HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (VIII): EL SONETO XXIII

COGED DE VUESTRA ALEGRE PRIMAVERA EL DULCE FRUTO

Garcilaso de la Vega podría ser una de las figuras que mejor encarnen los rasgos más significativos de la España Imperial. Quiso así la Providencia que naciera precisamente en Toledo el mismo año de 1501. Su personalidad refleja los más puros rasgos de una estirpe que, forjada durante ocho largos siglos en la fragua de una guerra continua convertida en cruzada, se preparaba para asombrar al mundo entero. Vital, ardiente y apasionado, pero también culto y racional, se convierte en el arquetipo del caballero renacentista y español, en un Quijote que se niega a sanar y morir anciano y arrepentido.

Aunque Garcilaso traía impresas en sus genes las composiciones del Marqués de Santillana, de quien era descendiente, rompe con la poesía medieval para inaugurar el Renacimiento en la española. Es él, junto a su amigo Juan Boscán, quien introduce en España las nuevas formas triufantes de la lírica italiana: el petrarquismo, el clasicismo y las referencias mitológicas, la musicalidad, el epíteto, el verso endecasílabo y, sobre todo, el soneto.

La breve pero intensa obra de Garcilaso es una recreación de su apasionada y corta vida. Al servicio de Carlos V desde los veinte años, domina las lenguas clásicas, la música, el francés, el italiano y las artes guerreras como la esgrima. En su servicio a las letras, las armas y la Patria, acompaña al Emperador en la Guerra de las Comunidades, en Nápoles y en Rodas donde resulta herido. Nombrado caballero de Santiago, lucha en Fuenterrabía y en Florencia. Es desterrado por su admirado Emperador a una isla del Danubio para después ser liberado y acudir a la llamada del rey, al que siguió siendo ciegamente fiel, para luchar junto al Duque de Hierro contra los turcos. Todo ello conjugado con una vida amorosa igualmente intensa en la que se entrecruzan amores platónicos e hijos ilegítimos.

Pero Garcilaso no se conformaba con ser fiel modelo de sus propios principios. En 1536, era maestre de campo de un tercio de infantería en las guerras en Italia contra Francisco I. Tras perseguir al enemigo hasta un castillo en la Provenza, fue el primero en iniciar el asalto. Garcilaso se sublima y se convierte en un héroe de leyenda poética: dicen las crónicas que, sin protección alguna, comenzó a escalar por las murallas del castillo para dar ejemplo a sus hombres recibiendo una pedrada en la cabeza que le llevó a la muerte en Niza, unos días después, tras recibir el auxilio espiritual de su amigo, posteriormente canonizado, San Francisco de Borja, otro hombre de vida excepcional.

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.