Quien no admite que en toda relación humana subyace una relación de poder es que no se ha coscado de nada de cómo es el homo sapiens. En todo grupo o colectivo, desde el patio de juegos de Primaria hasta el módulo de una cárcel, pasando por la pareja y por las peñas de amigos, en todos, digo, siempre hay latente un pulso para ver quién corta el bacalao y quién obedece, quién es el que lleva la batuta y quién toca los platillos. Es algo inherente a nuestra naturaleza y a nuestros instintos.
En tiempos remotos este pulso adoptaba formas muy obvias y primarias, pero como cada vez somos más educados, la cosa se ha ido camuflando y edulcorando mucho, hasta alcanzar cotas de sutileza y ambigüedad que a veces hacen verdaderamente difícil identificar a simple vista lo que en el fondo no es más que una lucha abierta que los cromañones habrían solucionado a porrazos. Un buen ejemplo son las bromas, el tipo de humor que se practica en un determinado grupo de personas.
Cada panda de amiguetes tiene su propio código humorístico, en principio muy respetable. El verdadero humor es sano, ayuda a superar complejos y susceptibilidades, y hace la vida más llevadera. Sin embargo a nadie se le escapa que sobre todo en los grupos masculinos las bromas pueden terminar convirtiéndose en instrumentos encubiertos (o no tan encubiertos) de dominación.
Hay un refrán que me gusta mucho y que viene muy a cuento de lo que quiero exponer: “Entre broma y broma, la verdad asoma”. ¡Qué gran verdad! Y es que las bromas son muy peligrosas porque su formato alegre y dicharachero, supuestamente basado en la amistad, en la confianza y en el sentido del humor, impide a menudo reaccionar o protestar ante los excesos, so pena de ser tachado de serio, de picajoso, de susceptible o de amargado que no se sabe tomar la vida con humor.
Por eso muchas críticas brutales, burlas en público y hasta insultos suelen ser disfrazados de bromas en una actitud cobarde que, sin embargo, casi siempre es acogida con hilaridad o al menos con tolerancia por el grupo en su conjunto, en especial si la víctima es uno de sus miembros más débiles.
La situación es archiconocida. Fijaos en unos cuantos grupos de amigos y veréis que el reparto de bromitas y pullas nunca es equitativo. Siempre hay uno o dos personajes que se comen todos los banderillazos repetitivos y machacones (pero en broma, por supuesto) y siempre hay uno o dos tíos (o tías) con los que nadie hace gracias y que, no por casualidad, son los principales inductores del acoso y derribo a los primeros.
La diferencia fundamental entre una broma sana y un instrumento de sometimiento es la equidad en dicho reparto. Si quien gasta bromas duras admite de corazón que en otras ocasiones le toque a él la china, todo va bien. Pero si el gracioso oficial es (y suele serlo) de los de “de mí no se ríe nadie”, malo.
Hay muchas clases de bromas, pero las que yo digo suelen versar invariablemente sobre el físico, la falta de habilidades, la vida sentimental, la personalidad, el carácter o las desventuras personales poco o nada graciosas a las que siempre hay alguien capaz de encontrar el “chiste”. Estas humoradas suelen ir in crescendo, o sea que comienzan como suaves tanteos por los más audaces a ver cómo reacciona el embromado y terminan en putadas directas (pero en broma) en las que participan, arrastrados por la presión social, incluso los amigos más majetes y los miembros del escalafón inmediatamente inferior de “pringadez” que el del puteado.
El perfil del embromado suele ser muy característico. Por lo común es una persona tímida, algo apocada o enemiga de los conflictos, que por prudencia o por no crear mal ambiente no reaccionó a las primeras chanzas, interpretando que eran “cosas de amigos”, y que después, cuando el tono de las burlas se endurece ya no son capaces de poner freno por miedo a quedar como acomplejados. Suelen pensar: “si me encabrono porque me llaman tartaja, van pensar que lo llevo fatal”, cuando quizá deberían plantearse la intención que hay detrás de llamar tartaja a un tartamudo cuatro veces al día.
Por su parte, los "bromistas" siempre tienen una intención muy clara: dominar, subyugar y poner a los demás "en su sitio". En términos etológicos: marcar territorio de la forma más primitiva, por mucho que se disfrace el asunto. Es posible que el "simpático" profesional luego resulte ser un tipo encantador en privado, pero con espectadores suele comportarse como un auténtico lobo en la manada pugnando por un pedazo de costillar, para dejar claro que es el más listo, que tiene más aceptación en el grupo (a veces por miedo), que es el más ocurrente, el más guapo, el que liga más, el que gana más o, en definitiva, que es el macho dominante.
En tiempos remotos este pulso adoptaba formas muy obvias y primarias, pero como cada vez somos más educados, la cosa se ha ido camuflando y edulcorando mucho, hasta alcanzar cotas de sutileza y ambigüedad que a veces hacen verdaderamente difícil identificar a simple vista lo que en el fondo no es más que una lucha abierta que los cromañones habrían solucionado a porrazos. Un buen ejemplo son las bromas, el tipo de humor que se practica en un determinado grupo de personas.
Cada panda de amiguetes tiene su propio código humorístico, en principio muy respetable. El verdadero humor es sano, ayuda a superar complejos y susceptibilidades, y hace la vida más llevadera. Sin embargo a nadie se le escapa que sobre todo en los grupos masculinos las bromas pueden terminar convirtiéndose en instrumentos encubiertos (o no tan encubiertos) de dominación.
Hay un refrán que me gusta mucho y que viene muy a cuento de lo que quiero exponer: “Entre broma y broma, la verdad asoma”. ¡Qué gran verdad! Y es que las bromas son muy peligrosas porque su formato alegre y dicharachero, supuestamente basado en la amistad, en la confianza y en el sentido del humor, impide a menudo reaccionar o protestar ante los excesos, so pena de ser tachado de serio, de picajoso, de susceptible o de amargado que no se sabe tomar la vida con humor.
Por eso muchas críticas brutales, burlas en público y hasta insultos suelen ser disfrazados de bromas en una actitud cobarde que, sin embargo, casi siempre es acogida con hilaridad o al menos con tolerancia por el grupo en su conjunto, en especial si la víctima es uno de sus miembros más débiles.
La situación es archiconocida. Fijaos en unos cuantos grupos de amigos y veréis que el reparto de bromitas y pullas nunca es equitativo. Siempre hay uno o dos personajes que se comen todos los banderillazos repetitivos y machacones (pero en broma, por supuesto) y siempre hay uno o dos tíos (o tías) con los que nadie hace gracias y que, no por casualidad, son los principales inductores del acoso y derribo a los primeros.
La diferencia fundamental entre una broma sana y un instrumento de sometimiento es la equidad en dicho reparto. Si quien gasta bromas duras admite de corazón que en otras ocasiones le toque a él la china, todo va bien. Pero si el gracioso oficial es (y suele serlo) de los de “de mí no se ríe nadie”, malo.
Hay muchas clases de bromas, pero las que yo digo suelen versar invariablemente sobre el físico, la falta de habilidades, la vida sentimental, la personalidad, el carácter o las desventuras personales poco o nada graciosas a las que siempre hay alguien capaz de encontrar el “chiste”. Estas humoradas suelen ir in crescendo, o sea que comienzan como suaves tanteos por los más audaces a ver cómo reacciona el embromado y terminan en putadas directas (pero en broma) en las que participan, arrastrados por la presión social, incluso los amigos más majetes y los miembros del escalafón inmediatamente inferior de “pringadez” que el del puteado.
El perfil del embromado suele ser muy característico. Por lo común es una persona tímida, algo apocada o enemiga de los conflictos, que por prudencia o por no crear mal ambiente no reaccionó a las primeras chanzas, interpretando que eran “cosas de amigos”, y que después, cuando el tono de las burlas se endurece ya no son capaces de poner freno por miedo a quedar como acomplejados. Suelen pensar: “si me encabrono porque me llaman tartaja, van pensar que lo llevo fatal”, cuando quizá deberían plantearse la intención que hay detrás de llamar tartaja a un tartamudo cuatro veces al día.
Por su parte, los "bromistas" siempre tienen una intención muy clara: dominar, subyugar y poner a los demás "en su sitio". En términos etológicos: marcar territorio de la forma más primitiva, por mucho que se disfrace el asunto. Es posible que el "simpático" profesional luego resulte ser un tipo encantador en privado, pero con espectadores suele comportarse como un auténtico lobo en la manada pugnando por un pedazo de costillar, para dejar claro que es el más listo, que tiene más aceptación en el grupo (a veces por miedo), que es el más ocurrente, el más guapo, el que liga más, el que gana más o, en definitiva, que es el macho dominante.
Lo que está claro es que tras estas actitudes siempre hay una falta de respeto grave hacia el destinatario de los cachondeos. Falta de respeto que, por desgracia, puede estar justificada por la actitud blanda o por el propio comportamiento de la"víctima".
Con demasiada frecuencia el bromista es una persona muy deficiente, ansiosa por demostrar lo que no es. Pese a las apariencias, puede ser el más débil y obsesionado por las críticas. No es raro ver cómo todo un grupo de amigos termina, por pura comodidad, por no meterse nunca con un determinado miembro por lo susceptible y lo agresivo que se pone, y por aguantar encima todos sus abusos y salidas de tono. Es lo que podría llamarse la dictadura del débil. “Anda, déjale, que ya sabes cómo se pone el pobre si le criticas; que diga lo que quiera…”
Otra cosa fácilmente contrastable es que ya desde el colegio las pandillas (que después duran décadas) se forman atendiendo a estrictos criterios de afinidad, y en la afinidad incluyo el tipo de sentido del humor. En el instituto ya se puede distinguir la panda de las guapas y populares, la de los altos y guapos, la de los frikis jugadores de ajedrez, la de los feos con cojones, la de los discotequeros, la de los deportistas… A nadie le gusta sentirse rodeando de gente que es “mucho más” o “mucho menos” que él y, en este sentido, las bromas cumplen su función de criba despiadada para que nadie se quede donde no debe.
Es triste que entre amigos se produzcan estos fenómenos prehistóricos, ya que se supone que sales con gente para compartir buenos momentos y sentirte a gusto, querido, valorado y animado, y no para estar continuamente a la defensiva interpretando dónde está la broma inocente y dónde la pulla dudosa. Pero insisto: nos tira mucho nuestra propia naturaleza y en el fondo seguimos comportándonos como en la tribu de neandertales en la que había que destacar o pisar para comer, para aparearse o para hacerse con el mejor sitio en la cueva.
Con demasiada frecuencia el bromista es una persona muy deficiente, ansiosa por demostrar lo que no es. Pese a las apariencias, puede ser el más débil y obsesionado por las críticas. No es raro ver cómo todo un grupo de amigos termina, por pura comodidad, por no meterse nunca con un determinado miembro por lo susceptible y lo agresivo que se pone, y por aguantar encima todos sus abusos y salidas de tono. Es lo que podría llamarse la dictadura del débil. “Anda, déjale, que ya sabes cómo se pone el pobre si le criticas; que diga lo que quiera…”
Otra cosa fácilmente contrastable es que ya desde el colegio las pandillas (que después duran décadas) se forman atendiendo a estrictos criterios de afinidad, y en la afinidad incluyo el tipo de sentido del humor. En el instituto ya se puede distinguir la panda de las guapas y populares, la de los altos y guapos, la de los frikis jugadores de ajedrez, la de los feos con cojones, la de los discotequeros, la de los deportistas… A nadie le gusta sentirse rodeando de gente que es “mucho más” o “mucho menos” que él y, en este sentido, las bromas cumplen su función de criba despiadada para que nadie se quede donde no debe.
Es triste que entre amigos se produzcan estos fenómenos prehistóricos, ya que se supone que sales con gente para compartir buenos momentos y sentirte a gusto, querido, valorado y animado, y no para estar continuamente a la defensiva interpretando dónde está la broma inocente y dónde la pulla dudosa. Pero insisto: nos tira mucho nuestra propia naturaleza y en el fondo seguimos comportándonos como en la tribu de neandertales en la que había que destacar o pisar para comer, para aparearse o para hacerse con el mejor sitio en la cueva.
17 comentarios:
"El verdadero humor es sano, ayuda a superar complejos y susceptibilidades, y hace la vida más llevadera"
Me quedo con ésta frase. Pienso que no es necesario en absoluto bromear siempre "atacando" y como usted bien dice, siempre a la misma persona por la razón que sea ni por mucha confianza que se tenga.
El verdadero bromista no necesita hacerlo, sabe provocar hasta una carcajada sin necesidad de meterse con nadie. Sabrá reirse, sobre todo de sí mismo.
Quien no sepa aceptar una broma, que tampoco la haga.
Cuando una "gracia" se repite demasiado, ya no hace gracia.
A mí Al me gusta usted mucho cuando se pone a reflexionar profundizando en actitudes cotidianas pero que trascienden la "normalidad".
Así que mi felicitación por el post muy bien argumentado.
Mientras lo iba leyendo he recordado el trasfondo de una película que a mí me gusta especialmente: "Algunos hombres buenos".
Pasaré por alto sus méritos cinematográficos que a mi entender son muchos y muy variados, para ceñirme al argumento pienso que muy relacionado con su entrada: el soldado que "no da la talla" y que completamente superado por las crueles burlas y chanzas de sus compañeros de armas, pide ayuda a su superior jerárquico que se la niega.
Al final ya sabemos todos qué pasa, no quiero "destriparla", pero no es ningún secreto que para tapar la cadena de maldades, bajo el pretexto de embromarlo, a que el soldado se ve sometido, el resultado es su muerte a manos de los "simpáticos" coleguillas que cumplen órdenes superiores dadas sin sensibilidad ni humanidad.
La crítica que subyace bajo la trama es sutil, lo que la convierte en más efectiva. El ejército es tratado con respeto, pero ciertos sujetos reciben lo merecido, mientras otros aprenden lo que significa la arbitrariedad del poder, esa que algunos emplean, en teoría, para defender una nación, cuando en realidad defienden los propios intereses, aunque tengan que machacar al más débil. Tales ideas surgen, con exquisito gusto y sin énfasis, cuando Wainberg (Pollak) protesta porque abusaron del chico más débil de pelotón, lo que le indigna profundamente.
Una broma reiterada puede acabar en suicidio porque como usted expone brillantemente, en ocasiones bromear es vejar, hundir y hacerse con el poder sobre alguien a quién interesa manejar humillándolo y cada susceptibilidad es distinta.
Así que el el tema de las bromas paradójicamente puede ser muy serio, tanto como costarle la vida a una persona que acabe por suicidarse, convertido por la malignidad de los que se dicen sus amigos en una sombra que se pierde incluso el respeto a sí mismo.
¡Muchísimas gracias por un post que destila sensatez y conocimiento de la psique humana, en especial masculina!
Con todo afecto
Asun
Yo creo que lo importante siempre es que se cumpla el principio de reciprocidad,(en lo posible), evitando no hacer burlas de los débiles o de las personas que no entran en el juego de la ofensa o de la broma;y evitar que impere la ley del embudo y la dictadura del débil.
El sentido del humor puede ser la mayor de las diferencias positiva con el resto de especies del reino animal o un instrumento para herir o hacer daño.
Hay mucha verdad en lo que has dicho.
Visto lo visto, no volveré a llamarte feo, jajaja.
No me gustan las bromas, ni para gastarlas ni para soportarlas.
Me puedo reir de mí misma con alguien de mucha confianza, pero esto no suele suceder en público y si me la hacen tengo una lengua muy afilada para devolverla en el momento y dar la vuelta a la tortilla. Además mi sentido del ridículo es muy acusado y tengo que estar en un entorno muy muy muy seguro para que me sienta cómoda con una burla.
No es lo mismo reirse de alguien que reirse con alguien. Lo primero es un abuso, lo segundo es compartir, y la persona objeto de la broma mañana será el que la haga. Todo ésto, en un ambiente entre iguales y de confianza.
Lo que no es admisible es que un jefe se ría de alguien a su cargo, que un profesor ridiculice a un alumno, que un juez humille a un ciudadano, etc... Es totalmente inadmisible porque el afectado no puede devolver la chanza.
Estimado y abnegadísimo Al:
Le escribo para pedirle perdón y hacerlo extensivo a los queridísimos lectores este blog - ¡extraordinario ¡vive Dios! - por el ataque de dudosa erudición que me dió ayer tarde y que me llevó a escribir un comentario eterno e infumable cuya publicación sólo puedo atribuir a su bondad y comprensión con esta pobre pelmaza porque lo he vuelto a leer y ¡¡¡es un rollo macabeo, un papiro del Qumram, el código de Hamurabi!!!
Entonces además de disculparme de todo corazón y para rehabiltarme, le envío unas cuantas frases verídicas que como la entrada va de bromas, éstas hacen reír bastante, son disparates contestados en exámenes:
"Lenguas vernáculas : Las que se hablan en las tabernas.
Dimorfismo sexual : El macho se diferencia de la hembra por una prolongación más o menos larga.
Explica algo de El Greco : Era vizco.
¿Quién fue Aníbal? : Fue un jefe cartilaginoso.
¿Quién inventó el pararrayos? : Frankenstein.
La Santísima Trinidad : Son el Padre, el Hijo y una Palomita que vive con ellos.
¿Dónde fue bautizado Jesucristo? : En Río Janeiro"
Un millón de gracias por darme otra oportunidad y un abrazo para todos
Asun
Una de las mejores entradas que ha escrito, sr. Neri.
Usted y yo, que durante años hemos compartido afinidades y aventuras sabemos mucho de lo que estar siempre de guasa y picando a la gente. Es cierto que, a veces, ciertas bromas pueden resultar un tanto hirientes pero también sirven para espabilar y quitarse ciertos complejos de encima.
Creo que depende mucho de la intención del bromista y de la capacidad de aguante del embromado y de una dosis de empatía mutua que ayude a lograr un equilibrio.
Por mi parte, yo me sigo cachondeando de mucha gente. Si lo hago, suele significar que aprecio a esa persona pues nunca bromearía con alguien a quien no apreciara. Y, precisamente, si aprecio al embromado, me gustaría que me dijera claramente cuando me estoy pasando para no volver a hacerlo.
Tiene toda la razón, Sr. Neri, en que la reiteración de bromas desafortunadas puede ser un desagradable método para destacar en un grupo, incluso, como usted dice, para dominar a una persona, o al menos para cohibirla.
Ese tipo de bromas y el tipo de personas que las hace no me gustan nada, supongo que a nadie, como es lógico.
Entre esas bromas nefastas de las que habla y las bromas divertidas y sanas aún se podrían diferenciar bastantes tipos más. Yo destacaría las bromas "torpes", las que hacen algunas personas sin mala intención, incluso con buen espíritu, pero lamentablemente ni saben hacerlas, ni saben elegir el momento, ni ná de ná, un desastre, vamos.
En cualquiera de los casos, me atrevería a decir que las bromas y el sentido del humor en general son una de las mejores pistas para saber cómo es una persona: egoísta, interesada, cuidadosa, pesada, miedosa, reprimida, audaz...
¡Saludos vernáculos a todos!
Pues sí! en realidad, si tuviera que elegir prefiero a un BROMISTA con sentido del humor que a un CARDO BORRIQUERO.
Por cierto Sr.Subdire, todavía me rio con lo de:
"Señoraaaaaaaaaaaaaaa"
Me encantó verme caracterizada de Gracita Morales!!! ;-))
a lo largo de mi vida he sido más bien "vengador" de las gracias de matón de barrio, pero también, sin duda, habré ofendido a alguien sin darme cuenta a costa de ser yo mismo el "graciosillo".
Reflexionar siempre es bueno, y sus entrada ayudan mucho Sr. Neri
Joder con blogger. Después de un día entero de servicio interrumpido, encima van y se cargan ocho comentarios a este post. Veo que ha sucedido en otros blogs. Que le vamos a hacer.
¡Al, ya ve usted que Blogger es de esos matones que gastan bromas de mal gusto, ¡me alegro de volver a conectar!...bueno, he buceado por mis archivos y he encontrado unas frases que publiqué en uno de esos comentarios eliminados.
No son exactamente "bromas" sino ocurrencias divertidas, pero la cuestión es reírse ¿me permite?
Mi intención es hacer un guiño humorístico a todos mis querídos viperinos :-)))
Son respuestas disparatadas en exámenes, pero valen ¿verdad?
Bueno un beso para todos y ¡allá van!:
"Lenguas vernáculas : Las que se hablan en las tabernas.
Dimorfismo sexual : El macho se diferencia de la hembra por una prolongación más o menos larga.
Explica algo de El Greco : Era vizco.
¿Quién fue Aníbal? : Fue un jefe cartilaginoso.
La Santísima Trinidad : Son el Padre, el Hijo y una Palomita que vive con ellos.
¿Dónde fue bautizado Jesucristo? : En Río de Janeiro"
¡Vaya, Asun! ¡Para una cosa buena que ha tenido el apagón de blogger (que se hayan borrado esos chistes suyos tan terribles) va usted y nos los casca de nuevo!, así no hay manera! ;-)
Aaaaaaaaaaaaaaaaaal!!!!!!!!!!
Me aferro al comentario que leí - por desgracia no recuerdo de quién - que decía que sólo se debe bromear con los buenos amigos así que no me ofendo al contrario me lo tomo como un gesto de proximidad :-)
¡Qué van a ser malos y con las molestias que me he tomado para recuperarlos!...Debería de rectificar porque soy muy capaz de colapsarle el correo como un "apagón" de nuevo ¡tengo un listado completo!
Oiga, Neri, ya sabe el refrán "Arrieritos somos..." ya llegará mi momento de gastarle una bromita guapa, ya... :-)
¡ME HE QUEDADO CON SU CARA! JUAS, JUAS, JUAS....
Vengaaaa, un abrazo que sé que no le gustan nada y por eso lo hago:-)))
Yo creo,que una cosa es el humor,y otra muy distinta el escarnio,porque eso ya es maldad.Yo siempre me he rodeado de gente con un gran sentido del humor,pero nunca de mala leche,porque estoy convencida de que el humor nunca debe faltar en la vida,ya que esta es a veces como una guerra,donde hay que luchar mucho para susistir,y es presisamente el humor nuestro mejor chaleco antibalas.
Extraordinario análisis de el asunto. Me ha ayudado mucho. Lo agradezco enormemente
Estiércol
Publicar un comentario