martes, 13 de enero de 2015

CORAZONES DE ACERO


Lo he pasado en grande con la última de Brad Pitt, Corazones de acero, aunque aún me estoy preguntando por qué en la versión doblada no se ha respetado el título original (Fury, el nombre del tanque), bastante más oportuno y menos cursi. 

Con películas como esta me doy cuenta de hasta qué punto puede disfrutarse del cine. David Ayer nos marca al fuego con estas dos horas de emociones fuertes y constantes. El horror, el asco, la tensión, la ternura, la compasión y la angustia son los ingredientes de este combinado sensacional que oscila, sin decantarse, entre el género bélico y el de acción.

En las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, el ejército americano invade una Alemania desesperada que ha decretado la guerra total, reclutando mujeres y niños y lanzando a sus unidades más fanatizadas contra rendicionistas y colaboradores. El casi adolescente recluta Norman, destinado hasta entonces como mecanógrafo en las oficinas del estado mayor, es asignado a la tripulación de un carro de combate Sherman que, a las órdenes del sargento Wardaddy Collier (Brad Pitt), debe adentrarse en las líneas enemigas, defendidas por tanques alemanes Tiger, muchísimo mejor blindados que los yanquis, y por los batallones más exaltados de las SS. Las profundas convicciones religiosas del muchacho le impiden tomar parte activa en los combates o ejecutar a sangre fría a los prisioneros capturados, pero pronto irá aprendiendo que en la guerra, ante al dilema de morir o matar, los contornos de la moral son difusos y a veces irreconocibles.

Estamos ante una cinta crudísima sobre la ética en la guerra y el salvajismo humano en los momentos difíciles. Su mérito es marcar ciertas distancias con el tono y los tópicos hollywoodienses habituales a la hora de abordar la conflagración que arrasó el mundo entero entre 1939 y 1945. Realmente es demasiado pedir y muy de agradecer en una película estadounidense que muestre al menos parte de la realidad de la invasión del territorio teutón por las tropas del Tío Sam, dejando entrever los fusilamientos sumarísimos y las humillaciones a la población civil, sobre todo a las mujeres, perpetradas por los supuestos paladines de la libertad. La toma del pueblo es una de las escenas más atroces y desoladoras que yo he visto en una peli de este tipo.


Con un Brad que dan ganas de levantarse a aplaudir y una recreación pavorosa del infierno que tuvieron que ser aquellas batallas, Fury se merece una más que generosa puntuación, a pesar de su final algo tramposo. También es una agradable sorpresa su banda sonora original, basada en unos coros épicos y contundentes que realzan el dramatismo de la cinta.

Por último, Corazones de acero me ha traído buenos recuerdos de mi servicio militar en Caballería, cuando estuve destinado como conductor de vehículos acorazados en maniobras me temo que un poco menos arriesgadas que las de Wardaddy y sus hombres.

2 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Seguramente la habrá visto, Neri, pero creo viene a cuento citar aquí esta película que mostró la guerra desde el punto de vista de los vencidos, y específicamente respecto de un tema delicado y terrible. Elogiable el pudor con que el director lo relata:

https://www.youtube.com/watch?v=gIZ39_pLIsc

Al Neri dijo...

Tanto la novela, Una mujer en Berlín, como la película, las tengo en mi lista de pendientes. ¡Gracias, Tábano