jueves, 4 de septiembre de 2014

UN FANÁTICO FETÉN

Cuando era un veinteañero conocí a unas cuantas personas que encajarían perfectamente en lo que conocemos como fanáticos. Convencidísimos de sus ideas, exaltados, proselitistas las 24 horas del día, disponibles al 100% y muy beligerantes con el contrario. 

Me parece muy significativo que hoy, aunque sigo tratando con personas de ese mismo ambiente, ya no me encuentro con ningún fanático. Aquellos se disolvieron como azucarillos en el vaso de agua de la vida real y no encontraron un relevo. Da que pensar sobre lo que ha cambiado la juventud en los últimos veinte años. ¿Para bien o para mal?

Siendo totalmente sincero, debo reconocer que a mí nunca me han disgustado los "extremistas" ni los intransigentes salvo que defiendan posturas opuestas a las mías.

Yo que los he conocido a fondo, puedo decir que todos ellos tienen una característica común: la generosidad. Cuando digo todos es todos. Estoy convencido de que los milicianos del Estado Islámico tienen una capacidad de entrega muy por encima de la media y que piensan más en la sociedad y en sus semejantes que en ellos mismos. Otra cosa es que sus planteamientos, su religión o su concepto del bien común estén equivocados de raíz. 

Por eso ya digo que es más importante delimitar si lo que se defiende es justo que enjuiciar la forma concreta de defenderlo. Yo nunca criticaría a los que respaldan nobles ideales con la máxima vehemencia; hace falta gente así. Por supuesto que hay límites morales, que el fin no justifica determinados medios y que hemos de guiarnos siempre por el principio de proporcionalidad, pero no seamos hipócritas y preguntémonos honestamente hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar por aquello o aquellos que de verdad nos importan. Igual nos asustamos de la respuesta.

Hay quien piensa que yo era un fanático o que lo sigo siendo. Se equivocan. Nunca he sido lo bastante altruista como para incurrir en un auténtico fanatismo. Soy demasiado individualista y cómodo para que se me pueda considerar un fanático fetén.


Más sobre fanáticos en La pluma viperina.

11 comentarios:

alco dijo...

Yo únicamente estoy dispuesto a lo que sea por mi mujer y mis hijas. A lo que sea, no sólo morir, que es fácil, sino a matar, que creo algo más difícil.
Por cualquier otra cosa, deberían convencerme.

Tábano porteño dijo...

Otra notable entrada, Neri.

No me diga no le emocionan estos párrafos sobre el origen de los kamikaze (tomados del notable artículo "El Viento Divino o la muerte voluntaria", de Isidro J. Palacios):

“El almirante (Ohishi), antes de comenzar a hablar, miró en silencio al rostro de los seis oficiales que se habían sentado alrededor de la mesa. “Como ustedes saben, la situación de la guerra es muy grave. La aparición de la escuadra americana en el Golfo de Leyte ha sido confirmada (…) Para frenarla -continuó Ohnishi- debemos alcanzar a los portaviones enemigos y mantenerlos neutralizados durante al menos una semana”. Sin una mueca, sentados con la espalda recta, los militares de las fuerzas combinadas seguían el curso de las palabras del almirante. Y entones vino la sorpresa.(...)
“En mi opinión, sólo hay una manera de asegurar la máxima eficiencia de nuestras escasas fuerzas: organizar unidades de ataque suicidas compuestas por cazas Zero armados con bombas de 250 kilogramos. Cada avión tendría que lanzarse en picado contra un portaviones enemigo… Espero su opinión al respecto” (...)
Tras celebrar una reunión con todos los jefes de escuadrilla, Tamai habló al resto de los hombres del Grupo Aéreo 201; veintitrés brazos jóvenes, adolescentes, “se alzaron al unísono anunciando un total acuerdo en un frenesí de emoción y de alegría”. Eran los primeros de la muerte voluntaria. Pero, ¿quién les mandaría e iría con ellos a la cabeza, por el cielo, y caer sobre los objetivos en el mar? El teniente Yukio Seki, el más destacado, se ofreció al comandante Tamai para reclamar el honor. Aquel grupo inicial se dividiría en cuatro secciones bautizadas con nombres evocadores: “Shikishima” (apelación poética del Japón), “Yamato” (antigua designación del país), “Asahi” (Sol naciente) y “Yamazukura” (cerezo en flor de las montañas). "

¿Pero es que en España también los hubo? (tomado del mismo artículo):

"Más lejos y mucho antes, también entre nosotros, tan acostumbrados a la tragedia de antaño, de siempre, en la España medieval, se produjo un caso parecido a este del Kamikaze, salvando, claro está, las distancias. Con los musulmanes dominando el sur de la Península, surgieron entre los cristianos mozárabes, sometidos al poder del Islam, unos que comenzaron a llamarse a sí mismos los “Iactatio Martirii”, los “lanzados”, los “arrojados al martirio”, es decir, a la muerte. Los guiaba e inspiraba el santo Eulogio de Córdoba, y actuaron durante ocho años bajo el mandato de los califas, entre el año 851 y el 859. Su modo de proceder era el siguiente: penetraban en la mezquita de manera insolente, siempre de uno en uno, y entonces, a sabiendas de que con ello se granjeaban una muerte sin paliativos, abominaban del Islam e insultaban a Mahoma. No tardaban en morir por degollamiento. Hubo por este camino cuarenta y nueve muertes voluntarias. El sello lo puso Eulogio con la suya propia el último año."

El chico de los tablones dijo...

En el Estado del bienestar no hay más patria que uno mismo, dicen. Pienso que conforme ese soporte universal se resquebraje empezarán a surgir nuevas formas de fanatismo (o las de siempre, adaptadas a una nueva época).

Muchas veces se disfraza de altruismo y capacidad de entrega la actitud kamikaze de aquél que no tiene nada que perder.

Al Neri dijo...

Muy buenos sus extractos, Tábano. Me ha encantado el de los kamikazes. No sé qué le hace pensar a Tablones que estos jóvenes oficiales japoneses no tenían nada que perder.

En un libro que leí hace poco sobre la exploración de las fuentes del río Nilo (y que comentaré en breve)se cuenta como un general inglés se enfureció con sus oficiales porque se burlaban de los nativos, llamándolos "locos fanáticos suicidas", por el hecho de que en las batallas avanzaban impertérritos, sin rendirse jamás, con sus pobres flechas y lanzas, frente a las armas de fuego y la artillería británicas. Este general se enfadó tanto porque odiaba que sus hombres no fueran capaces de valorar en el enemigo la valentía, el sentido de la dignidad y la defensa encarnizada de sus tierras y costumbres.

Alco, antes había más cosas por las que la gente estaba dispuesta a morir. Hace poco ha salido en una encuesta que solo el 16% de los españoles lucharía por España en caso de invasión extranjera. Sin comentarios.

Gustav Becker dijo...

Me alegro de que haya salido a colación lo de la encuesta sobre el patriotismo de los españoles.
Tal vez siendo jóvenes, todos hemos sido fanáticos en mayor o menor medida.
Más admirable era un fanático político o un fanático religioso que un fanático deportivo, capaz de morir o de matar por la supuesta dignidad de un equipo de fútbol.
Conforme evolucionamos porque nuestras circunstancias personales cambian, nuestras preferencias también lo hacen y, como dice Alco en su primer comentario, uno muere o mata por su esposa y por sus hijas, pero no por ideas o creencias. Otra cosa, es que para defender a esa esposa y a esas hijas haya que luchar por ideas o creencias.
Si España fuese atacada por fanáticos musulmanes (por poner un ejemplo), no creo que fuésemos solo un 16% los que nos lanzaríamos a combatir, porque no lo haríamos por un valle de Andalucía o por el verdor de Asturias o Galicia, sino por nuestras esposas e hijos. Y me acuerdo con esto de una preciosa evocación que colgaba de la pared en las escaleras del cuartel en el que cumplí con mi servicio militar:«España somos tú y yo,/ y el hogar que nos ampara....".
El fanatismo de nuestros ímpetus juveniles (que supongo que es el mismo que compartíamos muchos en esta ciudad del Pisuerga), se torna en el pragmatismo del adulto con responsabilidades, pero eso no nos hace menos fanáticos, solo que cambiamos el objeto de ese impulso.


alco dijo...

Muy bien matizado, Gustav. Suscribo totalmente su comentario.
La frase de su antiguo acuertalamiento «España somos tú y yo,/ y el hogar que nos ampara...." es preciosa, y exacta.

Al Neri dijo...

"Si España fuese atacada por fanáticos musulmanes (por poner un ejemplo), no creo que fuésemos solo un 16% los que nos lanzaríamos a combatir, porque no lo haríamos por un valle de Andalucía o por el verdor de Asturias o Galicia, sino por nuestras esposas e hijos."

Muy bien, Becker y Alco, pero y si España fuera invadida por una potencia occidental civilizada, sin peligro alguno para nuestras familias y seres queridos, e incluso con perspectivas económicas más halagüeñas que siendo independientes? ¿Entonces no tendría sentido luchar para defender nuestra Patria, nuestra identidad, nuestrra historia, nuestros valores y nuestra autonomía?

alco dijo...

Apreciado Al Neri, ya estamos invadidos por potencias occidentales poderosas y al parecer pacíficas. Y, como podemos ver, no hacemos nada. Probablemente porque nos identificamos con ellos y de hecho les imitamos.
También estamos invadidos, demográficamente, por islámicos, y esta segunda invasión me temo que acabará a garrotazos. Aquí y en toda Europa.

El chico de los tablones dijo...

¿De donde saca usted que yo me refiero en mi comentario a los oficiales japoneses, Al?

Zorro de Segovia dijo...

cuando yo era veinteañero conocí mucha gente que se decía dispuesta a morir por un ideal. Gente que decía que entendía a aquéllos que saltaban de la trinchera y ofrecían su pecho a la muerte en lugar de un compañero. Gente que decía que la patria era lo más importante.

Ahora, veinte años más tarde, este tema también aparece, y la gente dice que para proteger a tu gente primero hay que estar vivo.

No es extraño que los ejércitos estén compuestos por chavales.

Gustav Becker dijo...

Muy bueno Al Neri....buena pregunta. Si fuese una invasión, no creo que esa potencia occidental civilizada lo hiciese pacíficamente. Francia entró en España a sangre y fuego, con todo su civismo revolucionario, violando a las mujeres y quemando los pueblos. Nuestro paisano Juan Martín "El Empecinado" se echó al monte porque violaron a una chica delante de él. Al final, todo tiene un desencadenante más allá del patriotismo propiamente dicho.
Lo dicho, el patriotismo no es solo un sentimiento sino el pragmatismo que describía el texto de la pared de mi cuartel.