sábado, 11 de julio de 2009

LOS GIMNASIEROS


El establecimiento deportivo era, y sigue siendo, uno de los más grandes y selectos de la ciudad. Está ubicado en un conocido centro comercial y ofrece numerosas clases y actividades, incluyendo aerobic, body-pump, spinning, rayos UVA, pádel, sauna y piscina climatizada. Está lleno de pijos hasta la bandera y te encuentras la tira de médicos, abogados, concejalas y hasta consejeros de la Junta.

Ellos eran de un pueblo cercano y todas las tardes sin falta, en 2007, venían al gimnasio en un citroen dos caballos verde lleno de mierda.

Enseguida llamaron la atención. Recorrían las instalaciones hablando en voz muy alta entre ellos. Eran divorciado y soltero y rondaban los 40. Creo que eran parientes.

El separado era un poco gordinflas y peludo como un mono; el otro en cambio estaba esmirriado como el palo de una escoba. El gordito llevaba todos los días el mismo pantalón corto rojo chillón, de los llamados marcapaquetes, que sólo le tapaba la huevera. Luego lucía unas camisetas inconfundibles. Recuerdo por ejemplo una amarilla de propaganda de FERTILIZANTES MARTÍN, S.A. y varias del sindicato ASAJA. El otro paisano, el delgado y soltero, no se quitaba el pantalón largo del chándal ni en verano y en la parte de arriba se ponía camisetillas de tirantes de la marca Puma.


La primera incidencia se produjo nada más llegar, cuando el soltero se dirigió a voces al monitor de la sala de musculación:

- ¡Chavalote! ¿Qué aparato va bien para echar culo?

Ya digo que rápido se hicieron famosos. Hablaban con todo el mundo y a la menor ocasión proclamaban ser empresarios agrícolas y se quejaban de lo mal que está el campo. Pero lo que les gustaba de verdad eran las churris.

Se ponían al fondo de la sala de bicis estáticas y entre pedaleo y pedaleo no dejaban de mirar a las tías más buenas y de hacer comentarios entre ellos, no en tono de susurro precisamente. Sus andanzas podía verlas todo el mundo por el espejo frontal. Era de vergüenza ajena.

- La de rosa, la de rosa. Fíjate en la de rosa, macho, menudo muslamen.

- Sí, sí, ¡se le ve la braga!

No paraban de estirar el cuello y de abrir los ojos y la boca como los peces de un acuario. A veces se ponían justo al lado de una jovencita con buenas curvas y estaban diez minutos mirándola de reojo y sonriéndola, pese a su total indiferencia. Al final uno de ellos se lanzaba:

- ¿Cómo te llamas, rubia?

La rubia solía estar oyendo música con su mp3 y ni se coscaba, y el donjuan venga a preguntarle el nombre a berridos, hasta que la muchacha terminaba quitándose los cascos y se ponía colorada por haberse convertido, sin quererlo, en la atracción de toda la sala. Solía cambiarse de bicicleta o desaparecer despavorida.

Algunas chicas simpáticas les siguieron la conversación al principio. No midieron el alcance de sus actos, pues a diario y durante meses los dos depredadores las seguían por todo el gimnasio contándoles su vida y preguntándoles impertinencias que podían escuchar nítidamente todos los clientes.

- Marijose, preciosa, ¡pero qué guapetona has venido hoy! –toda la peña volvía la cabeza.

- Hola, buenas tardes –sonrisa forzadilla de la pobre, mientras huía hacia la piscina.

- ¿Qué?, ¿a nadar como los patos un ratico? –era el gordo y la miraba el culo con todo el descaro- Oye, a ver si nos tomamos unos cacharros un día a la salida.

El día que los dos se prestaron a enseñar a unas erasmus italianas cómo se hacía un ejercicio de tríceps, agarrándolas por la cintura, cogiéndoles los brazos y babeando como caracoles, fue cuando alguien les apodó Pajares y Esteso. Todo el mundo les llamaba así y a veces también “los gimnasieros”, en honor a la película Los bingueros, del famoso dúo cómico.

- ¿Pa qué necesitas tú aerobic de ése con tu cuerpo serrano? –le dijo el flaco una vez a una médico pelirroja, que no sabía dónde meterse.

A veces, Pajares, que se supone que era el fondón, agarraba a Esteso por los hombros y le voceaba entusiasmado:

- ¡Cómo te estás poniendo!, ¡cómo un toro! –Luego le pellizcaba una pierna:- ¡pero vaya “cuatríces” que estás echando, bribón!, ¡las vas a dejar baldadas!

Acostumbraban a mirarse juntos al espejo y a comentar sus avances, sacando bola e hinchándose como gallos, entre la hilaridad general. A veces se rascaban la entrepierna, creyendo hacerlo disimuladamente.

Situaciones también muy cómicas se producían cuando buscaban la complicidad de alguien en sus comentarios chabacanos. Era clásico que Esteso se acercara a un grupo de chavales estudiantes después de la clase de abdominales.

- ¡Vaya tableta que nos va a salir, campeones!. – Los chicos se descojonaban.- ¡Nos van a querer comer!

Luego les guiñaba el ojo y en voz muy poco más baja seguía:

- ¿Habéis visto a la monitora, qué canalillo? ¡A esa la iba a dar yo tableta de chocolate hasta que se hartara, oye!

La monitora, que estaba a tres pasos, siempre le oía y ponía un gesto de naúseas indescriptible.

También vivimos con esta parejita momentos de cierta tensión. Un día Pajares se tiró una potente pedorreta en la sauna y se quedó sentado tan tranquilo en el banquillo de madera, retorciéndose de risa. Al minuto, con el vapor y los calores, el olor era repugnante y dos tipos muy fornidos se salieron con cara de mala ostia y al pasar le llamaron mamarracho.

Pero peor fue una vez en el vestuario. Se metían en duchas contiguas y seguían charlando y diciendo salvajadas sexuales, mucho más a gritos de lo normal para oírse con el ruido del agua. Aquella tarde su conversación pública versó sobre los encantos de una veinteañera que habían visto en la sesión de body-pump:

- ¡Menuda está la Elisa, la de la malla azul!, ¡menuda jamelga!

- Pues miraba para atrás la muy lobona; la he pillao dos o tres veces. ¡Esa quiere marchuqui!

“La Elisa, la de la malla azul” salía con un jugador de baloncesto, bastante conocido en la ciudad, que iba al gimnasio a menudo y que en ese momento se encontraba casualmente cambiándose justo al lado de las duchas. Cuando Esteso acabó de asearse y volvió al vestuario con los huevos al aire, el vigoroso baloncestista le empujó contra las perchas y le informó de muy malos modos que era novio de “La Elisa”. Dos o tres chavales consiguieron contenerlo y calmarlo, diciéndole que no hiciera caso y que pasara, mientras nuestro amigo, blanco como la cal, insistía tartamudeando:

- ¡Que era otra Elisa, joder, que era otra Elisa!

Los gimnasieros llevan mucho tiempo sin aparecer por el local, no sabemos por qué. Dicen que se han cambiado de gimnasio porque la dirección les dio un toque a raíz de una queja que pusieron varias tías. El caso es que nunca he vuelto a ver unos clientes tan singulares. Y ya lo siento, porque yo me partía la caja.

8 comentarios:

Paco dijo...

"yo me partía la caja"? que expresión es esa? se la copiaste a los gimnasieros?

Anónimo dijo...

NO he parado de reír desde lo del "Dos caballos lleno de mierda". Real como la vida misma. Dos agricultores "nuevos ricos" dándoselas de dandys al más puro estilo chabacano de las últimas españoladas.

Spain is still different.

Un saludo

refractario dijo...

jajaja, ¡buenísimo!

sefo dijo...

Me parece un post muy divertido aunque en la forma de contar la hª me parece notar cierto tono clasista, como que los ricos del gimnasio van a reírse de los dos paletos hagan lo que hagan, aunque reconozco que si es tal como lo cuentas es muy patético.

Clebarr dijo...

Joder, Sefo, tómate un "All Bran" o mejor un chute de "Valium". No das tregua a los chavales.
Neri, has estado inconmensurable. Muy divertida tu entrada. He pasado un rato genial.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Neri eres un poco pijete.La historia ha tenido gracia como las últimas que estais sacando.

Suso dijo...

Neri...¡lo último que esperaría de ti!:¿qué hace un tipo como tú en un Gimnasio como ése? (a no ser que hables por boca de otros)

¡La vida está aquí afuera!.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

JAJAJAJAJA!!!!!

Muy bueno, sr. Nero. Vaya gente tan peculiar que conoce usted. Es que no se aburre.