Me pasó el lunes. Estoy en mi despacho trabajando con el ordenador y de repente me entra un email de un tal José Luis, funcionario del Ministerio de Hacienda, al que no conozco absolutamente de nada. Me plantea sin preámbulos una duda sobre un expediente tramitado en mi departamento. No sé cómo ha conseguido mi dirección ni por qué se pone directamente en contacto conmigo, y menos por ese medio. Pero eso es lo de menos; lo que más me jode es que el correo comienza así:
“Hola.
El Ayuntamiento de (…) está interesado en la enajenación de un solar ubicado en la parcela (...) de la calle (…), etc…”
¿Hola? ¿Cómo que hola?
Me faltó un pelo para responderle lo mismo que el sargento Foley al recluta paleto que le saludó con un “hola” en Oficial y caballero (minuto 1:45 del vídeo):
“¿He oído bien? ¡Quiero oír el trato que me has dado! ¡Has dicho “hola”! No soy tu amigo, ni tampoco soy un tipo afeminado. ¿Es eso lo que piensas de mí? Ey, ¿quieres tocarme los huevos? ¿Por eso me has dicho “hola, sargento”? ¿Eres marica?”
Coñas aparte, parece claro que hay adultos a los que habría que enseñar modales, explicarles la forma correcta de encabezar una comunicación profesional dirigida a un desconocido. No se trata de emplear fórmulas arcaicas como “muy señor mío” o los formalistas –y falsos– “estimado” o “apreciado”. Pero para mí un simple “buenos días” y una somera presentación, indicando dónde se trabaja, son lo mínimo en casos como este.
Porque no sé, José Luis, pero venirme con un “hola”, así a saco, a mí me inquieta un poco. Esas confianzas hay que reservarlas para saludar cuando se entra en casa, se coincide en el ascensor con los críos del vecino, se aborda a una chavala en una discoteca o, en tu caso, a un chapero en un callejón. Pero yo no soy tu amigo, José Luis, ni me hace gracia que intentes ligar conmigo, que es lo que creo que buscas en el fondo, maricón, tantearme para ver si me pones una varita.
“Hola.
El Ayuntamiento de (…) está interesado en la enajenación de un solar ubicado en la parcela (...) de la calle (…), etc…”
¿Hola? ¿Cómo que hola?
Me faltó un pelo para responderle lo mismo que el sargento Foley al recluta paleto que le saludó con un “hola” en Oficial y caballero (minuto 1:45 del vídeo):
“¿He oído bien? ¡Quiero oír el trato que me has dado! ¡Has dicho “hola”! No soy tu amigo, ni tampoco soy un tipo afeminado. ¿Es eso lo que piensas de mí? Ey, ¿quieres tocarme los huevos? ¿Por eso me has dicho “hola, sargento”? ¿Eres marica?”
Coñas aparte, parece claro que hay adultos a los que habría que enseñar modales, explicarles la forma correcta de encabezar una comunicación profesional dirigida a un desconocido. No se trata de emplear fórmulas arcaicas como “muy señor mío” o los formalistas –y falsos– “estimado” o “apreciado”. Pero para mí un simple “buenos días” y una somera presentación, indicando dónde se trabaja, son lo mínimo en casos como este.
Porque no sé, José Luis, pero venirme con un “hola”, así a saco, a mí me inquieta un poco. Esas confianzas hay que reservarlas para saludar cuando se entra en casa, se coincide en el ascensor con los críos del vecino, se aborda a una chavala en una discoteca o, en tu caso, a un chapero en un callejón. Pero yo no soy tu amigo, José Luis, ni me hace gracia que intentes ligar conmigo, que es lo que creo que buscas en el fondo, maricón, tantearme para ver si me pones una varita.
1 comentario:
Pues yo después de leerte,he llegado a la conclusión de que este tipo te trato con un hola,porque seguro que no tienes ninguna foto con el pequeño Nicolas.Yo ya me he hecho una y no veas como me tratan,de usted para arriba.Claro que los andaluces somos muy avispados para eso y aprovechamos cualquier coyuntura que nos lleve a subir de categoría,debería aprender el resto de España.
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