Hace unas semanas vi la escalofriante película 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, basada en la autobiografía del negro Salomon Northup, que vivía libre y contento en el estado de Nueva York con su mujer y sus hijos cuando en 1841 (veinte años antes de la guerra) fue secuestrado por unos traficantes y vendido como esclavo en Louisiana, donde trabajó en condiciones casi animales en plantaciones de caña y de algodón durante más de una década, tratando de contactar en vano con sus amigos del norte. La cinta rezuma arte y calidad por los cuatro costados, Estamos ante una historia inolvidable, extremadamente dura, narrada en tono poético y con una fotografía soberbia. Nadie puede perderse esta fábula sobre los polos opuestos de la naturaleza humana: la barbarie y la inteligencia, la crueldad y el tesón, la desesperación y la fe.
Uno de los puntos que se tocan de refilón pero que a mí me ha hecho pensar bastante es la manipulación del mensaje cristiano que a lo largo de la historia hemos perpetrado los hombres para defender nuestros intereses. La esclavitud no ha sido una excepción. La Biblia que esgrimían los latifundistas sureños y los pastores protestantes locales para defender el comercio de negritos y los latigazos era la misma que inspiraba a los católicos y a los cuáqueros sus discursos abolicionistas. Con la religión cada uno ha arrimado siempre el ascua a su sardina.
Dándole vueltas al tema me acordé de la actitud histórica de la Iglesia hacia la esclavitud y no pude menos que sonreír. Es ya un clásico que la calaña progre, incluso sin creer en Dios, reivindique el Cristianismo de las catacumbas y acuse a los Papas de haberse apartado del mensaje genuino de Jesús y de sus primeros seguidores. Se olvidan de que la religión cristiana nació en la Antigüedad tardía, en la época del Imperio Romano, cuando la esclavitud era una realidad omnipresente, y de que la Iglesia de entonces no se planteó, ni mucho menos formuló, la menor crítica a una institución tan abominable. Durante mucho tiempo se limitó a recomendar a los propietarios de esclavos que les brindasen un trato humano, pero insistiendo a estos últimos en la importancia de la resignación e instándoles a obedecer a sus amos “como obedecerían a Cristo”. Se predicaba la igualdad formal entre libres y esclavos, y el hermanamiento de todos, pero por ejemplo un esclavo jamás podía ordenarse sacerdote sin consentimiento de su dueño legítimo.
Muchas cosas tuvieron que cambiar para que la Iglesia Católica se sensibilizara primero y después se atreviera a condenar públicamente el tráfico y la compraventa de seres humanos. En concreto hay que esperar a 1462 para que un Papa (Pío II) arremeta por primera vez contra estas actividades, calificándolas de “magnum scelus” (gran crimen). Es en el siglo XV, coincidiendo con la conquista y colonización de América, cuando se multiplican las condenas papales, revelándose así una actitud inequívoca de Roma hasta la abolición de la esclavitud en todos los países a principios del siglo pasado.
¿Por qué un silencio de quince siglos de la Iglesia sobre una cuestión tan escabrosa y tan manifiestamente contraria a los valores evangélicos? Es muy difícil responder y conviene tener en cuenta las circunstancias históricas. Hay quien opina que en sus orígenes el Cristianismo aceptaba sin más la sociedad tal cual era, tratando de influenciarla para su transformación solo a través de las almas individuales, es decir sin entrar en política, algo que no termina de encajar con otras actitudes bastante valientes (aunque a mi juicio equivocadas) de los cristianos primigenios, como por ejemplo su negativa a alistarse como soldados. También hay quien argumenta que aquella Iglesia de la era romana no tuvo fuerza ni valor para hacer frente a un fenómeno tan arraigado en la sociedad, ya que, de haberse opuesto, habría corrido grave riesgo la expansión de nuestra Fe.
En mi opinión hay muchos más factores que pueden explicarlo. Uno de ellos, mal que a muchos les pese, es el carácter embrionario de la moral cristiana en los primeros siglos después de Cristo. La Doctrina y el Magisterio precisaron de un desarrollo de muchos años para definir posturas nítidas ante los grandes problemas de la sociedad en la que el Cristianismo se incardinaba. En los pocos siglos de Imperio Romano que vivió la Iglesia no tuvo tiempo ni madurez para afianzar sus posiciones, y en la Alta Edad Media, como consecuencia de las invasiones germánicas, puede decirse que la esclavitud desapareció en Europa y fue reemplazada por la figura de la servidumbre: los siervos de la gleba sí eran libres aunque estaban adscritos de por vida a una tierra concreta. Así pues la Iglesia primitiva vivió una experiencia esclavista tan corta que no tuvo ocasión de asentar su criterio.
En la Edad Media el poder eclesiástico acumula grandes propiedades y, con ellas, multitud de siervos, destacándose por su comportamiento humanitario y por la liberación de muchos de ellos, hasta la definitiva desaparición del vínculo servil en los países católicos (en los protestantes se prolongó mucho más tiempo). Por otra parte, en los casos aislados de esclavización de prisioneros musulmanes que se dieron durante la Reconquista española o en las guerras contra el Turco en todo el Continente, se otorgaba la libertad a cambio del bautismo. Varias órdenes católicas (Trinitarios, Mercedarios) y San Vicente de Paúl dieron muestras de una especial sensibilidad hacia los cristianos capturados por la morisma, fundando misiones para rescatarlos (salvaron a más de un millón) y construyendo, en los siglos XV y XVI, numerosos hospitales para estos esclavos.
El año 1492 marca un punto de inflexión en la doctrina cristiana sobre la esclavitud. El trato a los indios por parte sobre todo de algunas potencias, y la captura y el tráfico masivo de indígenas negros, provocan las primeras censuras públicas y claras de la Jerarquía contra una de las prácticas más aberrantes de la historia de la Humanidad y que, sin embargo, como hemos visto, ha sido valorada de diferente modo según las circunstancias socioeconómicas y políticas de cada momento.
Uno de los puntos que se tocan de refilón pero que a mí me ha hecho pensar bastante es la manipulación del mensaje cristiano que a lo largo de la historia hemos perpetrado los hombres para defender nuestros intereses. La esclavitud no ha sido una excepción. La Biblia que esgrimían los latifundistas sureños y los pastores protestantes locales para defender el comercio de negritos y los latigazos era la misma que inspiraba a los católicos y a los cuáqueros sus discursos abolicionistas. Con la religión cada uno ha arrimado siempre el ascua a su sardina.
Dándole vueltas al tema me acordé de la actitud histórica de la Iglesia hacia la esclavitud y no pude menos que sonreír. Es ya un clásico que la calaña progre, incluso sin creer en Dios, reivindique el Cristianismo de las catacumbas y acuse a los Papas de haberse apartado del mensaje genuino de Jesús y de sus primeros seguidores. Se olvidan de que la religión cristiana nació en la Antigüedad tardía, en la época del Imperio Romano, cuando la esclavitud era una realidad omnipresente, y de que la Iglesia de entonces no se planteó, ni mucho menos formuló, la menor crítica a una institución tan abominable. Durante mucho tiempo se limitó a recomendar a los propietarios de esclavos que les brindasen un trato humano, pero insistiendo a estos últimos en la importancia de la resignación e instándoles a obedecer a sus amos “como obedecerían a Cristo”. Se predicaba la igualdad formal entre libres y esclavos, y el hermanamiento de todos, pero por ejemplo un esclavo jamás podía ordenarse sacerdote sin consentimiento de su dueño legítimo.
Muchas cosas tuvieron que cambiar para que la Iglesia Católica se sensibilizara primero y después se atreviera a condenar públicamente el tráfico y la compraventa de seres humanos. En concreto hay que esperar a 1462 para que un Papa (Pío II) arremeta por primera vez contra estas actividades, calificándolas de “magnum scelus” (gran crimen). Es en el siglo XV, coincidiendo con la conquista y colonización de América, cuando se multiplican las condenas papales, revelándose así una actitud inequívoca de Roma hasta la abolición de la esclavitud en todos los países a principios del siglo pasado.
¿Por qué un silencio de quince siglos de la Iglesia sobre una cuestión tan escabrosa y tan manifiestamente contraria a los valores evangélicos? Es muy difícil responder y conviene tener en cuenta las circunstancias históricas. Hay quien opina que en sus orígenes el Cristianismo aceptaba sin más la sociedad tal cual era, tratando de influenciarla para su transformación solo a través de las almas individuales, es decir sin entrar en política, algo que no termina de encajar con otras actitudes bastante valientes (aunque a mi juicio equivocadas) de los cristianos primigenios, como por ejemplo su negativa a alistarse como soldados. También hay quien argumenta que aquella Iglesia de la era romana no tuvo fuerza ni valor para hacer frente a un fenómeno tan arraigado en la sociedad, ya que, de haberse opuesto, habría corrido grave riesgo la expansión de nuestra Fe.
En mi opinión hay muchos más factores que pueden explicarlo. Uno de ellos, mal que a muchos les pese, es el carácter embrionario de la moral cristiana en los primeros siglos después de Cristo. La Doctrina y el Magisterio precisaron de un desarrollo de muchos años para definir posturas nítidas ante los grandes problemas de la sociedad en la que el Cristianismo se incardinaba. En los pocos siglos de Imperio Romano que vivió la Iglesia no tuvo tiempo ni madurez para afianzar sus posiciones, y en la Alta Edad Media, como consecuencia de las invasiones germánicas, puede decirse que la esclavitud desapareció en Europa y fue reemplazada por la figura de la servidumbre: los siervos de la gleba sí eran libres aunque estaban adscritos de por vida a una tierra concreta. Así pues la Iglesia primitiva vivió una experiencia esclavista tan corta que no tuvo ocasión de asentar su criterio.
En la Edad Media el poder eclesiástico acumula grandes propiedades y, con ellas, multitud de siervos, destacándose por su comportamiento humanitario y por la liberación de muchos de ellos, hasta la definitiva desaparición del vínculo servil en los países católicos (en los protestantes se prolongó mucho más tiempo). Por otra parte, en los casos aislados de esclavización de prisioneros musulmanes que se dieron durante la Reconquista española o en las guerras contra el Turco en todo el Continente, se otorgaba la libertad a cambio del bautismo. Varias órdenes católicas (Trinitarios, Mercedarios) y San Vicente de Paúl dieron muestras de una especial sensibilidad hacia los cristianos capturados por la morisma, fundando misiones para rescatarlos (salvaron a más de un millón) y construyendo, en los siglos XV y XVI, numerosos hospitales para estos esclavos.
El año 1492 marca un punto de inflexión en la doctrina cristiana sobre la esclavitud. El trato a los indios por parte sobre todo de algunas potencias, y la captura y el tráfico masivo de indígenas negros, provocan las primeras censuras públicas y claras de la Jerarquía contra una de las prácticas más aberrantes de la historia de la Humanidad y que, sin embargo, como hemos visto, ha sido valorada de diferente modo según las circunstancias socioeconómicas y políticas de cada momento.
11 comentarios:
El pasado diciembre falleció el historiador colombiano Luis Corsi Otálora, que sostuvo tesis muy polémicas acerca de los procesos independentistas de los países hispanoamericanos y el papel de criollos, realistas y la Iglesia en esos períodos. En uno de sus libros, "Viva el Rei (los negros en la Independencia)", sostiene que los negros apoyaron en su mayoría la causa de la monarquía católica contra los (presuntamente) liberalmasones independentistas. Aquí, algún dato sobre el autor y el libro:
http://luiscorsiotalora.blogspot.com.es/
Y, por si pudiera interesar, dejo otro enlace a un artículo relacionado:
http://www.paisesmadrilenos.com/t16200-cuando-los-esclavos-negros-de-norteamerica-querian-ser-espanoles
Tábano porteño
Pues el tema da mucho de sí.Yo espero que los pesos nada pesados,den su opinión fundamentada de la postura de los primeros cristianos respecto a la Esclavitud.Los andaluces también pueden comentar, pero sin meterse en muchos jardines eh...Que seos conozco.
Yo no sé si en el mundo judío existía la esclavitud, , (al parecer sí), , ni que connotaciones tenía. Cristo si que fue bastante rotundo a la hora de señalar que el camino hacia el Padre, pasaba por servir y no por ser servido.
Pero lo cierto es que no hay mención explícita en el Evangelio, donde se nombra con naturalidad en parábolas a los criados, pero jamás a los esclavos.
No sé los Pablos y demás continuadores, que dijeron.
Yo creo que como dato significativo, si que es necesario señalar que cuando hablamos de primeros cristianos, apenas si podemos referirnos a dos ó tres años, creo yo.
La Iglesia pasó de perseguida a perseguidora en unos tres siglos no?.
FDO. PROGRE QUE HABLA DEL CRISTIANISMO DESDE EL AGNOSTICISMO y QUE CREE IMPRESCINDIBLE QUE LA IGLESIA RETORNE A SUS ORÍGENES.
Da mucho que pensar sobre el cristianismo. en el post se intenta justificar por que la Iglesia no se pronuncio en contra de la esclavitud durante tantos siglos, y se dice que "vivió una experiencia esclavista tan corta que no tuvo ocasión de asentar su criterio", pero tambien dices que el esclavismo es "una cuestión manifiestamente contraria a los valores evangélicos". Por eso yo sigo sin entender porque la Iglesia no se oponía a la esclavitud siendo como era una barbaridad contraria a la esencia del Evangelio se mire por donde se mire. No digo ya oponerse en público pero no entiendo porque se permitía a cristianos tener esclavos sin problemas.
Perdón, he cometido un error impropio de un castellano viejo.En el antepenúltimo párrafo me refiero a dos ó tres siglos, y no años.
Buen miércoles a todos, pisha.
Joder, qué capullos sois los católicos, sabios y andaluces, (sabéis que es coña) de este blog. Sus lo digo en serio, decid algo por favor de este tema. Me interesa mucho vuestra opinión, Lux, C.S, Aprendiz, Lozanas, Tablones, Nagores, Brisas, Arusa, Arús, Dulcinea y demás.No seais rancios, cojones.
Dice Ud: "que la Iglesia de entonces no se planteó, ni mucho menos formuló, la menor crítica a una institución tan abominable" Está en un error. Pdría citarle mil cosas, pero vamos a los textos más antiguos del cristianismo. Primero, la carta de Pablo a los Gálatas, en la que el apóstol expresa claramente cómo es la justicia en Cristo, basada en la igualdad entre todos los hombres, y así declara: "No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús" (Gal. 3,28) Pero Pablo tiene además una carta enterita dedicada al asunto: la carta a Filemón. Pablo está en una cárcel romana acompañado por un esclavo fugado: Onésimo (muy clara debía tener Onésimo la opinión de Pablo sobre la esclavitud, porque, siendo esclavo fugado, el último sitio donde se me ocurriría ocultarme sería en una cárcel romana) y escribe a Filemón, el amo del esclavo, primero rogándole y después, directamente ordenándole, no sólo que le de la libertad, sino que lo reciba como a un hermano. Otra cosa es que, después de la declaración del cristianismo como religión oficial del Imperio (cuando era el emperador el que convocaba y subvencionaba los concilios)las cosas se apañaran para dar gusto a los propietarios de esclavos y se contemporizara en favor de los poderosos. Pero los principios fundacionles están ahí y son innegables.
Brujo, tengo entendido que en tiempos de Cristo la esclavitud llevaba ya algunos siglos abolida en Judea por considerar que todos los hombres eran hijos de Dios, y que incluso había alguna facción judía con posturas muy radicales en la materia que criticaba la posesión de esclavos incluso por los romanos y los extranjeros.
Algo importante que debemos tener en cuenta al valorar la postura cristiana primitiva sobre la esclavitud es que en nuestros días nuestro concepto de esclavo está demasiado condicionado por la imagen cinematográfica del tráfico de indígenas africanos con toda la crueldad que conllevaba, cuando en la Antigüedad se trataba de un estatus muy distinto, no vinculado a la raza en absoluto, y cuyo origen era muy variado (guerras, deudas económicas, etc)
Hola, C.S., me alegro de verla por aquí. Sinceramente me desagrada su rotunda afirmación de que estoy en un error, pues me parece que no viene a cuento cuando estamos abordando un tema complejo y sujeto a interpretación. Mis entradas sobre historia casi siempre son fruto de mis lecturas de varias semanas sobre alguna cuestión que me interesa y le aseguro que tengo mucho cuidado de lo que escribo. De mi somera investigación sobre la relación entre esclavitud y cristianismo he sacado las siguientes conclusiones que, como ve, difieren bastante de las suyas:
- Estoy de acuerdo con usted en que a la Iglesia primitiva, por razones obvias, le desagradaba la esclavitud. Lo único que yo digo es que no la criticó ni mucho menos condenó.
- Ningún teólogo considera los textos de Pablo que usted cita como declaración programática cristiana contra la institución esclavista y, de hecho, en la carta de Pablo a Filemón (puramente doméstica y particular) ni siquiera está claro que su intención fuera la liberación de Onésimo, sino más bien un llamamiento a la reconciliación entre amo y esclavo, cuya relación jurídica no se cuestiona.
- En otras epístolas de Pablo que usted conoce muy bien y que si quiere le cito, se exhorta claramente a los esclavos a la sumisión a sus amos.
- En los primerísimos tiempos del Cristianismo, había muchos cristianos que poseían esclavos y la Iglesia no decía ni pamplona.
- Como ya he dicho pero intento explicar mejor, los primeros cristianos no tienen ninguna intención de criticar abiertamente las estructuras seculares, sino que intentan cambiar las conciencias individuales para que a través de ellas puedan propiciarse estructuras más humanitarias. El cristianismo se negaba a ser un movimiento político o social, y además los primeros seguidores de Cristo se mostraban muy cautos porque pendía sobre sus cabezas la acusación de subversivos. Por ello se limitaban a predicar el mensaje de Cristo y de Salvación sin meter el dedo en el ojo al poder establecido, y a regular la organización de las relaciones humanas únicamente en el ámbito de sus comunidades religiosas.
- Por último, discrepo frontalmente de su visión de las consecuencias del Edicto de Tesalónica. Para mí supone probablemente el hito más importante en la historia de la Fe cristiana, ya que permitió su expansión a todos los rincones del Imperio y, lo más importante, otorgó a la Iglesia una fuerte influencia en la sociedad que ya sí la permite (no antes) transformar muchas estructuras injustas y humanizar profundamente las relaciones políticas y sociales.
Contrariamente a lo que usted opina, es a partir de la declaración del Cristianismo como religión oficial, cuando los cristianos están en posición de transformar la vida social. Gracias a ellos, por poner varios ejemplos, es abolida la crueldad en el circo; se multiplican las instituciones de asistencia social; se protege a viudas, huérfanos y pobres contra los abusos de los terratenientes; se prohíbe la usura; se humanizan las cárceles, y se suavizan las condiciones de los esclavos, simplificándose enormemente, por ejemplo, el procedimiento de manumisión o criticándose la venta de esclavos cristianos a amos paganos. Eso sí, la institución servil estaba tan arraigada todavía que se sigue aceptando, sin cuestionar su legitimidad. Pero gracias a la oficialidad del Cristianismo fueron manumitidos muchos miles de esclavos.
Ojalá el Catolicismo fuera hoy la religión oficial en España pues le aseguro que disfrutaríamos de una sociedad mucho más justa y humanizada.
Sí que veo ahora un poco desabrida la respuesta, Sr. Neri. Atribuya mi falta de modales a la prisa por entrar en materia y no a un intento de ofender (nada más lejos de mi intención)Sin embargo le diré que hay muchísimos especialistas que sí cinsideran los escritos paulinos una declaración programática contra la esclavitud. En concreto, en las cartas paulinas auténticas (Romanos, Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses y Filemón, todo lo que se dice va en esta línea. Donde viene la teoría edulcorada es en las pseudoepigáficas, que no fueron escritas por él, sino atribuídas a él, pues son muy distintas en estilo, vocabulario, tono y estilo...Yasé que la carta a Filemón no es un tratado abstracto sobre la esclavitud en general, sino una respuesta práctica sobre un esclavo en particular. Lamento la ofensa....un abrazo
No ha sido ninguna ofensa, C.S.. :-)
Ya me deja roto con las cartas auténticas o falsas. Yo desde luego no soy teólogo y me importa un pito la autoría de las epístolas a los Efesios y a los Colosenses, donde Pablo o quien sea exhorta a los esclavos a ser dóciles a sus amos. Lo que me interesa a los efectos que estamos discutiendo es que las cartas aparecen en el Nuevo testamento, igual que la primera de Pedro donde se dice a los esclavos que sean obedientes a los señores, "no solo a los buenos y moderados, sino a los de recia condición".
Si resulta que hay textos falsos en el Nuevo Testamento o que no reflejan el sentir de los primeros cristianos, entonces me rindo, C.S..
Sr. Neri, dice usted: «Algo importante que debemos tener en cuenta al valorar la postura cristiana primitiva sobre la esclavitud es que en nuestros días nuestro concepto de esclavo está demasiado condicionado por la imagen cinematográfica del tráfico de indígenas africanos con toda la crueldad que conllevaba, cuando en la Antigüedad se trataba de un estatus muy distinto, no vinculado a la raza en absoluto, y cuyo origen era muy variado (guerras, deudas económicas, etc)».
No puedo estar más de acuerdo con usted. Hagámoslo pues: tengámoslo en cuenta. Chimpún.
Retomando lo de la cinematografía...
Si el trabajo me lo permite, hoy tengo pensado ver 12 años de esclavitud. Siempre me gustó Steve McQueen (especialmente en La huida -The Getaway, 1972-). Me asombra que 34 años después de morir acepté el papel de director de 12 años de esclavitud. Eso sólo hace un crack. Lo de menos es que resucité y ahora sea negro, lo llamativo es que para meterse más en el papel haya cogido algo de peso. Lo dicho, un crack.
Aunque, bien pensado, quizás se haya pasado de celo. Al respecto, hay una anélssdota muy graciosa. Estando Laurence Olivier y Dustin Hoffman rodando Marathon Man (1976) tocaba que Hoffman rodase una escena en la que su personaje aparecía muy perjudicado, demacrado, entre varias otras cosas, por varias noches sin dormir. Y así lo hizo Dustin Hoffamn. Estuvo varias noches (con sus días, supongo) sin dormir, ni comer, y maltratándose cuanto pudo: viendo en ese tiempo la tele, oyendo chirigotas sin parar, autolesionándose, leyendo las obras completas de José Antonio…
Al llegar al plató, hecho polvo pero satisfecho, le contó a Olivier cómo se había preparado el papel para ese día.
Sir Laurence, le escuchó impertérrito y, finalmente, le contesto con su característica flema:
—Quillo, pisha, ¿y no te es más fácil actuar?
(Dustin Hoffaman siempre lo ha negado, aclarando que para castigarse para dichas escenas se limitó a leer los comentarios de Luxindex. No sé…).
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