORIZONTES DE GRANDEZA"


Que sea un gran aficionado a los western no significa que me interesen o me gusten las miles de pelis de vaqueros que se han rodado desde los albores de la historia del cine, más que nada porque en el género hay muchísima basura y muy pocas obras valiosas, y porque en él se han colado de rondón otros géneros distintos como el de acción o el romántico a los que solo han añadido sombreros texanos y paisajes desérticos.

Por otra parte, declarar devoción por el cine del oeste exige de múltiples matizaciones, ya que este tipo de películas es de lo más variopinto y, aparte de la gran clasificación en western clásico (anterior a 1960) y crepuscular, existen decenas de categorías, subcategorías y refritos de toda índole.

No creo que haya más de diez títulos que me merezcan honradamente el calificativo de obra maestra, pero uno de ellos, sin duda, es la grandiosa Horizontes de grandeza (The big country) (1958), de William Wyler, protagonizada por un inconmensurable Gregory Peck y por Charlton Heston.

Horizontes de grandeza es un lujo para la vista (unos paisajes sobrecogedores), para el oído (¡qué pedazo de banda la de Moross!) y para el corazón, al narrar una historia inolvidable de amor, de caballerosidad y de honradez. Ya no se hacen, en efecto, películas así, con esos mensajes ejemplares que nos enseñan a ser mejores admirando a sus protagonistas.

Seguro que todos recordamos el argumento de esta película irrepetible. El refinado capitán naval McKay (Gregory Peck) viaja desde el este a un rancho del Texas profundo para conocer a la familia de su novia, y muy pronto se produce un choque inevitable entre su mentalidad y sus maneras, y las de su suegro Terrill (Charles Bickford), el capataz de la finca (Heston) y otros rudos propietarios de ganado de los alrededores. Tomado por un cobarde incluso por su amada por no demostrar públicamente su arrojo y por no involucrarse en las luchas de su futura familia política con el indómito clan Hannassey por el control del agua para abrevar las reses, McKay terminará dando a todos la lección de que el honor y la hombría se llevan dentro y no tienen por qué exhibirse a los demás a su capricho a modo de escaparate.

Pocos westerns alcanzan el listón de Horizontes. La palabra grandiosidad es la que sin duda mejor lo define y, para mí, su mayor mérito (y eso que tiene muchos) es su sabio manejo del plano panorámico, no solamente por el lucimiento de los magníficos paisajes del suroeste de los Estados Unidos (en especial el llamado Cañón Blanco), sino por la sensación épica que produce en el espectador al combinarse con la presencia de cientos de jinetes atravesando estos parajes. No me extraña que Wyler dirigiera una obra maestra como Ben-Hur al año siguiente.

Apasionado aplauso merece el discurso del patriarca Hannassey (Burl Ives, el mejor secundario, que de hecho ganó un Oscar) en la fiesta de los Terrill, el asalto de estos al rancho del Cañón Blanco y la pelea a puñetazos entre McKay y el capataz. El final, además, es el más adecuado para un drama de la categoría de Horizontes.

Aunque la cinta es anterior al año 60, ya se vislumbra en ella el cambio de timón que experimentaría el género en pocos años, al abandonar el maniqueísmo esquemático de buenos arcangélicos y malos demoníacos y ofrecernos personajes complejos, sin desprenderse, eso sí, de la mejor esencia del western clásico.

Hay secuencias en las que uno vibra en el asiento al escuchar los diálogos, y se le ponen los pelos de punta con la música, comparable a la pieza de Elmer Bernstein para Los Siete Magníficos, y piensa desconsolado que ya jamás volverán a rodarse películas así.


2 comentarios:

C. S. dijo...

A mí me también me encanta esta peli.
Los diálogos son buenísimos, y con un lenguaje alambicado y cortesano que es descacharrante: como cuando el hijo de Burl le dice que Jean Simmons es su novia y éste le contesta: "¿tendrás por ventura alguna gracia que yo desconozco?" Y la escena del duelo con pistolas de caballero, inolvidable. ¡Es que Texas es un país muy grande! No se pierda, Señor Neri, la faceta de Burl Ives como cantante popular. ¡magnífico! una voz espléndida y un buen gusto admirable en la elección de canciones.

Interruptor dijo...

Como no soporto apenas el western no la he visto, pero ya mismo me pongo a buscarla porque la has descrito muy bella. Pienso que me va a gustar bastante ¡Que mal eso de etiquetar por géneros y coger cierta fobia a algunos!.
Por cierto que tienes que ir a ver "The Artist" para sorprenderte con una película moderna totalmente llena de magia y encanto, claro que está basada en los años 20 y 30. Es muda con algún subtítulo pero tiene una música, un guión, unas interpretaciones y una serie de valores en los personajes...¡Con decirte que voy a ir otra vez a verla!