El domingo pasado han fallecido en Alcalá de Guadaíra (Sevilla) tres miembros de una familia por intoxicación alimentaria. Aunque ahora este dato se ha puesto en tela de juicio, en
principio se informó que la causa del envenenamiento había sido la ingesta de
alimentos recogidos de la basura, concretamente un pescado adobado. Nada más
conocerse esta versión de los hechos se convocó una virulenta protesta en el
municipio, con insultos a concejales incluidos, exigiendo una mayor protección
social. Por Internet han circulado además con profusión toda clase de
mensajes furibundos acusando al Gobierno de “asesinar” a los pobres al
obligarles a rebuscar comida en los contenedores.
Con independencia de que el dato de la basura sea más o menos cierto, se me ocurren varias reflexiones sobre el populismo demagógico y repugnante que infecta la sociedad española, sobre la falta de criterio y congruencia de un populacho superficial y semianalfabeto que no dice ni pío cuando debe protestar pero berrea cuando tiene que callar.
Ni al más retrasado mental se le escapa que ingerir comida sacada de una bolsa de basura conlleva un riesgo gravísimo para la salud. Tanto es así que solo se entiende que recurran a esta forma de alimentarse personas con necesidades severas, en un contexto de pobreza, guerra, hambruna o total desatención por parte de los poderes públicos. En España, qué duda cabe, los servicios sociales no son perfectos, pero tengo la más absoluta certeza que no se deja morir a nadie de hambre. Puede que otras situaciones de desamparo no se encuentren suficientemente atendidas, pero las necesidades de alimentación sí están cubiertas para el 100% de la población a través de diferentes mecanismos como comedores sociales públicos y privados, bancos de alimentos y servicios municipales o de Cáritas, parroquias o ONG´s asistenciales. Ni al más tirado de los mendigos de este país (y la familia intoxicada no lo era) se le niega un plato de comida y un par de bocadillos diarios.
Si esta familia sevillana ha decidido cenar comida de un contenedor, la responsabilidad es exclusivamente suya, ya que podría haber accedido sin ningún problema a alimentos en perfecto estado por muy complicada que fuera su situación económica. Discutir esto es absurdo y tener ganas de enredar.
Con independencia de que el dato de la basura sea más o menos cierto, se me ocurren varias reflexiones sobre el populismo demagógico y repugnante que infecta la sociedad española, sobre la falta de criterio y congruencia de un populacho superficial y semianalfabeto que no dice ni pío cuando debe protestar pero berrea cuando tiene que callar.
Ni al más retrasado mental se le escapa que ingerir comida sacada de una bolsa de basura conlleva un riesgo gravísimo para la salud. Tanto es así que solo se entiende que recurran a esta forma de alimentarse personas con necesidades severas, en un contexto de pobreza, guerra, hambruna o total desatención por parte de los poderes públicos. En España, qué duda cabe, los servicios sociales no son perfectos, pero tengo la más absoluta certeza que no se deja morir a nadie de hambre. Puede que otras situaciones de desamparo no se encuentren suficientemente atendidas, pero las necesidades de alimentación sí están cubiertas para el 100% de la población a través de diferentes mecanismos como comedores sociales públicos y privados, bancos de alimentos y servicios municipales o de Cáritas, parroquias o ONG´s asistenciales. Ni al más tirado de los mendigos de este país (y la familia intoxicada no lo era) se le niega un plato de comida y un par de bocadillos diarios.
Si esta familia sevillana ha decidido cenar comida de un contenedor, la responsabilidad es exclusivamente suya, ya que podría haber accedido sin ningún problema a alimentos en perfecto estado por muy complicada que fuera su situación económica. Discutir esto es absurdo y tener ganas de enredar.
En España la alimentación no es un problema digan lo que digan los manifestantes de Alcalá de Guadaíra |
El problema en estos casos no es
tanto la falta de asistencia sino la resistencia de ciertas familias o
individuos a recurrir a los servicios sociales o a las parroquias, y eso no es
un problema de las Administraciones. De toda la vida ha habido indigentes que
han fallecido congelados durmiendo en la calle por negarse a acudir a los
albergues municipales. ¿El motivo? Que no les daba la gana acatar las normas de estos
establecimientos, entre otras la apertura de una ficha y la realización de un
seguimiento por los trabajadores sociales, la prohibición de introducir bebidas
alcohólicas y la obligación de ducharse y respetar ciertas reglas higiénicas o de comportamiento.
En otras ocasiones se trata de personas con alguna enfermedad mental de las que
no cabe esperar una conducta lógica ni que intenten siquiera protegerse del hambre
y del frío.
También sucede a menudo que cierto tipo de familias, en el que bien podría encajar la de Alcalá de Guadaíra, se niegan a pedir ayuda a las redes asistenciales por pura vergüenza. Suele ser gente que antes de la crisis pertenecía a la clase media baja, y eran humildes pero con un trabajo y medios suficientes para llegar a fin de mes aunque fuera por los pelos, pero en los últimos cuatro años su nivel ha empeorado y hoy se encuentran en una situación de pobreza que se resisten orgullosamente a admitir y, mucho menos, a solucionar a través de los recursos públicos. Nuevamente la culpa no es del Estado, que no puede ayudar a quien no se deja y prefiere incurrir en temeridades como zamparse un pescado de origen dudoso recogido entre la mierda.
A mí me parece manifiesta la irresponsabilidad de los padres de esta familia, que por lo visto alimentaron a menores con deshechos podridos. Es más, si alguno de los cónyuges hubiera quedado vivo, deberían haberlos imputado por homicidio involuntario, por imprudencia, de su hija.
Pero el colmo del absurdo se produce cuando la masa rebuznadora acusa a los poderes públicos de favorecer estas situaciones al obligar a miles de familias a buscar su sustento en los vertederos. Aparte de que, como he dicho, esta acusación es insostenible en un país como España, me permito recordar que en los últimos años varios ayuntamientos (entre ellos el de Madrid) han sufrido la ira popular cuando han aprobado ordenanzas prohibiendo recoger viandas en la basura. Los habituales calificativos de “insolidarios”, “represores” y, por supuesto, “fascistas”, no se han hecho esperar cuando los consistorios han tratado de impedir situaciones de riesgo con una medida tan loable como impedir rebuscar en la porquería.
Lo que no puede hacer un estado, amigos demagogos, es adivinar quién tiene hambre o ir preguntándoselo a la gente casa por casa. Tampoco puede, solo faltaría, impedir que se tire un pescado en mal estado a la basura (pues la basura está para eso) ni que un tonto del culo prefiera recogerlo y dárselo de comer a sus hijos menores antes que llamar a la puerta de Cáritas. A lo que sí está obligado es a garantizar el sustento más básico de toda la población y a dictar normas de protección sanitaria, y ambas cosas las cumple la Administración española con sus servicios sociales propios o subvencionado a entidades privadas, y prohibiendo (si le dejan) que se hurgue en la basura.
También sucede a menudo que cierto tipo de familias, en el que bien podría encajar la de Alcalá de Guadaíra, se niegan a pedir ayuda a las redes asistenciales por pura vergüenza. Suele ser gente que antes de la crisis pertenecía a la clase media baja, y eran humildes pero con un trabajo y medios suficientes para llegar a fin de mes aunque fuera por los pelos, pero en los últimos cuatro años su nivel ha empeorado y hoy se encuentran en una situación de pobreza que se resisten orgullosamente a admitir y, mucho menos, a solucionar a través de los recursos públicos. Nuevamente la culpa no es del Estado, que no puede ayudar a quien no se deja y prefiere incurrir en temeridades como zamparse un pescado de origen dudoso recogido entre la mierda.
A mí me parece manifiesta la irresponsabilidad de los padres de esta familia, que por lo visto alimentaron a menores con deshechos podridos. Es más, si alguno de los cónyuges hubiera quedado vivo, deberían haberlos imputado por homicidio involuntario, por imprudencia, de su hija.
Pero el colmo del absurdo se produce cuando la masa rebuznadora acusa a los poderes públicos de favorecer estas situaciones al obligar a miles de familias a buscar su sustento en los vertederos. Aparte de que, como he dicho, esta acusación es insostenible en un país como España, me permito recordar que en los últimos años varios ayuntamientos (entre ellos el de Madrid) han sufrido la ira popular cuando han aprobado ordenanzas prohibiendo recoger viandas en la basura. Los habituales calificativos de “insolidarios”, “represores” y, por supuesto, “fascistas”, no se han hecho esperar cuando los consistorios han tratado de impedir situaciones de riesgo con una medida tan loable como impedir rebuscar en la porquería.
Lo que no puede hacer un estado, amigos demagogos, es adivinar quién tiene hambre o ir preguntándoselo a la gente casa por casa. Tampoco puede, solo faltaría, impedir que se tire un pescado en mal estado a la basura (pues la basura está para eso) ni que un tonto del culo prefiera recogerlo y dárselo de comer a sus hijos menores antes que llamar a la puerta de Cáritas. A lo que sí está obligado es a garantizar el sustento más básico de toda la población y a dictar normas de protección sanitaria, y ambas cosas las cumple la Administración española con sus servicios sociales propios o subvencionado a entidades privadas, y prohibiendo (si le dejan) que se hurgue en la basura.
7 comentarios:
Leyendo el post, se me vino a la cabeza la importancia del lenguaje y las formas.
El mensaje de fondo es cierto: en España hay mucha sensibilidad y solidaridad alimentaria, (al menos en términos relativos). Diversas instituciones que funcionan bien, que se dedican a ello.
Es verdad. Es una irresponsabilidad comer de un basurero, y más si hay posibilidad de obtener alimento en buen estado.
Es decir, el contenido del post es duro pero esencialmente cierto, en mi opinión.
Y seguramente hubiera recibido miles de bendiciones populares, si lo hubieras planteado en un tono preventivo y didáctico.
Sin embargo elegiste legítimamente el formato crítico, -púramente crítico-, y por ese motivo no deja de ser verdad lo que dices, pero al personal le va a sentar a rayos.
Segundo día consecutivo que estoy de acuerdo con lo que dices.
No se que diría Tono. El que se empeña en "purificar" los alimentos, como lea lo de ingerir alimentos de la basura... vamos, le da un ataque epiléptico.
Me permito copiar un expresivo comentario que un usuario de Facebook ha puesto en un enlace de este post:
"Sr. Al Neri, autor de este artículo. Para responder al mismo, este supuesto demagogo solo le responde una cosa: cuando una nación está regida con decencia y honestidad ni hay indigentes, ni es necesario que se ejerza la caridad. ¿Cree que puede haber gente a la que le guste comer basura por los motivos que usted ha expuesto? No sabe lo que se dice. Que haya gente que robe a manos llenas mientras otros tengan que ir a mendigar comida a un comedor social es, cuando menos, inmoral. Que un deportista gane cifras inimaginables de dinero mientras un obrero casi no llega a cubrir sus mínimas necesidades, es inmoral. Que seis millones de españoles no tengan la posibilidad de trabajar es inaceptable. Que los servicios sociales de una comunidad se de largos plazos para atender a los necesitados es inmoral. Este sistema mal llamado democrático que permite todo esto es lícitamente atacable y el pueblo debería reaccionar en ese sentido."
De la sexta línea en adelante tu suscribes el 90% de lo que dice.
Confirma mi teoría..
Es que en este caso el Servicio de Salud que ha fallado estrepitosamente (Servicio de Urgencias que llega tarde y mal) está bajo un consejero socialista. Hay que taparlo como sea.
Suscribo lo que dice Sr. Neri.
Hay que abrir los ojos (un poquito nomás ) para darse cuenta que en España NO hay hambre! El que come de la basura lo haría en su país, en Holanda o Canadá. Es cuestión de mentalidad y no de seguridad social.
Eso sí, los que salen a manifestarse por esto son verdaderos imbéciles, si me permite el término. Y el que escribió lo que copió arriba, no se entera de nada. Que nos ilustre dónde hubo alguna vez en la historia un país/ciudad sin indigentes, y que luego opine sobre la situación española actual. ¡Panza llena! Eso diríamos en mi tierra. Hacer demagogia y caldear los ánimos en este momento es letal para la juventud.
Besos, Brisa
Aprendiz de Brujo, claro que coincido con el final de ese comentario, pero lo que es evidente es que por muy corrupta que sea nuestra clase política (y también nuestros ciudadanos de a pie), si de algo podemos sentirnos orgullosos es de que en España no hay hambre.
Último de Filipinas, no me extrañaría nada.
Brisa, estamos totalmente de acuerdo.
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