jueves, 19 de abril de 2012

LAS IDEAS POLÍTICAS DE LA GENTE IMPORTANTE

Es una idea bastante generalizada la de que en los partidos políticos excluidos del arco parlamentario que defienden ideas actualmente con escasa aceptación social solo militan locos, tontos, "frikis", pringados e inadaptados.

Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que lo minoritario tiende a atraer a lo marginal, en términos generales los afiliados a estas organizaciones políticas suelen ser simplemente gente honesta que apuesta por la ortodoxia doctrinal de sus respectivas ideologías y rechaza la adulteración de los principios en los que ha creído toda su vida. No son gilipollas, sino idealistas. No son inocentes, sino sinceros. No piensan que la política no deba adaptarse a los tiempos y a las circunstancias, pero huyen de las “renovaciones” que se hacen por puro interés, para estar en la palestra (que son casi todas).

Sin embargo en todos estos grupos se ha producido un fenómeno que es innegable. En la Transición casi todos ellos tuvieron entre sus filas a personas importantes: abogados prestigiosos, escritores, empresarios de éxito, notarios, catedráticos de universidad o cantantes famosísimos. Y, hoy en cambio, las mismas siglas de la radicalidad, de la pureza, de las muchas veces mal llamadas extrema derecha y extrema izquierda, solo cobijan a don nadies que nada pintan y a quienes nadie conoce, a humildes empleados, a estudiantes y a parados de larga duración.

Esta situación, que no se ha producido de un día para otro, merecería un sesudo estudio sociológico e incluso psicológico, y, en todo caso, sugiere una capciosa pregunta: ¿estos partidos puristas se han quedado en los huesos por culpa de la pérdida de efectivos y de líderes valiosos y renombrados, o, justo al revés, la huida de intelectuales se produjo cuando estos advirtieron la marginalidad y la escasa viabilidad de las organizaciones en las que militaban? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

Una vez más se trata de un problema de gregarismo y de instinto de conservación. Si a la muerte de Franco había personas socialmente relevantes apoyando ciertas ideas y a ciertos partidos se debía a que todavía no había sonado el pistoletazo de salida de las elecciones del 77; a que todas las formaciones políticas se encontraban aún, en teoría, en igualdad de condiciones, con el contador a cero, a la espera de que el electorado pusiera a cada cual en su sitio; a que todavía no se había implantado el bipartidismo salvaje en el que todo lo que queda fuera se percibe como marginal e inoperante; a que muchísima gente tenía aún ilusión en que sus ideales pudieran triunfar o al menos prosperar dignamente.

Cuando la realidad electoral despejó todas las incógnitas y se vio cuáles eran los dos únicos colores que pitaban en el terreno político y se repartían el mondongo, los señores importantes y conocidos, con un fuste que cuidar, con una carrera que salvar, dijeron adiós muy buenas a sus partidillos y se fueron con los grandes o a su casa.

Ya digo que la cosa no fue repentina y que algunos aguantaron al pie del cañón, defendiendo lo suyo, hasta bien entrados los años 80, pero los resortes del poder y los medios de comunicación son lavadoras industriales de cerebros, así que prácticamente todos terminaron abandonando, temerosos de ser señalados con el dedo como fanáticos (aunque objetivamente las ideas eran las mismas que antes), contribuyendo así a apagar las pocas luces que aún quedaban encendidas en los foros políticos más íntegros, leales y transparentes.

3 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

supongo que la gente conocida y con prestigio se siente demasiado "importante" para poner su nombre al servicio de un partido de pelagatos. Los pocos que se unen a la política quieren mandar desde el primer día y eso, en un EQUO o Alternativa Española, incluso en UPyD está más que jodido.

J dijo...

Dice usted que antiguamente en estos partidos tan minoritarios había "abogados prestigiosos, escritores, empresarios de éxito, notarios, catedráticos de universidad o cantantes famosísimos". A lo mejor sigue habiendo esos perfiles - seguramente en menor medida - pero no son famosísimos precisamente por lo que cita posteriormente: por la presión del bipartidismo y de los medios de comunicación. Seguramente, la coherencia con sus ideas les impida participar de un circo en el que los famosos no lo son por sus virtudes y su trabajo sino porque son ricos, guapos y están al servicio de la pocilga de lo políticamente correcto. Ser famoso en esta sociedad puede ser incompatible con sus planteamientos más profundos. Por lo demás, muy interesante el artículo.

Anónimo dijo...
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