jueves, 3 de diciembre de 2015

LAS PATAS DE ATRÁS

Hace once años la chica con la que estaba saliendo me hizo una crítica en la que todavía pienso a menudo, pues me sirvió en su día para entender muchas cosas sobre mí mismo y creo que a fecha de hoy sigue sirviéndome. Me dijo, en mitad de una discusión, que yo era un buen chico, un tío muy majo, pero que “lo estropeaba con las patas de atrás”.

No suelo dar demasiadas vueltas a las críticas que me hacen, pero sí medité bastante sobre aquel comentario tan original, posiblemente porque su autora era alguien que me importaba mucho.

Con esta opinión lo que me quiso dar a entender es que tengo un buen fondo humano, unos principios sólidos y unas intenciones rectas, pero que en la práctica mi conducta queda empañada por algunos detalles que, a pesar de su aparente insignificancia, escacharran la imagen que los demás tienen de mí. Mis torpes patas de atrás suelen ser mi propensión al egocentrismo, mis protestas cuando me piden que haga algo (que al final acabo haciendo), mi tono despectivo, mi innecesario sarcasmo, mi manía de politizar cualquier asunto, mi talante hipercrítico, mi déficit de empatía, mi bocaza demasiado abierta y mi deseo de llamar la atención exagerando o dramatizando los incidentes más insustanciales.

Bien mirado, fue demasiado generosa, porque lo cierto es que el daño que me hago a mí mismo y a los demás con esta retahíla de defectos va mucho más allá del pequeño estropicio en el sembrado que causa el mulo sin querer, con las patas traseras, al abandonar la linde. A veces, con estas “pequeñas” imperfecciones, puedo llegar a malograr la cosecha entera con todas las patas y si me apuras con todo el cuerpo.

4 comentarios:

Sinretorno dijo...

conocer el diagnóstico ya es mucho...ahora hay que tratarlo ..

Zorro de Segovia dijo...


Sólo le conozco del blog, Mr. Neri, y es usted excesivo ... ¡hasta para fustigarse!
Sin duda, da usted unas terribles coces de cuando en cuando, pero mire, su inteligencia, aún ruda, está por encima de modas estéticas.

Tábano porteño dijo...

Valiente autocrítica, Neri.
No soy quien para dar consejos, pero sobre el tema de la formanción del carácter le recomiendo lea atentamente el parrafito acerca del "gentleman" de John Henry Cardenal Newman, que copio abajo. A mí me resultó más útil que libros enteros de otros autores.


"Es casi una definición del gentleman decir que es alguien que nunca inflige dolor. Esta descripción es, al mismo tiempo, refinada y, hasta donde llega, precisa. Él se ocupa principalmente en remover simplemente los obstáculos que impiden la acción libre y desvergonzada de aquéllos sobre él; y sigue sus movimientos antes que él mismo tomar la iniciativa. Sus cuidados pueden considerarse como el paralelo de lo que se conoce como comodidades o mejoras en arreglos de naturaleza personal: como una silla cómoda o un buen fuego, que hacen su parte en disipar el frío y la fatiga, aunque la naturaleza provea los medios tanto de descanso como de calor animal sin ellos. El verdadero gentleman, de modo similar, cuidadosamente evita lo que pueda golpear o sacudir las mentes de aquéllos a quienes estima; – todo choque de opiniones o colisión de sentimientos, toda restricción, o suspicacia, o abatimiento, o resentimiento; siendo su mayor preocupación hacer sentir a cada uno cómodo y en casa. Tiene sus ojos puestos sobre su entera compañía; es tierno con el tímido, apacible con el distante y compasivo con el absurdo; puede recordar con quién habla; se guarda de alusiones intempestivas o de temas que puedan irritar; rara vez busca sobresalir en la conversación, y nunca es fastidioso. Desestima los favores que hace y parece recibir cuando confiere. Nunca habla de sí mismo excepto cuando es obligado, nunca se defiende con una simple réplica, no tiene oídos para la difamación o el chisme, es escrupuloso al imputar motivos a los que tratan con él, e interpreta todo para lo mejor. Nunca es malicioso o trivial en sus discusiones, nunca toma ventajas deshonestas, nunca confunde personalidades o dichos agudos con argumentos, ni insinúa maldades que no se atreve a pronunciar. Desde su prudencia visionaria, observa la máxima del antiguo sabio, que debemos comportarnos hacia nuestro enemigo como si algún día pudiese ser nuestro amigo. Tiene demasiada sensatez como para verse afrentado por los insultos, está demasiado ocupado para recordar las injurias y es demasiado indolente para tener malicia. Es paciente, dueño de sí y resignado, sobre la base de principios filosóficos; se somete al dolor, porque es inevitable, a la pérdida, porque es irreparable, y a la muerte, porque es su destino. Si se involucra en una controversia de cualquier tipo, su intelecto disciplinado lo preserva de meter la pata."


John Henry Newman, The Idea of a University (1852).

Al Neri dijo...

Sinretorno, ahí le han dado.

Gracias, Zorro. Menos mal que ha vuelto a ser Zorro, en vez de Politícola.

Tábano, disto mucho de ser un gentleman, pero "¿quién ha dicho que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad?".