En mi familia, de los tacaños, de los que siempre se hacen los longuis cuando toca invitar en los bares, decimos que “se les atasca la mariconera”. La expresión la acuñamos porque un pariente político de mi padre siempre usaba el mismo truco para escaquearse en las rondas de cafés o de vinos. Resulta que solía llevar una mariconera de cuero, de esas donde algunos hombres mayores guardan la cartera, el tabaco y qué sé yo, y cuando llegaba el fatídico momento de soltar la guita, el amigo sacaba raudo la mariconera al grito de “deja, deja”, pero luego empezaba a tirar de la cremallera afanosamente, fingiendo que estaba atascada y haciendo comentarios de desesperación, “dichosa cremallera”, “qué le pasa a esto”, hasta que alguno de sus acompañantes se le adelantaba y pagaba. Siempre empleaba la misma triquiñuela y era mundialmente conocido por ello.
Ser roñoso es una de las cosas más repelentes que puede haber. Además, coger fama de rata no tiene marcha atrás; como a alguien empiece a conocérsele por tener la mariconera atascada, ya puede cambiar de repente y convertirse en el tío más rumboso de la ciudad, que ya habrá quedado de por vida marcado por el sambenito.
Una de las cosas más llamativas de los tacaños compulsivos es que su actitud no guarda relación alguna con su situación económica. Hay tacaños muy ricos y muy pobres. Yo creo simplemente que hay determinados sujetos que consideran un desperdicio intolerable realizar cualquier gasto por pequeño que sea en beneficio de los demás o al menos si a él no le reporta ninguna ventaja. Estos tíos sufren un montón cuando ven avecinarse un turno de consumiciones para siete amigos y calculan (porque se pasan la vida calculando) que les toca pagar a ellos; se ponen tensos, y se les nota a la legua, cuando han adelantado un pago, por ejemplo para un regalo colectivo, y hay colegas que se retrasan en saldar la cuenta; se desesperan en las excursiones si han llevado ellos el coche y alguien olvida abonarles su parte de la gasolina…
Eso sí, con ellos mismos acostumbran a ser muy dadivosos y desprendidos. Generalmente son muy poco austeros y les encanta aparentar holgura económica exhibiendo objetos, ropas o coches caros. Tampoco les importa nada derrochar generosidad con los demás cuando les interesa. Son los típicos que siempre tratarán de pagar en el bar o en el restaurante cuando se reúnen con alguien al que pretenden pedir un favor o les acaba de favorecer de algún modo. Yo tengo un amigo que es husmia hasta extremos cómicos e incluso entrañables, pero al muy mamón le encanta invitar con salero a las chavalitas que se cepilla o se quiere cepillar. Con los amiguetes, en cambio, tiene menos detalles que un Seat Panda.
Luego hay otro espécimen de agarrado que lo es a todos los niveles: con los demás y consigo mismo. Tiene la cremallera estropeada para todo. Piensa que cualquier gasto superfluo debería estar prohibido. Considera que debería ser delito gastar más dinero en algo que puede encontrar más barato, independientemente de criterios estéticos, calidades o caprichos. Esta clase de cicateros no es tan despreciable como los otros, pero a veces te partes con ellos (o sufres vergüenza ajena). Son inconfundibles en cualquier situación. A pesar de que pueden gozar perfectamente de un sueldo muy holgado para ellos solos, si tienen que decorar la casa o realizar cualquier arreglo, lo harán ellos mismos, aunque no tengan ni puta idea, o buscarán a un familiar o conocido que se lo haga. Si hay que cenar con los amigos siempre propondrán el restaurante más barato posible, aunque se trate de un evento o celebración especial. Si van de vacaciones arañarán hasta el límite, hasta el punto de hacerse cargante e incómodo viajar con ellos, siempre regateando en cualquier pequeño homenaje que el grupo quiera darse para disfrutar de su tiempo libre. En las vacaciones, ya digo, es donde peor se portan: Quieren hacer todas las comidas a base de bocadillos con el embutido que han comprado en el Súper, pillan fiambre y pan en el bufet del desayuno del hotel para evitar cualquier gasto en el almuerzo, insisten en que no les apetece cenar nada cuando los amigos quieren hacerlo en algún sitio bonito del lugar donde estén, y se empeñan en no participar en los “botes” y en llevar sus gastos por separado. Por lo general cualquier grupo de amigos un poco grande estará dividido en función del estilo de vacaciones que se prefiere, y no precisamente por el volumen de los sueldos o la clase social, sino por la racanería de algunos, que son incapaces de darse un gusto o una comodidad aunque el dinero les salga por las orejas.
Yo respeto cómo quiera organizar cada uno su economía, pero creo que por muy austero que se sea (es una virtud que yo admiro y creo poseer en buena medida) hay ciertos límites para manejarse correctamente en sociedad y para no convertirse uno en un avaro con la capacidad de disfrutar de su dinero completamente bloqueada. Creo que no hace falta estar todo el día pagando rondas ni invitando a comer a los colegas para que quede claro que uno tiene sus gestos, sus detalles de cariño con las personas que quiere y que no anda siempre con la asquerosa libreta del “debe” y el “haber”.
Ser roñoso es una de las cosas más repelentes que puede haber. Además, coger fama de rata no tiene marcha atrás; como a alguien empiece a conocérsele por tener la mariconera atascada, ya puede cambiar de repente y convertirse en el tío más rumboso de la ciudad, que ya habrá quedado de por vida marcado por el sambenito.
Una de las cosas más llamativas de los tacaños compulsivos es que su actitud no guarda relación alguna con su situación económica. Hay tacaños muy ricos y muy pobres. Yo creo simplemente que hay determinados sujetos que consideran un desperdicio intolerable realizar cualquier gasto por pequeño que sea en beneficio de los demás o al menos si a él no le reporta ninguna ventaja. Estos tíos sufren un montón cuando ven avecinarse un turno de consumiciones para siete amigos y calculan (porque se pasan la vida calculando) que les toca pagar a ellos; se ponen tensos, y se les nota a la legua, cuando han adelantado un pago, por ejemplo para un regalo colectivo, y hay colegas que se retrasan en saldar la cuenta; se desesperan en las excursiones si han llevado ellos el coche y alguien olvida abonarles su parte de la gasolina…
Eso sí, con ellos mismos acostumbran a ser muy dadivosos y desprendidos. Generalmente son muy poco austeros y les encanta aparentar holgura económica exhibiendo objetos, ropas o coches caros. Tampoco les importa nada derrochar generosidad con los demás cuando les interesa. Son los típicos que siempre tratarán de pagar en el bar o en el restaurante cuando se reúnen con alguien al que pretenden pedir un favor o les acaba de favorecer de algún modo. Yo tengo un amigo que es husmia hasta extremos cómicos e incluso entrañables, pero al muy mamón le encanta invitar con salero a las chavalitas que se cepilla o se quiere cepillar. Con los amiguetes, en cambio, tiene menos detalles que un Seat Panda.
Luego hay otro espécimen de agarrado que lo es a todos los niveles: con los demás y consigo mismo. Tiene la cremallera estropeada para todo. Piensa que cualquier gasto superfluo debería estar prohibido. Considera que debería ser delito gastar más dinero en algo que puede encontrar más barato, independientemente de criterios estéticos, calidades o caprichos. Esta clase de cicateros no es tan despreciable como los otros, pero a veces te partes con ellos (o sufres vergüenza ajena). Son inconfundibles en cualquier situación. A pesar de que pueden gozar perfectamente de un sueldo muy holgado para ellos solos, si tienen que decorar la casa o realizar cualquier arreglo, lo harán ellos mismos, aunque no tengan ni puta idea, o buscarán a un familiar o conocido que se lo haga. Si hay que cenar con los amigos siempre propondrán el restaurante más barato posible, aunque se trate de un evento o celebración especial. Si van de vacaciones arañarán hasta el límite, hasta el punto de hacerse cargante e incómodo viajar con ellos, siempre regateando en cualquier pequeño homenaje que el grupo quiera darse para disfrutar de su tiempo libre. En las vacaciones, ya digo, es donde peor se portan: Quieren hacer todas las comidas a base de bocadillos con el embutido que han comprado en el Súper, pillan fiambre y pan en el bufet del desayuno del hotel para evitar cualquier gasto en el almuerzo, insisten en que no les apetece cenar nada cuando los amigos quieren hacerlo en algún sitio bonito del lugar donde estén, y se empeñan en no participar en los “botes” y en llevar sus gastos por separado. Por lo general cualquier grupo de amigos un poco grande estará dividido en función del estilo de vacaciones que se prefiere, y no precisamente por el volumen de los sueldos o la clase social, sino por la racanería de algunos, que son incapaces de darse un gusto o una comodidad aunque el dinero les salga por las orejas.
Yo respeto cómo quiera organizar cada uno su economía, pero creo que por muy austero que se sea (es una virtud que yo admiro y creo poseer en buena medida) hay ciertos límites para manejarse correctamente en sociedad y para no convertirse uno en un avaro con la capacidad de disfrutar de su dinero completamente bloqueada. Creo que no hace falta estar todo el día pagando rondas ni invitando a comer a los colegas para que quede claro que uno tiene sus gestos, sus detalles de cariño con las personas que quiere y que no anda siempre con la asquerosa libreta del “debe” y el “haber”.
10 comentarios:
jajaja muy bueno Al Neri. No he podido evitar pensar en una amiga al leerte. Es una gran amiga, pero le cuesta mucho aflojar y a mi me da mucho coraje.
Creo que entre amigos no debe costar invitar alguna vez porque siempre se hacen favorcillos de los que no se llevan ni la cuenta, y yo veo esos detalles como la forma de saldar esas "deudas" sin comprometer a nadie a que te invite. Pero reconozco ser muy rata con quienes son muy ratas, y es que me revienta que la gente cuente hasta el último céntimo, y yo pues lo hago con ellos para que prueben de su propia medicina (porque les cae mal y bien que te dicen que eres un rata)
El penúltimo párrafo es genial, no me gusta nada eso de comparar ofertas, sobre todo cuando la más barata es bastante peor y sólo te ahorra cuatro duros. Yo creo que son más con estos detalles con los que uno se gana la fama de rata.
Sr. Neri, este post suyo me recuerda varios amigos rateriles que tengo.
Uno de ellos siempre se escaqueaba, o, si íbamos a su casa a privar un poco escuchando música siempre se las apañaba para encargar a otro la bebida (generalmente yo), y luego hacerse de mollejas y no preguntar cuánto había sido el total.
Otro era especialista en salir de copas sin un céntimo, y arrimarse a tí cuando ibas a pedir un copazo, y decirte que le pidieras uno. La primera vez colaba, después, ni de coña.
Recuerdo una vez que hicimos una cena a consecuencia de un Barcelona-Madrid. No quiso ir a la cena (por no pagarla), y dijo que se pasaría a buscarnos para el copeteo (de gorroneo, claro)
Tardaron en servirnos, y para cuando vino este a buscarnos aún íbamos por el segundo plato. Ni corto ni perezoso cogió una silla y se acopló, y el camarero le preguntó si quería algo.
No, dijo. Pues sin tomar nada no se puede.
Entonces una sopa.
No veas la cara que puso cuando le cobró 9 pavos por un plato de sopa mal puesto, y las risas que nos echamos los demás...
Antes de nada. Señor Lampone, ¿qué garito es ese en el que cobrando 9 euros por la sopa exigen que todos consuman para compartir mesa? Anda, que si por enfermedad tiene que estar uno a dieta, le toca esperar en la calle.
En fin. El escrito de Neri me ha recordado a un conocido... bueno, no, en realidad principalmente me ha recordado a mí, pero soy de natural modesto, por lo que volveremos al conocido mío. Muchos domingos por la noche, tras los partidos (éramos árbitros de fútbol) quedábamos a cenar. Conocida era su "frugalidad" en el comer cuando éramos pocos. Cuando éramos muchos y el "importe" se diluía bastante, comía mucho más.
El remate fue un día en el que éramos un montón y el tío, como POSTRE, se pidió ¡un plato de chuletillas de lechazo para él sólo! (y eran raciones de esas para compartir de casi un kilo)... ese día, otro de los comensales especialmente cabrón (recordemos que éramos todos árbitros) decidió que se pagaba cada uno lo suyo... tardamos un huevo en hacer las cuentas, pero estuvo bien.
Y hablando de ratas, oí una vez de alguien que, pese a estar ya ganando un sueldo, al entrar en discotecas de pago (entrada más consumición) una vez dentro perdían la primera hora en intentar vender la consumición... pero supongo que es algún mito, no puede haber nadie
tan cutre... XD
Saludos.
jajaja Ignatus, lo último que has dicho me ha recordado a cuando fue la fiesta de mis becas del colegio, al final de la noche otra amiga y yo nos dedicamos a recaudar los ticket de las copas que no habían consumido las amigas que ya se iban (teníamos 5 consumiciones cada una) y las vendimos a los colgados que seguían todavía allí sin que la fiesta decayera. Un buen dinero que nos sacamos!!! Eso sí, no nos costó ni 15 minutos venderlas.
Y con lo que más nos divertimos fue cuando se lo dijimos a otra tercera amiga (la ratilla de la que hablaba en el comentario anterior) que había pasado toda la noche con nosotras salvo ese rato... jajajaj
Me estoy partiendo. Por favor, contad anécdotas de ratadas, que son muy graciosas.
Yo me he identificado con lo de ser muy mirado para el gasto para mi misma, pero solo en mi epoca de estudiante cuando tenia una propina pequeña o unos mini-ahorrillos o me sacaba cuatro duros de la vendimia. Entonces reconozco que podia estar un poco mas tensa de si me llegaba el dinero para las cosas y racionaba mucho el gasto, pero luego se me ha pasado la racaneria, jejeje.
¿Cómo puedes tener un familiar -por muy político que éste sea- que lleve una mariconera?
No recuerdo haber leído en aquella famosa entrada sobre las 100 cutrerías imperdonables el hecho de llevar mariconera...
Este tío lo tiene todo: mariconera y ... ¡rata!
Entre amigos debería sobrar hacer cuentas y calculando cuando paga cada uno. Me parece hasta bonito que pueda pagarse mas o menos veces segun la situacion económica de la gente y que por ejemplo se invite de vez en cuando a cosas a un amigo que esta en paro, pero claro somos demasiado orgullosos para soportarlo si los parados somos nosotros. Hay gente que se le da mejor invitar, tiene mas naturalidad, y otros son mas timidos y son los ultimos en sacar la cartera y no por ser usmias sino porque no saben desenvolverse igual.
Y yo si creo que influya la situación económica. Estoy con Doña Sefo en que cuando estas en una situacion difícil te vuelves más ratilla.
¡Madre de Deu! Dulcinea a tratado a Sefo... de ¡Doña Sefo!, ¿qué será lo siguiente? ¿Un noviazgo con Aprendiz de Brujo?
A lo que vamos: Yo presumo de tener amigos muy generosos, cosa que yo aprecio mucho en una amistad. Para mi es indispensable. Puedo decir bien alto que cuando salimos por ahí, nadie tiene en cuenta si un día, uno ha pagado dos veces y otro ninguna. No importa porque otro día será al revés. Extremadamente generosos diría yo.
Espero que esto no sea utilizado nunca en mi contra, pero tengo un cuñadillo, buena persona él, pero que solamente se mete la mano en el bolsillo si le pica un güevo.
Me acuerdo un día que estuvimos haciendo turismo por una ciudad amurallada de Castilla, y claro, pasanado el día, pueste tomas unas cañas por la mañana, te metes un chuletón y una botellita de vino como mandan los cánones,... Al final por la noche, estábamos unos cuantos sentados en una terraza tomándonos una copita y él saltó: "Bueno, esto lo pago yo".
Después de pellizcarme y frotarme los ojos varias veces...¡sacó un billete de 5 euros! Manda cojones, 5 euros. Llamo al camarero y le señaló los 5 eurillos. Encima, esperaría la vuelta...
Evidentemente no tuve otra que decirle: "Noooooooo, tranquilo. Déjame, que esta la pago yo (otra vez)".
En un viaje que hace años a Francia con mi grupo de amigos asisti a la mayor ratada de todos los tiempos. Varias comidas o cenas las hicimos en el MCDonals aunque uno de los amigos insistia en lo que dice Al Neri de no gastar nada y hacernos botacas. Pues bien cuando entrabamos en la hamburguesería él no pedía nada y una vez sentados se sacaba una lata de sardinas, de caballa o de lo que fuera y se la comía tranquilamente y a veces nos pedía permiso para picar una patata.
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