jueves, 3 de mayo de 2012

IMPORTANTES PERO GUAYS

Entre las personas que ocupan altos puestos de responsabilidad, dirigen grandes cotarros y mandan más que generales podemos encontrar con cierta frecuencia un prototipo que yo llamaría “los importantes pero guays”. Se trata de unos tíos que, creyéndose muy cabales y equitativos, pensando, pensando, han llegado a la conclusión de que, a pesar de ser los reyes indiscutibles del mambo y estar por encima de todos, deben esforzarse por demostrar a los seres inferiores del universo y en especial a sus subordinados que son muy cercanos, amigables, divertidos y humanos, muy humanos. Por supuesto se creen dioses, pero dioses benevolentes y accesibles con los que te puedes tomar una caña y hablar del culo de Menganita.

Los tengo muy fichados porque son todos idénticos. Estos tipos se comportan un poco como si les avergonzara ser tan superiores a los demás, pero sintiéndose orgullosos de su “vergüenza”, que tanto les humaniza. Se consideran más brillantes, inteligentes y triunfadores que nadie, pero, eso sí, muy campechanos y capaces de alternar con todo el mundo a pesar de su puesto. A menudo utilizan tiránicamente su poder pero su mayor obsesión son las formas en el trato para no parecer clasistas ni elitistas; para dejar claro que están a pie de calle, que también son amigos de los pobres; para que todos digan “joder, es un mandamás pero mira qué cachondo”.

Es una pose más falsa que un billete de Mortadelo. Probablemente estos “importantes pero guays” son los jefes más prepotentes y chulescos, los que más abusan de su posición y más chanchullos perpetran. No apoyan a su gente ni cuentan para nada con ella pero luego se pasan el día haciendo el payaso, lanzando chistes y procacidades que todos les ríen por obligación, y comportándose como adolescentes pasados de rosca que pasan de formalidades “porque a ellos su posición no se les ha subido a la cabeza”.

Se me ocurren bastantes anécdotas sobre espécimenes de esta ralea pero algunas prefiero omitirlas. Varias se refieren a barrabasadas y salidas de tono en bares o restaurantes, especialmente en ciudades distintas a la de la sede del feudo del patán. A veces, cuando se juntan dos o tres de estos líderes todopoderosos y hay público subalterno parecen iniciar una competición de a ver quién es el más macarrilla, mujeriego, borrachín o desenfadado, con resultados abochornantes.

Pero una no me resisto a contarla. Reunión de alto nivel. Todo quisque trajeado. Secretarias entrando y saliendo de la sala de juntas. Orden del día relevante con decisiones de calado. Y, de pronto, el presidente de la sesión, en pleno debate con dos asesores, al levantarse para coger unos documentos de su cartera, ¡raca!, suelta un cuesco apoteósico, brutal, de elefante; una pedorreta en do mayor y en varios tiempos que deja a la peña boquiabierta. A los cinco segundos, todo coloradote y carcajeándose, señala con el dedo a su colaborador más sobrio y discreto:

- Yo no he sido, yo no he sido, ha sido este.

Y la sala al completo riéndole la gracia, cómo no.

5 comentarios:

Moneypenny dijo...

Ufff, a esos les conozco y son como los curas: en cuanto tienen algo de público, al cual no le queda más remedio que escucharles, se crecen!

Miamoresdulcinea dijo...

Neri, Neri, tu misantropía se dispara por momentos.No dejas títere con cabeza, macho.
Sigues profundizando en los estereotipos humanos más desagradables.
Muchas veces me pregunto cuanto tendremos cada uno de aquello que reconocemos en los demás y tanto nos repugna.
Cuanto de guays, cuanto de envidiosos, cuanto de listillos, cuanto de ególatras...Mucho. Seguro que mucho más de lo que sería deseable.

Fdo:Aprendiz de brujo

Ramiro Semper dijo...

Conozco a más de uno que encaja perfectamente en el tipo descrito. Nunca he sido capaz de discernir si me producen más arcadas y vergüenza ajena ellos mismos o el habitual séquito de lameculos y pelotas que suele rodearles.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Me recuerda al típico fraile del colegio que iba de molón pero que, en el fondo, resultaba ser el más falso, hipócrita y tirano del todo el tinglado. Al final, todos los alumnos le terminaban odiando; al contrario que al fraile recto pero justo con el que no se movía ni una mosca. Cuando falleció uno de estos últimos, al pie del cañón, hasta los alumnos más macarras lloraban junto a su ataúd.

Personalmente, al final, prefiero a la gente que va de dura. Al tipo de que va de cabrón, al Clint Eastwood que nunca se tomaría una caña contigo pero que está ahí, cumpliendo como el primero cuando es necesario.

sefo dijo...

Es dificil, creo encontrar gente de verdad importante que tenga muchas familiaridades con los de abajo, se les suele subir a la cabeza y no hay quien les aguante salvo honrosas excepciones.