sábado, 27 de noviembre de 2010

LA OPOSITORA (y 5ª parte)

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Nunca volveré a formar parte de un tribunal de oposición. La mala experiencia de estos últimos días me ha convencido de que no quiero ser más quien enjuicie el sacrificio de años de unos jóvenes, quien evalúe su esfuerzo y dictamine la gloria o el fracaso, el todo o la nada del resto de su vida profesional. Con María o gracias a María también he aprendido cosas tristes sobre las relaciones entre el amor y los humanos intereses; entre el poder y el afecto; entre el deber y la pasión; entre la polla y la olla al fin y al cabo. Estos últimos quince días me han jubilado para siempre de los dichosos tribunales.

Al salir del Ministerio el día del examen de María, Toño me dijo que él también vivía cerca del Palacio de los Deportes, para coger un taxi juntos de vuelta a casa. Según nos acomodábamos en el asiento de atrás, mi móvil comenzó a sonar desesperadamente. Era ella. Rechacé la llamada y me puse a charlar con el Secretario de cualquier tontería, pero Layla, de Eric Clapton, volvió a la carga en mi teléfono. Colgué y sonó de nuevo. Así hasta cuatro veces, hasta que desconecté el sonido.

- Cógeselo, joder –se rió Toño- , que no pasa nada, tú tranquilo.

Yo estaba incómodo y traté de explicarme.

- Toño, macho, el primer sorprendido he sido yo. La conozco solo hace mes y pico. Ha sido una puta casualidad.

Él echó la cabeza hacia el respaldo del coche, partiéndose. Me preguntó si era mi novia o qué. Respondí que acabábamos de empezar y que de momento no había nada serio, y que no había sabido como enfocar el tema en el Tribunal, si es que procedía.

- Tú, tranqui. Yo no he visto nada ni sé nada. Además, en conciencia, no hay quien saque la cara por su examen. No la va a poder salvar ni Julián, por mucho que le haya gustado su Ley Concursal –y añadió sonriendo:- o lo que sea…

Ya en casa la llamé muy inquieto, sin imaginar cómo podía haberse tomado todo, si me iba a dejar de hablar, me iba a matar por mi silencio o iba a preguntarme directamente por la nota.

- ¡Eres tú! ¿Por qué no me cogías? – su voz sonaba fría pero con un temblor de angustia.

- Estaba todavía con mis compañeros. María
, yo, de verdad, lo siento. No sabía si decírtelo. No sé si he hecho bien. Es una situación…

- Lo entiendo -soltó secamente.

- ¿Lo entiendes?

- Sí, imagino que no querías ponerme nerviosa, ¿no?

- Eso, eso es – confirmé aliviado.

- ¿Me habéis pasado?- preguntó de sopetón.

- Mujer, todavía no se sabe…

- ¿Todavía no se sabe? No me jodas... ¿No habéis deliberado?, ¿no habéis votado o lo que soláis hacer? , ¿tú qué nota me has puesto? –lanzaba las preguntas como una ametralladora.

- María, sabes que las notas se sacan al final, dentro de diez días, cuando acabéis todos.

- Bueno y qué, pero ponéis las notas cada tarde, ¿no?

Empecé a impacientarme.

- Sabes de sobra que se va ponderando en función del nivel de todos y al final se decide.

- Las bases no dicen eso –comentó con ironía- . Además, me podrás decir cómo lo he hecho, digo yo. ¿Tan dudosa estoy para que me digas que se ponderará? No me fastidies –le salió un deje chulillo- , sabes que he hecho un examen de puta madre.

- Bueno, hay varias opiniones sobre tu examen, María, y no va a decidirse hasta el último momento. Y siento mucho tener que decirte esto, que además no debería. No debería hablarte de la deliberación, ni de la nota ni de cómo vamos a hacer las cosas. Además me resulta muy desagradable.

- Vamos, no me toques la moral, por favor. No me vengas con que no me puedes hablar de ello. Aquí la única que está jodida soy yo y todavía quieres ponerte tú la venda…

- María, por favor, ¿por qué no charlamos mejor en persona? Yo lo prefiero. Así, por teléfono, sin vernos, nos vamos a malinterpretar. Me gustaría contarte como me siento yo con toda esta mierda. Y me gustaría verte.

- Vale -accedió- , ¿puedo ir mañana por la tarde a tu casa?

- Claro, vente cuando quieras. Mañana por la tarde no pienso ir a examinar.

Al despedirse, por una fracción de segundo, su voz recuperó la calidez de siempre al decirme:

- Niño…

- Dime, María...

- No sé si te lo había dicho, pero te quiero mucho.

- Yo también –respondí muy despacio mientras notaba palpitar mi corazón de una forma que nunca había sentido- . Y lamento mucho todo esto.

Y colgó.

Al día siguiente subió a casa cargada de tochos de apuntes y de legislación, con una mirada surcada de ojeras y un extraño rictus en la boca. Me besó apasionadamente, aunque de forma breve y casi como una autómata. Hizo que nos sentáramos frente al escritorio de la salita y, ante mis ojos atónitos y ante mi corazón que se iba derrumbando por momentos, comenzó a glosarme, tema por tema, todos los méritos de su exposición del día antes. Me explicó que aunque en el primer tema podría dar la impresión de haberse quedado corta, no era así, solo que había preferido centrarse en la naturaleza de las entidades e vez de recitar como un papagayo todos los artículos sobre su funcionamiento. Me pidió que admitiera que la financiación y la ley concursal las había bordado como para un nueve como mínimo. Me intentó hacer ver que en el tema final no se había confundido con los capítulos de la Ley 31, sino que había preferido exponer la norma de una manera más sistemática, y que si había omitido –adrede- cualquier mención al Real Decreto de adaptación era porque consideraba que su contenido no aportaba nada relevante al tema y había preferido dar prioridad a otras materias.

- ¿Tú no lo ves así, niño? ¿No habéis tenido en cuenta esto que te digo?

Contemplé con tristeza su semblante entre agotado y enardecido. Me acerqué a ella y la besé suavemente, sin prisas, cogiéndole una manó que sentí crispada como una serpiente. Acaricié con mis labios su cuello, sus hombros y sus brazos mientras iba quitándole la blusa y sentándola sobre mis piernas en el sillón de otras veces. De pronto abandonó su pasividad y se transformó en una gata peligrosa que se agitaba sobre mí igual que un torbellino. Yo ya estaba totalmente vencido, a punto de fundirme con ella como un metal incandescente, cuando paró en seco y se apartó de mí.

- ¿Qué haces?- exclamé sin aliento. ¡Ven aquí!

Se alejó dos pasos más a la vez que se vestía.

- No puedo, niño. Ahora no. Estoy bloqueada y no me concentro. Antes necesito que hablemos de cómo ves mi examen, de qué posibilidades tengo. Es lo más importante de mi vida, niño. Necesito que en el Tribunal entendáis que he hecho un buen ejercicio. Por favor, vamos a repasar cómo lo he hecho.

Una pequeña lágrima resbalaba por su mejilla. Y otra por la mía.

Asistí a varias sesiones más y comprobé consternado que los últimos opositores estaban levantando mucho el nivel. María me llamó un par de veces después de venir a casa, interesándose por las notas de sus compañeros, previniéndome contra algunos “que saben vender muy bien la moto pero no tienen ni idea” y preguntando sin rodeos si la habíamos repescado. A la tercera llamada dejé de cogerle el teléfono y así llevo haciendo toda la semana. La deliberación final del tribunal se celebró hace tres días, y fue larga y fatigosa. Estuvimos hasta las 12 de la noche y no hubo bromas ni risas. A María le dedicamos medio minuto, lo necesario para pasarla de la lista de dudosos a la de suspensos. La decisión fue unánime, pues el número de plazas disponibles era muy inferior al número de aspirantes que habían hecho un examen mucho mejor que el suyo.

Publicamos la lista de aprobados anteayer por la mañana y desde entonces Layla, de Clapton, no ha vuelto a sonar. Creo que no sonará más y tal vez yo no quiera que suene, aunque quién sabe, quizá termine cometiendo una locura cuando me venza el recuerdo de su melena interminable, de su cuerpo perfecto como una estatua clásica o de su voz cantarina llamándome niño. Porque María ha sido la única mujer capaz de hacerme perder la cabeza. Habría sido capaz de todo, o de casi todo, por conservar a mi diosa griega.

Fin

Nota: Dedico este relato a los opositores, que se enfrentan al drama de jugarse toda su vida en un examen, y a los miembros de los tribunales, que sufren la otra cara de la moneda: decidir el futuro de mucha gente que se ha volcado en cuerpo y alma, durante años, a prepararse ese examen.

11 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

muy bueno caballero. Me abstendré de aventurar moralejas y simplemente le diré que he disfrutado mucho el relato. Persevere, por favor.

alco dijo...

Muy bien, Sr Neri. Ha acabado muy bien el relato, y su protagonista ha sabido mantener la dignidad (en sus circunstancias).
Por supuesto, hubiera sido absolutamente indecente presionar para aprobar a la amante en detrimento de otros candidatos con mejores exámenes (lo cual no significa forzosamente mejor preparados, el azar puede hacer malas jugadas). Así son las oposiciones.

Anónimo dijo...

Me esperaba algo completamente diferente pero me ha encantado el final.
Gracias por su relato Sr.Neri, quedamos esperando más.

sefo dijo...

Me ha gustado mucho la historia, que parece tan real que tiene que haber algo de autobiográfico, o no?

Padre Emilio dijo...

Neri, el desenlace es algo mejor. Por lo menos, ya sabemos hacia donde querías llevar al lector:
a ninguna parte. donde está Dios en esta historia, donde está el hombre, aventurillas, desventuras y demás..no has desarrollado en profundidad un conflicto de conciencia.
Cuentas peripecias, anécdotas. te quedas en lo superficial...
si no sabes, calla.
y esta historia ya estaba en jUAN RAMÓN, pero mejor contada...

Anónimo dijo...

La ética y el deber han quedado sobradamente reflejados. Su buen gusto para contarlo tambien!
AMEN

Anónimo dijo...

Queremos más...!!! :)

Al Neri dijo...

Gracias a todos por las opiniones.

Para quien le haya gustado, aprovecho para hacer propaganda de tres relatos publicados ya en este blog:

- "Mari Tere", , del Subdire, sobre una chica guapa que pierde el brillo inocente de sus ojos.

- "El ciego", , una historia ambientada en la Guerra Civil que escribí hace mucho.

- "Los gimnasieros", , también mío, con un poco de humor de trazo grueso basado en una historia muy real.

ignatus dijo...

A mí también me ha gustado. Me parece que el conjunto es un buen relato, muy bien contado. Felicidades, Neri

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho el final.

Felicidades por esta historia!!

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Pues el relato me ha gustado pero me esperaba un desenlace mucho más polémico y un poco más erótico. Que se nos está usted amariconando.