miércoles, 1 de diciembre de 2010

LOS ESPAÑOLES SOMOS UNOS SALIDOS (2)

Juan de Aragón y Castilla es un personaje muy poco conocido de la historia de España. Nació en 1478 y fue el primer y único hijo varón de los Reyes Católicos y, por lo tanto, el heredero inicial de las dos coronas.

La Reina Isabel era muy estricta en asuntos sexuales y tuvo un celo especial en que todos sus descendientes observaran una conducta basada en la pureza y en la contención. A pesar de ser frecuente que los infantes europeos de la época gozaran de cierta libertad (y libertinaje) antes de contraer matrimonio, la Reina Católica siempre veló cual perro de presa para que su niño no se desmandase. Así, cuentan las crónicas, que le tuvo bien vigilado desde la más temprana adolescencia, impidiendo activamente cualquier contacto con doncellas de la corte o con prostitutas. La buena señora censuraba a lo talibán cualquier expansión del chico, incluyendo los inocentes “hociqueos” (hoy morreos) que el pobre intentaba darse de vez en cuando con alguna sirvienta de palacio.

Así cabe suponer que cuando decidieron casarlo con 19 años, sin noviazgo previo ni leches, el Príncipe Don Juan andaba más caliente que el palo de un churrero.

La boda de Juan respondió, como era habitual, a los intereses políticos de sus padres. Concretamente, en su deseo de emparentar con el Sacro Imperio Romano Germánico, Isabel y Fernando decidieron casarle con la guapísima Margarita, hija de Maximiliano I de Habsburgo, igual que apalabraron la boda de la Infanta Juana con Felipe El Hermoso, otro hijo del Emperador.

La bella Margarita, de 17 años, fue traída desde Flandes por una ruta que curiosamente trazó por encargo el mismísimo Cristóbal Colón. En cuanto le fue presentada a Juan, en la ciudad de Burgos, este quedó tan impresionado por sus ojos azules y por todo lo demás, que urgió la celebración del sacramento para podérsela llevar al catre lo antes posible.

Desde ese momento los cotilleos en la corte estuvieron al orden del día, pues parece ser que los jóvenes esposos, poseídos por una especie de "locura de amor", no abandonaban el lecho conyugal ni para comer. Decidido a recuperar el tiempo perdido y ponerse el día, Don Juan se pasaba las horas dale que te pego con la ya de por sí fogosa austríaca.

A las pocas semanas, el heredero a los tronos castellano y aragonés ya mostraba signos acusados de desgaste. Se quedó, más que enjuto, chupado, y no le quedaban fuerzas ni para montar a caballo; pero él, como si nada, seguía pimba, pimba, con la Marga de sus amores. Hasta tal punto se hizo evidente su debilidad que los médicos de la corte recomendaron la separación temporal de los cónyuges hasta que el joven se recobrara, pero la Reina Isabel se puso como un basilisco y sentenció que lo que Dios había unido no lo iban a separar los galenos ni por unos días.

A los seis meses de la boda, y más seco que la mojama, fallecía Juan en Salamanca, durante una escala en su viaje a Flandes para asistir a la boda de su hermana y Felipe. Sumida en una profunda depresión (no me extraña), su mujer perdía a la niña de la que estaba encinta.

La leyenda sobre el “príncipe que murió de amor” forjó la tradición popular, que aún se conserva, de que las chicas acudan al sepulcro del malogrado Trastámara, en el Real Monasterio de Santo Tomás, en Ávila, para besar los labios de la estatua y pedir suerte en el amor, lo que, conociendo la historia, no sé cómo interpretar.

Recientes investigaciones histórico-científicas
han concluido que la prematura muerte del príncipe no solo se debió a sus excesos sexuales, sino que concurrió la circunstancia de haber caído enfermo de tuberculosis, aunque lo más probable es que se hubiera curado con un poco de reposo.

12 comentarios:

Dulcinea dijo...

No se como puedes faltar al respeto de esa forma a la memoria de los reyes católicos y de su familia. Esto sería una leyenda inventada por los enemigos de España para perjudicar la imagen de los Reyes católicos.

Anónimo dijo...

Buena forma de morir...

Aprendiz de brujo dijo...

joder era como Paco Marsó

Anónimo dijo...

Si es que a veces los galenos tienen razón..

Anónimo dijo...

Pero ¿a que murió con una sonrisilla en los labios?

Aprendiz de brujo dijo...

Me parece muy didáctica esta forma de meternos el gusanillo en el cuerpo a los legos.En plan mezcla de programas del corazón y crónica de la época.
Dulci no hagas caso de estos bulos. Todos sabemos que la monarquía y la decencia han ido siempre unidos.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Me encanta esta historia y cómo la cuenta usted.

Al menos, murió feliz. Le envidio. Seguro que se lo pasaba mejor que yo con la máquina de la muerte.

Por cierto, trabajé durante casi un año cerca del monasterio de Santo Tomás en Ávila y de vez en cuando acudía ver el magnífico sepulcro del príncipe y, por desgracia, nunca vi a ninguna jovencita (yo entonces tenía 24 años) deseosa de amor. Que mala suerte la mía.

Anónimo dijo...

Y a quien no le gustaría desahogarse con una fogosa austriaca, jejeje...

Al Neri dijo...

Les veo a todos ustedes más salidos que el pico de una plancha :-)

Anónimo dijo...

Me he reído con la historia... la cual jamás había escuchado. Siempre había oído que el muchacho murió de tuberculosis. Sin más complicaciones.

Y como el Subdire, puedo confirmar que la tradición popular de besar los labios de la estatua, de existir que no lo dudo, ha desaparecido hace muuucho.

He ido muchas veces a Santo Tómás (Monasterio precioso con un coro de madera impresionante y unos claustros preciosos) y nunca he escuchado semejante leyanda ni he visto a nadie besuqueándo al píncipe.

La leyenda que sí he escuchado de ese monasterio es que en algún lugar de él está enterrado Torquemada... aunque se desconoce el lugar exacto, porque temían que le hiciesen alguna gracieta al cadaver.... vaya usd. a saber porqué ;)

Al Neri dijo...

Según acabo de leer en Internet, el sepulcro es del escultor Domenico Fancelli, la tradición de besar la estatua perdura (no lo puedo confirmar por otra fuente)y los labios están muy gastados.

Desconozco quién puede tener tan mala idea de profanar la tumba del gran Cardenal Torquemada, cuya labor me parece encomiable.

LANGOR dijo...

Buenas:

Hay quien dice que la Austriaca tenia ordenes claras al respecto en ese sentido.

En todo caso a nadie he visto yo que por limpiar el sable mucho y de joven se muera.

En todo caso historicamente la considero una muerte muy desafortunada ya que hizo que España (Castilla mas bien) se viera involucrada en un monton de lios imperiales y europeos que no nos interesaban una mxxxx y desatendiesemos lo que si nos debia interesar, America.

Un saludo.