Nos encanta, y especialmente en España, todo lo gratis y casi nunca nos damos cuenta de que lo gratis no existe, de que en cualquier servicio gratuito (por ejemplo de Internet) el verdadero precio somos nosotros mismos: nuestra intimidad, nuestro tiempo y también, aunque no lo creamos, nuestro dinero.
Charlaba hace un rato con un compañero sobre la necesidad o no de suscribirse a los periódicos digitales. Yo le decía que al grueso de la población una suscripción a El Mundo o a El País no le aporta ningún valor añadido, puesto que se conforma con las noticias abiertas de estos medios en Internet o con las que ofrece la prensa digital gratuita. Pero él me ha dado una respuesta que es para tomársela muy en serio. Me ha dicho que lo que la gente no se ha parado a pensar es en las consecuencias de informarse únicamente a través de páginas sin cargo y que si lo reflexionara un minuto a lo mejor le compensaba pagar los 5 ó 10 euros al mes que cuesta acceder a un periódico en red.
El coste de lo “gratis” consiste en un bombardeo indiscriminado de la publicidad que alimenta estos portales, con continuas ventanas emergentes que a veces no puedes cerrar de forma inmediata, con la consiguiente pérdida de tiempo y de paciencia; en una agresiva política de cookies que se traduce, después, en un acoso publicitario adaptado a tus hábitos de navegación y no pocas veces en desembolsos más o menos teledirigidos, y en una recopilación de datos sobre tu intimidad que es para poner los pelos de punta a poco que lo medites. A esto hay que añadir que si optas por estar al día de la actualidad a través de las redes sociales, estarás cediendo la identidad de todos tus contactos a vete tú a saber quién, amén de otras valiosas informaciones sobre ti mismo, por ejemplo tus ideas políticas.
Por último me asegura mi compañero que consumir prensa gratuita es sinónimo de estar mal informado, ya que, al vivir de la publicidad, este tipo de medios son todo menos independientes. El que quiera –me dice– información libre y neutral tiene que pagársela. Esto sí que no me convence nada, pues no creo que nadie discuta a estas alturas que las cabeceras de pago, los rotativos “serios”, están todos vendidos a la casta política, a las grandes multinacionales y las entidades financieras. Partiendo de que la independencia periodística no pasa de ser una quimera infantil, tendremos qué decidir si los periódicos que leemos los queremos pagar directa o indirectamente, y si preferimos que la información esté cocinada por los empresarios, por el Consejo de Ministros o por los herederos de Botín.
Charlaba hace un rato con un compañero sobre la necesidad o no de suscribirse a los periódicos digitales. Yo le decía que al grueso de la población una suscripción a El Mundo o a El País no le aporta ningún valor añadido, puesto que se conforma con las noticias abiertas de estos medios en Internet o con las que ofrece la prensa digital gratuita. Pero él me ha dado una respuesta que es para tomársela muy en serio. Me ha dicho que lo que la gente no se ha parado a pensar es en las consecuencias de informarse únicamente a través de páginas sin cargo y que si lo reflexionara un minuto a lo mejor le compensaba pagar los 5 ó 10 euros al mes que cuesta acceder a un periódico en red.
El coste de lo “gratis” consiste en un bombardeo indiscriminado de la publicidad que alimenta estos portales, con continuas ventanas emergentes que a veces no puedes cerrar de forma inmediata, con la consiguiente pérdida de tiempo y de paciencia; en una agresiva política de cookies que se traduce, después, en un acoso publicitario adaptado a tus hábitos de navegación y no pocas veces en desembolsos más o menos teledirigidos, y en una recopilación de datos sobre tu intimidad que es para poner los pelos de punta a poco que lo medites. A esto hay que añadir que si optas por estar al día de la actualidad a través de las redes sociales, estarás cediendo la identidad de todos tus contactos a vete tú a saber quién, amén de otras valiosas informaciones sobre ti mismo, por ejemplo tus ideas políticas.
Por último me asegura mi compañero que consumir prensa gratuita es sinónimo de estar mal informado, ya que, al vivir de la publicidad, este tipo de medios son todo menos independientes. El que quiera –me dice– información libre y neutral tiene que pagársela. Esto sí que no me convence nada, pues no creo que nadie discuta a estas alturas que las cabeceras de pago, los rotativos “serios”, están todos vendidos a la casta política, a las grandes multinacionales y las entidades financieras. Partiendo de que la independencia periodística no pasa de ser una quimera infantil, tendremos qué decidir si los periódicos que leemos los queremos pagar directa o indirectamente, y si preferimos que la información esté cocinada por los empresarios, por el Consejo de Ministros o por los herederos de Botín.
1 comentario:
"Soy libre":
http://castigatridendomoreselrustico.blogspot.com.ar/2014/10/freedom.html
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