viernes, 25 de marzo de 2016

DAME TU MANO, MARÍA







Dame tu mano, María, 
la de las tocas moradas. 
Clávame tus siete espadas 
en esta carne baldía. 
Quiero ir contigo en la impía 
tarde negra y amarilla. 
Aquí en mi torpe mejilla 
quiero ver si se retrata 
esa lividez de plata, 
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe 
ese llanto cristalino, 
y a la vera del camino 
permite que te acompañe. 
Deja que en lágrimas bañe 
la orla negra de tu manto 
a los pies del árbol santo 
donde tu fruto se mustia. 
Capitana de la angustia: 
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna 
y tus gozos de Belén: 
- No, mi Niño. No, no hay quien 
de mis brazos te desuna. 
Y rayos tibios de luna 
entre las pajas de miel 
le acariciaban la piel 
sin despertarle. Qué larga 
es la distancia y qué amarga 
de Jesús muerto a Emmanuel.

¿Dónde está ya el mediodía 
luminoso en que Gabriel 
desde el marco del dintel 
te saludó: -Ave, María? 
Virgen ya de la agonía, 
tu Hijo es el que cruza ahí. 
Déjame hacer junto a ti 
ese augusto itinerario. 
Para ir al monte Calvario, 
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa, 
hoy maestra de dolores, 
playa de los pecadores, 
nido en que el alma reposa. 
A ti, ofrezco, pulcra rosa, 
las jornadas de esta vía. 

A ti, Madre, a quien quería 
cumplir mi humilde promesa. 
A ti, celestial princesa, 
Virgen sagrada María.

  



(Gerardo Diego. Fragmento de Vía Crucis

2 comentarios:

Embajador dijo...

Verdaderamente conmovedor. Gracias Neri por traer esto.

Al Neri dijo...

Gracias a usted, amigo Embajador.