domingo, 13 de marzo de 2016

IDEALIZANDO EL PASADO




Es habitual –y muy humano– pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Es natural. Según avanza el río de nuestra vida cada vez discurre más lento, describe meandros más angustiosos, surgen remolinos a cada tramo y las aguas se vuelven de un color terroso. Echamos entonces de menos el manantial purísimo que fuimos, el arroyo cristalino que serpenteaba vivaz entre las rocas. 

Es tentador recrearnos en nuestra juventud, idealizar aquellos años inexpertos y a veces irresponsables donde –es verdad– no teníamos grandes responsabilidades ni motivos de preocupación. Pero esta idealización no es más que un autoengaño, y, si somos honestos con nosotros mismos, no nos quedará otra que admitir que no vivimos aquella época con conciencia de que fuera tan maravillosa, y que, de hecho, solo nos parece idílica ahora, teniendo en la mano todas las cartas de la baraja y pudiendo comparar. Porque entonces también lo pasábamos mal, a veces muy mal, con los conflictos con nuestros padres o con los amigos, o por no tener ni un duro, o por nuestros desamores y rupturas sentimentales, o por el infierno de los exámenes…

Ahora, claro, decimos que aquellos malos tragos solo eran naderías porque los cotejamos con nuestros marrones de ahora, muchos de los cuales no tienen ni solución. Pero en el fondo sabemos muy bien que en su día no percibimos de ningún modo aquellos problemas como minucias, y, aunque los sobredimensionáramos en nuestra bisoñez, el caso es que –con motivo o sin motivo– también las pasábamos putas y estábamos deseando cambiar de etapa cuanto antes, porque aquella vida, por mucho que hoy nos empeñemos, no nos hacía enteramente felices. 

Y encima somos unos tramposos cuando fantaseamos con retornar, aunque sea por unos instantes, a las aulas del instituto o a los veintitantos abriles. Soñamos con ese rebobinado cronológico pero con truco; anhelamos un viaje en el tiempo pero conservando nuestros conocimientos actuales, la experiencia vital que ahora tenemos. Y eso no vale. No vale retroceder veinte o veinticinco años para disfrutar nuestras correrías de juventud pero con ojos de adulto para poder reírnos de esos sinsabores que nos parecían un mundo. Lo auténtico sería regresar, sí, pero poniéndonos la piel y el corazón de aquellos chavales que fuimos, para comprobar cómo volveríamos a sufrir y a angustiarnos por las mismas estupideces quizá no tan estúpidas. Quizá así aprenderíamos a no poetizar tanto el pasado solo por ser pasado.

6 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

hay quien sólo anhela volver a una vida más sencilla. Los años traen sabiduría, pero también matan la ingenuidad y adhieren pesos al alma ..

Aprendiz de brujo dijo...

Una gran entrada, amigo.No soy nada nostálgico y recuerdo perfectamente los dolores de la época. Lo que me mata de cumplir años es el declive físico progresivo e imparable: la rodilla mala, no poder tajarme a las 3 a.m, y jugar un partido a las 9 a.m; y extraños dolores de espalda, que por primera vez vienen a visitarme.
Por lo demás sigo siendo igual de feliz o infeliz que antes.La enfermedad es la misma. Más que responsabilidades hay que añadir afectados. Eso también jode.

Teutates dijo...

Es muy típico escuchar la frase "Si volviera atrás, pero con todo lo que sé ahora..." Yo creo que es muy acertada su reflexión, pero creo que ese afán por cambiar de etapa, por crecer para poder hacer las cosas de los mayores, por bucear en los retos y "obligaciones" que la sociedad nos exige, es la que nos lleva irremediablemente a construirnos una muralla en nuestro derredor que nos impide, con el tiempo, cambiar las cosas. El trabajo, la pareja, los niños, las relaciones sociales, el consumismo, todo nos lleva a una rueda imparable que evita que podamos eximirnos de muchas responsabilidades que son prescindibles, pero eso es la vida en sociedad.

Tábano porteño dijo...

En el folklore argentino predominan dos ritmos de diverso origen –a cuál más hermoso-, la chacarera (el solo nombre habla del origen rural: “chacra”) y la zamba. Es un tópico habitual en la letra de la chacarera el recuerdo nostálgico del pueblo idílico de la infancia, cantado en primera persona por el dolido pueblero o chacarero que tuvo que abandonar el idílico lugar para ir a la gran ciudad a buscar fortuna económica. Aquí Les Luthiers, tomando en solfa el tópico, cantan una chacarera, “Añoralgias”, según la cual el pueblito añorado tal vez no era tan idílico como la distancia y los años hacen creer:

https://www.youtube.com/watch?v=-njKutAmQ_o

Tábano porteño dijo...

Perdón, "Añoralgias" es una zamba (en realidad el "tópico" está en los dos ritmos, aunque es más frecuente en la chacarera).

LGF83 dijo...

Será que en la pandilla somos todavía muy jóvenes (o nos sentimos muy jóvenes) ¡ni de coña volveríamos atrás! ¡Con lo que nos ha costado llegar aquí! T_T Y lo que nos queda por recorrer... El pasado no se puede cambiar y hay que mirar hacia el futuro y... en dónde poco queda para el futuro, pues, en el presente.