domingo, 6 de marzo de 2016

DE UN TIRÓN




Con honrosísimas excepciones, los creadores, por muy brillantes que sean, tienden a repetirse a lo largo de toda su obra. Solo los auténticos genios –y ni siquiera– están a salvo de incurrir en la redundancia, en la reiteración de muletillas, en el copia-pega de planteamientos formales y de contenido.

Hace años tenía la costumbre, cuando algún escritor me entusiasmaba, de leerme seguidos, casi de un tirón, todos sus libros. Hoy no tengo claro que sea una buena idea. Cierto que así conocí la obra completa de muchos novelistas, pero quizá debí intercalar mis lecturas, ya que la inmersión intensiva en un autor concreto no deja de ser una forma de desmitificarlo. No hay literato que resista la lectura, de un golpe, de todas sus creaciones. Pillas al vuelo los costurones en sus páginas, sus cinco o seis fórmulas para iniciar o enlazar los párrafos, sus estructuras gramaticales recurrentes, sus adjetivos predilectos, su déficit de vocabulario…

No solo me pasa con los escritores, qué va; también con los directores de cine y con los grupos musicales o cantautores. No sé. Creo que una novela, una película o una canción tienen un valor distinto si se aprecian de forma aislada que si se comparan con todas las novelas, pelis y canciones del mismo autor. También pienso a veces que si algunos autores hubieran creado solo el 10% de sus obras, habrían sido mucho más geniales. La prolificidad a menudo pone al descubierto las miserias de los artistas. 

Algo muy similar, aunque no es exactamente lo mismo, me sucede con las series de televisión. Hace siglos que no sigo ninguna por la tele. Odio acabar el episodio y tener que aguardar a la semana siguiente, o cerrar una temporada y tener que esperarme a que estrenen la próxima. Por eso prefiero descargarme series completas (todas las temporadas) y darme atracones en mis ratos libres. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Y el peor inconveniente, sin duda, es que de esta manera saltan mucho más a la vista las imperfecciones del producto. O quizá la culpa es mía, ya que la estructura, el guión, la trama y los giros de las series televisivas están concebidos para dosificarse en capítulos semanales, y hacer trampa viéndolas de una vez deja al desnudo los trucos del almendruco, los alargamientos artificiales, los defectos interpretativos, el carácter cíclico de las líneas argumentales, la falta de originalidad en los desenlaces… Aunque también debo admitir que cuando una serie es magistral se disfruta el doble viéndola toda seguida. 

Otra reflexión que me hago sobre este tema es si nuestras ansias consumistas, nuestra compulsión de tener y disfrutar en el acto de todas las cosas buenas, sin aguardar ni un minuto, no habrá arruinado nuestra capacidad de disfrute de ciertas obras artísticas o literarias maravillosas que se crearon para ser gozadas con calma, con cariño y a cuentagotas, y no como churros fabricados en serie.

7 comentarios:

Tábano porteño dijo...

"Cierto que así conocí la obra completa de muchos novelistas, pero quizá debí intercalar mis lecturas, ya que la inmersión intensiva en un autor concreto no deja de ser una forma de desmitificarlo. No hay literato que resista la lectura, de un golpe, de todas sus creaciones. Pillas al vuelo los costurones en sus páginas, sus cinco o seis fórmulas para iniciar o enlazar los párrafos, sus estructuras gramaticales recurrentes, sus adjetivos predilectos, su déficit de vocabulario ..."

Borges habría hecho buenas migas con usted, Neri:

"No menos categórica que polémica resulta, de otro lado, la siguiente observación de Borges, a propósito de la inmoderada extensión de algunos textos: "Nunca he leído una novela sin cierta sensación de aburrimiento. Las novelas incluyen material de relleno" (Borges, 2001, pág. 141), es decir, una especie de silicona semántica".
(de "Borges y la escritura fragmentada", J. Serna Arango).

Teutates dijo...

Ahora están muy de moda las trilogías, tetralogías... enelogías y adolecen de estos defectos que usted apunta respecto a leer un mismo autor de seguido... Hemos evolucionado tanto dentro de la sociedad consumista que los productos rentables, no solo se explotan hasta el agotamiento por las empresas, sino que los propios consumidores los demandamos sin mirar más allá. Recuerdo que en su post sobre la autoedición, mencionaba que solo unos pocos escritores viven de escribir y es cierto, pero también lo es que los que viven de ello, no sólo vivien, sino que se forran en alguna medida. Estamos acostumbrados a consumir aquello que nos venden y, bien sea por nuestra falta de tiempo o de ganas, al final terminamos consumiendo aquello que nos resulta más fácil de identificar que es lo que alguien pone delante de nuestros sentidos.

Al Neri dijo...

Tábano, hay novelas que cuando las terminas crees que son maravillosas, pero si justo después lees otra del mismo autor... es un poco como pillarle el truco al mago.

Ciertísimo lo que dice Teutates: en el mercado editorial actual solo quedan escritores que no ganan ni para cubrir gastos y otros que se hacen millonarios. De esto tiene parte de culpa el pirateo de ebooks, que es indudable que contribuye a la uniformidad cultural, ya que al final solo les compensa publicar a los escritores famosísimos y súper bestsellers, a quienes el pirateo no les hace ni cosquillas. Y por ello a la larga acabamos leyendo casi todos el mismo tipo de libros (los que nos dicta el mercado).

Tábano porteño dijo...

Sí, es verdad que tendemos a consumir lo que nos venden, pero ¿no se solucionaría eso si hiciéramos el esfuerzo de observar la clásica admonición "id a los clásicos, no hay tiempo para más"?. Y es que dicen ciertos eruditos que en los clásicos ya está "toda" la literatura.

Borges, por ejemplo, escribió que sólo hay cuatro historias y que "seguimos narrándolas, transformadas":

"Los cuatro ciclos.

Cuatro son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben que la ciudad será entregada al hierro y al fuego y que su batalla es inútil; el más famoso de los agresores Aquiles, sabe que su destino es morir antes de la victoria. Los siglos fueron agrandando elementos de magia. Se dijo que Helena de Troya, por la cual los ejércitos murieron, era una hermosa nube, una sombra; se dijo que el gran caballo hueco en el que se ocultaron los griegos era también una apariencia. Homero no habrá sido el primer poeta que refirió la fábula; alguien, en el siglo catorce dejó esta línea que anda por mi memoria: The borgh britened and brent to brondes and askes. Dante Gabriel Rosseti imaginaría que la suerte de Troya quedó sellada en aquel instante en que Paris arde en amor de Helena; Yeats elegirá el instante en que se confunden Leda y el cisne que era un dios.

Otra, que se vincula a la primera, es la de un regreso. El de Ulises, que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Itaca; el de las divinidades del Norte que, una vez destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lúcida, y hallan perdidas en el césped las piezas del ajedrez con que antes jugaron.

La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior. Jasón y el Vellocino; los treinta pájaros del persa, que cruzan montañas y mares y ven la cara de su Dios, el Simurg, que es cada uno de ellos y todos. En el pasado toda empresa era venturosa. Alguien robaba, al fin, las prohibidas manzanas de oro; alguien al fin, merecía la conquista del Grial. Ahora, la busca está condenada al fracaso. El capitán Ahab da con la ballena y la ballena los deshace; los héroes de James o de Kafka sólo pueden esperar la derrota. Somos tan pobres de valor y de fe que ya el happy-ending no es otra cosa que un halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.

La última historia es la del sacrificio de un dios. Atiis, en Frigia se mutila y mata; Odín, sacrificado a Odín. El Mismo a Sí Mismo, pende del árbol nueve noches enteras y es herido de lanza; Cristo es crucificado por los romanos.

Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas."

Nago dijo...

Buena entrada fue ésta.

Aquí le dejo El hígado de Prometeo" de Jorge Bustos. Para llevarle la contraria, como siempre y trastearlo un poco el post. :)

Magnífico título para un libro de ensayo que me ha encantado. Lenguaje culto y una prosa... Mmmmmmmm...

Fue terminar, y volverlo a empezar. Consta apenas de trescientas páginas que se leen en un pispas. ¡Muy! Bonito!

Después de "El barón rampante" de Ítalo Calvino y los nueve libros de Heródoto, "El hígado de Prometeo", ya forma parte de mis favoritos. Sé que habrá una tercera lectura. Algún día...

Creo que le puede gustar.

Un abrazo





Nagore dijo...

Tiene mucha razón en lo que expone. Hasta el más culto termina repitiéndose más que el ajo; no digamos Reverte, de quien sospecho la edad, la falta de ideas y no digamos la soberbia (parece que es el único en España que tiene biblioteca) o todo a la vez, están volviendo un tanto gagá. Incluso sus entrevistas son auténticos clones. Vista una, leídas todas.

Tampoco olvidemos que, nosotros mismos podemos caer en la repetición y, a fuerza de leer demasiado a un mismo autor, nos convertimos en burdos plagiadores del mismo. Todo se pega. A veces es mejor no leer nada y plasmar una idea u opinión de forma espontánea que terminar clonando a otros.

No encuentro aquella sección que teníamos sobre libros y en la que anotábamos nuestras sugerencias, así que se las dejo de nuevo por aquí. (Puede destruir mi comentario después de leerlo, por desubicado e inoportuno :) Pero tome nota:

- La casa de Lúculo, de Julio Camba.
- Almas muertas, de Gògol.
- Elogio de la locura, de Erasmo.

El primero, muy divertido. El segundo, un clásico muy potente. El tercero, aún no lo sé.

"Archipiélago Gulag", creo que se lo puse por otro lado :S ya no sé... :)


Nago

Nago dijo...

Por cierto: no se engañe. Ya sabe que yo soy cascarilla. La casa de Lúculo me lo envió mi padre hace tiempo y, lo que es la ignorancia, lo coloqué en una estantería de la cocina junto a los libros de Arguiñano. Me dejé llevar por la portada y eso de "...o el arte del comer".
Buscando el otro día una receta lo encontré y me llevé una grata sorpresa en plan ¡ostraspedrín! ¡¿pero qué hace aquí Camba?!

Solo puedo hacerle recomendaciones Sr. Neri. Las buenas reseñas de las dejo a usted. A otros.... :)