Estoy en total desacuerdo con el dicho ese de que la necesidad agudiza el ingenio. Al que no es ni ha sido ingenioso en su vida no le nace el talento de repente, por generación espontánea, porque se vea apurado. Al contrario, la experiencia nos dice que la necesidad suele ir asociada a la desesperación y que este estado mental es incompatible con cualquier decisión lúcida.
Lo estamos viendo mucho con los parados en esta crisis. Hay desempleados que tras dos o tres años sin ningún ingreso, presos ya de la angustia, se lanzan a “emprender” (como se dice ahora), poniendo a prueba su ingenio. Jóvenes y no tan jóvenes sin ninguna experiencia empresarial, sin un duro y, en no pocas ocasiones, sin demasiadas entendederas, se aventuran a montar un negocio simplemente para “no quedarse con los brazos cruzados", y, claro, los resultados son los que son.
Se creen que por repetirse mil veces al día el lema "si no arriesgas, no ganas", ya está todo hecho.
La falta de ingenio puesta a prueba por pura ansiedad desemboca en la catástrofe. En plena caída en picado del consumo, sin apenas fondos para invertir en serio, sin un plan de negocio y –admitámoslo- con una mentalidad de currito por cuenta ajena (jornada de 8 horas) que no se les despega ni con agua caliente, estos emprendedores improvisados se embarcan en aventuras imposibles, normalmente haciendo lo que creen que se les da bien sin tomar en cuenta para nada la demanda existente. Y el batacazo es de órdago.
Me lo decía hace poco un funcionario que tramita proyectos de nuevas pymes y asesora a emprendedores: “esto es un desastre, la gente no sabe ni lo que quiere hacer, solo se mete en esto por no quedarse quieta”.
Lo más duro es que estas personas, tras su lógico fracaso, suelen acabar endeudadas y en una situación más insostenible que la que sufrían al principio. Otras muchas veces el dinero que arriesgan y pierden es ajeno, prestado por familiares o amigos por misericordia, por sentido del deber o por una confianza ciega (nunca mejor dicho) en el aventurero, así que los arruinados son terceros inocentes (también nunca mejor dicho) aunque muy generosos.
¿Por qué no se quedarán quietecitos algunos parados? Vale que así no ganarán nada, pero, hombre, al menos tampoco perderán dinero ni agravarán su panorama. ¿Por qué tenemos tanto miedo de aconsejar honestamente a nuestros familiares o amigos en estas situaciones, de decirles lo que de verdad pensamos de sus proyectos alocados, de sus inventos del tebeo? ¿Por qué identificamos sinceridad con falta de apoyo? ¿Por qué creemos que negar un préstamo o unas palabras de ánimo a una idea disparatada implica no creer en las personas a las que queremos? ¿Por qué no hay huevos para decir a la peña “Manolete, si no sabes torear pa qué te metes”.
Lo más duro es que estas personas, tras su lógico fracaso, suelen acabar endeudadas y en una situación más insostenible que la que sufrían al principio. Otras muchas veces el dinero que arriesgan y pierden es ajeno, prestado por familiares o amigos por misericordia, por sentido del deber o por una confianza ciega (nunca mejor dicho) en el aventurero, así que los arruinados son terceros inocentes (también nunca mejor dicho) aunque muy generosos.
¿Por qué no se quedarán quietecitos algunos parados? Vale que así no ganarán nada, pero, hombre, al menos tampoco perderán dinero ni agravarán su panorama. ¿Por qué tenemos tanto miedo de aconsejar honestamente a nuestros familiares o amigos en estas situaciones, de decirles lo que de verdad pensamos de sus proyectos alocados, de sus inventos del tebeo? ¿Por qué identificamos sinceridad con falta de apoyo? ¿Por qué creemos que negar un préstamo o unas palabras de ánimo a una idea disparatada implica no creer en las personas a las que queremos? ¿Por qué no hay huevos para decir a la peña “Manolete, si no sabes torear pa qué te metes”.
3 comentarios:
Pues tienes razón,montar un negocio ahora con la crisis que hay,es muy arriesgado.Te cuento el caso de un amigo mio,tiene 35 años y después de estar como director en una compañía de seguros,se quedó en el paro,así que montó una pequeña hamburguesería,la cosa es que no le va mal,pero gracias a los amigos,somos una peña muy grande y vamos cada día a comer y cenar todos allí,ya estamos hartos de comer hamburguesas,perritos,pizzas y patatas asadas,pero ahí seguimos,por ayudarle,le tío se saca al día unos 500 euros,que no está nada mal,lo peor es que ya estamos cansados de comer tanta hamburguesa,pero sabemos que si dejamos de ir,acabará arruinado,porque somos su única clientela,así que menudo dilema tenemos.Tengo amigas que hasta le han encargado el menú de nochebuena a base de hamburguesas,perritos...por ayudarlo,solo espero que su negocio sobreviva,porque interés le ponemos un rato.
Totalmente de acuerdo. Y el gobierno, en lugar de educar en esta materia, vive encantado, porque en un país donde tanto para abrir como para cerrar un negocio hace falta mucho dinero, pues eso que va para la saca.
Los beneficios que genera un supuesto emprendedor ya da para cambiar las ruedas del A8 oficial.
Cuando revienten todos ustedes de colesterol será por una buena causa, Lozana :-P
Muy cierto, Carlos, a las Administraciones les interesa mucho fomentar eso que ahora se llama autoempleo por muy diferentes razones y no siempre altruistas.
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