jueves, 14 de mayo de 2015

DEUDAS HISTÓRICAS

Piedra de Rosetta, en el British Museum

Una de las visitas que más he disfrutado en esta semana londinense ha sido la del British, probablemente el museo con las más valiosas colecciones arqueológicas y artísticas del mundo, con piezas como la Piedra de Rosetta, los mármoles del Partenon, el Ajedrez de Lewis, la Vasija de Portland, momias egipcias, bajorrelieves asirios y otros muchos tesoros de todas las civilizaciones del planeta desde varios milenos antes de Cristo.

Es bien conocida la vieja polémica sobre los métodos empleados por los británicos a lo largo de la historia para apropiarse de  muchos de estos símbolos emblemáticos de la cultura humana, y sobre la conveniencia de que sean devueltos a los países en cuyos territorios fueron hallados en su día. La controversia se ha avivado en los últimos cinco años debido a la política alemana de devolución parcial de las obras de arte de las que se incautó el Tercer Reich por media Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Sobre este último tema se ha rodado además, hace un año, una repulsiva americanada protagonizada por George Clooney cuyo único objetivo parece ser la deformación histórica en beneficio del Tío Sam.

Divagaciones cinematográficas aparte, debo admitir que mi postura acerca de estas cuestiones ha evolucionado recientemente. De toda la vida yo solía predicar con no poco ardor que los ingleses eran unos vulgares ladrones que habían practicado el pillaje por todos los rincones del mundo y que lo que procedía era vaciar inmediatamente sus museos, empezando por el Británico de Londres, y reintegrar las colecciones a sus países de origen, principalmente Egipto. Pero a raíz de la lectura de varios artículos especializados, no todos firmados por ingleses, me he dado cuenta de que en este problema concurren factores demasiado complejos y que es imprescindible una reflexión mucho más sosegada y mucho menos anglófoba que la mía para posicionarse correctamente.

Debo empezar aclarando que por muy etnocéntrica que parezca mi afirmación, no todas las naciones han sido ni son igual de importantes, ni han contribuido del mismo modo al progreso del género humano ni a la configuración de nuestro legado cultural. Qué duda cabe de que Inglaterra, un pueblo poco y mal romanizado, jamás se ha contado entre las naciones más civilizadas del orbe y que podríamos describir su experiencia colonial como un combinado explosivo de piratería, racismo, genocidio, puritanismo hortera y biblias manipuladas, pero al fin y al cabo tampoco podemos negar a los anglosajones sus méritos en el proceso de construcción de Europa, en la propagación del mensaje de Cristo por las regiones más recónditas de la Tierra y en el avance tecnológico a nivel internacional. A ello hay que añadir, mal que nos pese, que Reino Unido es en la actualidad una superpotencia, un estado moderno y pujante, con millones de visitantes extranjeros anuales y con todos los recursos técnicos y científicos a su disposición, mientras que la mayoría de las áreas geográficas que fueron “expoliadas” por el imperio inglés se encuentran administradas por salvajes, analfabetos o islamistas radicales. 

Por todo ello considero bastante lógico que muchos de los restos arqueológicos y obras de arte que los hijos de la Gran Bretaña sacaron de sus colonias para llevar a la metrópoli y que constituyen las claves para interpretar el gran periplo de la Humanidad estén en el British Museum y no en una choza de ladrillo y madera en una aldea subsahariana perdida de Dios. Comprendo que es preferible que la Piedra de Rosetta o unas momias de hace seis mil años estén custodiadas por los ingleses a que se encargue de su conservación la República Árabe de Egipto, que, sin ánimo de ofender, no me inspira la menor confianza, pues mañana mismo podría caer en manos de los energúmenos del Estado Islámico y ser pasto de las llamas, en cuestión de minutos, estos baluartes irrepetibles de la Historia Universal. Casi prefiero que Inglaterra siga gestionando, con mayor o menor legitimidad, estos objetos que encarnan las gestas de nuestros antepasados y nos ayudan a entender quiénes somos y de dónde venimos, a que se devuelvan a Siria, a la India, a Sudán, a Birmania, a Tanzania, a Nigeria o a Irán, donde vete tú a saber cómo los tratarían y qué tipo de acceso facilitarían al público extranjero. 

Reino Unido está en el epicentro cultural del planeta y todo el mundo visita Londres varias veces en su vida. Es un estado absolutamente concienciado con la universalidad de las obras que expone. Los grandes museos ingleses son de acceso gratuito. El país cuenta con los mejores especialistas y arqueólogos, que a su vez colaboran con los de otros países. Dispone de las mejores y más caras técnicas de conservación y gasta millones de libras anuales en investigaciones relacionadas con el patrimonio cultural. ¿Pueden ofrecer esto todos los países (muchos en vías de desarrollo) que pretenden exigir a Londres el reintegro de sus tesoros robados? Evidentemente, no. Por no entrar ya en otras cuestiones de legitimidad histórica en las que no me apetece enfangarme, pero, aparte de que la regla no escrita de todas las guerras es que el botín es para el vencedor, deberíamos tener en cuenta que cuando el Imperio británico colonizó estas zonas de la cuenca del Nilo o de Asia Central, en algunas de ellas no había países, ni estados, ni nada que se le pareciera, sino simples poblados de negritos u otros indígenas bramando “unga-unga” y matándose todo el día con los del pueblecito de un kilómetro más allá, en muchos casos sin ninguna conciencia identitaria y por supuesto sin conocimiento alguno de los restos históricos que escondían “sus” tierras. Así que no queda claro en nombre de qué o de quién piden ahora algunas “naciones” que les sean devueltas ciertas antigüedades.

Vamos,  que no me extraña nada que las reclamaciones en este sentido que ahora puedan formular, por ejemplo, Sudán del Sur o Uganda se las pasen los ingleses por la patilla. Dirán que a lo mejor son los sudaneses o los ugandeses los que tienen una deuda pendiente con Europa por haberles enseñado a santiguarse y a dejar de comerse a la gente.

8 comentarios:

Aprendiz dijo...

Comparto tu opinión Al Neri, sobre todo con el argumento de que muchos de estos países ni siquiera habrían valorado esos restos: "sin conocimiento alguno de los restos históricos que escondían “sus” tierras".

Pero habría que ver caso por caso; seguramente en algunos objetos se pueda hablar de robo, y por mucho que el British sea el British, si no le pertenece lo tendrá que devolver. Se tendría que demostrar.

Simplemente creo que muchos de estos objetos, salvo que se los quieran llevar a otro museo del nivel del que hablas, no tendrían el mismo valor. En Jaén tenemos el museo de arte Íbero con momia incluida, y no veo las colas para verlo... seguro que el Señor Momia sería más admirado en el British. Son como esos grandes músicos que tocan en el metro y nadie les hace ni caso y luego se forran en los conciertos. Todo es como lo vendas.

Anónimo dijo...

Le veo rendido a la perfida albión...

alco dijo...

Sus razonamientos son muy buenos, pero, ¿dónde está el límite entre lo que debe devolverse a su origen histórico y lo que no?
El botín de guerra nazi, ¿debe devolverse a los distintos estados europeos donde fué robado? la probabilidad de un estado destructor de la cultura en Europa es casi nulo, incluyendo la propia Alemania.
¿Debe devolver la actual Rusia todo lo que saqueó en Alemania al final de la guerra mundial?
¿deben devolverse los documentos del archivo de guerra de Salamanca a los distintos propietarios a los que les fueron incautados? Seguro que estos también los conservarían.
¿Debe devolver el obispado de Lérida las obras de arte que reclama el obispado de Barbastro? Tampoco hay ningna duda que estas obras serían bien conservadas en Barbastro.

Teutates dijo...

Llegué a la misma conclusión que usted cuando visité el Museo Egipcio de El Cairo, me dolía el alma y me destrozaba el corazón ver como estaban las antigüedades que allí se conservan apiladas unas sobre otras, sin ningún tipo de protección, sin ninguna clase de cuidado. O ver en la ciudad de Luxor como el trafico de vehículos, incluidos carros tirados por burros, transitaban por el paseo de esfinges que unía el templo de Luxor con el de Karnak. Una auténtica pena.

Al Neri dijo...

Aprendiz, tiene usted toda la razón. Hay que estudiar caso por caso. No tanto porque pueda considerarse que ha habido un robo (todas las ex colonias creen que se las ha expoliado), sino por otros motivos, como por ejemplo la relevancia y el valor del objeto, las características del país reclamante, su capacidad razonable de conservar el bien y las posibilidades de que, si se trata de una obra muy importante, pueda ser visitada fácilmente por estudiosos y turistas, no solo porque se permita el acceso a la misma, sino porque se pueda llegar al país en cuestión con normalidad, vamos que no esté en el culo del mundo, al margen de cualquier circuito turístico o su inestabilidad social, económica o política desincentive claramente las visitas.

Otro factor a tener en cuenta es la importancia real que esa obra u objeto tenga en la trayectoria histórica del país reclamante. Hay que valorar hasta qué punto la cultura y la historia de la nación reclamante tienen algo que ver con la civilización milenaria a la que pertenece el resto arqueológico , o sea si de verdad constituye una fuente cultural de ese país.

Por poner un ejemplo tonto no es lo mismo que Francia reclame a Alemania el yelmo de Carlomagno o una obra de arte de uno de sus más famosos pintores, a que una república subdesarrollada de África exija a Reino Unido un valioso tesoro del Antiguo Egipto cuando ni siquiera su territorio llegó a formar parte del Imperio Egipcio y el tesoro estaba allí porque un día lo perdió un faraón en una incursión fuera de sus fronteras.

A lo mejor con este comentario doy respuesta a algunas de las difíciles preguntas planteadas por Alco, aunque algunas yo sinceramente no sabría que responder porque ignoro los antecedentes.

Teutates, gracias por sus ejemplos, que complementan el post a la perfección.

Y, por cierto, y lo digo muy en serio, también habría que plantearse si ciertos restos arqueológicos deberían mantenerse en algunos de los países hispanoamericanos en los que actualmente se encuentran o ser reclamados por el Museo Arqueológico de Madrid, para darles mejor trato y mayor difusión internacional.

Anónimo dijo...

En resumen, que te has convertido en un nazi anglófilo.

Al Neri dijo...

¡Pues vaya un resumen!

Apuesto a que a usted, Anónimo, en el cole le ponían un cero en lectura comprensiva.

Llorente dijo...

Me alegro de comprobar que la evolución que siguió mi postura sobre este asunto está avalada por casos similares. He estado en el Británico, no en el de El Cairo, pero un amigo que estuvo en él me hizo exactamente la misma apreciación que Teutates, y eso se impuso a la anglofobia.
Sólo dos apreciaciones:
- Al mejor cuidado de las piezas en sí mismas, hay que añadir el tratamiento por la página web para los que no las pueden visitar presencialmente. Da gusto estudiar a través de la web del Británico, dudo que museos menores estén a la altura en ese aspecto.

- Señor Neri, no puedo compartir su apreciación de que Gran Bretaña ha contribuido al proyecto europeo. Se han pasado la vida fomentando enfrentamientos continentales de los que sacar tajada. Lo más sensato que hizo De Gaulle en su vida fue vetar dos veces su ingreso en la CEE.

Un saludo.