Explica Unamuno, en el prólogo de su novela Abel Sánchez, que todas las naciones tienen un pecado nacional que las identifica y que, en el caso de España, es la envidia.
Aunque se podría contemplar desde ángulos más que diversos, entiendo que la envidia no es tanto el deseo de bienes, circunstancias o éxitos ajenos, sino el sufrimiento que pueda surgir al contemplar aquéllos. E incluso, aunque pueda ser discutible, concibo que es humano entristecerse cuando un enemigo triunfa o, más aun, cuando alguien alcanza un premio por el que hemos competido a pesar del afecto que sintiéramos por nuestro competidor.
Vamos, que me parece normal que te fastidie que el vecino ése con que te llevas a matar se haya comprado un cochazo o que un amigo se termine ligando a la chavala que tú también llevabas meses persiguiendo. Hay que saber perder y resignarse, pero eso no significa que fracasar no te duela aunque sea tu propio hermano quien te haya ganado.
Pero lo que nunca podré entender es como la puta envidia puede hacer que algunas personas, incluso siendo inteligentes y muchas veces bondadosas y generosas, se angustien y vean frustradas por los limpios triunfos y la prosperidad de otros que nada tienen que ver con ellos, o, lo que es peor, de amigos, hermanos y familiares.
En el corazón humano, o al menos en muchos, parece residir alguna sustancia oscura latente, deseosa de expandirse y propagarse como un moho, cegando la inteligencia y la bondad del más capaz. Y creo que los fertilizantes que alimentan ese moho, el cainismo, son la frustración y el autoengaño.
Estoy hablando del tipo que, cuando su amigo de toda la vida se liga a la superbuenorra de la clase, a sus espaldas predica que él es tonto y que ella es la más puta del pueblo, cuando en realidad está frustrado por llevar años sin mojar o, más triste aún, trajinándose un costrollo que no se comería ni el ácido.
O de la gordita simpática que cada vez que la amiga rubia, alta y delgada se compra un nuevo modelito en el que ella no entraría ni con una palanca, se repite a sí misma que su amiga es una Barbie presumida, sin pararse a pensar que, para entrar dentro del vestidito, acude al gimnasio cuatro veces por semana y lleva cinco meses sin probar un pastel.
O de la cuarentona que, tras vivir toda la vida de alquiler y cenando tres noches a la semana de restaurante, le espeta al ilusionado hermano que ha logrado, tras años ahorrando, reunir la entrada para la compra de su piso: «Pues es demasiado pequeño y está en muy mala zona.» Hay que ser estúpida, además de una zorra, para decir cosas parecidas y destrozar las ilusiones de alguien. En fin, supongo que todos los lectores conocerán casos similares y los habrán sufrido en sus carnes.
Una de las características que tiene la envidia, y más cuando la frustración previa es elevada, es que anida en el cerebro y destroza el corazón de manera que, únicamente, deja actuar a las tripas, despejando el campo para buen provecho de malvados y astutos.
Pongamos, por ejemplo, el tema de los controladores aéreos hace unos años:
Pepiño Blanco que, a pesar de ser una nulidad académica, es mucho menos estúpido de lo parece, no se cansó de insistir en lo elevado del sueldo de estas personas, muy por encima, supuestamente, de la media europea.
En seguida, y con anterioridad a la huelga de diciembre, todos los juanlanas y las marujas de España empezaron a ladrar contra los controladores y a pedir que les bajaran el sueldo o, mejor aún, que les despidiesen. A ninguno se le ocurrió, por ejemplo, pensar que disfrutaban de derechos adquiridos legalmente o lo gravoso de un ministro de Fomento sin titulación académica adecuada para su cargo. Ningún gañán de Soberano, Farias y tute en el bar pensó que quizás su hijo podría haber estudiado para presentarse a las pruebas, abiertas y libres, de controlador o, mejor aún, que lo realmente vergonzoso es que la relación entre salarios y precios medios de España, en comparación con la europea, es indignante. Y además, así, los sociatas lograron tapar el verdadero problema de fondo, la ruina e intento de privatización de AENA por la mala gestión y el despilfarro de unos políticos que no se harán cargo de sus cagadas.
Pongamos otro ejemplo:
Azuzando la envidia, se logró aceptar como correcta la bajada de sueldo a los funcionarios. ¿Acaso no es la envidia la que habla cuando toca escuchar cosas como que todos los funcionarios son unos vagos o que todas las oposiciones están apañadas? ¿Cuántos de esos genios han puesto alguna vez una reclamación contra un funcionario que no haya cumplido cómo es debido o ha denunciado un proceso de oposición fraudulento? Los que así se explican, además de desear cobijo en la manada, realmente no quieren convencer a su interlocutor sino a sí mismos. No desean, como sería lógico y justo, que sus condiciones laborales mejorasen o que, al menos, se cumpliera fielmente la legislación laboral. Tampoco se les ha ocurrido que el funcionario vago, que abunda, no va a trabajar mejor porque le bajen el sueldo y que el eficiente es muy complicado que se vea motivado para hincarla más con ese tipo de medidas. No. Se engañan a sí mismos tratando de no oír lo que verdaderamente dicen sus tripas: «Si yo estoy jodido, que los demás se jodan más.»
Son tiempos de recortes y de vacas flacas. Y recurrir a sembrar envidias parece que se pone de moda entre los políticos que quieran justificar cualquier recorte. El mes pasado, Esperanza Aguirre, Cospedal y Ana Botella se lanzaron contra los profesores de secundaria, con todo lo que ellas tienen que callar.
Mañana, quien sabe, dirán que los jubilados tienen mucha cara porque con lo que se ahorran en medicamentos se marchan a bailar a Benidorm. O lanzarán a las masas contra los notarios, pidiendo la expropiación del 50% de sus bienes. O contra los canarios porque, ya que no gastan en calefacción, deberían pagar más impuestos.
Me atrevería a corregir a Unamuno, porque el pecado capital de España y el mundo, no es la envidia, sobre todo, es la estupidez.
¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias.
Aunque se podría contemplar desde ángulos más que diversos, entiendo que la envidia no es tanto el deseo de bienes, circunstancias o éxitos ajenos, sino el sufrimiento que pueda surgir al contemplar aquéllos. E incluso, aunque pueda ser discutible, concibo que es humano entristecerse cuando un enemigo triunfa o, más aun, cuando alguien alcanza un premio por el que hemos competido a pesar del afecto que sintiéramos por nuestro competidor.
Vamos, que me parece normal que te fastidie que el vecino ése con que te llevas a matar se haya comprado un cochazo o que un amigo se termine ligando a la chavala que tú también llevabas meses persiguiendo. Hay que saber perder y resignarse, pero eso no significa que fracasar no te duela aunque sea tu propio hermano quien te haya ganado.
Pero lo que nunca podré entender es como la puta envidia puede hacer que algunas personas, incluso siendo inteligentes y muchas veces bondadosas y generosas, se angustien y vean frustradas por los limpios triunfos y la prosperidad de otros que nada tienen que ver con ellos, o, lo que es peor, de amigos, hermanos y familiares.
En el corazón humano, o al menos en muchos, parece residir alguna sustancia oscura latente, deseosa de expandirse y propagarse como un moho, cegando la inteligencia y la bondad del más capaz. Y creo que los fertilizantes que alimentan ese moho, el cainismo, son la frustración y el autoengaño.
Estoy hablando del tipo que, cuando su amigo de toda la vida se liga a la superbuenorra de la clase, a sus espaldas predica que él es tonto y que ella es la más puta del pueblo, cuando en realidad está frustrado por llevar años sin mojar o, más triste aún, trajinándose un costrollo que no se comería ni el ácido.
O de la gordita simpática que cada vez que la amiga rubia, alta y delgada se compra un nuevo modelito en el que ella no entraría ni con una palanca, se repite a sí misma que su amiga es una Barbie presumida, sin pararse a pensar que, para entrar dentro del vestidito, acude al gimnasio cuatro veces por semana y lleva cinco meses sin probar un pastel.
O de la cuarentona que, tras vivir toda la vida de alquiler y cenando tres noches a la semana de restaurante, le espeta al ilusionado hermano que ha logrado, tras años ahorrando, reunir la entrada para la compra de su piso: «Pues es demasiado pequeño y está en muy mala zona.» Hay que ser estúpida, además de una zorra, para decir cosas parecidas y destrozar las ilusiones de alguien. En fin, supongo que todos los lectores conocerán casos similares y los habrán sufrido en sus carnes.
Una de las características que tiene la envidia, y más cuando la frustración previa es elevada, es que anida en el cerebro y destroza el corazón de manera que, únicamente, deja actuar a las tripas, despejando el campo para buen provecho de malvados y astutos.
Pongamos, por ejemplo, el tema de los controladores aéreos hace unos años:
Pepiño Blanco que, a pesar de ser una nulidad académica, es mucho menos estúpido de lo parece, no se cansó de insistir en lo elevado del sueldo de estas personas, muy por encima, supuestamente, de la media europea.
En seguida, y con anterioridad a la huelga de diciembre, todos los juanlanas y las marujas de España empezaron a ladrar contra los controladores y a pedir que les bajaran el sueldo o, mejor aún, que les despidiesen. A ninguno se le ocurrió, por ejemplo, pensar que disfrutaban de derechos adquiridos legalmente o lo gravoso de un ministro de Fomento sin titulación académica adecuada para su cargo. Ningún gañán de Soberano, Farias y tute en el bar pensó que quizás su hijo podría haber estudiado para presentarse a las pruebas, abiertas y libres, de controlador o, mejor aún, que lo realmente vergonzoso es que la relación entre salarios y precios medios de España, en comparación con la europea, es indignante. Y además, así, los sociatas lograron tapar el verdadero problema de fondo, la ruina e intento de privatización de AENA por la mala gestión y el despilfarro de unos políticos que no se harán cargo de sus cagadas.
Pongamos otro ejemplo:
Azuzando la envidia, se logró aceptar como correcta la bajada de sueldo a los funcionarios. ¿Acaso no es la envidia la que habla cuando toca escuchar cosas como que todos los funcionarios son unos vagos o que todas las oposiciones están apañadas? ¿Cuántos de esos genios han puesto alguna vez una reclamación contra un funcionario que no haya cumplido cómo es debido o ha denunciado un proceso de oposición fraudulento? Los que así se explican, además de desear cobijo en la manada, realmente no quieren convencer a su interlocutor sino a sí mismos. No desean, como sería lógico y justo, que sus condiciones laborales mejorasen o que, al menos, se cumpliera fielmente la legislación laboral. Tampoco se les ha ocurrido que el funcionario vago, que abunda, no va a trabajar mejor porque le bajen el sueldo y que el eficiente es muy complicado que se vea motivado para hincarla más con ese tipo de medidas. No. Se engañan a sí mismos tratando de no oír lo que verdaderamente dicen sus tripas: «Si yo estoy jodido, que los demás se jodan más.»
Son tiempos de recortes y de vacas flacas. Y recurrir a sembrar envidias parece que se pone de moda entre los políticos que quieran justificar cualquier recorte. El mes pasado, Esperanza Aguirre, Cospedal y Ana Botella se lanzaron contra los profesores de secundaria, con todo lo que ellas tienen que callar.
Mañana, quien sabe, dirán que los jubilados tienen mucha cara porque con lo que se ahorran en medicamentos se marchan a bailar a Benidorm. O lanzarán a las masas contra los notarios, pidiendo la expropiación del 50% de sus bienes. O contra los canarios porque, ya que no gastan en calefacción, deberían pagar más impuestos.
Me atrevería a corregir a Unamuno, porque el pecado capital de España y el mundo, no es la envidia, sobre todo, es la estupidez.
¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias.
Don Quijote.
30 comentarios:
Igual o peor defecto que la envidia es esa costumbre tan española de ir cada uno a nuestra bola, mirando nuestro propio interés y siendo capaces de sacrificar necesidades ajenas importantes en beneficio de pequeños caprichos nuestros. El "mientras yo esté bien que los demás arreen" parece que arraiga cada vez más en esta sociedad y todos participamos en alguna medida de ello. Y si no corregimos esa actitud será imposible soñar empresas colectivas ni hablar de solidaridad ni de justicia.
Lo mejor de los envidiosos es q casi siempre se los ve venir de lejos, sufren tanto que no son capaces de dismular cuando le va bien a alguien y siempre tienen que quitar méritos o hacer algún comentario rastrero. A una amiga mía que la llamaron para una interinidad de secundaria una envidiosa que lleva años haciendo trabajos de cualquier cosa al pesar de tener una carrera, le dijo "pues chica, que quieres que te diga pero que te lleven y te traigan de un pueblo a otro, no es vida, vaya un trabajo." Con los novios entre las amigas también pasa mucho pero a veces se es mas sutil y lo peor como dice el subdirector es ademas de envidiosos son cobardes porque muchos de esos comentarios los hacen a la espalda porque saben que si se los hicieran delante les dejaría en ridículo y se reiría de ellos a la cara.
Lo mejor del post ha sido para mí los ejemplos con los que usted ha retratado a los envidiosos. Reales como la vida misma.
En mi opinión, la envidia es inherente a la personalidad humana desarrollada en una sociedad, por poco compleja que ésta sea.
El primitivo y necesario instinto de garantizar la supervivencia propia por encima de la del resto de seres, con la vida en sociedad y la supervivencia garantizada, acaba por degenerar en ese afán de putear al que le va mejor que a nosotros y recrearnos en nuestra superioridad sobre aquél al que no le va tan bien.
De todas formas, sr. Subdirector, ¿no cree usted que a pesar de
ese rencor latente en la condición humana hemos alcanzado (al menos en occidente) un nivel de Estado Social difícilmente imaginable por nuestros cainitas predecesores?
Hace siglos la envidia producía no pocas muertes; hoy en día sólo es causa de chascarrillos, desconfianza y malos rollos. Algo es algo...
Un saludo.
La envidia a menudo se mezcla con la cobardía.
Estoy harto de ver como muchos se quejan amargamente ante el funcionario inferior de cómo le trata el funcionario superior, pero cuando se halla ante él todo son sonrisas, reverencias y sumisión.
Un día hoy la explicación de quien así se comportaba:
"Es que la secretaria está ahí para aguantarme, pero su jefe me puede echar abajo el asunto"
Magnífica entrada, y además completita.
Tan solo discrepo en una cosa:
Yo no creo que la envidia (de la mala) afecte a personas inteligentes, bondadosas y generosas. Por eso quizás no se entienda, porque seguramente, si escarbamos un poco, nos daremos cuenta de que en realidad, no lo son tanto.
En mi opinión, ese tipo de personas solo persigue dos cosas:
a) empañar, aunque solo sea por un instante, la felicidad del otro.
b) al que está jodido, joderle más.
A ver, Subdire, mójese ya sobre el tema de las horas de los profesores.
¿No le parece que con la que está cayendo es normal que cada funcionario trabaje un poco más para que la Administración pueda aligerarse de interinos?
Si ya lo decía ésta chica...
Coincido con Dulcinea y con El último de Filipinas. El envidioso tambien es cobarde. Siempre tratará de minar la reputación de quien provoca su ira.
El ejemplo de la gorda y la barbi me parece bastante chorras, que se sacrifique yendo al gimnasio para poder ponerse un vestidín no significa que no sea una barbi presumida, tonta y engreída.
Ayyy yo quiero ser una barbie presumida, tonta, engreida .... pero entrar en unos pantalones de la 38. Cuando llegue ese día llamarme lo que querais, pero que llegue.
Estoy de acuerdo con Nagore en que si la envidia mala afecta a personas inteligentes y bondadosas es porque no son tan buenas en el fondo.
Respecto a la envidia, me parece que es un sentimiento casi inevitable que hay que aprender a encauzar para convertirlo en algo positivo (afán de superación, mejor autoconocimiento...)
Saludos a todos.
Sr. Neri, por supuesto que nos parece una medida lógica y positiva para sanear las cuentas de las Administraciones autonómicas, sólo que las masas son iletradas y hay que saber venderles la decisión de aumentar esas dos horas adicionales o de lo contrario se puede liar y muy gorda.
El español de a pie es ignorante e incapaz de comprender los intereses de la Nación. Por ello nuestros dirigentes se han servido de nuestros instintos más básicos, manipulando a esos "gañanes de Soberano, Farias y tute" para que vean con malos ojos a los maestrillos y les retiren su apoyo.
"Qué cabrones, que trabajan 25 horas a la semana cuando yo estoy haciendo 40. Y aún se quejan de que les añadan dos más, los muy funcionarios... ¡Bien empleado se les está!"
Para mí está muy claro que se han servido de la envidia para que la medida tenga acogida popular y la menor repercusión sindical posible. Se trata de un ardid político (empleado para un buen fin, vale) y en esto no podría estar más de acuerdo con el sr. Subdirector.
Contestanto, someramente, a su desafío, Sr. Neri.
El tema es complejo y daría para largo.
1º. Las que hablan son las que más tienen que callar:
* Esperanza Aguirre, la que comete faltas de ortografía, dice que hay que ahorrar en interinos a la vez que la señora marquesa reclama una policía autonómica que le sirva de mesnada.
* La Cospedal... La misma que se acaba de subir el sueldo a ella y a sus asesores.
* La Botella que ha demostrado ser tan gilipollas como su marido. La Teniente de Alcalde de un concejo que debe 6500 millones de euros y en el que un oficial -para el caso es un simple cabo- de la policía municipal gana 5000 euros mensuales gracias a las subidas de sueldo que han realizado en tiempos de crisis. La misma cuyo marido cobra la pensión vitalicia de presidente del Gobierno, el sueldo de 180.000 euros al año por pertencer al Consejo de Estado (a cuyas reuniones no acude nunca), el sueldo de consejero de Rupert Murdock y el de profesor de Georgetown (eso sí que hace reír), al margen de lo que cobre de FAES.
2º. En tiempos de crisis todos deben apretarse el cinturón, comenzando por los funcionarios-servidores públicos. Pero que siempre paguen los curritos cuando hay cientos o miles de enchufados con comisiones de servicio otorgadas a dedo en todas consejerías es un insulto.
¿Qué pinta un profesor de Historia comisionado en REcursos Humanos de una Consejería?
¿Cuándo se devuelven las transferencias autonómicas al Estado? ¿Cuándo se suprimen las Diputaciones Provinciales? ¿Y el Senado? Ya hemos visto lo fácil que es modificar la Constitución cuando lo ordena Alemania. ¿También tendrá que venir Alemania a decirnos cómo hay que apretarse verdaderamente el pantalón?
Quizás sobran interinos en la enseñanza. Puede ser. Pero lo que de seguro sobran en España son políticos y enchufados puestos a dedo. El barco se hunde y esta gente, en lugar de ocuparse de las vías de agua, se preocupa por tensar más una pequeña vela.
Muy de acuerdo con el post Subdire. Sí creo que la envidia es el pecado nacional, en parte por el encasquillamiento y verticalidad en la jerarquía de todas las instituciones y estamentos del país, en parte por nuestra idiosincrasia propia de españolitos que impide mirar más allá de nuestro ombligo y parte de una concepción absolutamente pesimista sobre nuestras posibilidades. Cuando la envidia promueve comportamientos obstruccionistas sobre el envidiado es la estupidez en estado puro, porque daña a todo el colectivo, incluido el envidioso. Así nos va en España.
Vuela amigo, vuela alto..decía Julio Iglesias..
http://www.youtube.com/watch?v=HSx5cjlUP40
Por cierto que por mucho gimnasio y ayuno que haga yo creo que Rossy de Palma (un "suponiendo") nunca sería una Barbie..esa belleza picasiana..
Buena semana!
3º (pero por hoy creo que no más). La Aguirre, que tampoco es tan tonta como parece, ha sabido muy bien decir una barbaridad y luego desdecirse. Esta profesora lo explica muy bien:
Carta a Esperanza Aguirre
Y, en cuanto al cuerpo de profesores, es cierto que los hay muy muy muy vagos. Pero, como en toda gran organización, los hay que se matan a trabajar preparando sus clases, formándose, elaborando material, implantando las puñeteras TIC... Conozco algunos profesores que hasta cuelgan las pizarras y los proyectores del techo.
La solución con los vagos no es bajar el sueldo a todos -o aumentarles la carga laboral, que es parecido- sino perseguir al vago y premiar al trabajador, cosa que todavía no he visto en la Administración, donde sólo se premia a los arribistas y a los sinvergüenzas.
Una de mis canciones preferidas, doña Elena
Por cierto, que tengo cosas que hacer. Les dejo a todos una bonita fábula (copio y pego para terminar antes):
Cuenta una leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta huía rápidamente con miedo de la feroz predadora y la serpiente, al mismo tiempo, no desistía. Huyó un día y ella la seguía, dos días y la seguía... Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
- ¿Puedo hacerte tres preguntas?
- No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? - preguntó la luciérnaga.
-No - contestó la serpiente
- ¿Yo te hice algún mal? - dijo la luciérnaga.
- No - volvió a responder la serpiente.
- Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
- ¡¡¡Porque no soporto verte brillar...!!!
Subdire, ha contestado solo en parte a lo que yo le preguntaba.
Le hago la pregunta más concreta (y responda si quiere): Puesto que ya es evidente hasta para los más optimistas que va a haber que reducir recursos humanos en la Administración, ¿no considera razonable que se prescinda del personal interino y que las lagunas que dejen sean asumidas por los funcionarios aunque suponga un mayor esfuerzo?
En tal caso el problema de la interinidad sería más sangrante en la Administración de Justicia que en la enseñanza, sr. Neri.
Valga el dato de que en torno a la mitad de las resoluciones en España son dictadas por jueces interinos o magistrados suplentes.
Así nos va, Tablones, así nos va.
Si no fuera por el trabajo que sacan los interinos, pobre Administración. La mayoría de interinos hacen el trabajo de los funcionarios porque estos vaguean porque han sacado las oposiciones y a dormir y muchas veces los interinos estan mas ilusionados y saben mas que los funcionarios que a veces les dan la plaza por enchufe.
Respecto a lo del incremento de horas a los profesores para ahorrar puestos, ayer oí a mi cuñada (profesora en un colegio) que ese aumento de horas no cubre todas las que daban los interinos despedidos: es decir, que en la práctica el número de horas total de un centro se reducen.
Como no estaba prestando mucha atención, no me dio por preguntar qué actividades/clases se perdían, así que sólo puedo especular con que probablemente desparezcan clases de refuerzo, tutores de apoyo para alumnos con necesidades especiales, horas de apertura de "biblioteca", etc.
En cualquier caso, que sólo nos haya llegado el hecho de que a los profes les aumentan la carga docente, puede guardar relación con uno de los aspectos que señala el Subdirector, centrar la atención en el objeto de envidia para escamotear el hecho de que se pierden servicios escolares.
Buena semana a todos.
Muy buen post subdirector. me pareció el mejor que has hecho desde que empezó la Cosa.
Yo creo que la envidia es inherente al ser humano , en mayor o menos medida.
Por tanto creo que todos la hemos sufrido por activa y por pasiva en alguna ocasión.
Por fortuna la mayoría de la gente controla sus impulsos envidiosos y no canaliza este sentimento a traves de actitudes perjudiciales para los envidiados.
Curiosamente es el único defecto que jamás reconocemos en nosotros mismos.Solo conozco una persona en mi vida que se haya autocalificado como envidiosa.
Buen lunes a todos.
Neri hazme dos favores:
1-quita una copia de mi desafortunada intervención.
2-no le llames Tablones al Chico de los Tablones, joer.Un respeto, por favor.
Jajaja, no me molesta para nada, Aprendiz de Brujo. Al final he acabado cogiéndole cariño al apelativo. Es más, os invito a ti y a los demás a tratarme de "Tablones" también, cuando lo preciséis :-)
perdóneme Sr. Subdirector por no comentar el fondo de su entrada, sino su forma, que he encontrado exquisita. Y espero que este comentario no fomente la envidia de su socio bloguero, pues como todo el mundo sabe, la envidia se cura trabajando para engordar el queso, y repartiendo. Ustedes dos son mejor que uno.
Una excelente entrada, Sr Subdire, espero que despierte el espíritu competitivo de su socio de blog e intente superarle (Ud. ha alzado el listón a gran nivel) .
Sobre el tema de los profesores de instituto (me afecta personalmente): las horas lectivas (actualmente) son de 18 a 21. Por lo tanto, lo que hacen las consejerías de educación es legal y poco hay que oponer en cuanto a horas. El resto de horario, hasta 37,5 h/semana se compone de horas presenciales en el centro y horas que se realizan en domicilio (y si se obliga a realizarlas en el instituto, el rendimiento será ínfimo: no has espacio ni instalaciones para que todos los profesores estén tanto tiempo). O sea, que la admuinistración cuenta con que cada profesor tiene en su casa un despacho, ordenador, etc... costeado todo por el profesor, y para trabajar para la administración.
Por supuesto, el cuerpo de profesores es muy numeroso y hay de todo: vagos, apoltronados y profesores totalmente volcados en su trabajo. Entre estos extremos está la mayor parte del profesorado. Quizá a alguien le parezca raro impartir únicamente 18 o 21 horas de clase, en vez de 36 o 37 horas, para igualar el horario con los funcionarios. La realidad es que la gran mayoría de las personas que no son profesores no soportarían ni una semana con 10 horas de clase. Tampoco es lo mismo impartir clase en un colegio concertado de maristas o jesuitas, con unos alumnos preseleccionados, procedentes de familias que valoran los estudios que en un instituto de barriada, con más extranjeros que nacionales y familias francamente deficientes. He trabajado bastantes años en institutos del cinturón de Barcelona, y sé muy bien de lo que hablo. Las señoras Aguirre y Figar no aguantarían ni un día. Los criticones de barra de bar tampoco.
Por otra parte, en el trabajo de un profesor hay una parte que no es impartir la clase, muy difícil de valorar en tiempo, pero el horario real de trabajo semanal es equivalente al del resto de funcionarios.
¿Podría ir la envidia relacionada con la avaricia? Lo digo por todos aquellos que se consideran de "izquierdas" y dicen, sin tapujos, que aspiran a tener una casa grande, un cochazo y mucho dinero.
Y esos suelen ser los primeros en echar pestes de los que tienen más dinero que ellos porque, aunque digan que no, sienten una profunda envidia al ver que tienen lo que ellos ansían.
Lo peor no son los envidiosos (segundo peor pecado), sino los ladrones, en un país en el que todo el que puede lleva años y años robando.
¿Que se le envidia a los controladores? No, se los odia por ser unos ladrones. ¿Y a los funcionarios? Los mismo. ¿Y a los políticos? No por ser ineptos ni incompetentes, sino por ladrones.
Y quien piense que un controlador, funcionario o político no es un ladrón, que reflexione sincera, serena y sosegadamente (claro, que en un país de mentirosos como este, hacerlo sinceramente es muy complicado, por no decir imposible, tanto cuando se pertenece al gremio en cuestión como si no).
Anónimo, dígame qué tiene de ladrón un funcionario. En qué sentido le ha podido robar a usted un auxiliar administrativo de los que están en Comisaría expidiendo el DNI o el Pasaporte, por ejemplo.
Y los controladores... Podrán ser unos enchufados y unos jetas, su profesión podrá ser cuasihereditaria y su salario desproporcionado, pero... ¿Ladrones? Culpa nuestra en todo caso, por consentirlo durante estos años de atrás.
En resumen, sólo estoy de acuerdo con usted en lo tocante a los políticos.
De todas formas, ¿qué pasa, que aquí es necesario que las cosas vayan mal para empezar a quejarse?
Publicar un comentario