jueves, 21 de julio de 2016

EL GOLPE (FALLIDO) DE TURQUÍA


Mi tendencia crónica (creo que cada vez más atenuada) al maniqueísmo siempre me ha llevado a tratar de posicionarme rápidamente sobre cualquier acontecimiento político internacional, por muy complejo que sea. Con el tiempo me he dado cuenta de que esto es una idiotez porque si ya es difícil enterarse de quiénes son los buenos y los malos, los justos y los injustos, en nuestro propio país, ya ni te cuento en Palestina, en Oriente Medio, en el Congo o en cualquier lugar recóndito con parámetros históricos, sociales y culturales opuestos a los nuestros.

Pero no soy el único atacado por el come-come de tomar partido. Cada vez que se monta un pollo incomprensible allende nuestras fronteras, tertulianos televisivos, políticos, enteradillos, compañeros de trabajo, colegas de barra y señoras de la limpieza se esfuerzan en hilar una versión simplista de lo sucedido en la que no quede duda de quiénes son los héroes y quiénes los villanos. El cine es que ha hecho mucho daño... 

Pero a mí me encanta analizar el proceso intelectual que nos lleva a adoptar una postura definida ante sucesos que no entendemos ni papa acaecidos en naciones de las que solo conocemos el nombre y que a veces no sabríamos ni situar en un mapa.

Un ejemplo estupendo es el del intento de golpe de estado en Turquía de la semana pasada.

En un resumen un poco para tontos, podríamos decir que una facción del ejército otomano, defensor desde los tiempos de Atatürk del laicismo del estado, la secularización de la sociedad, la europeización de Turquía y el liberalismo, se ha alzado contra el presidente Erdogán, líder del AKP, un islamista autoritario y conservador, poco amigo del parlamentarismo, que reivindica las raíces culturales de su patria y practica un doble juego con la Unión Europea y con el yihadismo, al que hace el caldo gordo sutilmente. Bueno, y del gülenismo hablamos otro día porque ya es liar mucho la madeja.

Esta última semana, tanto los periodistas como los partidos políticos y las personas de mi entorno más próximo han ido pronunciándose sobre esta rebelión, basándose en distintos criterios que podríamos dividir en tres grandes bloques:

- Quienes basan su postura en los intereses económicos y políticos de la Unión Europea y, por extensión de España. Esta corriente de opinión simpatiza en general con los rebeldes y con Fetullah Gülen, fundador del llamado “Opus Dei islámico”, por entender que el triunfo del levantamiento habría convertido a Turquía en un socio europeo más seguro y en un tapón eficaz contra el Estado Islámico. Yo a alguno de estos les he preguntado cuándo, por qué y en qué circunstancias podemos estar entonces a favor de un golpe de estado, y, aunque ninguno me ha respondido claramente, me temo que defenderían o condenarían un cuartelazo exclusivamente en función sus opiniones políticas.

- Los que se basan solamente en criterios de legalidad. Condenan el golpe al considerar que, al margen de las ideas y objetivos del AKP y del ejército, el gobierno de Erdogán está avalado por la Constitución y por las urnas. En mi opinión los que piensan así son los más necios, los que menos entienden los resortes de la política. A uno de estos lumbreras le pregunté ayer si le habría parecido justa una rebelión popular contra Hitler después de que este ganara las elecciones alemanas en 1933 y me ha dicho que en ese caso, sí. ¡Solo faltaba, hombre!

 - Los que ven el asunto desde una óptica patriótica o nacionalista intentando ponerse en la piel de los turcos. Creen que si ellos fueran turcos estarían con el AKP, que, a grandes rasgos, encarna la defensa de la independencia y la identidad de Turquía frente a un ejército traidor, europeizante y tibio en lo religioso. Su simpatía con Erdogán no implica, evidentemente, comunión con el confesionalismo islámico ni con el yihadismo, pero sí con su patriotismo y su tradicionalismo. Esta es una postura muy minoritaria pero presente en algunos ambientes patriotas.

Difícil, ¿verdad?

5 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Y resulta válido parangonar este golpe frustrado con el exitoso de Egipto (2.013), que terminó con el gobierno de Mohamed Morsi, que, igual que Erdogan, es un islamista más o menos moderado que llegó al poder por elecciones y comenzó a islamizar el país utilizando los medios del régimen demoliberal.
¿Por qué Erdogan logra gobernar varios años, triunfa sobre el golpe y se afianza en el poder (al menos eso parece), y el otro logra sostenerse apenas cerca de un año?. Buenas cuestiones para analizar; seguramente, como dice usted, Neri, son temas que se nos escapan por la distancia geográfica y cultural.

Por cierto, otro tema notable es la historia de Sayyid Qutb, mentor de la Hermandad Musulmana, de la cual surgió el partido Libertad y Justicia que llevó al poder a Morsi. Qutb es considerado por algunos estudiosos "el filósofo del fundamentalismo islámico"; es notable su historia: era un maestro egipcio, nacido en 1906, y adhería a los movimientos laicistas al estilo nasserista. El rey Faruk lo envía a USA para convencerlo de las "bondades" de la sociedad occidental; pero Qutb, escandalizado por el hedonismo y el materialesmo que ve allí (estuvo en Colorado entre 1948 y 1951), vuelve a Egipto siendo un musulmán radicalizado, que terminará colgado por el propio Nasser (al que se oponía por considerarlo demasiado occidentalizado) en 1966.

Qutb era admirado por Bin Laden, quien estudiaba devotamente su obra.

La ignorancia sobre vida y obra de este egipcio, creo, es un cabal ejemplo de lo que nos falta saber para comprender mínimamente aquellos países mediorientales que últimamente estremecen el mundo con sus actos un día y otro también.

alco dijo...

"Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Esto dijo el presidente Roosevelt de Estados Unidos sobre el dictador Somoza de Nicaragua, Y creo que es lo que han pensado Obama, Merkel, Israel, etc de Erdogán: puede que haga chanchullos con los radicales, pero los contiene y frena a su manera la emigración a Europa. El golpe era una chapuza y puede tener dos características: puede que sea un señuelo y el golpe de verdad está por llegar, o bien, sabiendo que no tenía soporte militar mayoritario, Erdogán lo permitió para poder hacer lo que ahora hace. En cualquier caso, Occidente tiene apuestas en los dos bandos: Turquía necesita a la OTAN para protegerse de su mayor enemigo que es Rusia. Yo tengo una certeza que no puedo demostrar: el golpe es un asunto exclusivamente turco. No creo que haya intervenido ningún gobierno occidental (digamos norteamericano, para concretar).

Al Neri dijo...

Impagables análisis que comparto al 100%.

Zorro de Segovia dijo...

Tengo un buen amigo que sistemáticamente nos considera a los demócratas en la esfera de la necedad. Él, sin duda, es una persona inteligente, de modo que me hace preguntarme ciertas cosas.

Volviendo a los otomanos, y desde el desconocimiento de la situación, prefiero el mantenimiento de la legalidad vigente. Y más en Turquía, Rusia u otros gigantes adormilados y con una agresividad potencial considerable.

Una reseña: hay pocos países en el mundo donde la capital y la periferia tengan tan poco entre sí. No creamos que conocemos Turquía porque sabemos algo de Estambul.

Anónimo dijo...

Hay quienes piensan que se trata de un golpe de estado provocado a sí mismo.
Finge un ataque, mejora su imagen publica, elimina funcionarios y afianza su permanencia en el poder.

Debería haber una palabra para definir esa acción corrupta y secreta.

Como el USS Maine de 1898. ¿Quien lo explotó?