lunes, 17 de octubre de 2016

AL ENCUENTRO DE MR. BANKS


Mary Poppins (1964) no se encuentra, ni de lejos, entre mis películas infantiles favoritas. Conozco muy bien este musical, que, por circunstancias que no hacen al caso, vi cuatro o cinco veces cuando era niño, y no tengo demasiadas cosas agradables que decir de la cursilería de la historia, de su fantasía desbordante –nada apta para mi limitada imaginación– ni de la más que lamentable traducción a nuestro idioma de las letras de sus canciones. Aparte de todo esto la Poppins a mí siempre me ha parecido una bollera impertinente (recordemos lo que dijo Paco Umbral de Rosa Chacel) y Dick Van Dyke me produce urticaria crónica. Lo único que me agrada de la cinta es su mensaje antimaterialista y su crítica al negocio de la banca. 

Sin embargo debo reconocer que Al encuentro de Mr. Banks (2013), que no deja de ser un homenaje a la superproducción de Disney sobre la marisabidilla institutriz, me ha parecido muy meritoria. Esta película, como es sabido, narra los enervantes desencuentros entre un poderoso Walt Disney y Pamela Lyndon Travers, autora de los libros sobre la Poppins, quien se había negado durante veinte años a ceder los derechos para una adaptación cinematográfica. La señorita Travers (Emma Thompson), una solterona amargada e inflexible, viaja por fin a Los Ángeles en 1962 para supervisar la preproducción del largometraje y no se pone de acuerdo absolutamente en nada ni con el guionista (el guión le parece tan ñoño como a mí), ni con los compositores de los temas musicales (ni siquiera quería que fuera un musical) ni mucho menos con el propio Walt (Tom Hanks), al que intenta disuadir de la idea de incorporar una secuencia con dibujos animados. 

A P.L. Travers no le gustaba nada Disneylandia (ni en compañía de Walt Disney)

El filme no solo está pensado para los incondicionales de Mary Poppins, sino que es una reflexión en toda regla sobre la amargura vital, sobre ese tipo tan característico de persona que, debido a sus frustraciones, es incapaz de ver nada positivo en su vida y, por añadidura, se empeña en agriar la de los demás con su actitud estricta, tiquismiquis y patológicamente crítica. Emma Thompson interpreta a una mujer insatisfecha que todo lo contempla desde un (pretendido) pedestal, no puede relajarse ni medio minuto y vive obsesionada por detectar defectos ajenos y poner pegas a todo. 


Emma Thompson y Tom Hanks son dos fabulosos intérpretes que bordan sus respectivos papeles y nos hacen disfrutar de la auténtica guerra psicológica que sostuvieron, a cuenta de aquella película, dos genios de personalidades tan opuestas como el gran Disney y miss Travers. Cierto que ni el padre de Mickey Mouse era el niño grande encantador que aquí se muestra ni la novelista australiana estaba tan zumbada, pero aceptaremos barco como animal acuático en honor a la calidad interpretativa de Al encuentro de Mr. Banks.

El argumento principal (los tira y afloja entre el productor y la creadora del personaje) se engarzan con continuos flashbacks sobre la infancia de la escritora en Maryborough, en los que se insinúa que quedó tocada del ala por la dramática muerte de su padre, un hombre soñador y de “espíritu libre” (con problemillas con el whisky, todo hay que decirlo) incapaz de amoldarse a sus obligaciones laborales y sociales. Mr. Banks, el padre de los niños que cuida Mary Poppins, está inspirado a sensu contrario en este señor y de ahí la obsesión de Pamela por humanizar y redimir al personaje, que en el guión original era poco menos que el antagonista. 

Para mí la película solo tiene un defecto grave: la ruptura de ritmo que provocan los flashbacks australianos, un poco cargantes y aliñados de psicoanálisis de saldo. Tampoco me ha gustado la escena (demasiado obvia) en la que la protagonista busca el peluche del ratón Mickey para dormir abrazada a él. Es como decir sin rodeos que lo que le hacía falta a la buena mujer era un par de revolcones...

1 comentario:

Tábano porteño dijo...

El viejo Walt debe haber sido una persona bastante rehacia al "trabajo en equipo" que tanto ponderan los actuales profesores de la carrera de Administración de empresas. Con el dibujante argentino Florencio Molina Campos, pese a que se admiraban mutuamente, tampoco logró una buena relación laboral:

"A partir de 1942, Molina Campos estrechó su relación con Walt Disney y fue contratado para asesorar al equipo de dibujantes para tres películas que los Estudios Disney estaban por realizar, ambientadas en la Argentina y basadas en obras del artista argentino y en los paisajes que habían visto en sus viajes a nuestro país.

Molina Campos había sido convocado cuando ya estaba bastante avanzada la primera de las tres películas que planeaban realizar. El pintor argentino no compartía las extravagancias que el estudio cinematográfico quería hacer protagonizar a los paisanos y, tras varios intentos fallidos por lograr una representación más fiel del gaucho argentino, renunció. Ya sin Molina Campos, Disney decidió convertir las tres películas en una sola, que se conoció como “Saludos, amigos”. "