Esa infausta dinastía borbónica, que nunca podremos considerar hispánica, ha costado al pueblo español su orgullo, su honor y su sangre. Esta dinastía porta una enfermedad que lleva a la muerte más ignominiosa a cualquier institución y tradición y, a la larga, a un pueblo que ha demostrado durante tres siglos ser digno de aquellas palabras que dedicaron a El Cid camino del destierro y que espero sigan siendo válidas a día de hoy.
Dios, que buen vasallo si hubiera buen señor.
Esta casta de usurpadores ha tenido entre sus más destacados anormales coronados a un Carlos IV de rasgos, no sólo físicos, muy parecidos al actual monarca. Ocioso, cornudo y sin carácter, bruto y tontorrón e interesado más en sus caras aficiones que en llevar con dignidad la corona del todavía mayor imperio que la Historia hubiera conocido, regaló el gobierno de España al amante de la reina, Godoy, que no tardó en rendir pleitesía a aquel Hitler decimonónico llamado Napoleón Bonaparte, permitiendo, incluso, que en 1807 tropas francesas al mando de Murat atravesaran la Península para, en principio, conquistar el anglófilo Portugal.
Así, en el Real sitio de Aranjuez, el príncipe de Asturias, Fernando, remata con el motín del mismo nombre una conjura anterior, conocida como el complot de El Escorial. Como resultado, Carlos IV se ve derrocado por su hijo pero, cosas de los genes, ambos acuden al Corso solicitando su mediación en Bayona donde Fernando, incompensiblemente, abdica en su padre, éste en Napoleón y éste, inmediatamente, en su hermano mayor José Bonaparte que súbitamente obtuvo el apoyo de la mayor parte de las autoridades y nobles españoles, incluyendo algún vergonzoso obispo.
Los antiguos monarcas son trasladados a París y Murat ordena que el resto de miembros de la familia real sea evacuado del Palacio de Madrid hacia el mismo destino.
Congregadas las masas populares ante dicho Palacio, enfurecidas por los desmanes y la bravuconería de los soldados franceses, envalentonados ante las casi desarmadas guarniciones españolas, el rumor de las inconsolables lágrimas del infante don Francisco hace estallar la furia popular: una mujer corta las riendas del coche que traslada al pequeño infante y al grito de «¡Mueran los franceses!» los más sencillos madrileños -cerrajeros, panaderos, costureras, algún párroco...- toman las calles armados con palos, viejos sables y navajas, y se lanzan a apalear y matar todo gabacho que encontraran. La caballería imperial, los mamelucos, la guardia polaca, el ejército que ha hecho temblar a Europa y se cree destinado a dominar el mundo, se ve desbordado y aterrado ante la furia casi incontenible de niños, mujeres y ancianos. Los criminales abandonan bajo palabra las cárceles para dar caza al francés -en el recuento de la noche se vería que solamente dos presos decidieron no volver al presidio-. Una joven bordadora, Manuela Malasaña, muere al defenderse con sus pequeñas tijeras de los militares galos que la intentan violar mientras su padre, un panadero, precisamente francés, dispara contra las tropas napoleónicas en el Parque de Artillería de Monteléon. Allí, los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, desobedeciendo las órdenes del gobernador militar de Madrid, arman al pueblo y se acantonan con poco más de un centenar de hombres para resistir sucesivas cargas de una infantería francesa diez veces superior en efectivos y armamento. Ambos morirán en la desesperada batalla, quiero pensar que con el nombre de España en los labios.
Combatiendo el pueblo por todas partes, sin más orden ni mando que su valor y su furia -a pesar de ello son numerosos los casos documentados de soldados franceses que fueron socorridos por los vecinos de una muerte segura-, Murat reorganiza sus 35.000 efectivos, dispone baterías en las calles principales y organiza disciplinadas cargas de caballería contra una población armada con poco más que su amor a España. La represión, al mando del mariscal Grouchy con el que colaboran no pocos militares, autoridades e instituciones españolas como el Consejo de Castilla, es brutal. Todos aquellos sorprendidos con cualquier elemento que pudiera considerarse un arma serían arcabuceados. En los campos de La Moncloa, multitud de patriotas, casi todos de clase humilde, pierden lo poco que tenían, la vida con que alimentar a los suyos, con la actitud digna y desafiante que sería reflejada por Goya.
Unos mil madrileños mueren en los combates y en los fusilamientos. Esa misma tarde, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, declara la guerra al invasor en nombre «Dios, de la Patria y de su Rey».
12 comentarios:
Ni la Familia Real ni la Iglesia de aquella época se merecían que los españoles murieran por ellos, por que ambas instituciones se habían rendido a los franceses, pero de todas maneras esos actos fueron muy heróicos, y los que murieron fueron las gentes humildes, los que verdaderamente han construido España.
Gloria y honor a los Mártires de la Lealtad.
¡Nunca serán olvidados por los que nos enorgullecemos de ser españoles!
Soberbio homenaje y certeras palabras sobre el papel del clan borbónico en nuestro país.
En un reportaje sobre la Guerra de Sucesión española que leí hace poco se analizaban los derechos perdidos por los navarros y los aragoneses como consecuencia de la llegada de los borbones, que recortaron toda clase de libertades forales y relegaron las cortes regionales a un papel meramente testimonial. El pueblo en aquella época percibía a los Borbones como unos déspotas absolutistas que no sabían nada de España y estaban machacando su identidad y sus tradiciones. Echaban de menos el modelo de los Austrias y hasta el feudalismo antes que padecer la dinastía gabacha.
¡Viva la independencia y la libertad de España!, ¡viva el 2 de mayo!
Buen post, pluma ágil y didáctica.
Me ha gustado mucho, si señor.
El pueblo, maravilloso como siempre en los momentos cruciales. Pero creo que todas estas energías deberían haberse empleado contra la casta borbónica en su momento. Si en España hubiésemos tenido nuestra Bastilla y la guillotina a buen ritmo durante un tiempo, ahora tendríamos probablemente una república nacional y respetable, como en Francia. Un ejército republicano, una escuela republicana y unos valores nacionales republicanos compartidos. No hablo de la ridícula república del 31, hablo de una república como la francesa o la norteamericana.
Estupenda entrada.
"El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y de correr el riesgo de vivir sus sueños."
Estupenda entrada. Estupendo homenaje.
Que coñazo! Mejor haz homenaje a Nino Bravo
Me ha parecido una brasa tan grande como el plan Ibarretxe e Intereconomia 12 horas seguidas, juntos.
¡Viva la independencia y la libertad de Euskadi!, ¡viva el 2 de mayo!
Mental he estado leyendo un poquito en tu blogg y eso si que es la juerga-padre...Lo que pasa es que pa ser tan chachi, tienes poca participación. Ya sabes, es el precio de la exquisitez.
Seguro que conoces los versos del gran poeta español, que deberían encabezar tu bitácora:
Converso con el hombre que va siempre conmigo/-quien habla solo espera hablar a Dios un día...
Un saludo.
Si usted, Mental, leyera más historia, se habría dado cuenta que eso de Euzkadi (etimológicamente algo así como bosque de los vascos) no ha existido como entidad política NUNCA y no pediría su libertad. ¿Libertad de qué?
PAra Aprendiz de Brujo,
Gracias por el comentario.
Un saludo.
PD. Dios ha muerto dentro de mi, no puedo creer en tu dios de madera, es jodida la existencia sin creer en Dios.
Publicar un comentario