miércoles, 23 de marzo de 2016

LAS FOTOS EN LOS MUSEOS



Recuerdo que las pasadas Navidades entré en una iglesia para ver un belén monumental y, al ir a fotografiar el sagrado Misterio con el móvil, se me acercó el vigilante y me advirtió, señalándome el cartel, que estaba prohibido tirar fotos. Esta escena es un clásico en cualquier viaje turístico. Es habitual que en muchos museos, templos, exposiciones o similares esté prohibido hacer instantáneas (o al menos usar el flash) o filmar vídeos. Pero lo que a mí me choca es la absoluta disparidad de criterios que existe, pues mientras que en el Bristish Museum, la National Gallery o el Louvre se permite a los visitantes inmortalizar todas o casi todas las obras con sus cámaras, existen museos insignificantes, con cuatro paridas expuestas, e incluso solo con paneles y sin ninguna obra de arte, donde está terminantemente prohibido hasta sin flash.

¿Cuál es el motivo para que en tantos sitios prohíban las fotos? No lo tengo nada claro. Yo pensaba que la prohibición respondía al supuesto deterioro que podían causar los fogonazos de luz artificial en las pinturas y esculturas, pero parece ser que esto es una leyenda urbana que han desmontado varios estudios científicos de los museos más importantes y prestigiosos del mundo, entre ellos la citada National Gallery y el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Según los expertos, los efectos de los flashes en los colores de un cuadro son insignificantes teniendo en cuenta la brevedad del destello y la distancia de seguridad a la que están expuestos. Por lo visto, harían falta cientos de miles de millones de disparos de flash, muy seguidos, para que pudiera apreciarse algún cambio, prácticamente imperceptible, en la coloración de una obra de arte. Otros muchos factores lumínicos y ambientales, muy difíciles de prevenir en cualquier museo, afectan en mayor medida a las pinturas.

Además esta hipótesis no cuadra con el hecho de que en muchos sitios no te permitan hacer fotos ni con flash ni sin él.

Otra explicación que todos hemos oído es que no se permiten fotos para preservar los derechos de autor sobre ciertas obras contemporáneas, es decir para evitar que se reproduzcan o difundan por medios no autorizados. Este razonamiento, suponiendo que tenga alguna base real, yo no lo acabo de entender. Se supone que en un museo no se exponen documentos reservados, planos secretos ni material altamente sensible. En el momento que una creación se muestra en un centro museístico se convierte en pública, y a partir de ese mismo instante es imposible impedir que inspire a otros artistas o incluso que sufra plagios indeseables, con fotos o sin fotos. 

Pero quizá la cosa sí tenga que ver indirectamente con los derechos de autor, aunque no con los del autor de las obras necesariamente. Para mí que la mayor parte de los museos que vetan las fotografías lo hacen solo para incrementar las ventas de los productos publicitarios y de recuerdo que ofrecen en sus tiendas. Consideran que si a los visitantes se les impide fotografiar los cuadros, esculturas y objetos expuestos, después comprarán más libros, postales, mini reproducciones, imanes de nevera y demás elementos de merchandising que se les ofrecen, pues será su única forma de llevarse un recuerdo de su visita. Es una razón bastante más prosaica que las otras, pero seguramente la que mejor se ajusta a la realidad.

También creo que en algunos sitios no dejan hacer fotos simplemente por esnobismo,  por gilipollez, para dar mayor importancia a lo que allí se expone. De hecho no es casual que los museos más talibanes con este tema sean precisamente los más cutres, los menos visitados y los que cuentan con un fondo de menor interés.


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5 comentarios:

Tábano porteño dijo...


"... y demás elementos de merchandising que se les ofrecen ..."

Tal vez esas cuestiones del "marketing" tienen con los museos más relación de la que creemos. Sobre los museos de arte decía A. Coomaraswamy:

"No hay necesidad de que los museos expongan obras de artistas vivos, que no están en peligro inminente de destrucción; o, al menos, si se exponen tales obras, debe comprenderse claramente que, en realidad, el museo está haciendo publicidad del artista y actuando en beneficio del marchante o intermediario cuyo negocio consiste en encontrar un mercado para el artista; la única diferencia es que, aunque el museo hace el mismo trabajo que el marchante, no obtiene ningún beneficio. Por otra parte, que un artista vivo quiera «colgar» o «exponer» su obra en un museo sólo puede deberse a su necesidad o a su vanidad. Pues las cosas se hacen normalmente para ciertos propósitos y ciertos lugares para los que son apropiadas, y no simplemente «para la exposición»; y porque lo que se hace así por encargo, es decir, por un artista para un cliente, está controlado por ciertas exigencias y se mantiene en orden. Mientras que, como observó recientemente el señor Steinfelds, «el arte que sólo se hace para colgarlo de las paredes de un museo es un tipo de arte que no necesita considerar su relación con su entorno último. El artista puede pintar lo que quiera, y del modo que quiera, y si a los conservadores y administradores les gusta lo suficiente, lo colgarán en la pared con todas las demás curiosidades»."

(de La Verdadera Filosofía del Arte Cristiano y Oriental)

Al Neri dijo...

Es muy cierto lo que dice Coomaraswamy.

Las diferencias entre un artista y un comerciante a veces son muy sutiles.

Capitán Alatriste dijo...

Nunca me cupo la menor duda de que se debe a los sórdidos motivos de aparentar o vender más en la tienda de souvenirs.

Zorro de Segovia dijo...

yo permitiría hacer fotos, ¡pero a 10 metros de distancia!, que alguno ya me ha golpeado con el maldito móvil en la cara embobado por su afán de conseguir una foto que, probablemente, nunca volverá a contemplar.

Aprendiz dijo...

Yo creo que lo hacen para que el pobre vigilante se entretenga con algo, porque debe ser muy aburrido estar ahí día tras día dando paseos y sin hablar con nadie.