jueves, 25 de abril de 2013

AYER NO MÁS

José Pestaña, un solitario profesor de Historia en la Universidad de León, presencia cómo un desconocido increpa a su padre octogenario en plena calle acusándole de haber asesinado al suyo en los primeros meses de la Guerra Civil, siendo miembro de una Bandera de Falange en un pueblecito de la provincia. Desde ese momento, este hombre y su familia harán todo lo posible por que el padre de Pestaña confiese donde enterró el cuerpo tras la ejecución, a fin de recuperarlo y darle digna sepultura. No tardará en aparecer en escena la extrema izquierda, encarnada en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, ansiosa por sacar el máximo provecho mediático y económico del suceso en beneficio de dos interesados profesores universitarios, y por demonizar al viejo ex-falangista, presentándole públicamente como un enemigo de la libertad y un asesino de demócratas.

José, por su parte, procura afrontar el asunto con discreción y a espaldas de los medios para evitar resucitar viejas querellas y fantasmas del pasado. Cree que la publicidad después de tantos años solo sirve para azuzar los odios; que el llamado bando republicano también cometió muchos crímenes en su zona, y que ya han pasado los tiempos del maniqueísmo, de la división entre fascistas enemigos del pueblo y románticos defensores de la democracia.

Ayer no más es una novela interesante y con chicha sobre la Guerra Civil, en la que Trapiello, muy en su línea, se esfuerza por adoptar una postura equidistante entre los dos bandos, al estilo de Manuel Chaves Nogales, al que cita varias veces. La cuestión es si lo consigue.

Lo más destacable de esta obra de 300 páginas, con un estilo impecable y una técnica narrativa bastante novedosa, son algunos arranques de ecuanimidad que sorprenden bastante a fecha de hoy, en especial el reconocimiento de que los izquierdistas perpetraron salvajadas innombrables entre el 36 y el 39, de que si provocaron menos víctimas que los nacionales (numéricamente hablando) es porque dominaron menos territorio y menos población, de que el Gobierno republicano fue responsable de estos hechos por acción o por omisión (suele decirse que todo fue obra de “incontrolados”), de que en las Brigadas Internacionales se alistó la peor escoria de Europa, de que los rojos no eran precisamente democráticos y de que si hubieran ganado la guerra se habrían producido episodios de represión equiparables a los que protagonizaron los franquistas.

Muy de agradecer también es la cera inmisericorde que el autor da a los abanderados de la Memoria Histórica, auténticos buitres carroñeros que tuvieron su momento de gloria entre 2008 y 2010 durante la famosa causa abierta por el juez Garzón contra los "crímenes del franquismo". Acusa a los promotores de estos circos de fanáticos y vengativos, de adoptar una postura tan intransigente como la de cualquiera de los protagonistas de la guerra, y de pretender ganar ahora un conflicto que perdieron hace casi ochenta años. No obstante, ante las críticas recibidas por la novela, Trapiello ha tenido que recular con toda clase de explicaciones edulcoradas sobre sus auténticas intenciones, que no son -dice- demonizar a las agrupaciones para la recuperación de la Memoria, sino solo denunciar a algunos individuos y algunos aspectos de las mismas.

Ya conocemos a Andrés Trapiello y sabemos lo que suda por parecer neutral con el tema de nuestra conflagración civil, hasta el punto de conmovernos en ocasiones, pero desgraciadamente sus esfuerzos nunca se ven coronados por el éxito y al final no engaña a nadie. En este libro y en otros suyos juega al intelectual profundo que sabe apreciar matices que los ultras y cafres no vemos, y hace alardes de honestidad como los ya expuestos para demostrar que es lo bastante independiente como para hallar defectos en los buenos y virtudes en los malos, pero al final el amigo Andrés no alcanza a desprenderse de sus escrúpulos filosóficos, de sus juicios moralistas y de sus clichés más sobados que la pipa de un comanche, ya que parte de una visión simplista y negativa del Alzamiento del 18 de julio y se empeña en que la actual derecha política y sociológica condene de forma expresa dicho “golpe de estado” contra la República,  pida perdón por haberse rebelado contra un régimen "legalmente constituido".

No, Trapiello, no. Si quieres escribir alguna vez en tu vida un libro ecuánime de verdad, lo primero que debes aprender es a no emitir juicios de valor sobre las ideologías en juego y sobre quiénes tenían razón y quiénes no, porque de lo contrario estás quedando casi a la altura de los garrulos de la Memoria Histórica. Yo jamás sería capaz de escribir sobre la Guerra con el nivel de imparcialidad que predicas, pero lo triste es que tú tampoco, aunque intentas colárnosla. Si pretendes que alguien pida perdón por algo a estas alturas, que me parece una chorrada, al menos díselo también a los de izquierdas. Sí, majo, diles que pidan perdón, por ejemplo, por haber convertido unas elecciones municipales en un referéndum sobre la forma de gobierno, por haber manipulado encima los resultados (salieron más concejales monárquicos que republicanos), por su escandaloso sectarismo que nos llevó a la hecatombe, por haber quemado iglesias en el 31 y en el 36, por haber dado un golpe de estado en el 34 contra un gobierno conservador legítimamente elegido en las urnas y por haber acosado hasta la extenuación a sus adversarios políticos. Porque la culpa de las guerras, señor autor de Ayer no más, la tienen los que las provocan, no los que las declaran.

Pero insisto: nadie tiene que pedir ya perdón de nada por la Guerra. Cada cual, con más o menos razón de su parte, cometiendo mayores o menores excesos, trató de defender los valores y el modelo político y de sociedad en los que creía, y Trapiello no es quién para decidir si unos modelos o unos valores son mejores que los otros. O mejor dicho: sí es quién, que lo haga si quiere, como lo hacemos todos, pero que al menos no tenga la caradura de vendernos su libro como un modelo de mesura, de objetividad y de honradez.

Por lo demás, es libro que hay que leer porque la historia humana llega hondo y contiene reflexiones valiosas. Está además extraordinariamente bien documentado y sirve como homenaje a la provincia y a la ciudad de León.

9 comentarios:

El aspirante a crápula dijo...

Hay ocasiones en las que se disipan las dudas, en cuenta si se utiliza adecuadamente una palabra extranjera. Nos encontramos ante un ejemplo manifiesto. Spoiler.

Enhorabuena!

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Casualmente estoy acabando de leer esta novela y tengo que decirle que tal vez uno de los méritos de la misma, es que Andres Trapiello puede que sea equidistante con ambos bandos, o por lo menos lo intenta, pero desde luego no lo es con la violencia de los mismos es decir la condena por igual.Lo que si que se le puede criticar es que el relato a varias voces que tiene el aspecto positivo de contarte la misma situación desde distintos puntos de vista, tiene también el negativo de producir cierta confusion en el relato de la trama. Pero desde luego siempre es de agradecer que alguien escriba algo alejado del maniqueismo imperante en nuestro país al recordar la Guerra Civil, dando el papel de buenos y malos a cada uno de los bandos de acuerdo con las preferencias ideológicas de cada uno.Debería ser de lectura obligatoria en las escuelas, aunque los rojazos que mandan en ellas estoy seguro que la prohibirian.

Al Neri dijo...

No sé. Quizá he sido demasiado duro en mis conclusiones sobre el libro.

Reconozco que es una obra muy poco sectaria y que aporta bastante luz. Además tiene el mérito que señala El Francotirador: enfoca los sucesos desde distintos puntos de vista. Su mayor virtud es su denuncia del victimismo de la izquierda, como si los defensores de la República hubieran sido unos arcángeles con las manos limpias de sangre.

Creo que he sido honrado con mis críticas porque al final he recomendado su lectura.

Lo que no me convence es el tema de la equidistancia. La equidistancia en un libro sobre la Guerra Civil llama la atención (por lo inusual) y hasta de entrada puede agradar porque no tienes la sensación de que te están adoctrinando. Pero a la larga yo no creo que esta equidistancia sea una virtud. Primero porque un autor totalmente imparcial sería un tío sin sangre en las venas, sobre todo si es español. Y segundo porque, siendo una postura imposible, se utiliza como caballo de Troya para sermonear con disimulo, lo que resulta especialmente peligroso para los lectores incautos o poco versados en la materia.

Además, la equidistancia en el tema de la Guerra Civil es una manzana envenenada y muy ideológica porque en el fondo consiste en criticar a ambos bandos en tanto sus filosofías políticas fueron contrarias a la democracia parlamentaria y liberal hoy vigente. El gran lastre de los que intentan ser ultraobjetivos con la Guerra es que parten de la maldad intrínseca de los modelos o regímenes no parlamentarios, y sermonean a los lectores en este sentido.

Esta historiografía equidistante no deja de ser un instrumento político para exaltar a bombo y platillo los valores políticos y el modelo de Estado y de participación vigentes hoy, por desgracia, en nuestro país.

Hasta Pío Moa, que a mí me gusta bastante, se queda a menudo en este cliché. Que nadie dude de que si sus libros tienen tanto éxito es porque critica a los rojos por antidemocráticos. No por ateos, por materialistas, por criminales, por despersonalizadores o por negar la propiedad privada, sino porque no creían en las urnas. Y no creer en las urnas ni en los partidos al uso no es ningún pecado.

Me molesta además que Trapiello se pretenda comparar a sí mismo con Chaves Nogales cuando las diferencias son evidentes.

El autor de A sangre y fuego dejó bien claro desde el principio cuáles eran sus ideas políticas (liberal de izquierdas) y después nos regaló nueve relatos inolvidables sobre las barbaridades cometidas en ambas zonas, procurando simplemente destacar el lado humano de la contienda, las virtudes y miserias de sus participantes, poniendo caras y corazones a los terribles sucesos de esos años.

En cambio, Andrés Trapiello en Ayer no más se nos intenta vender (a pesar de ser una novela) como digno representante de una "tercera España" que ya ha superado el conflicto del 36 y está por encima del bien y del mal, y de todas las ideas que se ventilaron en el campo de batalla. Y a mí me parece que no es una postura honrada, pues Trapiello es, ni más ni menos, un señor de izquierda (supuestamente moderada) que lo disimula y que termina predicándonos de tapadillo sobre las bondades del sistema político que felizmente (para él) nos hemos dado los españoles en 1978. Eso por no hablar (he preferido no entrar en ello) en sus risibles tópicos sobre el bando nacional y sobre el falangismo.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Estando de acuerdo con algunas cosas de las que usted dice señor Neri, yo también le recomendaría del mismo Andres Trapiello su libro "Las armas y las letras" un prolijo estudio del papel de los intelectuales de ambos bandos durante la guerra civil, en el mismo prólogo el reconoce sus simpatías por la República, pero por la que no pudo ser, también reconozco que el epílogo en el que elogía sin rubor a alguien tan siniestro como Azaña es repugnante, pero aún así es otro libro de obligada lectura por lo concienzudo del mismo, eso si le recomiendo la última edición (la 3ª,la de 2010).Saludos

Ramón Pascual dijo...

Sr. Neri:la guerra -al igual que las cruzadas o la guerra de independencia- fue la respuesta a una agresión.
Media España estaba ya harta de tanta vileza (especialmente de los ataques contra la religión) y se defendió.
¿Culpables, luego ya metidos en ella?
Pues todos, porque ya metidos, la guerra es una locura.
A Trapiello le pasa como a ese extranjero, que llega con unos que discuten si la capital de España es Madrid o Barcelona y para mediar entre los dos, dice que ni uno ni otro: que la capital está en el punto medio, es decir en Zaragoza.
Pero hay que comer...
Y en España, actualmente, como no seas rojo o no quieras bailar con ellos -en el mundo de la cultura o los MMCC- pues malvives.
Alguien debería hacer una peli (subvencionada, claro)sobre las animaladas del Frente Popular o sobre las chekas.
Alguien debería mostrar el asesinato de Calvo Sotelo a manos de funcionarios y de ¡miembros del PSOE! Sí, sí, del PSOE...
El guión se le podría proponer a don Andrés ¿No?
Que estudie un poquito, el hombre...

Al Neri dijo...

¡Bienvenido, Ramón Pascual! Estamos totalmente de acuerdo.

Feli dijo...

Y me daría risa sino fuera tan lamentable.
Cada uno de mis abuelos luchó en un bando, no fue por elección, fue en el que les tocó, así de simple.
Yo era una niña cuando murió Franco, ni rojo ni facha han sido nunca palabras de mi vocabulario.
Siempre he sospechado que la inmensa mayoría de los muertos de la guerra civil eran como mis abuelos, simplemente les tocó el bando.
Y TODOS eran españoles. No entiendo porque alguien se puede sentir atacado por la Ley de la Memoria Histórica, no entiendo que más de 70 años después se discuta sobre quien mató más y mejor.
Tengo claro que esa guerra la perdimos todos y lo que es más triste seguimos perdiéndola.
Un saludo.

Al Neri dijo...

Hola, Feli, gracias por sus últimos comentarios.

En ambos bandos no solo luchó gente que "le tocó", sino también personas concienciadas y con ideales. A uno de mis abuelos le sucedió como a los suyos, pero el otro fue un voluntario entusiasta.

La llamada Ley de la Memoria Histórica es una norma ideológica, veladamente valorativa, injusta y revanchista, y a mí personalmente me ofende. Su espíritu precisamente es seguir, más de 70 años después, valorando "quién mató más y mejor". Me parece una barbaridad que obligue a retirar símbolos y nombres de calles relacionados con el franquismo, especialmente se si se trata de calles construidas en esa época.

La ley pretende en teoría retirar los símbolos de ambos bandos y reparar a los represaliados en ambas zonas, pero en la práctica (por razones obvias) está pensada exclusivamente para los perseguidos o condenados por Franco, y para retirar los nombres de las calles y los munumentos del bando nacional. Especial insulto es el tratamiento del Valle de los Caídos (donde están enterrados tanto republicanos como nacionalese en un bello gesto de reconciliación nacional) y la concesión de la nacionalidad española a las personas que integraron las tristemente célebres Brigadas Internacionales.

Aprendiz de brujo dijo...

Este Franco era la ostia...A su lado Isabel Gemio era una aprendiz.
Se cuenta por ahí que los célebres programas de Lo que necesitas es amor ó Tengo una carta para ti, tienen su origen en un plan del gordito para reconciliar las dos españas. Pretendía juntar en un plató a miembros de las lamentables Brigadas Internacionales con un grupo de gloriosos aviadores nazis.Qué hay de cierto en todo esto?.
El gordito se ponía a reconciliar y era imparable.Qué santo!!!!!