jueves, 31 de mayo de 2012

MI AMIGO Y MI EX NOVIA


El otro día me enteré de que a un conocido mío le ha sucedido algo que yo, sinceramente, calificaría de paranormal. Resulta que hace un par de meses lo dejó con su novia, con la que llevaba seis años, y a pesar de ello quedaron estupendamente, es decir no solo dirigiéndose el saludo cuando se cruzan por la calle, sino manteniendo una afectuosa amistad e incluso saliendo, como antes, en el mismo grupo de amigos. Ojo, que este no es el suceso surrealista al que me refiero. En mi opinión es una verdadera lástima que una relación de noviazgo de años se disuelva de repente sin dejar vivo siquiera un contacto mínimo. Salvo en casos de rupturas tumultuosas tras agrias broncas, malos tratos o infidelidades, no considero lógico que un vínculo tan duradero de afecto, de confianza y de conocimiento mutuo (no en vano las ex serán de las personas que mejor le conocen a uno y viceversa) se transforme, de la noche a la mañana, en una indiferencia de por vida con nulo trato y total falta de interés del uno por el otro. Soy consciente de las dificultades prácticas, de diversa índole, para mantener una comunicación regular, pero….

Bueno, al tema. No me pareció raro que siguieran siendo amiguitos, aunque un poco quizá el alcance de esta “nueva” amistad. Lo que sí me extrañó y mucho, no sé si porque yo soy un troglodita o ellos (o más bien él) tienen la sangre de horchata, es que la chica ha empezado a salir ahora con uno de los más íntimos colegas de mi conocido y este, por lo que me cuentan, se ha quedado tan pancho, ha aceptado la situación con absoluta normalidad y sale de pinchos y de copas en compañía de la nueva pareja y de otros amigos sin ningún rubor.

Uno es civilizado pero no tanto. Ya sabemos que en teoría, después de cortar una relación, cada uno es libre de rehacer su vida (qué cursi) como y con quién le salga del moño, sin que ello deba provocar incomodidad ni celos en la otra persona. Ya sabemos que objetivamente sería injusto decirle a un amigo que ni se le pase por la cabeza salir con nuestra ex novia o ex mujer so pena de arrancarle la cabeza. De hecho, también en teoría, el amigo no cometería ninguna deslealtad liándose con nuestra ex, puesto que esta ha vuelto al mercado, está libre y nada la une ya a nosotros sentimentalmente hablando. Podrá ser, en efecto, una situación muy justa y sin tinte alguno de traición, pero, coño, reconozcamos que al común de los mortales estas cosas le sientan como un tiro y, precisamente por ello, la peña debería cortarse un poco y hacerse a la idea de que la antigua pareja de un amigo es terreno más bien vedado, o que está feo empezar a salir con los amigos o amigas más cercanos de la persona con la que tuvimos una relación. Y subrayo lo de cercanos, porque, claro, a un conocidillo con el que te vas de cañas de vez en cuando no hay por qué tenerle la más mínima consideración en lo tocante a mujeres.

Creo que hay un matiz que no he aclarado bien. En realidad un amigo no hace nada malo saliendo con tu ex, pero, como tú tienes todo el derecho a sentirte incómodo por ello, ese amigo simplemente tendrá que elegir entre una relación amorosa con esa chica o la relación de amistad contigo en los mismos términos que se mantenía hasta ahora, y la decisión que tome será muy legítima. No digo que porque un colega se vaya a vivir con la que fue tu mujer hasta hace un año le rompas los dientes o dejes de dirigirle la palabra, pero probablemente lo que él tampoco puede esperar es que las cosas sigan como siempre, que haya la misma confianza, el mismo buen rollo y tengas las mismas ganas de verle/verles que antes. En función de lo civilizado que sea cada cual la cosa puede terminar a golpes de bate de béisbol o en una cortesía más o menos forzadilla, manteniendo las formas pero poco más.

¿Por qué razones objetivas le molesta a la gente que sus anteriores parejas salgan con sus amigos? Es difícil de explicar, pero seguramente se mezclen varios factores. Por una parte este tipo de situación te puede hace perder el control sobre la frecuencia con la que ves o te relacionas con una ex. Hay gente que admitiría encantada mantener el contacto con su anterior novio o novia mientras dicho contacto fuera esporádico o se circunscribiera a contextos muy concretos, pero le llevarían los demonios de verse obligado a alternar con la ex pareja cada sábado delante de toda la pandilla, que, dicho sea de paso, seguramente se descojonaría del panorama. A ello hay que añadir el delicado factor de la intimidad. Seamos sinceros, hombre: ¿cuánto tiempo se tarda, desde que se empieza a salir con alguien, en hablar en mayor o menor medida de los ex? En este tema yo personalmente siempre he apostado por la discreción y por el respeto hacia quién compartió su vida conmigo en el pasado, pero…. ¿podemos garantizar que todo el mundo hace esta apuesta? ¿Tenemos la certeza de que nuestra ex novia, al mes de salir con nuestro amigo del alma, no empezará a desgranarle nuestras intimidades con todo lujo de detalles? Y no me refiero, qué va, a los pormenores sexuales (aunque también podría suceder y ya se sabe que todas las comparaciones son odiosas), sino a los posibles comentarios o incluso críticas sobre la forma de ser o los supuestos defectos de uno, las dificultades que hubo en la relación, los motivos de la ruptura y mil etcéteras más. Sobre todo ellas, ya se sabe cómo son, que no se callan ni debajo del agua, y al final tu amigo puede acabar atesorando un inagotable repertorio de información sobre aspectos de tu vida o de tu pasado que en ningún modo habrías compartido con él por tu propia voluntad.

Resumiendo: que es comprensible que situaciones de este tipo sean muy incómodas y que alucino con que que mi conocido se sienta, al menos en apariencia, como pez en el agua viendo a uno de sus mejores amigos haciéndose arrumacos con la que, hasta hace dos días, se los hacía a él.

martes, 29 de mayo de 2012

CHONIS CON DINERO

Aunque estoy de acuerdo con el Capitán Alatriste cuando afirmaba que matar de lejos es propio de asesinos y que, para no convertirse en uno, es preciso contemplar de cerca el rostro de una víctima que acuda a perturbar nuestro descanso el resto de nuestra vida, podría defender que uno de los grandes inventos de la Humanidad es el cañón. Instrumento utilísimo para solucionar de un plumazo los problemas causados por gentuzilla que no merece el honor de morir a espada. Elaborar una lista de objetivos más extensa que la de enemigos de Richard Nixon no sería problema. La dificultad radicaría en ordenar prioridades pero, entre ellas de seguro, figurarían de forma destacada los estudios de Telecinco y la casa de Gran Hermano.

Si lo que desean esos payasos son quince minutos de fama, así se asegurarían permanecer por siglos en la Historia. Pues algunos, por figurar, por ser tema de conversación, serían capaces de tolerar, incluso, que hablasen bien de ellos. Y no solo en este tipo de Realities; observo otros formatos, casi todos idénticos y del estilo a ¿Quién vive ahí?, Supercasas o Mujeres Ricas y, al final, todo gira en torno a lo mismo: engrandecer el propio ego e intentar ser envidiados.
Veo a unas marujonas, cuyo mayor mérito en la vida ha sido abrir bien la piernas ante algún tipo con posibles que les permita costearse sus estúpidos caprichos, que son, casi todas, seres cortados por el mismo patrón: el mismo acento, la misma ropa, los mismos gustos, el mismo perro patada colocado de la misma manera junto al mismo bolso carísimo. O bien, solteronas o divorciadas aburridas de todo, locas por comprar cualquier trapo, siempre que sea tremendamente caro, con el que poder presumir ante sus supuestas amigas y los posibles ligues de golf, pádel y Lacoste... O sea y tal, ¿no?

Dinero sí tendrán, no lo niego. Y mundo, y coches y estudios y viajes e idiomas... Y fajas. Pero les falta lo fundamental. No dejan de ser chonis de supermercado que, en lugar de tunear un Fiat Panda, han podido costearse un Mercedes SLK. Porque una mujer con estilo, con clase y guapa de verdad no necesita comprar un bolso de Loewe para adornarse. Es bella y atractiva incluso con un chándal. Y recién levantada y sin maquillar ensombrece al sol. Y arreglada, con sencillez, no digamos. Y destaca sobre las otras, sencillamente, con su porte y su mirada. Porque una mujer con clase transforma en un Balenciaga una falda de Zara y una blusa de Berska. Y causa lesiones cervicales con un vaquero de Blanco, unas botas de Maripaz y un jersey de Stradivarius. Y con un sencillo e inocente gesto lograría cualquier cosa de un hombre cabal.


Porque la clase no se puede comprar. Se nace con ella. Y el señorío no se encarga en la tienda gourmet de El Corte Inglés. Es un auténtico Rey Midas: la vida frente al oro. O aquel soldado de Calderón:

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad 
que el más galán y lucido;
porque aquí, a lo que sospecho,
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna el vestido.

domingo, 27 de mayo de 2012

OFICIOS MACHO Y OFICIOS HEMBRA

“Hay oficios macho y oficios hembra. Oficios que van dando: cazar, sembrar, curar; y oficios que van tomando: guardar, limpiar, divertir.

Para un tío que hace algo, hay cuatro que chupan. Porque yo cazo, hay guardas en la Zarza, y hay guarda en Cabrahígo y en el Tarajal, hay civiles, hay juez. Porque Miguel hace pan, coge espárragos o amontona huevos y anea, hay un puesto en la plaza, hay guardias civiles y hay juez. Porque Vitilo labra la tierra y siembra su grano, hay camioneros, hay marchantes, hay tiendas de montañés, hay civiles y hay juez.

Hay oficio de médico, como don Celestino, que donde pone la mano la pone Dios; y hay oficio de esos de los pleitos, como don Senén, que sin ellos nada se perdía, y donde ponen la mano todo se caga.

Así tendrá que ser porque así ha sido siempre, pero el que tiene oficio hembra que nunca quiera montarse en el que tiene oficio macho. Que un guarda, cuando cumpla con lo suyo, cumpla bien, busque al cazador que le ensucia el campo, pero que nunca olvide por quién come. Cariño le tengo yo al conejo que trinco y al que se me va, porque de él como."


El mundo de Juan Lobón
(1967), de Luis Berenguer.



jueves, 24 de mayo de 2012

DIME QUÉ ES

A principios de los años ochenta se puso de moda organizar entre los alumnos de parvulitos concursos de dibujo en los que, ¡oh casualidad!, todos los niños resultaban premiados. Para recoger el premio, los orgullosos padres tendrían que acudir junto a sus criaturitas al salón del algún hotel de la ciudad durante la tarde del sábado. Y claro, si éstos eran un pardillos con poca experiencia y todavía se les caía la baba contemplado los palotes que con los que su hijo había emborronado un papel, acudirían como moscas atraídas por un papel adhesivo repleto de miel.



Y, aunque no viene a cuento, me llama muchísimo la atención como los niños de hoy en día, con 10 años hacen dibujos propios de bebés, siendo incapaces de colorear fuera de los bordes de los dibujos cuando, en mis tiempos -comentario propio del abuelo cebolleta- en quinto de EGB ya dibujábamos láminas con rosas y animales usando aquellas técnicas de la cuadrícula y el difuminador. Y, en tiempos de mis padres, con esa misma edad, les exigían la tinta china y el tiralíneas en el dibujo técnico y la plumilla en el artístico. En fin, debe ser parte del proceso de subnormalización de la democracia y su buenismo infantilista. Francamente, creo que el final del fracaso escolar pasa por retomar en las escuelas la Enciclopedia Álvarez de mi madre que, por cierto, le sustraje hace años y guardo con celo en mi casa: compendio de cultura y didáctica aplicada sin parangón en la actual telaraña de psicopedagogía blandurria.

Volviendo al tema, mis padres picaron el anzuelo y, la consabida tarde del sábado, además de unas medallas de hojalata, para mí y mi hermano, con una cinta muy patriótica para colgar al cuello y presumir al lunes siguiente ante los centenares de niños que lucirían premios similares, a mis padres les encasquetaron una colección de libros.

Y, saliéndome por la tangente, se me ocurren dos cosas. Primero, no recuerdo que mi hermano dibujara nada y, sin embargo, también le dieron una medalla. ¡¡¡Lagarto, lagarto!!! Y, ¿estoy desconectado del mundo o ya no hay vendedores de colecciones de libros de Espasa-Calpe y del Planeta-Agostini, dispuestos a embaucar al personal regalándoles una vajilla completa si adquirían cien libros de los que no leerían casi ninguno?

Y otra vez volviendo al tema, que estoy muy cebolletas, bendita la hora en que mis padres adquirieron dichos libros. Se trataba de la llamada Enciclopedia Temática Argos, editada en Francia pero perfectamente traducida e ilustrada al español. Sus diez volúmenes te explicaban cómo funcionaba desde un secador eléctrico hasta una turbina de gas; biografías de personajes famosos como Magallanes o Casanova o los cometidos de ciertas profesiones y las cualidades que se consideraban necesarias para llevarlas a cabo.

Si bien es cierto que era excesivamente pretencioso que niños de cinco o seis años se enfrentaran con el funcionamiento de una caja de cambios o con la Revolución Francesa, en poco tiempo y durante muchos años, me ofrecieron muchísimos ratos de descubrimiento y aprendizaje. Aún hoy, estos libros ocupan un lugar destacado en el salón de mis padres y, de vez en cuando, los uso como medio de escape y material de consulta si, por ejemplo, quiero revivir las hazañas de Orellana. Y, para ser sinceros, dan mil vueltas a la dichosa Wikipedia.

A estas alturas de mi vida, dudo que algún día vaya a tener hijos. Sin embargo, espero que me llegue la oportunidad de compartir estos libros con algún sobrino y enseñarle el magnífico regalo que sus abuelos nos ofrecieron.

lunes, 21 de mayo de 2012

DON MIKI

Descubrí estos tebeos cuando tenía 6 años. Había sido hospitalizado debido a unas fiebres reumáticas cuyos coletazos marcaron gran parte de mi niñez. En la habitación del hospital, a veces conectado a la botella de suero, y casi sin poder andar a causa de una fuerte inflamación de la rodilla, un niño no podía divertirse únicamente contemplando la vega del Carrión en una primavera verde y espléndida. De vez en cuando me traían números sueltos de comics Marvel que mi primo había desechado; pero poco tenía de entretenido leer un capítulo suelto de una larga historia que, además, era demasiado niño para comprender y disfrutar. De hecho, ni siquiera de mayor me llegaron a atraer semejantes frikadas.


Una tarde, mi tía me trajo un pequeño tebeo con el ratón Mickey en la portada y los más simpáticos y originales personajes de Disney. Contenía pequeñas historias, casi siempre completas, en las cuales el ratón Mickey, cuyo nombre castellanizado, Don Miki, bautizaba el «semanario juvenil», daba vida a un detective y periodista que resolvía los más variados enigmas del presente y del pasado partiendo de su afición a los viajes y a la arqueología. Historias en las que un niño descubría que en el Mediterráneo existía una isla llamada Creta donde vivió un Minotauro. Que en México los mayas habían construido enormes pirámides y que en Australia, nuestras antípodas, además de canguros, vivían unos extraños seres muy similares a alargados patos peludos que se llamaban ornitorrincos. O que en Argentina, en una enorme pradera conocida como la Pampa, donde los gauchos lanzaban unas bolas para cazar y bebían mate, Goofy intentaría montar a lomos de una especie de avestruz: el ñu.

Desde ese día, todas las semanas, en lugar de propina, pedía a mis padres que acudieran al quiosco para comprarme el Don Miki. Los últimos números costaban unas 125 pesetas que en aquellos años daban para muchas bolsas de Monchitos. El aliciente de la mañana del domingo era conocer las últimas aventuras de Donald, Daisy, sus sobrinos, su afortunado primo Narciso y su avaricioso Tío Gilito que disfrutaba nadando en la fabulosa fortuna acumulada el El Depósito.



Es uno de los recuerdos más queridos de mi infancia. Estoy firmemente convencido sus historias, junto a mi querida Enciclopedia Básica Argos a la que DM dedicaré la siguiente entrada, incentivaron mi curiosidad y mis futuras inquietudes intelectuales. Puede, incluso, que marcara el tipo de libros que me gustan en la actualidad.

Cuando dejaron de publicarse en 1989, yo llevaría acumulada una colección de bastante más de un centenar de ejemplares a los que perdí la pista completamente hasta que, el otro día, mi madre dejó en la mesilla de la habitación que aún conservo en su casa, uno de los últimos números. La mujer se lo había encontrado rebuscando en cajas de una antigua mudanza y pensó que me ilusionaría verlo.

Y era cierto: me ilusionó. Pero el ojearlo de nuevo y releer las historias que un día me supe casi de memoria, me produjo otra sensación que no sabría describir fielmente.

domingo, 20 de mayo de 2012

COMIDA AMERICANA EN VALLADOLID

A lo mejor hay quien piensa que es una contradicción, pero he de reconocer que, pese a mi fobia manifiesta al papel histórico de Estados Unidos en el mundo y a su mentalidad política, económica y social, me encantan el cine y la comida americana. Hoy voy a hablar precisamente de esta última para comparar tres restaurantes de estilo yanqui que hay en Valladolid.

Aunque como ya dije un día, no hago ascos al McDonalds ni al Burger King, obviamente prefiero otro tipo de establecimientos donde el servicio, la calidad y, por qué no decirlo, el ambiente, están mucho más cuidados. En España ha habido varias experiencias de restaurantes genuinamente estadounidenses. La primera de ellas fue Planet Hollywood, que ha terminado fracasando estrepitosamente por su incapacidad para conectar con el público español, por sus precios muy poco competitivos y, seguramente, por sus fastuosos e inútiles gastos de promoción. Los Planet de España en los que yo he comido han cerrado todos.


Sin embargo, la cadena Foster´s Hollywood sí ha triunfado. Desde hace diez años soy cliente de Foster y debo decir que los restaurantes de esta marca que conozco en varias ciudades me encantan. Aunque su local en Valladolid (en Parquesol) no me parece el mejor que he probado, nadie puede negar su estilo, su variedad y, lo más importante para mí, la calidad de su carne. Sus hamburguesas son deliciosas, difícilmente imitables, y hay un sinfín de entrantes y complementos para elegir. No obstante, para mí Foster Valladolid tiene dos puntos débiles: uno, que no permiten reservar mesa, por lo que los fines de semana te puede tocar esperar una hora o más debido a su enorme volumen de comensales; y dos, que cuando tienen demasiada gente van muy deprisa en la cocina y ello repercute en las hamburguesas, pues a mí a veces me la han cocinado mal o me la han quemado un poco. En esto último influye también el grosor excesivo de los filetes, que los hace más difíciles de coger el punto en la plancha.

Hace no muchos años han abierto en Arroyo de la Ecomienda el Brook Steakburguer, un pequeño restaurante con el mismo tipo de comida que ofrecen en el Foster pero con la simpática nota de imitar el ambiente de un local de hamburguesas americano de los años 60, con la decoración típica, las gramolas esas para elegir canción y el vestuario de los camareros, logradísimo. Sin embargo, fui muy ilusionado a cenar con unos cuantos amigos hace dos meses y sufrí cierta decepción. La comida no está mal, pero es mejorable y, en cualquier caso, sensiblemente inferior a la de Foster´s Hollywood para un precio muy similar. La carne es bastante peor, el pan de las hamburguesas es pésimo y está más tieso de la mojama, y nos sirvieron patatas fritas viejas, de esas que ya saben un poco a revenido. Aunque sí se puede reservar mesa, el defecto más grave del Brook es la risible dimensión del establecimiento, que les obligó a arrinconarnos como a sardinas en lata. Dado el éxito del negocio, deberían hacerse con otro local porque, la verdad, no se está cómodo. El punto más fuerte a su favor, insisto: la ropa y las gorritas de los empleados, que me parecieron geniales.


Para terminar dedicaré unas líneas a la franquicia del Peggy Sue´s en la ciudad, que ha abierto la semana pasada en la calle Gamazo y ha tenido un éxito sin precedentes en la inauguración y en los días inmediatamente posteriores, hasta tal punto de que algunos de mis amigos y familiares han tenido que desistir de cenar allí el finde pasado. Yo he estado ayer y voy a enfocar mis comentarios desde tres puntos de vista: comida, decoración y servicio.

En el primer aspecto, no puedo sino lanzar mis más entusiastas alabanzas al restaurante. La carta es excepcional y, sobre todo, originalísima y americanísima. Hamburguesas genuinas y de una calidad de sobra a la altura del Foster (a mí me parecieron incluso más jugosas), unos hotdogs enormes, deliciosos y divinamente aliñados, una presentación de los platos preciosa, divertida y muy superior a la de la cadena hollywoodiense, y unos postres y complementos yanquis al 100%. Muy destacables me parecieron los detalles de un helado azulito con sabor a gominola o más concretamente al palote Maski, un brownie delicioso y la sustitución de la europea Fanta por la cinematográfica Pink lemonade. Todo ello a un precio aceptable.

La ambientación y los decorados están más logrados que los del Brook, a excepción de la ropa de los empleados. De verdad te sientes metido, mientras comes, en la película Grease o en la primera de Regreso al futuro.

 


La organización y el servicio son los únicos aspectos en los que todavía deben mejorar. Digo todavía porque, hasta cierto punto, es comprensible que resulte negativamente explosiva la mezcla entre la bisoñez de sus jovencísimos encargados y camareros y la masiva afluencia de público que han tenido estas primeras semanas. Como simple anécdota contaré que hace dos sábados intenté comer allí y que, a pesar de estar abierto y con gente dentro, tenían la puerta atrancada y no dejaban pasar a quienes no hubieran reservado. Me explicaron muy amables que se les había terminado no sé qué y que se había estropeado la máquina registradora, por lo que, sintiéndolo mucho, no podían atender a más gente.

Por lo tanto, dejan reservar, pero, atención, porque su "sistema de rotación”, como lo llaman ellos, es abracadabrante. Intenté coger mesa a las 10, pero el encargado me dijo que, debido a los turnos, tenía que reservar a las 9.30 o a las 10.30, algo que no comprendí hasta el final de la cena. Este encargado, por cierto, cuando llegamos a cenar, estaba tan desbordado y tan tenso por el jaleo que parecía al borde de una apoplejía, llegando a perder la cuenta de a quiénes había acomodado y a quiénes no, y de si había tachado las reservas. A pesar de que no estuvimos mucho tiempo y a que buena parte del mismo se consumió en esperas por la descoordinación del personal, cuando llegó la hora del siguiente turno, justo al pedir los cafés, este nervioso muchacho se acercó a nuestra mesa y con sonrisilla forzada nos soltó a bocajarro que, si no nos importaba, nos iba a traer la cuenta porque ya había gente esperando por nuestra mesa. Algo absolutamente intolerable que no me ha pasado en la vida ni en los más cutres chiringos. Para acabar, se confundieron en la cuenta en quince euros a nuestro favor (éramos cuatro) y, cuando llamamos al responsable para hacérselo notar y pagar la diferencia, se armaron tal lío, los pobres, que al final nos lo perdonaron medio aturdidos, a pesar de que en la nota faltaban una hamburguesa doble y dos postres. Ver para creer.

Espero que la indiscutible calidad de esta nueva hamburguesería, que recomiendo vivamente, se vea pronto acompañada por una verdadera profesionalidad de los que la atienden, algo que sucederá sin duda en unos meses, cuando estos chavales se despabilen.

jueves, 17 de mayo de 2012

INVESTIGACIÓN

Curiosa conversación en una reunión que he tenido hoy con varios ingenieros. Estábamos hablando de las políticas de I+D  en la Universidad y una ingeniero va y dice con carita de asco:

- Por mucho que me insistan yo jamás podré entender la investigación en materias como la Historia, la Filosofía o similares. ¿Para qué sirve darle vueltas a cosas del pasado o a ideas abstractas que no llevan a ninguna parte? Además, con la que está cayendo, debería recortarse lo primero en este tipo de “investigaciones” porque no generan beneficios para la sociedad.

Yo me revolví en mi asiento y no puede menos que responder:

- Fíjate, pues yo, en cambio, no tengo ningún respeto a esa forma de entender la investigación en nuevas tecnologías que consiste en ir inventando “versiones” de productos que no mejoran nuestra calidad de vida, ni la sociedad ni nada, y solo sirven para que soltemos la pasta cada tres años, como pasa, por ejemplo, con las televisiones. A los cuatro días de comprarte una tele ya están vendiéndote una tecnología mejor e “imprescindible”, y haciéndote sentir un troglodita si no la compras. ¿Qué es más digno, explorar nuestras raíces o investigar para el mercado, para los vendedores?

- Ya, ya, jejeje, pero para eso estamos en un sistema capitalista. Además tú siempre serás libre de comprar una tele con los nuevos avances según la necesites o no.

- Sí, libre como el viento.

Gracias a Dios tengo muchos amigos ingenieros que no son así y saben valorar las Humanidades.

martes, 15 de mayo de 2012

COMER CON LOS CONSTRUCTORES

En el departamento de Ana Pastor está a punto de aprobarse una especie de código ético en el que, entre otras cuestiones, se subraya la recomendación a los funcionarios de Fomento de no comer con los constructores y celebrar las reuniones con ellos únicamente en despachos oficiales, con presencia, a ser posible, de más de un empleado público.

Vaya por delante que siempre me ha desagradado el compadreo manifiesto entre los posibles adjudicatarios de contratos públicos y los funcionarios que habitualmente integran las mesas de contratación. No es una situación que desde mi puesto de trabajo haya tenido ocasión de presenciar, pero no dudo que pueda darse en determinadas circunstancias, y, con independencia de la honradez que debamos presuponer al funcionario de turno y de que almorzar con quien a uno le dé la gana no es delito, sí pienso que la mujer del César no solo ha de ser decente sino parecerlo. En ámbitos como la contratación administrativa no solo es importante que primen los principios de libre concurrencia, igualdad y transparencia, sino que todo debe desenvolverse dentro de unas formalidades y una estética mínimas.

Es como (y esto sí lo he visto bastante) esa relación de "súper-amigüitos del alma" que a veces se percibe entre los miembros de un tribunal de oposición y los aspirantes que llevan años como interinos en su  misma oficina. Luego a veces ni aprueban, pero desde fuera la cosa huele a mierda.

Las pegas que yo pondría a este código ético en lo tocante a las comidas con contratistas o potenciales contratistas son tres.


Primero, que poner esta propuesta por escrito y lanzarla a la prensa a los cuatro vientos a lo mejor hace quedar muy bien a la ministra zamorana, pero desde luego a los funcionarios les deja a la altura de la suela del zapato, porque “recomendarles”, así de pronto, que no se tomen ni el aperitivo con los promotores es como proclamar sin tapujos que se trata de una práctica habitual y generadora de chanchullos, que los técnicos del Ministerio son unos corruptos, amigos del cohecho, y que ya está bien, que hay que poner orden de una vez con el código ético de marras.

En segundo lugar, me parece una sugerencia un poco estúpida porque mientras no se opte por la vía disciplinaria (y es imposible hacerlo porque comer con un empresario jamás podrá ser una infracción), la gente va a seguir haciendo lo que le dé la gana al respecto. El que nada tenga que reprocharse no cambiará sus costumbres porque llegue esta pepera adalid de la ética y publique un panfletillo. Y al que viniera celebrando comilonas para conspirar con el dueño de una consultora o de una promotora de viviendas y hacerles el pliego a medida, no le va a dar vergüenza ahora de repente seguir haciéndolo. Os lo digo yo, que participé en su día en la redacción de un rimbombante código ético para una Administración y ahí está en una web, muerto de risa, y haciendo cada funcionario lo que le sale de los cojones, igual que antes.

Y por último, que esta recomendación, así en general, puede llegar a ser no digo que contraproducente, pero sí inoperativa y hasta morbosa en el contexto de ciertos puestos o situaciones. Imaginemos a un honrado arquitecto o ingeniero de la Junta que lleva décadas visitando obras de viviendas de protección oficial, o de conservación de carreteras, y conoce de toda la vida a los operarios, a los albañiles, a los capataces, a los directores facultativos y a los directivos, y hasta, por qué no, le une a algunos de ellos una sana camaradería. ¿De verdad es tan criminal que se quede a comer con unos colegas tras un viaje a Soria de tres horas y que una vez invite el constructor y otra él? ¿Significan estas comidas que esa empresa saldrá favorecida en el próximo concurso de contratación? Pues no sé. Probablemente yo, por mi manera de ser y de pensar, intentaría evitar estas situaciones, pero tampoco me he visto nunca en una similar y no estoy seguro de cómo actuaría, y desde luego no soy quién para hacer el mínimo reproche a quien se queda a comer.

Imagino que todo depende del cómo, del cuándo, del cuánto, del cuántas veces y del con quién. Lo que ya digo que veo morboso es, cuando te ofrezcan sentarte a la mesa, empezar a excusarte con que si el código ético de la Pastor te lo prohíbe, y te vayas a sentar en la otra punta del restaurante a gastarte honradamente tu media dieta. Gracias a Dios hay muchos funcionarios y muchos empresarios honrados, que actúan con espontaneidad, sin esa malicia que algunos no dejan de ver hasta en la sopa creyendo el ladrón que todos son de su condición.

domingo, 13 de mayo de 2012

YA NO SE HACEN PELÍCULAS ASÍ (5): DOCE DEL PATÍBULO

A veces, para pasar un rato divertido disfrutando como un niño y olvidarme de todo, me pongo una de estas pelis legendarias, trepidantes, plagadas de acción, tiros, héroes y villanos. Algunas, como Doce del patíbulo (1967), son tan extraordinarias que ya forman parte del acervo popular y a todo el mundo le vienen a la cabeza al instante cuando se habla del género al que pertenecen.

Puede que esta cinta bélica, que, ya digo, es la primera en la que pensamos cuando hablamos de cine de guerra, no sea muy rigurosa históricamente, ni tenga el mejor montaje ni notables interpretaciones (a excepción de Lee Marvin como el ya inmortal comandante Reisman), pero es de las que gustan y gustarán siempre a todos, niños y mayores, por su acertado equilibrio entre el drama de la Segunda Guerra Mundial, la acción y el humor. Su mayor virtud es probablemente su originalidad, al mostrar a un grupo de pitorescos condenados a muerte por delitos civiles o militares redimiéndose con su participación en una misión suicida: el asalto a una fortaleza nazi en Francia.

Las escenas que más me gustan son la de uno de los condenados (el de más cara de tonto) haciéndose pasar por general en la base de paracaidistas y, por supuesto, los últimos veinte minutos de acción en el castillo.

He oído decir que existen dos horribles secuelas de Doce del patíbulo y que en una de ellas se llega a la ridiculez de infiltrar a un negro americano tras las líneas enemigas disfrazándole de oficial de las SS. ¡Qué pena estropear obras maestras con segundas partes que nunca son buenas!

El cine bélico ha cambiado, pero en mi opinión para peor. En el 67 todavía se rodaban películas de este género sin pretensiones filosóficas ni políticas, sino como simple excusa para montar un buen espectáculo de acción, con soluciones narrativas y efectos especiales específicos, y con la inevitable licencia de que los malos malosos fueran los nazis, aunque sin ensañamientos ni críticas baratas. Eran los villanos contra los que luchaban los buenos y ya está, no nos daban la turra con campos de concentración y guiños ideológicos. Como mucho, en las películas quedaba velada una cierta mirada irónica sobre lo absurdo de las guerras. El mejor ejemplo de este tipo de cine bélico fue el rodado durante el franquismo sobre nuestro conflicto civil; estaba prohibido hablar de política en los guiones, casi nunca se decía el nombre de los bandos y el mensaje final era el de reconciliación nacional. ¡Igualito que a partir de la Transición!

No puedo negar que desde los años 70 este tipo de cine ha mejorado muchísimo técnicamente hasta diferenciarse de raíz del género de acción. La recreación de las batallas es exhaustiva y estremecedora (cada vez que repaso Stalingrado o Salvar al soldado Ryan me quedo sin aliento); el rigor histórico resulta matemático; se indaga psicológicamente en los personajes, y no digo que no sea un cine más profundo, pero a cambio nos toca aguantar unos clichés y unas charletas pacifistas o proamericanas que no hay quien las aguante, o soportar que en las pelis protagonizadas por alemanes,  enfocadas desde el punto de vista nazi (viejo truco para aparentar objetividad) e incluso producidas en Alemania, casi todos los soldados sean escépticos con el Reich y estén hartos de las locuras del Führer (Das Boot -brillante a pesar de todo- , Los panzers de la muerte e incluso Stalingrado).

Yo quiero que vuelvan a hacerse pelis de guerra como la de Aldrich, entretenidas, con buenas recreaciones de batallas, buena ambientación y exhibición de armamento, uniformes, equipos y vehículos que hagan las delicias de los aficionados, pero sin coñazos ni moralinas, que para interpretar la Segunda Guerra Mundial ya estamos los espectadores, que no somos tontos.

jueves, 10 de mayo de 2012

LEER Y COMER


La lectura me recuerda a la comida. Si solo comes lo que te gusta o solo lees lo que te apetece, al final tu salud, física o intelectual, se resiente de veras. Si comes poco variado, solo lo que te pide el paladar, y lees únicamente aquello que te interesa, te entretiene o te autoafirma, lo llevas crudo: reventarás de colesterol o de incultura supina.

Ahora no tanto, pero desde mi más tierna infancia yo he sido un gran lector, un devorador de libros, aunque mi defecto gordo ha sido escoger mis lecturas de forma bastante anárquica, muy poco sistemática, sin mucho criterio, y, claro, ahora tengo más lagunas que Escocia. Ya lo dice Suso cuando me riñe en su blog: “¡Le faltan muchas lecturas, señor Neri!”, y qué razón tiene el tío.

De chaval, a parte de los textos escolares, leía solo lo que me divertía. De adolescente devoraba demasiadas biografías de mis héroes políticos y demasiados panfletos incendiarios. En la Universidad me dio por los tratados politológicos y por la novela española, despreciando estúpidamente a los autores extranjeros. Luego tuve que leer mucho Derecho, unas veces por obligación y otras por placer, y, de unos diez años a esta parte, me he aficionado compulsivamente a la Historia hasta el punto de plantearme estudiar la carrera. En general mi problema es que le he dado demasiada prioridad a la literatura y he olvidado tocar otros palos culturalmente más sustanciosos.

Aunque
admito mi cojera como lector, también me siento orgulloso de alguna de mis actitudes en este campo. Algo que siempre he hecho es imponerme la disciplina de conocer autores con ideas muy opuestas a las mías, a fin de contrastar puntos de vista y recortar mis orejeras, aunque admito que no es fácil porque puede leerse al “enemigo” con tales prejuicios y tal cerrazón que se acabe aún más intransigente que antes.

Lo que más echo en falta es haber conocido a alguien con una formación integral que me guiara como es debido en mis ansias lectoras. Ha habido familiares, profesores y amigos, destacando entre ellos mi padre y El Subdirector del Banco Arús, que me han ayudado a interesarme por obras a las que jamás hubiera hincado el diente motu proprio, pero aun así mi andadura en las bibliotecas ha estado siempre marcada por la comodidad y por el ocio, con los pobres resultados que ahora lamento.

Creo que el sistema educativo debería establecer, con carácter obligatorio y con el debido seguimiento, un plan o unas guías de lectura lo bastante ambiciosos y variados como para dotar a nuestros jóvenes de una cultura verdaderamente integral.

Lo malo es precisamente que muchos hemos identificado lectura y ocio, y no hay error más grave. Leer debería entenderse casi como estudiar, como una búsqueda del saber, como un contacto forzado con algunas materias que en principio pueden no atraernos nada pero que son imprescindibles para formarse una opinión del mundo que nos rodea y no ser unos ignorantes incluso pretenciosos. Como digo, leer es como alimentarnos: si el pescado o la verdura nos repelen y no los incluimos en nuestra dieta, tarde o temprano el organismo se nos quejará.

martes, 8 de mayo de 2012

¿SERÁ DORADO EL AMANECER?


El modelo político y económico demoliberal se hunde con todo el equipo. Déficit de participación, corrupción, desigualdad, insolidaridad, hipocresía, explotación y paro son los principales frutos del capitalismo en sus diferentes versiones y cambios de muda, y de su tinglado de grandilocuentes derechos, de partidos, parlamentos y demás fanfarria. Uno de los primeros síntomas del ocaso de este sistema es el éxito sin precedentes de la formación nacionalsocialista Chrysi Avgi (Amanecer Dorado) en las elecciones griegas del otro día, en las que ha obtenido la sorprendente cifra de 21 diputados.

Este partido, liderado por el ex-militar Nikolaos Michaloliakos, no ha aparecido de la noche a la mañana, sino que lleva ya muchos años, desde los 80, comprometido con los problemas de los griegos, especialmente de los más necesitados y vulnerables, y con las dificultades (no solo las derivadas de la actual crisis) y las aspiraciones nacionales del pueblo heleno. Se trata de una organización surgida de la nada, que en el año 90 solo tenía una pequeña sede en Atenas, que gracias a su constancia y a una ejemplar estrategia propagandística, ha terminado convirtiéndose, pese a las duras campañas de desprestigio emprendidas en su contra por los poderes mediáticos, en un auténtico movimiento de masas cuyas adhesiones abarcan los más variados estratos de la sociedad, desde obreros, sectores desfavorecidos y estudiantes, a profesionales liberales y ciudadanos de clase media.

Sin entrar todavía en cuestiones ideológicas, veo Chrysi Avgi como un ejemplo claro de política con mayúsculas. Frente a la palabrería hueca, el marketing casposo y las promesas incumplidas de los politicastros al uso, los dirigentes de este partido hoy tan pujante siempre se han caracterizado por detectar las necesidades del pueblo griego e intentar satisfacerlas a pie de calle en la medida de sus posibilidades, mediante movilizaciones, reparto de alimentos y ayuda entre las familias más pobres o enfermas, u organización de patrullas de vigilancia en los barrios asolados por la delicuencia inmigrante y abandonados a su suerte por el Gobierno y la policía. Los militantes de Amanecer han demostrado mil veces que cuando se quiere se puede aunque el dinero no acompañe.

En general no puedo negar mi simpatía hacia las posiciones encuadradas en la llamada tercera vía política. De hecho revisando el programa económico de Michaloliakos, un aguerrido aunque histriónico nacionalista criado a los pechos del romántico movimiento afrikáner, no he podido menos que emocionarme al ver cómo propuestas tan sociales, avanzadas y equitativas, que apuestan por lo público y por poner coto a las oligarquías bancarias, han podido encontrar su espacio en el parlamento de un país de nuestro entorno. No me extraña el escándalo que han provocado los resultados de las elecciones griegas. Además del discurso social de Amanecer Dorado, también me seduce su visión del liderazgo y su sólida postura contra la Unión europea y la OTAN, y entiendo legítimas sus reivindicaciones soberanistas respecto a Chipre y parte de Macedonia, así como su defensa de Grecia frente a la colonización financiera de las multinacionales. Valoro asimismo de forma positiva su afinidad y su cooperación con los patriotas serbios y su actitud firme frente a los turcos y los musulmanes en Europa.

Sin embargo, un análisis global del bagaje teórico y de la trayectoria de esta organización también me obliga a adoptar importantes prevenciones hacia ella, igual que me sucede con el histórico Partido Nazi alemán y su III Reich. Me pone los pelos como escarpias su mensaje abiertamente racista, inconcebible para mí en el pueblo heleno, que les lleva a proclamar en sus estatutos que solo podrán ser afiliados “los arios de sangre y de origen griego”. Su animalesca exaltación de la “raza helenística” (me río por no llorar) repugna mis más íntimos sentimientos católicos y les deja, a mi parecer, a la altura del betún. Tampoco me da buen yuyu su repugnante paganismo, que incita a algunos sectores de su militancia a rendir culto a los dioses de la Grecia antigua a través de varias organizaciones satélites. Parece ser que en los últimos tiempos han reconocido “la importancia nacional” de la Iglesia Ortodoxa Griega, pero su postura hacia el Cristianismo me parece ambigua, poco respetuosa y meramente identitaria.

Inquietante resulta también su nacionalismo ciego, exacerbado y cerrado en sí mismo, lo que en la práctica conduce a la insolidaridad con los inmigrantes necesitados (hacen tabla rasa y piden la expulsión de todos los extranjeros) y, si me apuras, puede degenerar en políticas inhumanas, segregacionistas o virulentas contra quienes no encajen en sus estrechos parámetros.

De igual modo, aunque puedo sintonizar con la mayor parte de su crítica al sionismo, me asusta su antisemitismo pedestre y sin matices, y me escama la más que presunta implicación de varios de sus seguidores en profanaciones de tumbas hebreas y en algunos atentados sangrientos, incluso con bombas, no solo contra objetivos judíos, sino contra otros diversos.

Y prefiero dejar aparte la pinta de skin-heads submarginales con la que salen en las fotos los chicos de Michaloliakos… Pensaré, no sé si muy convencido, que se trata de una conspiración de la prensa judeo-masónica contra la imagen del partido …

En definitiva, que al juzgar cualquier grupo político deberíamos procurar un balance completo, valorando luces y sombras, y no dejándonos cegar por los aspectos de su ideología que nos parecen más atractivos. La irrupción de Amanecer Dorado en el panorama parlamentario griego solo será una buena noticia en la medida que sus innegables virtudes predominen sobre sus peligrosos puntos negros contribuyendo a la salvación (pero con justicia) de una nación tan noble como la griega.

domingo, 6 de mayo de 2012

EL RECORTE DE LOS SUEÑOS



Nunca he creído que universalizar la educación superior sea la panacea de la transformación social, ya que ni en este país ni en ningún otro las castas antiguas que controlan los resortes del poder, los diez o doce clanes que manejan la banca, la economía y la sociedad permitirían jamás que el hijo de un albañil moviera los hilos de nada importante por muchas titulaciones que tuviera. Pero algo es algo, y honradamente hay que reconocer que el acceso de las clases más humildes a las aulas del Alma Mater ha permitido cambios de peldaño, subidas de escalafón, impensables hace no muchas décadas.

Desde mi escepticismo hacia la cultura del pelotazo, pienso que aprobar una carrera al final es la única vía que tienen las familias de renta baja para dar un salto más o menos ambicioso desde posiciones de apretura, y trabajo manual y precario, a escenarios sociales más halagüeños, desempeñando una tarea intelectual y gozando de un cierto reconocimiento. Admitámoslo: gracias a una universidad mínimamente accesible, el hijo de un labrador que nació con el azadón escrito en la frente ha podido convertirse en médico por el simple procedimiento de hincar los codos. Miles de miembros de familias de economía muy ajustada consiguen puestos de trabajo de considerable relevancia y no menos prestigio merced a una beca, a tres o cinco años quemándose las cejas ante un flexo, o a su constancia ante los temas de una oposición.

Por eso me ha escandalizado el reciente incremento, perpetrado por el PP, de eso que los profanos y los periodistas llaman “tasas” universitarias. Para un resquicio de democracia que había en España, para un modesto soplo de aire fresco que se notaba en el solar patrio, llegan los derechistas y se lo cargan sin contemplaciones. En el próximo curso, los estudiantes universitarios habrán de abonar entre un 15% y un 25% más por sus matrículas y la partida de becas del Ministerio de Educación se ha reducido a 1265 millones de euros, o sea casi 170 millones menos que el año pasado.


Con la que está cayendo, las familias acuciadas por el paro y por la hipoteca tendrán encima que hacer un esfuerzo económico extra para que los chavales tengan la oportunidad de prepararse y formarse, y poder así, vete tú a saber cuándo, resurgir de las cenizas de la crisis con una licenciatura bajo el brazo y un horizonte digno. Pero Rajoy no solo contribuye a hundir nuestra economía con sus medidas ineficaces y serviles, con las que demuestra estar gobernando para los mercados más que para las personas, sino que también mata nuestras esperanzas e ilusiones.

Cuando me informé sobre la subida de estos precios públicos, hubo sin embargo un aspecto que, a simple vista, me pareció positivo, cual es la penalización, aún mayor que antes, del coste de la matrícula para los alumnos que repitan asignaturas una y otra vez. Esta medida, que además se aplicará de forma atenuada en las carreras más difíciles (arquitectura e ingenierías sobre todo), resulta en principio interesante como criba de vagos y de inútiles que desperdician y encarecen los servicios universitarios. El problema es que hay que valorar esta decisión en su contexto, como un mero truco recaudatorio similar al de los radares en carreteras sin peligrosidad, que, además, pudiendo haberse implantado con justicia hace muchos años, se impone precisamente ahora, en el peor momento para los ciudadanos, convirtiéndose en la puntilla para las maltrechas economías familiares.

Si no queda más remedio (que sí lo hay), habremos de soportar nuevas subidas de impuestos y de precios, y humillantes bajadas de sueldo y recortes de todo tipo, pero, por favor, no machaquéis el futuro y los sueños de nuestros jóvenes con vuestra tijera desaprensiva.

jueves, 3 de mayo de 2012

IMPORTANTES PERO GUAYS

Entre las personas que ocupan altos puestos de responsabilidad, dirigen grandes cotarros y mandan más que generales podemos encontrar con cierta frecuencia un prototipo que yo llamaría “los importantes pero guays”. Se trata de unos tíos que, creyéndose muy cabales y equitativos, pensando, pensando, han llegado a la conclusión de que, a pesar de ser los reyes indiscutibles del mambo y estar por encima de todos, deben esforzarse por demostrar a los seres inferiores del universo y en especial a sus subordinados que son muy cercanos, amigables, divertidos y humanos, muy humanos. Por supuesto se creen dioses, pero dioses benevolentes y accesibles con los que te puedes tomar una caña y hablar del culo de Menganita.

Los tengo muy fichados porque son todos idénticos. Estos tipos se comportan un poco como si les avergonzara ser tan superiores a los demás, pero sintiéndose orgullosos de su “vergüenza”, que tanto les humaniza. Se consideran más brillantes, inteligentes y triunfadores que nadie, pero, eso sí, muy campechanos y capaces de alternar con todo el mundo a pesar de su puesto. A menudo utilizan tiránicamente su poder pero su mayor obsesión son las formas en el trato para no parecer clasistas ni elitistas; para dejar claro que están a pie de calle, que también son amigos de los pobres; para que todos digan “joder, es un mandamás pero mira qué cachondo”.

Es una pose más falsa que un billete de Mortadelo. Probablemente estos “importantes pero guays” son los jefes más prepotentes y chulescos, los que más abusan de su posición y más chanchullos perpetran. No apoyan a su gente ni cuentan para nada con ella pero luego se pasan el día haciendo el payaso, lanzando chistes y procacidades que todos les ríen por obligación, y comportándose como adolescentes pasados de rosca que pasan de formalidades “porque a ellos su posición no se les ha subido a la cabeza”.

Se me ocurren bastantes anécdotas sobre espécimenes de esta ralea pero algunas prefiero omitirlas. Varias se refieren a barrabasadas y salidas de tono en bares o restaurantes, especialmente en ciudades distintas a la de la sede del feudo del patán. A veces, cuando se juntan dos o tres de estos líderes todopoderosos y hay público subalterno parecen iniciar una competición de a ver quién es el más macarrilla, mujeriego, borrachín o desenfadado, con resultados abochornantes.

Pero una no me resisto a contarla. Reunión de alto nivel. Todo quisque trajeado. Secretarias entrando y saliendo de la sala de juntas. Orden del día relevante con decisiones de calado. Y, de pronto, el presidente de la sesión, en pleno debate con dos asesores, al levantarse para coger unos documentos de su cartera, ¡raca!, suelta un cuesco apoteósico, brutal, de elefante; una pedorreta en do mayor y en varios tiempos que deja a la peña boquiabierta. A los cinco segundos, todo coloradote y carcajeándose, señala con el dedo a su colaborador más sobrio y discreto:

- Yo no he sido, yo no he sido, ha sido este.

Y la sala al completo riéndole la gracia, cómo no.

martes, 1 de mayo de 2012

1 DE MAYO: REPASANDO LA "LABOREM EXERCENS"

De la encíclica Laborem exercens (1981, Juan Pablo II):


"(...) el error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de alguna manera a la par de todo el complejo de los medios materiales de producción, como un instrumento y no según la verdadera dignidad de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero fin de todo el proceso productivo.

(...)

(…) el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente, y el fin de la producción.

(...)
 
La consideración sucesiva del mismo problema debe confirmarnos en la convicción de la prioridad del trabajo humano sobre lo que, en el transcurso del tiempo, se ha solido llamar «capital». (...) el principio de la prioridad del trabajo respecto al capital es un postulado que pertenece al orden de la moral social.

(...)

… la diferencia consiste en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes. (...) Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción. El considerarlos aisladamente como un conjunto de propiedades separadas con el fin de contraponerlos en la forma del «capital» al «trabajo», y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de estos medios y de su posesión.

(...)

Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica y también por el Supremo Magisterio de la Iglesia. Son propuestas que se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión y o en los beneficios de la empresa, al llamado «accionariado» del trabajo y otras semejantes. (...) sigue siendo evidente que el reconocimiento de la justa posición del trabajo y del hombre del trabajo dentro del proceso productivo exige varias adaptaciones en el ámbito del mismo derecho a la propiedad de los medios de producción.

(...)

Se puede hablar de socialización únicamente cuando (…) toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo «copropietario» de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos. Un camino para conseguir esa meta podría ser la de asociar, en cuanto sea posible, el trabajo a la propiedad del capital (...)"