viernes, 4 de septiembre de 2015

LA ESTATURA DE LOS LÍDERES




He leído en una revista que según un reciente estudio realizado en Estados Unidos, existe una sensible diferencia entre la estatura media de los directivos de grandes empresas norteamericanas y la del conjunto de la población del país. La conclusión es que los jefes son más altos que el resto del personal, y la pregunta que hay que hacerse es cuánto influye realmente el físico en el ejercicio eficaz del liderazgo.

En teoría un líder nato debería serlo por sus cualidades para dirigir equipos, sus dotes de mando, su habilidad comunicativa o su capacidad de compromiso, pero todos sabemos, o al menos intuimos, que estas aptitudes deben ir acompañadas de una cierta prestancia corporal y proyectarse en una imagen digna. En general, los grupos humanos no parecen dispuestos a aceptar la autoridad de un semejante que les decepcione a primera vista con un rostro desagradable, una estatura exigua, algún defecto físico manifiesto o incluso una voz endeble. El porte exterior tiene una importancia decisiva a la hora de ganarse el respeto de la gente, transmitir credibilidad y resultar convincentes. 

Esto antaño lo entendían muy bien casi todas las órdenes religiosas, que vetaban el ingreso en sus noviciados a cualquier aspirante con una tara o deformidad visibles (cojos, enanos, tartamudos). Suena cruel pero estas comunidades entendían que sus miembros, interlocutores entre Dios y el pueblo al fin y al cabo, debían irradiar la dignidad propia de su cometido, y no estar expuestos a burlas o motes en aquella sociedad mucho más insensible que la de ahora.

Y, al hilo de las conclusiones del estudio americano, se ve que hoy seguimos teniendo una concepción del liderazgo enormemente vinculada a la fisonomía y a otros elementos externos teóricamente sin relación alguna con las competencias directivas. Nos basta echar un vistazo alrededor. Honestamente debo decir que no conozco a ningún jefazo pequeñín ni a ninguna directora general gorda (marimacho, sí). Pero es que ni siquiera hace falta hablar de líderes. Cualquier pyme de tres al cuarto se resiste de manera espontánea, y yo diría que casi inconsciente, a contratar a feos, gordos, bajos o viejos para un puesto de cara al público. El lunes, en la sección de libros de El Corte Inglés, me atendió una jovencita muy retaco, rellenita y con gafas gruesas, y me pregunté de qué director de centro sería sobrina.

Pero también nos encontramos con excepciones muy notables, entre las que se me ocurren, así de pronto, el General Francisco Franco (un auténtico taponcete al que muchos apodaban Paca la Culona) y la actual canciller alemana Ángela Merkel, ambos paradigmas de grandes líderes poco aparentes. Aunque estos dos casos son muy distintos entre sí y las razones del éxito de cada uno (a pesar de su estampa) no tienen nada que ver, podemos aventurar que existen casos puntuales en que un extraordinario poder de imantación, una personalidad excepcionalmente arrolladora, una brillantez inaudita, un tesón a prueba de bomba y, por qué no decirlo, una hábil propaganda, pueden llegar a compensar las limitaciones estéticas de un dirigente. 

No confundamos, de todas formas, un líder con un jefecillo. Porque muchos me diréis que vuestros superiores en el trabajo son más feos que un culo y se tienen que subir a la silla para coger un archivador del segundo estante. Yo no me estoy refiriendo a tantas personas que ascienden a puestos de gestión o de mando intermedio, sin grandes equipos a su cargo, gracias a sus conocimientos y a su capacidad de trabajo. Yo hablo de los auténticos cabecillas natos, de los que se llevan a las masas de calle y tienen un poder natural para influir en sus colaboradores; de esos que ya los veíamos en el cole tomando siempre la iniciativa en los juegos y capitaneando en el patio a toda la clase sin necesidad de chulerías. ¡Ninguno era bajito!

2 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Estos párrafos parecen corroborar su análisis, Neri:

"En el mundo de la política, la estatura también resulta muy importante. De los 43 presidentes estadounidenses, sólo 5 tuvieron una estatura inferior al promedio:
y han pasado más de cien años desde que los votantes eligieron a alguien más bajo que el término medio (el presidente William McKinley, de 1,70 metros, que asumió el poder en 1896 y a quien la prensa se refería como un “chaval”)."

http://www.xatakaciencia.com/psicologia/si-eres-bajito-tendras-menos-probabilidades-de-tener-exito


Por no hablar de éstos, que desmitifican cierta popular creencia sobre Napoleón:
"Por si esto fuera poco, Napoléon, icono del bajito furioso y chulito, ni siquiera era de corta estatura. Esta imagen fue creada, en parte, por el caricaturista británico James Gillray (1757-1815), inspirándose en Los viajes de Gulliver. En la imagen, el rey Jorge III sostiene a Napoleón en la palma de su mano, mientras le inspecciona con una lupa.
En 1821 se llevó a cabo una autopsia de Napoleón Bonaparte y se determinó que su estatura era de 1,69 metros. La estatura media de los varones franceses entre 1800 y 1820 era de 1,64 metros. Y la del inglés medio, 1,68. De modo que Napoleón era más alto que la media. El gran enemigo de Napoleón, Horatio Nelson, por ejemplo, solo medía 1,62 metros".
http://www.xatakaciencia.com/psicologia/napoleon-no-era-bajito-y-las-personas-de-corta-estatura-no-son-mas-agresivas


En todo caso, me quedo con el Tábano ateniense que no fue líder de masas pero nos enseño a vivir y morir; fue descripto así:
"La mítica fealdad de un maestro.
De pequeña estatura, vientre prominente, ojos camaleónicos y nariz exageradamente respingona, la figura de Sócrates era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado el día que se lavó los pies y se puso sandalias, y Antifón, el solista, decía que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. LLevaba siempre la misma capa, y comía y bebía lo más barato. Pero lo sorprendente es que un hombre así acabara siendo considerado por los griegos -que creían que la belleza del alma armoniosa se reflejaba en la armonía del cuerpo- como modelo del decoro filosófico"
http://www.academiasocrates.com/socrates/biografia.php












Al Capone dijo...

Seré bajo pero tengo más huevos que tú, mocoso "al".