lunes, 11 de enero de 2016

AUTOEDICIÓN


En este último mes han publicado libros tres personas que conozco. Una compañera de trabajo ha escrito una novela romántica de 70 páginas ambientada en Nueva York, mi vecino de abajo ha lanzado una novela histórica sobre la Corona de Aragón en el siglo XIV, y un abogado amigo de un amigo ha sacado un libro de autoayuda o de coaching (no lo tengo claro) sobre dirección de equipos. Tras indagar un poco, he comprobado que en los tres casos han sido ellos mismos los que han sufragado la edición de sus obras y se han encargado personalmente de su promoción e incluso de su distribución.

A mi generación y a las posteriores nos han hecho creer la cursilada de que todos tenemos derecho a hacer realidad nuestros sueños y de que nada es imposible si se pone ilusión y voluntad. Observo que mucha gente de estas franjas de edad, sobre todo a partir de ciertos niveles de renta, está poco acostumbrada, desde la infancia, a que se le niegue nada, y que existe cierta tendencia a confundir la satisfacción de los más tontos caprichos con el logro de la felicidad. Por ello a menudo les cuesta acoplar sus expectativas vitales a las capacidades y circunstancias que Dios les ha dado, y más, ya digo, cuando manejan pasta. Así nos encontramos con situaciones que yo personalmente considero patéticas, como las operaciones de tetas de chicas de 18 años, la compra de títulos académicos en universidades privadas por los estudiantes más lerdos, la proliferación de jóvenes emprendedores que llevan escrito el fracaso en la cara nada más empezar y la autoedición de libros.

Como consecuencia de este infantilismo, de este voluntarismo atolondrado, es harto frecuente encontrarse a individuos que no saben distinguir una afición personal de un medio de vida. Y el ejemplo perfecto es el de algunos escritores aficionados.

A muchos nos encanta escribir, por muy distintas razones, y lo hacemos a diario. Algunos pensamos que no se nos da mal del todo y que somos capaces de transmitir eficazmente ideas y sentimientos. Siempre decimos que nos haría ilusión publicar un libro, pero a la vez reconocemos no tener muy claro sobre qué, no disponer de tiempo para ello y no saber a quién podría interesar una obra nuestra. Normalmente hacemos un balance realista entre el esfuerzo que implicaría escribir, por ejemplo, una novela, y los resultados prácticos que obtendríamos, y no me refiero tanto al dinero como al número de potenciales lectores. En resumen, pensamos que no todas las personas que disfrutamos escribiendo, por muy bien que nos dé, tenemos por qué publicar nuestros textos en letra de imprenta y venderlos en las librerías. Y menos pagando de nuestro bolsillo.

La autoedición está cada vez más extendida
Pero de vez en cuando te encuentras con alguien empeñado en publicar a toda costa. Puede tratarse de un tipo que se limite a redactar de forma solvente (o él lo crea así), al que sus padres le aseguren todos los días que escribe mejor que Vargas Llosa. También puede ser el autor de un blog que no lee nadie o un chaval que hacía sus pinitos en la revista del instituto, que en su vida ha ganado un galardón literario o ni se ha presentado siquiera, que no conoce a nadie de ninguna editorial o incluso le han rechazado originales, pero que está obsesionado con ser escritor, y entonces redacta una novela o lo que sea; paga mil o tres mil euros para imprimir equis ejemplares; organiza él mismo una serie de actos promocionales (en alguna librería o centro cívico); difunde las invitaciones a familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo (ventas seguras); trata de vender todo lo que puede en estas presentaciones (por eso las librerías se prestan a estos saraos, a cambio de un porcentaje), y, por último, se dedica a patear tiendas ofreciendo su libro a diestro y siniestro. ¡Ya tenemos a un escritor con al menos un título en su haber!

Tengo entendido que también hay empresas especializadas que se dedican a publicar libros de cualquiera que esté dispuesto a pagar la edición (maquetan el texto, diseñan la portada, gestionan los derechos de autor, lo imprimen y a veces hasta lo promocionan).

Yo, por mi parte, soy reacio a leer libros autoeditados, pues considero que la evaluación de la calidad de una obra literaria, la valoración de si merece ver la luz y llegar al mercado, no debe realizarse por el autor, sino siempre desde fuera, por una editorial experimentada que solo se juegue los cuartos si hay viabilidad. Con ello no quiero decir que un escritor novel no pueda escribir una novela maravillosa por su cuenta y con su dinero, pero si tan buena es no me cabe duda de que habría obtenido algún premio o reconocimiento, o la habrían aceptado en los circuitos editoriales comerciales, y el autor no hubiera tenido que poner ni un céntimo para verla en los escaparates.

Los libros autoeditados suelen provocar fuertes prejuicios y suspicacias en el público, pues el prestigio de sus autores carece del más mínimo aval externo. Cuando compramos un ensayo histórico, una novela o un cuento para niños estamos asumiendo subconscientemente que si está editado y colocado en la estantería de nuestra librería favorita es porque unos profesionales que entienden de historia o de literatura han apostado por él y han invertido en él, y no porque un aficionado tenga el antojo de ver sus textos en letra de molde y encuadernados, amén del dinero para darse ese gusto.

Ahora cualquier idiota puede publicar un libro, que para eso estamos en democracia.

No obstante, podríamos elucubrar durante horas sobre las claves del éxito literario, sobre la criba que llevan a cabo las grandes editoriales en perjuicio de las más modestas y de los autores independientes, sobre la manipulación de las grandes superficies comerciales y sobre la dictadura cultural, temática y hasta ideológica que todo esto supone. Baste decir que a uno de los mayores accionistas de unos grandes almacenes famosos a nivel nacional (al que yo conozco personalmente) le dio hace años por publicar varios libros suyos y de sus familiares, y que nada más salir de la imprenta fueron expuestos en las estanterías de “los más vendidos” de todas sus tiendas de España, y ahí siguen, y no precisamente porque se vendan.

En todo caso, los “escritores” que yo conozco que se pagan sus libros no lo hacen por razones contraculturales, ni para salvar la censura y el monopolio de las grandes compañías editoras, sino porque tienen un ego desmedido y una incorrecta percepción de su pericia, porque no les financiaría ni la editorial más cutre y, mayormente, porque se aburren mucho. 

7 comentarios:

Teutates dijo...

Creo que autoeditarse es algo que está muy bien Sr Neri pero, como todo, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. El principal inconveniente de la autoedición y, desde mi punto de vista, el único de cara al lector, es el que usted apunta de que un libro autoeditado carece de la más mínima garantía a no ser que el escritor ya sea conocido. Pero es el único inconveniente que veo a esta forma de publicar. Lo que haga cada uno con su dinero, y con sus ilusiones entra en la esfera personal; para querer publicar un libro, poniendo uno de su bolsillo los cuartos, cada cual tiene sus razones. Unas pueden resultar más peregrinas que otras, y algunas pueden resultar menos sensatas que las demás, pero al fin y al cabo, cada cual tiene su justificación. Efectivamente en algunos casos el ego, o el aparentar, el poder decir que has escrito un libro con pruebas irrefutables, o el adquirir un status superior en tu círculo de amistades/conocidos, pueden ser los motivos, pero aquí lo criticable es ese egocentrismo, la soberbia, o el ansia de medrar, no la forma en la que se edita el libro. Por otro lado, escriban mejor o peor, hay personas que tienen la ilusión, la vocación o la necesidad de escribir y publicar, y la autoedición es una manera eficaz de abrir puertas a aquellos que de otra manera las tendrían cerradas, y no por escribir mal o por que vaya a existir, a priori, una falta de interés por parte de los lectores sobre lo que escriban, la razón puede ser, simplemente, que a las editoriales les interese otra cosa ( como bien dice usted, este tema podría dar para otra entrada en el blog).
Los motivos pueden ser muchos, buscar una salida profesional, querer contar algo con la intención de que te lean sin tener que pasar por filtros editoriales, satisfacción personal, ilusión, ir a contracorriente, todos ellos me parecen loables e incluso alguno admirable, pero obviamente el hecho de autoeditarse no te garantiza ningún éxito, es más, lo probable es que pierdas dinero pero, como todo en la vida, asumes un riesgo que tiene que compensarse con la motivación que tengas para asumirlo.
Por otro lado, no sé porqué critica usted la autoedición, estoy plenamente convencido de que usted sería de los pocos que, publicando un libro autoeditado (a ser posible novela, que es usted muy buen contador de historietas), tengo el convencimiento de que tendría un gran éxito a poco bien que se lo monte. Y de esta manera no tendría usted que recogerles el jabón a las editoriales.

trija dijo...

Yo estoy acabando un libro, sobre dibujo técnico, destinado a estudiantes de universidad y bachillerato. Próximamente lo llevare a editoriales. Si no me lo publican tengo claro que no me voy a gastar un euro en ello. Lo distribuiré como apuntes para mis alumnos.

Al Neri dijo...

Teutates, yo puedo entender que alguien se autoedite con un objetivo muy concreto. Por ejemplo, que un profesor saque un manual para sus alumnos o que una organización política imprima y distribuya sus libros doctrinales, que jamás serían aceptados en una editorial convencional. En el primer ejemplo podrían darse contraindicaciones éticas y de incompatibilidad, si en la práctica los alumnos estuvieran obligados a adquirir el manual para aprobar la asignatura, pero eso es otro asunto y no viene al caso.

Pero lo que no entiendo, quizá porque en estos temas soy demasiado pragmático, es que un señor se edite su propia novela por el simple prurito de ser “escritor”, de tener en sus manos una obra suya impresa y encuadernada. No entiendo que una persona, “escriba mejor o peor”, se pague el lanzamiento de un libro solo para dar satisfacción a su “ilusión, vocación o necesidad de escribir y publicar”. Aunque es cierto, como usted muy bien dice, que “cada cual tiene sus razones” y que “lo que haga cada uno con su dinero y con sus ilusiones entra en la esfera personal”, yo no puedo dejar de pensar (qué le vamos a hacer) que este tipo de gente es imbécil.

Yo conozco a unos cuantos que se han autoeditado y siempre es la misma historia. Son unos cretinos con mucho tiempo libre que lo único que buscan es una especie de masturbación intelectual. Y para obtener ese placer les da lo mismo hacerse trampas al solitario. Ya lo he resumido en el post. Son fulanos que se imprimen doscientos ejemplares de su truño (que jamás sería editado por nadie que no fuera él). Después convencen a algún librero amigo de que les deje su local para presentarlo, o contratan la presentación con una librería grande (en mi ciudad, Oletum, por ejemplo) o pagan un salón en un hotel o pillan un centro municipal. Se dedican a invitar a este acto a su familia, amiguetes, compañeros de trabajo, vecinos y todos los conocidos habidos y por haber, que acuden al sarao y compran el librito a la salida por puro compromiso. Este tipo de presentaciones (muy conocidas por mí) suelen dar vergüenza ajena, pues el autor suele hablar y actuar como si fuera Gabriel García Márquez, quedando como un perfecto pelotudo, como diría nuestro amigo Tábano porteño. Lo más bochornoso de todo son las dedicatorias que escribe a los sufridos compradores. Y para terminar, los ejemplares que le sobran tras la venta de la presentación, los trata de encasquetar compulsivamente por las librerías locales (siempre a base de amiguismo o de chantajes emocionales), o los promociona a través de un blog o utilizando los dudosos servicios de la propia empresa de autoedición a la que ha recurrido (hay algunas que ofrecen, entre sus servicios, la distribución en plataformas como Amazon, Casa del Libro, o El Corte Inglés).

Todo esto me parece patético y hasta me da lástima. Pero naturalmente están en su derecho, que para eso estamos en democracia y hay libertad de expresión, de mercado y todo eso.

Lo primero que olvidan estos “emprendedores” es que el público jamás va a comprar un libro de un “escritor” novel y desconocido (salvo su mamá y sus compañeros de trabajo) habiendo como hay tropecientos escritores que han publicado sobre temas similares y gozan del respaldo no ya de una editorial prestigiosa, sino de millones de lectores que avalan el producto con su experiencia positiva. Y luego tampoco se preguntan, porque no se les ocurre o porque no les da la gana, por qué motivo iba a leerles alguien cuando ni siquiera novelistas reconocidos y galardonados (por ejemplo con el Premio Nadal) tienen muchos lectores.

Y desengáñese, amigo, la inmensa mayoría de los que se autoeditan no lo hacen para evitar “recoger el jabón a las editoriales”, evitar sus filtros o ir contracorriente, sino porque no les quiere publicar ni el tato. Autoedición, en términos generales, es sinónimo de mediocridad y de frustración.

Yo no creo que recurra a la autoedición. Mi ilusión a lo mejor sería ser escritor, pero no vendedor.

Al Neri dijo...

Trija, me parece de lo más razonable su postura, aunque espero que encuentre a un editor interesado en su libro.

Tábano porteño dijo...

Creo viene a cuento recordar a un escritor exitoso que solía opinar sobre temas relacionados con el de la entrada. Por ejemplo esta respuesta en una entrevista:

"-Supongo que se escribirá mejor en una democracia que una dictadura...

-No sé qué decirle. Yo creo que es igual, aunque se me tache de partidista. Ya dijo Umbral que ninguna dictadura puede acabar con ningún talento. En los años cuarenta, en la posguerra más dura con la peor censura del franquismo aparecen nada menos que Cela, Delibes, Gironella, Matute, Laforet, Agustí, es decir, la gran novelística española del siglo XX. Y es verdad que algunos de esos autores, cuando llega la democracia, ya no mejoraron. Es el caso de mi querido Buero Vallejo. Bardem lo hizo lo mejor durante la dictadura, bajo la censura. Con la libertad, no hizo nada. El siglo de oro de la literatura española, con Lope y Quevedo, coincide con el auge de la Inquisición.

-¿Quiere decir que se escribe mejor con censura?

-Lo que digo es que la censura ha sido una coartada cojonuda para los mediocres. Y en la época franquista, en el café Gijón había muchos que hablaban de libros que no podían publicar por la censura y que luego, en la democracia, no publicaron nada."


O esta otra:
"-Usted vendió 800.000 ejemplares de «Y al tercer año resucitó», uno de los libros más vendidos del s. XX en España. ¿Qué opina de los best-seller?

-Cualquier escritor que no venda más de tres mil ejemplares dirá que los best seller son muy malos. Los hay buenos y menos buenos. Pero el mayor best-seller de la Historia ha sido el Quijote. Por algo será. La opinión de la mayoría debería contar."

(De aquí):
http://sevilla.abc.es/hemeroteca/historico-18-02-2002/sevilla/Sevilla/vizcaino-casas-en-espa%C3%B1a-solo-existen-ahora-diez-escritores-ha-surgido-una-nueva-censura_38314.html

Teutates dijo...

Las opciones de la autoedición son muchas, y en la más completa de todas lo único que no hace la editorial es quedarse con los derechos del libro. Las más famosas empresas de autoedición, revisan también lo que se publica para garantizar una mínima calidad, porque uno de los servicios que suelen ofrecer es la venta a través de sus webs, y ni a ellos les interesa poner a la venta "basura". Obviamente no son controles tan estrictos como los que tienen las grandes editoriales al uso, porque ellos no se juegan los cuartos. Por otro lado, uno puede editar su libro a través de una editorial al uso, de las pequeñas, sin muchos más controles que los de las empresas de autoedición, tuve la suerte de conocer una de estas editoriales pequeñas, y puede que sea lo ideal para escritores noveles si no se quiere optar por la autoedición, pero se da la paradoja de que los medios de distribución y marketing de estas pequeñas editoriales, suelen ser bastante más reducidos que los de las empresas solventes de autoedición.
No se si usted pensará también, que el que se autoedita porque le gusta escribir y quiere dedicarse a ello profesionalmente, es también un imbécil. No me parece muy distinto a poner una tienda de ropa, una gestoría, o cualquier tipo de despacho profesional. Entre los que se deciden por la autoedición, habrá de todo como en vendimia, estará el tipo de gente al que usted alude, pero también habrá mucha gente que busca una alternativa en su vida y han pensado y decidido, por hache o por be, que su mejor alternativa es la autoedición, y para eso habrán tenido en cuenta muchos factores como, por ejemplo, el tipo de libro que han escrito, a quién va dirigido, las redes de contactos para la posible venta de la que disponen, y el número de ejemplares que creen poder vender. Si usted escribe un libro sobre la creación y desarrollo del barrio de la Rondilla de Valladolid, probablemente no esperará vender más de mil ejemplares, y por muy bien escrito e ilustrado que esté, posiblemente ninguna editorial de renombre le va a editar su libro, y si además tiene relación con las asociaciones de vecinos del barrio y tiene contacto con las empresas y comercios del barrio, quizá lo más interesante sea la autoedición. Este es un ejemplo que puede resultar algo peregrino, pero ilustra el hecho de que lo que a uno le lleva a autoeditar puede no ser precisamente la imbecilidad, sino que resulta para su libro la mejor opción. Desde luego que si un escritor, o alguien que lo pretenda ser, quiere forrarse con una novela, lo que tiene que hacer es: primero escribir una buena novela de verdad, y segundo que se lo publique una editorial de prestigio, pero de ahí, al señor que quiere tener 100 ejemplares de su libro para repartirlos entre sus amigos y familia, existen una variedad indefinida de razones y circunstancias.
Mire, le voy a contar un caso real de alguien que conozco que se ha autoeditado. Es un señor de más de 70 años e iba a celebrar las bodas de oro con su mujer, se pasó un par de años escribiendo un libro sobre su vida, y en especial sobre sus cincuenta años de casado, con el principal objetivo de que resultara un regalo fuera de lo común para su mujer, y decidió autoeditar una tirada de ejemplares para regalárselos a su familia y a los más íntimos amigos. Creo que este hombre no necesitaba para nada una editorial, ni tampoco creo que encajara en los supuestos que usted menciona.
No le digo que autoeditarse sea lo mejor, pero sí que es una opción válida como otra cualquiera, y que la imbecilidad, la soberbía, el egocentrismo, está en las personas, no en la autoedición. Que ésta sea un cauce para conseguir los propósitos de aquellos, no se lo discuto, pero que es una opción perfectamente válida y carente de estupidez para otras personas creo que ha que reconocerlo también.

Al Neri dijo...

Como ya he insinuado en mi anterior comentario, ejemplos de autoedición como los que usted pone (el de la historia del barrio y el de las bodas de oro) me parecen dignos, legítimos e incluso lógicos, pero no pensaba en ellos al escribir la entrada. Esos libros vendrían a ser meros escritos domésticos (sobre todo el segundo) aunque con formato profesional, sin enfoque hacia el mercado ni hacia el gran público. Yo me refiero a la autoedición como intento de abrirse un hueco en el mundo de la literatura o del mercado editorial, es decir a la autoedición como negocio.

Usted se empeña en comparar la edición de libros con "poner una tienda de ropa, una gestoría o cualquier tipo de despacho profesional", y no tiene nada que ver. En el mercado editorial es fundamental el prestigio, y el prestigio de un autor se basa en haber sido seleccionado por una editorial solvente. La estrategia Juan Palomo -yo me lo guiso, yo me lo como- desprestigia absolutamente el producto. Un escritor al que no conoce nadie y que imprime y vende sus propios libros va a chocar irremediablemente con un muro de desconfianza infranqueable, y más en un país como España, en el que se lee tan poco. Un novelista vendiendo por ahí su propia novela da una imagen cutre y nada confiable. Una prueba es que casi ninguna librería acepta vender ejemplares con ISBN de autoedición, por lo que, como usted bien sabe, algunas empresas de autoedición ofrecen publicar con ISBN de editorial, es decir que tratan de camuflar vergonzantemente que el autor se ha pagado el libro (¿por qué si es tan honroso?)

A una boutique de ropa o a una peluquería entra todo el mundo sin conocerlas de nada, pero con un libro no funciona así de ninguna manera.

El egocentrismo y la imbecilidad está en las personas, sí, pero la autoedición es un síntoma bastante inequívoco, ya que quien autoedita normalmente está poniendo su ego personal por encima de las reglas elementales del mercado editorial que le he contado en el párrafo anterior. Es gente a la que se la suda la opinión de los demás sobre su obra y se aventura a publicarla con sus medios por encima de cualquier consideración, "porque yo lo valgo". Y en el mundillo de los libros, Teutates, la valía hay que demostrarla compitiendo con otros originales en una editorial, ganando un concurso literario o de otras formas. A veces hay gente que solo por ser famosa o salir en la tele vende miles de ejemplares de sus libros aunque sean una patata, pero el escritor novato y anónimo ni siquiera tiene esa baza.

Le doy la razón en que la mejor alternativa para un autor novel son las editoriales pequeñas. Pero creo que se deja usted impresionar demasiado con los medios de promoción y marketing de que disponen algunas empresas de autoedición. Al final lo único que te ofrecen (previo pago) es anunciar la versión ebook de tu libro en la página web de El Corte Inglés y de la Casa del Libro, con los que tienen un convenio. Es un engañabobos total, puro humo, pura imagen. Ningún escritor desconocido va a vender libros así.

Por cierto, hago desde aquí un llamamiento a las grandes editoriales del país, para que, si les gusta como escribo, me manden un email haciéndome una oferta y ya negociaremos las condiciones. Pero que no me líen, ¿eh?, que yo tengo poco tiempo. Yo les paso el original y ya no quiero saber nada más; solo cobrar mis derechos de autor...

Tábano, tengo un gran cariño a Vizcaíno Casas, cuya novela De camisa vieja a chaqueta nueva me hizo llorar de risa.