A veces pasa que no tenemos ni idea de algo pero por diferentes motivos no queremos, ni podemos ni debemos admitir abiertamente nuestra ignorancia. En el trabajo yo creo que nos ha pasado a todos, a veces por ser nuevos en un puesto y otras por carecer de la formación adecuada para el mismo.
Sin embargo no todo el mundo disimula igual de bien. Algunos no hace falta que digan nada porque con el careto que ponen al hacerles la pregunta ya adivinamos que no saben ni papa del tema. Otros en cambio le echan una jeta asombrosa y hasta quedan fenomenal.
Recuerdo mi primer día de trabajo. Fue en un puesto con funciones de asesoramiento en el que me llamaban por teléfono y me hacían a bocajarro preguntas muy inquietantes, de cuya respuesta a veces dependía el futuro de un menor o los ingresos anuales de una familia. A pesar de mi preparación, a veces yo no tenía ni puta idea, sobre todo si se trataba de cuestiones muy específicas. La tentación del novato es dar siempre una respuesta rápida, para salvar el ego, arriesgando a veces al 50%, pero yo pronto me di cuenta de que esa actitud podía minar mucho más mi dignidad profesional que reconocer honradamente que en ese momento no podía contestar y que necesitaba un tiempo para estudiar el asunto. Con los años se van cogiendo tablas y luego ya no necesitas meditar para ofrecer soluciones, pero al principio hay que ser honestos.
Pero, vamos, que el tema en cualquier caso es cómo disimular y capear el temporal lo mejor posible. Yo he visto cientos de situaciones así en compañeros de curro, y, la verdad, a veces te partes.
La técnica más valiente es la de un amigo mío que cuando le soltaban un rollo y al final le cascaban la duda de turno, miraba fijamente y muy serio a su interlocutor y le soltaba, con dos cojones, quedándose tan pancho:
- Lo desconozco.
El de la duda decía “ah, vale”, se levantaba, se iba y asunto concluido. Fíjate qué fácil.
Pero hay trucos mucho más depurados. A otra compañera, una jefa con más conchas que un galápago, cuando venía uno de su equipo con un expediente a que le ayudara a salir de algún escollo y ella no sabía ni por dónde cogerlo, se ponía a vocearle:
- ¿Y me vienes con estas? ¿Tú, responsable de la sección de ayudas, vienes a preguntarme el abecé de las subvenciones? –el otro le miraba acojonadico- . Veo que no has estudiado el expediente, porque para preguntarme lo que me preguntas, es que ni te lo has leído. Ponte a ello, por favor, y cuando hayas valorado todas las opciones, hablamos, que no tengo tiempo para estos berenjenales…
Otra táctica vieja es la de la reunión:
- Perdona, Manolo, estamos atascados: ¿esperamos el informe de contabilidad o lo lanzamos todo hoy mismo para que pueda salir esta semana y nos arriesgamos?
Recuerdo mi primer día de trabajo. Fue en un puesto con funciones de asesoramiento en el que me llamaban por teléfono y me hacían a bocajarro preguntas muy inquietantes, de cuya respuesta a veces dependía el futuro de un menor o los ingresos anuales de una familia. A pesar de mi preparación, a veces yo no tenía ni puta idea, sobre todo si se trataba de cuestiones muy específicas. La tentación del novato es dar siempre una respuesta rápida, para salvar el ego, arriesgando a veces al 50%, pero yo pronto me di cuenta de que esa actitud podía minar mucho más mi dignidad profesional que reconocer honradamente que en ese momento no podía contestar y que necesitaba un tiempo para estudiar el asunto. Con los años se van cogiendo tablas y luego ya no necesitas meditar para ofrecer soluciones, pero al principio hay que ser honestos.
Pero, vamos, que el tema en cualquier caso es cómo disimular y capear el temporal lo mejor posible. Yo he visto cientos de situaciones así en compañeros de curro, y, la verdad, a veces te partes.
La técnica más valiente es la de un amigo mío que cuando le soltaban un rollo y al final le cascaban la duda de turno, miraba fijamente y muy serio a su interlocutor y le soltaba, con dos cojones, quedándose tan pancho:
- Lo desconozco.
El de la duda decía “ah, vale”, se levantaba, se iba y asunto concluido. Fíjate qué fácil.
Pero hay trucos mucho más depurados. A otra compañera, una jefa con más conchas que un galápago, cuando venía uno de su equipo con un expediente a que le ayudara a salir de algún escollo y ella no sabía ni por dónde cogerlo, se ponía a vocearle:
- ¿Y me vienes con estas? ¿Tú, responsable de la sección de ayudas, vienes a preguntarme el abecé de las subvenciones? –el otro le miraba acojonadico- . Veo que no has estudiado el expediente, porque para preguntarme lo que me preguntas, es que ni te lo has leído. Ponte a ello, por favor, y cuando hayas valorado todas las opciones, hablamos, que no tengo tiempo para estos berenjenales…
Otra táctica vieja es la de la reunión:
- Perdona, Manolo, estamos atascados: ¿esperamos el informe de contabilidad o lo lanzamos todo hoy mismo para que pueda salir esta semana y nos arriesgamos?
- Ummmmm, errrrr….Convoca ahora mismo una reunión con contabilidad, con Fernando y con la empresa, que quiero contar con todos los puntos de vista…
También algunos utilizan la estrategia de la tinta de calamar:
- Oye, jefe, hoy ha salido el Real Decreto en el B.O.E. ¿Vamos a sacar un decreto nosotros o no? Tienes muy poco plazo para decidirlo.
- Esto…pues… buf, el tema es muy complejo y ahora mismo la pelota no está en nuestro tejado. Tienen que pronunciarse los técnicos y valorarlo Hacienda, a ver si es viable, y además a ver qué dicen las demás Comunidades y la Federación de Municipios y Provincias… Vamos a darnos un tiempo...
Pero sin duda, la mejor triquiñuela de todas era la que utilizaba una jefa que tuve hace años y de la que ya he hablado en La pluma. Esta mujer sí que no tenía ni flores de las materias que gestionaba y se pasaba la vida toreando los marrones, enjaretándoselos al que pillara, haciéndose la longuis, disimulando y, eso sí, saliendo en la foto y haciendo un continuo alarde de habilidades directivas y de cercanía a sus subordinados. Lo que pasa es que había un compañero muy cabrón que a la mínima oportunidad conseguía acorrarlarla en una reunión, siempre con bastante público, y le hacía alguna pregunta concreta sobre un expediente para ponerla en ridículo:
- Mari Mar, aprovechando que estamos reunidos, quería plantearte un tema, a ver si nos orientas, por favor.
Ella ponía una cara de mala leche que solo le faltaba resoplar:
- Dime a ver, Juanjo, que andamos muy mal de tiempo.
Y entonces el muy canalla le contaba la película entera:
- Pues verás, es que hemos mandado una notificación sin recibí, y resulta que ha venido la interesada y hemos aprovechado para levantar una diligencia, pero ha vuelto a venir ayer, esta vez con su abogado y, bla, bla, bla, bla -así diez minutos, y concluía- : Entonces, ¿qué hacemos?, ¿practicamos de nuevo la notificación, desestimamos la solicitud directamente, le requerimos de subsanación o le decimos que espere y recurra?
La cara de Mari Mar era la de un jugador de póker: profesional, inescrutable. De pronto se ponía en pie dispuesta a largarse a su despacho, y sentenciaba:
- Lo que proceda, Juanjo. Haced lo que proceda.
8 comentarios:
Soberbio, Al Neri, no he podido parar de reír, sobretodo con el post de "Jefas y jefes". Como estudiante-no-currante que soy no tengo experiencias como subordinado, pero anécdotas de jefes como éstas u otras que me cuenta mi padre hacen que me entren ganas de empezar a trabajar.
¿A qué se debe el post, por cierto? Intuyo que ha presenciado alguna situación parecida en el trabajo en los últimos días.
Sin duda la mejor opción de todas sobre todo cuando uno va de novato, es reconocer que no se tiene ni idea de nada pero mostrar mucho interés de aprender. Es de tontos intentar hacer creer que uno sabe resolver cosas a las que se enfrenta por primera vez.
La gente desde luego es muy original para quitarse el muerto de encima y echárselo a otros, si lo fuera también para solucionar los problemas...
Yo me he visto en muchas de estas.
Si se trata de una reunión, procuro escrutar al personal, y optar por adherirme incondicioanlmente a las tesis del que intuyo es el más listo de los allí presentes.
Otro recurso más ruin es enquistar una discusión en el lugar que más se domina,(esto solo si hay peligro de muerte); o por el contrario, enmarañarlo todo y recurrir a la táctica del aspersor.Lairalo todo.
Otro salvavidas ocasional puede ser politizar la discusión.
Por último siempre se ha de respetar la máxima del sabio:
es preferible callar y parecesr idiota , que hablar y despejar las dudas.
PUTOS LUNES.
Muy buena su entrada, creo que todos los que llevamos un mínimo bagaje laboral nos hemos encontrado en una situación de estas. En mi caso que mi trabajo es asesoría, la respuesta que más utilizo en estos casos es. "Mmmm esta cuestión requiere un análisis en profundidad de su caso, creo tener la respuesta, pero déjeme estidiarlo y se lo resuelvo con total seguridad mañana." Cuando creo que es una cuestión demasiado complicada directamente respondo que no tengo N.P.I.
Veo que lleva usted unos días quemado con asuntos de trabajo, ¿no es así?
Para mí, lo malo no es que el que tiene dudas o no sabe hacer una cosa. Todos hemos tenido que empezar y buscarnos la vida. Lo malo es el zángano o el suda al que le importa un pimiento.
Va a hacer un año que tuve que poner las pilas a un tío bastante mayor que yo. Vago, mentiroso, suda... Vamos, una joya.
Y al terminar, me suelta: "Es que yo no sé lo suficiente. ¿Qué hago cuando no sepa algo?"
Le dije: "Mira, en mayo vino una interina de 25 años que no había trabajado nunca en esto. Y siempre sacó el trabajo adelante. Muy bien, además. Lo que hizo fue espabilarse y preguntar cosas concretas cuando no sabía hacer algo".
El suda: "¿Y a quién pregunto? ¿a ti, a fulanito, a menganito?"
Yo: "A quien quieras. Como si tienes que llamar al Papa de Roma y pedirle audiencia y consulta. Pero espabila."
Tablones, afortunadamente en mi actual trabajo estoy rodeado de gente muy competente que lo sabe todo.
Aprendiz, 100% con usted, pero en esta vida no siempre se puede ser tan honesto como nos gustaría...
Teutates, lo malo es que agunos deberían decir NPI cada vez que les preguntan y es por ello que se inventan toda clase de subterfugios. Los que no tienen ni idea de una cosa de cada cien que les preguntan no necesitan andar con disimulos (por ejemplo, mi amigo de "lo desconozco"), pero si la proporción es al revés, o disimulan o se van a la puta calle.
Brujo, también me dijo usted un día un truco genial, ¿recuerda?: en una reunión en la que no tienes ni puta idea opinar lo mismo que el que corta el bacalao o que el que al final va a decidir.
Subdire, no es un post crítico, sino casi humorístico sobre las estratagemas para aparentar saber algo que no se sabe. Los que se sepan alguna que la cuenten, por favor...
bueno, no es por dar ideas, pero el truco "La Cizaña" casi siempre funciona en reuniones (y hasta en foros de Internet). Ante una pregunta incómoda, desviadla pidiendo opinión a otro de los asistentes, siempre al que peor relación tenga con el que formuló la pregunta. Si no se enganchan a la primera, ... rebotar de nuevo: "qué interesante respuesta, Sr. Mengano, ¿se da usted por satisfecho con la solución que ofrece Zutano?"
Resolver, no resolvemos nada, pero los espectadores que saben de qué va el tema disfrutarán, fijo.
Pocas ideas puedo dar sobre esto porque suelo ser demasiado transparente en mis reacciones: enseguida se me nota si no controlo una respuesta a una pregunta, igual que se me nota si me molesta algo.
Tampoco creo que importe que se note que no se sabe responder a una cuestión, siempre y cuando no sea lo habitual.
Me ha hecho mucha gracia el comentario del sr. subdirector, tan chulapón que parece sacado de una zarzuela: prueben, prueben a leer el diálogo con acento castizo madrileño...
Bromas aparte, sr. subdirector, estaría bien que nos contara qué ha cambiado un año después en la actitud de ese hombre del que nos habla, o en la suya propia, quizá.
Saludos a todos.
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