jueves, 30 de octubre de 2014

LA CORBATA DE PABLO IGLESIAS





Ayer me mandaron esta foto por whatsapp y mirándola me hice una pregunta que al principio me pareció frívola pero después no tanto: si tal como auguran las encuestas del CIS, Podemos se convirtiera en primera fuerza política y Pablo Iglesias llegara a la Moncloa, ¿se cortaría las greñas y se vestiría con traje y corbata, o llevaría las mismas pintas que ahora al Congreso de los Diputados y a las cumbres internacionales? ¿Se mantendría fiel a su imagen o haría como Felipe, que cambió su chaqueta de pana obrera por un Dolce&Gabbana nada más ganar las elecciones del 82?

Una de las pocas certezas que tenemos sobre el joven Iglesias es que no tiene un pelo de tonto. El líder de la formación neomarxista no da puntada sin hilo ni en su discurso ni en cuestiones de estética. Conoce de sobra la importancia de la asociación visual y sabe que en el cerebro de millones de españoles, aunque sea de forma subconsciente, hace ya años que están íntimamente asociadas la formalidad del terno azul con corbata sobria de nudo perfecto, y la figura del parásito apandador de las comisiones y las tarjetas negras. Los políticos del sistema visten como clones y su look ya es un símbolo de corrupción. 

A principios del siglo XX el frac y la chistera eran la insignia del capitalismo y los líderes revolucionarios vestían buzo azul, sombrero de paja de campesino o uniforme de soldado. En los años treinta, nazis y fascistas lucían ante las multitudes sus camisas de tela tosca frente al perifollo de los burgueses. A partir de los noventa los castristas y los populistas “bolivarianos” adoptaron la épica del chándal, que se había convertido en el atuendo de las masas humildes a las que decían representar. Y ahora los cabecillas de Podemos van a los mítines con camisa arremangada, vaqueros desgastados, chupa alternativa o corbatilla floja, tal como visten los jóvenes de hoy, los desheredados por una crisis que ha dejado al descubierto, entre otras muchas cosas, que el azul marino y el marengo burocrático de los diputados y los ministros están ribeteados de mierda hasta las solapas.

El partido de estos astutos profesores de Ciencias Políticas ha sabido intuir que la nueva generación valora más los hechos que la imagen, la eficiencia que la ceremonia, la transparencia en la gestión que la ropa protocolaria, y ha hecho ondear al viento la coleta de Pablo como una auténtica bandera de hartazgo, rebeldía e innovación contra la estirpe de politicastros con la que nuestra sociedad cada día se siente menos identificada.

Solo queda la duda de si esta novedad es una simple estrategia de marketing o vaticina un auténtico cambio de esquemas en nuestra forma de entender la política.


2 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Bravo Neri..Buena lección de sociología y política.
Poco más que añadir.
Ganarán ó no ganarán estos entusiastas muchachos?.La gente conservadora se dejará guiar por la ira ó por el miedo?. Yo me mojo: el miedo puede más que la ira.
Un abrazo a todos los viperinos.

Tábano porteño dijo...

Bueno, uno que fue consecuente con su rechazo de la corbata es Evo Morales:

http://www.larepublica.pe/07-11-2013/evo-morales-explico-por-que-no-usa-corbata-divide-el-pensamiento-del-sentimiento

Por cierto, en los primeros años de gobierno de Morales, grupos de campesinos y aborígenes solían acorralar a oficinistas y "burgueses" de algunas ciudades de Bolivia, los increpaban y, consecuentes con el líder... les tiraban de la corbata. Pero estas agresiones parece no pasaron de ahí, en gran medida gracias al tino o astucia del propio Morales, que evitó agitar el confrontamiento de clases, con el que perderían todos.