martes, 15 de mayo de 2012

COMER CON LOS CONSTRUCTORES

En el departamento de Ana Pastor está a punto de aprobarse una especie de código ético en el que, entre otras cuestiones, se subraya la recomendación a los funcionarios de Fomento de no comer con los constructores y celebrar las reuniones con ellos únicamente en despachos oficiales, con presencia, a ser posible, de más de un empleado público.

Vaya por delante que siempre me ha desagradado el compadreo manifiesto entre los posibles adjudicatarios de contratos públicos y los funcionarios que habitualmente integran las mesas de contratación. No es una situación que desde mi puesto de trabajo haya tenido ocasión de presenciar, pero no dudo que pueda darse en determinadas circunstancias, y, con independencia de la honradez que debamos presuponer al funcionario de turno y de que almorzar con quien a uno le dé la gana no es delito, sí pienso que la mujer del César no solo ha de ser decente sino parecerlo. En ámbitos como la contratación administrativa no solo es importante que primen los principios de libre concurrencia, igualdad y transparencia, sino que todo debe desenvolverse dentro de unas formalidades y una estética mínimas.

Es como (y esto sí lo he visto bastante) esa relación de "súper-amigüitos del alma" que a veces se percibe entre los miembros de un tribunal de oposición y los aspirantes que llevan años como interinos en su  misma oficina. Luego a veces ni aprueban, pero desde fuera la cosa huele a mierda.

Las pegas que yo pondría a este código ético en lo tocante a las comidas con contratistas o potenciales contratistas son tres.


Primero, que poner esta propuesta por escrito y lanzarla a la prensa a los cuatro vientos a lo mejor hace quedar muy bien a la ministra zamorana, pero desde luego a los funcionarios les deja a la altura de la suela del zapato, porque “recomendarles”, así de pronto, que no se tomen ni el aperitivo con los promotores es como proclamar sin tapujos que se trata de una práctica habitual y generadora de chanchullos, que los técnicos del Ministerio son unos corruptos, amigos del cohecho, y que ya está bien, que hay que poner orden de una vez con el código ético de marras.

En segundo lugar, me parece una sugerencia un poco estúpida porque mientras no se opte por la vía disciplinaria (y es imposible hacerlo porque comer con un empresario jamás podrá ser una infracción), la gente va a seguir haciendo lo que le dé la gana al respecto. El que nada tenga que reprocharse no cambiará sus costumbres porque llegue esta pepera adalid de la ética y publique un panfletillo. Y al que viniera celebrando comilonas para conspirar con el dueño de una consultora o de una promotora de viviendas y hacerles el pliego a medida, no le va a dar vergüenza ahora de repente seguir haciéndolo. Os lo digo yo, que participé en su día en la redacción de un rimbombante código ético para una Administración y ahí está en una web, muerto de risa, y haciendo cada funcionario lo que le sale de los cojones, igual que antes.

Y por último, que esta recomendación, así en general, puede llegar a ser no digo que contraproducente, pero sí inoperativa y hasta morbosa en el contexto de ciertos puestos o situaciones. Imaginemos a un honrado arquitecto o ingeniero de la Junta que lleva décadas visitando obras de viviendas de protección oficial, o de conservación de carreteras, y conoce de toda la vida a los operarios, a los albañiles, a los capataces, a los directores facultativos y a los directivos, y hasta, por qué no, le une a algunos de ellos una sana camaradería. ¿De verdad es tan criminal que se quede a comer con unos colegas tras un viaje a Soria de tres horas y que una vez invite el constructor y otra él? ¿Significan estas comidas que esa empresa saldrá favorecida en el próximo concurso de contratación? Pues no sé. Probablemente yo, por mi manera de ser y de pensar, intentaría evitar estas situaciones, pero tampoco me he visto nunca en una similar y no estoy seguro de cómo actuaría, y desde luego no soy quién para hacer el mínimo reproche a quien se queda a comer.

Imagino que todo depende del cómo, del cuándo, del cuánto, del cuántas veces y del con quién. Lo que ya digo que veo morboso es, cuando te ofrezcan sentarte a la mesa, empezar a excusarte con que si el código ético de la Pastor te lo prohíbe, y te vayas a sentar en la otra punta del restaurante a gastarte honradamente tu media dieta. Gracias a Dios hay muchos funcionarios y muchos empresarios honrados, que actúan con espontaneidad, sin esa malicia que algunos no dejan de ver hasta en la sopa creyendo el ladrón que todos son de su condición.

2 comentarios:

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Pues entonces, estas brujas peperas debería incluir en su código de conducta que no se debe participar en conferencias organizadas por círculos de empresarios cuando se es un cargo electo.

O que no es conveniente que siendo ministra de Sanidad, se envíe a la Conferencia Episcopal un borrador de la Ley de Reproducción Asistida para que esta dé su visto bueno y luego aprobar otro texto diferente. O, que habiendo sido la ministra que legalizó las píldoras abortivas, no es muy coherente acudir a Roma con mantilla y peineta en plan beata de los años cuarenta. Por cierto, esa ministra fue Ana Pastor.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Nunca me he movido en esos círculos pero me parece la típica política peperista de pintar cagadas de amarillo y venderlas como oro.

Si un funcionario quisiera recibir regalos de un constructor por adjudicarles obras a dedo (más al alcance de cargos electos y libredesignados) no creo que lo hiciera en un restaurante sino en privado.

Nunca he movido grandes cantidades de dinero y de ahora en adelante ni un céntimo debido a mi nueva situación laboral. Pero, hace unos meses, ¿no podría dejar que el proveedor al que compraba todo el material, bastante más barato que al precio de mercado, me invitara a un café? Pues clamaría al cielo, sabiendo de primera de mano que en la Consejería, anualmente, adjudicaban a una empresa de Valladolid contratos de dos millones de euros para hacer cosas que nadie necesitaba y que nunca funcionarían.

¿Y cómo se trataría que ese mismo proveedor una vez me cobrara, sin que yo se lo pidiera, en un artículo para mí un 10% que al resto de sus clientes?