viernes, 2 de octubre de 2015

HACERSE EL TONTO


Varón fingiendo incapacidad intelectual para poner una lavadora

Hay una vieja estrategia social que todos conocemos que consiste en simular un déficit general de inteligencia o una escasa habilidad para algunas tareas con el objetivo de librarnos de ciertas responsabilidades y compromisos. La táctica está muy generalizada en todos los ámbitos de la vida, pero mientras que unos recurren a ella solo en situaciones críticas, otros son auténticos expertos en fingir una suerte de autismo, de despiste crónico o incluso de subnormalidad profunda cada vez que alguien les exige un esfuerzo que a su juicio no deben realizar o que no les reporta ningún beneficio.

Seamos sinceros: todos nos hemos hecho los tontos alguna vez. Las situaciones más proclives en España se dan en el trabajo, cuando un jefe nos trata de encasquetar un cometido incómodo; en el matrimonio, cuando la parienta pretende enseñarnos a planchar o a poner la lavadora; y entre amigos, cuando alguien debe asumir la engorrosa organización de alguna actividad de grupo (cenas, viajes). En muchos de estos casos, todos, en algún momento, hemos tratado de aparentar que éramos torpes, lentos, olvidadizos y hasta un poco retrasados mentales para ver si nos libraban de ese marrón concreto o, por lo menos, no nos lo volvían a encalomar jamás.

La maniobra no está mal si no se abusa de ella, pero lo difícil es hallar el equilibrio. Yo tengo la teoría de que ir por la vida con las antenas demasiado bien sintonizadas, derrochando entusiasmo, talante activo y eficiencia sin ningún tipo de criba, es una actitud muy poco adecuada si no aspiramos a convertirnos en los pringados de la oficina, de la familia o de la cuadrilla de amigos, a los que se cargue día sí y día también con quehaceres ajenos. Tengo claro que en muchas ocasiones, mientras no estemos seguros de con quién nos jugamos los cuartos, es preferible quedar como algo lerdos que como los más hábiles del mundo mundial. Parece una medida básica de prudencia y más en este país de aprovechados. Pero pasarnos de la raya con la pantomima también tiene sus contraindicaciones, y no solo porque entonces los jetas seríamos nosotros, sino porque podrían tomarnos por idiotas o por inútiles definitivamente y para muchos más aspectos de lo que nos interesa, en perjuicio de nuestros intereses y expectativas. 

4 comentarios:

Aprendiz dijo...

Hacerse el tonto te saca de muchas, pero vamos, que hay que aprender también a decir que no (con todas sus consecuencias). Yo desde que trabajo en el despacho he tenido que hacerme más de una vez la tonta en algún organismo oficial para que me solucionen las cosas (de todos modos los funcionarios son expertos en hacerte sentir idiota como si no tuvieras ni idea de nada, porque ellos son los más listos, como les pasa a los taxistas con los demás conductores). En fin, que me voy del tema. Pero que sí, que ir de listos por la vida tampoco da muchas ventajas.

Tábano porteño dijo...

Algunas Leyes de Murphy sobre la burocracia:

Regla de Roger.
Se concederá autorización para un proyecto únicamente cuando ninguno de los que lo autorizan pueda ser culpado si el proyecto fracasa, pero todos se lo puedan atribuir si resulta un éxito.


Primera Regla de la Inferioridad Superior.
No permita que sus superiores se den cuenta de que usted es superior a ellos.


Leyes de Spencer sobre los Datos.
1. Cualquiera puede tomar una decisión si se le proporcionan datos suficientes.
2. Un buen gerente puede tomar una decisión sin datos suficientes.
3. Un gerente perfecto puede trabajar en la mas completa ignorancia.

Ley de Cohn.
En cualquier burocracia, el trabajo de oficina aumentara a medida que usted pase cada vez mas tiempo redactando informes sobre lo poco que hace. La estabilidad se alcanzara solo cuando usted se pase todo el tiempo redactando informes sobre lo que, en absoluto, esta haciendo.


Principio de Pfeifer.
Nunca tome una decisión si puede lograr que la tome otro en su lugar.


Ley de Wellington sobre la Autoridad.
– La crema sube a la superficie.
– La mierda, también.

Quinta Ley de Parkinson.
Si existe una manera de retrasar una decisión importante, una burocracia eficaz, publica o privada, la encontrara.


Ley de Jones.
El hombre capaz de sonreír cuando las cosas van mal, ya ha pensado a quien le echara la culpa

Al Neri dijo...

Aprendiz, tengo entendido que en los organismos que tú frecuentas tienen la consigna de no ayudar a los profesionales de las gestorías a rellenar formularios o a hacer trámites similares, ya que se supone que sus clientes les pagan para ello, y la Administración prefiere dedicar su tiempo a los ciudadanos particulares.

Me encanta, Murphy, es muy científico.

Aprendiz dijo...

Al Neri, exactamente como tu dices, pero yo, que soy ciudadana como cualquier otro particular, me siento obligada a reclamar mis derechos y a exigir respeto, porque te tratan con la punta del pie. Yo lo que entiendo es que los clientes me pagan a mi para no tener que aguantar los abusos de la Administración (de ahora ve allí, ahora aquí, ahora te falta esto...) y de aguantar las colas, y de aguantar la simpatía de muchos... Lo cual no significa que no tengan la obligación de atenderme a mí, sobre todo cuando ellos mismos cambian los programas y las normas cuando quieren.