A pesar de que se trata de un vínculo afectivo personal, por desgracia hay mucha gente que tiene un concepto grupal o colectivo de la amistad. “Mi grupo”, “tu grupo”, “he quedado con el grupo”, “Fulano es del grupo”…
Doy por buena (es pura naturaleza) la necesidad compulsiva que tenemos los seres humanos de formar parte de grupos en todos los ámbitos, incluido el del ocio, la diversión e incluso el afecto. Quizá es lógico que necesitemos agrupar a la gente que queremos y que, casi por un instinto atávico de animales sociales, prefiramos sentirnos arropados por un conjunto de personas antes que por individuos sueltos.
Lo que no entiendo es cómo algunos llegan a diluir en el grupo casi por completo su afecto o su afinidad con las personas concretas.
Conozco a algunos y a algunas que se mueven en grandes cuadrillas, tienen fama de sociables y de ser muy queridos por mucha gente, pero cuando les observo me doy cuenta de que mientras su cohesión con el grupo parece muy fuerte, su vínculo con cada uno de sus miembros es tenue, superficial y a veces hasta inexistente. Y esto a mí me parece una terrible paradoja si de lo que hablamos es de amistad.
Se me podría responder que esos grupos de salir de copas, de fiesta o de excursión son meros espacios de vida social y que en ellos no reside la verdadera amistad, pero es que mucha gente solo tiene ese tipo de amigos; vamos, que tiene a “su grupo” y para de contar. Y con su grupo sale, se ríe, se emborracha, se va de vacaciones y se lo pasa fenómeno, pero resulta que no sabe ni una palabra de la vida o las inquietudes de cada uno de sus integrantes y apenas ha charlado media hora con cada uno en todos los años que lleva con ellos, o no sabe ni siquiera dónde viven ni cuántos hermanos tienen, por poner unos ejemplos que aunque parezcan increíbles son muy verídicos.
Hay gente que está en el grupo como quien está en un rebaño, por sentir que tiene a alguien a su derecha y a su izquierda, que no se toma las copas solo y que no le tocará quedarse en casa (¡vade retro!) el sábado por la noche.
Por supuesto que tener grupos de amigos no tiene por qué ser así de negativo, aunque a mí en cualquier caso, no sé si por individualista, por insociable o por raro, no me va eso de la amistad colegiada. Según voy cumpliendo años cada vez me incomoda más salir en pandilla o asistir a encuentros de esos de veinte amigos y amigos de amigos de amigos… En temas de amistad me siento más a gusto en las distancias cortas, con la gente que yo elijo, que yo quiero o que me cae bien, que sumergido en el barullo insustancial del “grupo”.
Mis amigos están en diferentes grupos, ámbitos y lugares, y no tengo necesidad ni interés alguno en relacionarme con todos a la vez. Cada uno tiene sus gustos, sus estilos y una relación diferente conmigo, lo que hace absurdo quedar en manada o hacer extrañas mezclas de personal para poder decir eso de “mi grupo”.
Doy por buena (es pura naturaleza) la necesidad compulsiva que tenemos los seres humanos de formar parte de grupos en todos los ámbitos, incluido el del ocio, la diversión e incluso el afecto. Quizá es lógico que necesitemos agrupar a la gente que queremos y que, casi por un instinto atávico de animales sociales, prefiramos sentirnos arropados por un conjunto de personas antes que por individuos sueltos.
Lo que no entiendo es cómo algunos llegan a diluir en el grupo casi por completo su afecto o su afinidad con las personas concretas.
Conozco a algunos y a algunas que se mueven en grandes cuadrillas, tienen fama de sociables y de ser muy queridos por mucha gente, pero cuando les observo me doy cuenta de que mientras su cohesión con el grupo parece muy fuerte, su vínculo con cada uno de sus miembros es tenue, superficial y a veces hasta inexistente. Y esto a mí me parece una terrible paradoja si de lo que hablamos es de amistad.
Se me podría responder que esos grupos de salir de copas, de fiesta o de excursión son meros espacios de vida social y que en ellos no reside la verdadera amistad, pero es que mucha gente solo tiene ese tipo de amigos; vamos, que tiene a “su grupo” y para de contar. Y con su grupo sale, se ríe, se emborracha, se va de vacaciones y se lo pasa fenómeno, pero resulta que no sabe ni una palabra de la vida o las inquietudes de cada uno de sus integrantes y apenas ha charlado media hora con cada uno en todos los años que lleva con ellos, o no sabe ni siquiera dónde viven ni cuántos hermanos tienen, por poner unos ejemplos que aunque parezcan increíbles son muy verídicos.
Hay gente que está en el grupo como quien está en un rebaño, por sentir que tiene a alguien a su derecha y a su izquierda, que no se toma las copas solo y que no le tocará quedarse en casa (¡vade retro!) el sábado por la noche.
Por supuesto que tener grupos de amigos no tiene por qué ser así de negativo, aunque a mí en cualquier caso, no sé si por individualista, por insociable o por raro, no me va eso de la amistad colegiada. Según voy cumpliendo años cada vez me incomoda más salir en pandilla o asistir a encuentros de esos de veinte amigos y amigos de amigos de amigos… En temas de amistad me siento más a gusto en las distancias cortas, con la gente que yo elijo, que yo quiero o que me cae bien, que sumergido en el barullo insustancial del “grupo”.
Mis amigos están en diferentes grupos, ámbitos y lugares, y no tengo necesidad ni interés alguno en relacionarme con todos a la vez. Cada uno tiene sus gustos, sus estilos y una relación diferente conmigo, lo que hace absurdo quedar en manada o hacer extrañas mezclas de personal para poder decir eso de “mi grupo”.
8 comentarios:
Mis amigos están en diferentes grupos, ámbitos y lugares, y no tengo necesidad ni interés alguno en relacionarme con todos a la vez. Cada uno tiene sus gustos, sus estilos y una relación diferente conmigo, lo que hace absurdo quedar a la vez en manada o hacer extrañas mezclas de personal para poder decir eso de “mi grupo”.
Esto se lo tatuaba yo a algunos en la frente, para que no se les olvide.
Yo también prefiero las pandillas reducidas, tengo la impresión de que el trato y la relación en esos grandes grupos no es el mismo.
Sin embargo, yo tengo la desgracia de tener que aguantar amigos de amigos que muchas veces no me caen bien, así que diría que ese tipo de cosas no suceden únicamente en las grandes pandillas.
Para mi el concepto de amistad se ha desintegrado llamando "amigo" a cualquiera... yo tengo un concepto muy elevado.
Buena entrada.
Yo no tengo grupo,ni amigos.
Pero tuve grupo, y tengo conocidos de grupos (en concreto de moteros y de quedar a cenar los fines de semana), y da usted en la diana.
Coincido con usted señor Neri.Además pienso que el calíficativo de amigo no se puede dar a cualquiera,porque lo que se dice AMIGO con mayúsculas,hay pocos.Como decía el gran Josep Pla,que dividía a la gente en "amigos,conocidos y saludados",es posible que en un grupo haya muchos conocidos algunos saludados,pero habrá pocos amigos.
Coincido plenamente tanto en su análisis como en sus opiniones respecto a este tema. Creo que el factor edad tiene mucho que ver con el sentimiento de amistades únicas y el abandono de los grupos y pandillas. Aunque se sigan manteniendo grupos en la vidad de cada uno, cada vez se prestan menos necesarios en la vida de cada cual, al menos eso sucede en mi caso. La familia obviamente tiene también mucho que ver en esto.
Totalmente de acuerdo con usted, señor Neri. Precisamente hablaba este fin de semana con una muy buena amiga (la hermana que no he tenido) de este tema.
Sin embargo, he de reconocer que en este aspecto soy más que afortunado: Tengo muy buenos amigos... Muchos más, infinitamente más, de los que merezco.
pues yo quiero hacer un grupo con Neri, el Sudirector y Dulcinea.
jo, quiero que seamos un grupo-
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