No trago la costumbre de dar propina. Me parece una práctica arcaica, palurda, humillante, contraria a los derechos de los trabajadores y que carece completamente de sentido con el concepto de servicio que rige hoy en día.
Jamás contribuyo al bote de los bares y rara vez dejo ni un céntimo en la mesa de los restaurantes, aunque me hayan tratado de mimo. Únicamente lo hago cuando así lo deciden mis compañeros de mesa o cediendo a la presión social en algunas situaciones muy concretas, cuando almuerzo con gente de poca confianza y no deseo dar la nota.
No se trata de ser agarrado, qué va, sino de entender que un camarero que sirve y atiende correctamente no hace sino cumplir con su obligación y ya recibe un salario por ello. Darle unas monedas me parece un acto condescendiente (como que le estoy haciendo un favor) que desvirtúa su profesionalidad. Y recibirlas se me antoja servil y perruno. Es una usanza que además contribuye a mantener los sueldos de la hostelería en niveles paupérrimos, ya que los empresarios pagan menos porque “también hay que contar las propinas”.
Hay quien lo defiende argumentando que es la manera de premiar un servicio personalizado, bien hecho y especialmente amable, pero yo siempre me pregunto por qué motivo entonces se da propina solo a los camareros, a los peluqueros y a algunos empleados de los hoteles y no, por ejemplo, a la dependienta de una tienda de ropa, al pescadero del mercado, al gestor que te hace la declaración de la renta o a la chica de la agencia de viajes cuando te atienden con primor dedicándote tiempo, paciencia y sonrisas.
Yo veo estas gratificaciones como una reminiscencia de señorito chulapo dando la palmadita en la espalda al limpiabotas o al mozo que carga con su maleta en la estación, como una mirada de desdén hacia ciertas profesiones por las que parece sentirse lástima, como el recuerdo de un pasado cutre y clasista que debería haber sido borrado en esta era supuestamente igualitaria a modo de único efecto positivo del viento democrático.
Pero no: al menos en los restaurantes, ya sean de cinco tenedores o de menú turístico, el aguinaldo sigue vigente como una lacra untosa que parece imposible suprimir aunque ya no pegue ni con cola en nuestro modelo de sociedad ni encaje con nuestra mentalidad y ni siquiera, en estos tiempos, con la capacidad de nuestro bolsillo.
26 comentarios:
Si es un bar al que se va con frecuencia, creo que es bueno dar propina, sobre todo en los barrios o en los pueblos. Te tratan mejor, tienen detalles que no los tienen con otros clientes, viene la tapita extra o la ronda de regalo, el almanaque, el "chorreón de coñac en el cortao", el cachito de jamón del bueno para los clientes amigos, etc.
Normalmente, el sueldo lo recibe el camarero del dueño, pero la propina es una gratificación directa del cliente al trabajador y eso se nota a la hora del servicio.
No es lo mismo trabajar por el estricto sueldo que por un imcentivo de costumbre arraigada.
Somos diferentes hasta en eso y si se analiza, no es normal. Pero somos así, en todo no tenemos por qué ser tan europeos, total, para lo que nos sirve...
Nunca me ha gustado esa costumbre de dejar propina en los bares o en los restaurantes. Lo que no implica que no lo haya hecho nunca. A veces, por presión social del grupo: a regañadientes si hay confianza. A veces, de motu propio, si veo que el camarero se ha volcado más allá de lo que obliga el estricto cumplimiento del deber.
De todas formas, estoy de acuerdo con usted en que es, estéticamente, algo deleznable pues, como dice mi hermano: Dejar propina es de pobres.
Yo, sin embargo, suelo decir otra cosa: ¿Te dan la propina cuando haces bien tu trabajo o simplemente un muchas gracias? ¿A que a veces ni eso?.
Pues eso.
Cuando yo trabajaba como profesora particular había padres que me daban propina. Y, a parte de que eso me hacía muchísima ilusión; bien es cierto que luego, aunque trates por igual a todos tus clientes, con los que te dejan propina tienes tu otros buenos detalles. Asi que yo, si en un bar y/o restaurante me tratan bien no suelo escatimar en propinas.
Un saludo.
No puedo estar más de acuerdo con Ud. Sr. Neri. Cuando, tras una comida en un restaurante, algunos de los comensales dejan propina, a mí me da vergüenza ajena.
Me parece que si yo fuera camarero me sentiría humillado y, posiblemente, le indicaría al cliente condescendiente el lugar de su anatomía por el que podría introducirse la limosna.
No viaje a Nueva York, se va a enfadar mucho.
Yo no dejo propina, primero porque ni se me ocurre, y segundo porque me da mucha vergüenza. Como mucho a veces que voy con mis amigas dejamos los centimillos, pero contadas veces. Y es que, ¿cuánto dinero se deja de propina? En estas cosas me pasa como con las limosnas a los pobres, no entiendo que alguien le eche a un pobre 10 cent., o le das 1 euro o te guardas el dinero. Y para dejar de propina unos céntimos mejor no dejar nada.
No se, pero ahora estoy en Toledo, me he zarpado unas alubias con perdiz cojonudas y no he dejado ni un céntimo en la mesa...
Coindido con usted, sr. Neri, en que esto de dejar propina es una costumbre anquilosada. Ahora bien, en España tenemos la suerte de que cada uno es libre de dejar propina o no hacerlo.
Digo que somos afortunados porque me acaba de venir a la cabeza un viaje a Praga que hice el año pasado con mis compañeros de clase. Allí tienen la puñetera costumbre de dejar un 10% de propina en TODOS los establecimientos de hostelería y restauración. Nuestro último día de estancia comimos en el Hard Rock Cafe y nos metieron un sablazo de mucho cuidado, de suerte que los seis comensales decidimos no dejar ni una corona de propina, más aún teniendo en cuenta que no se trataba precisamente de una pequeña taberna de gastronomía local sino de una importante cadena multinacional. Pues bien, ya nos estábamos poniendo los abrigos para irnos cuando volvió a toda prisa el camarero que nos había atendido para explicarnos, muy serio, que la costumbre en su país era dejar el consabido 10% de propina y que de no hacerlo así nosotros quedaríamos como unos maleducados.
Ese hostigamiento al cliente sí que me pareció de verdadero mal gusto. En el momento en que la costumbre popular se convierta en práctica comercial agresiva al estilo checo, entonces la cosa sí será para preocuparse en España. En tanto en cuanto eso no ocurra, cada cual que eche al platillo lo que considere oportuno. En mi caso, nada.
Lo que si está bien es dejar un céntimo de propina si han sido desagradables.
Que cada uno deje en propinas lo que le dejan a él en su trabajo. En mi caso 0€.
Perdone SR.Neri se que mi comentario no hace referencia al tema (no lo apruebe si no lo considera necesario) pero le quería invitar a que se acerque al Blog de Asun pues nos cuenta algo con extraordinario VALOR.
Yo si dejo propina: más o menos la que se considera habitual (cuando se deja) en bares, restaurantes y peluquería. Hace tiempo, también lo hacía en taxis o en hoteles, ahora ya no. También en la gasolinera cuando había un empleado que te servía. En Francia (y voy bastante a Montpelier por familia), es mucho más habitual que aquí. En EEUU no he estado, pero por lo que cuenta Suso, entiendo que también.
Y ahora vamos al concepto más genérico de propina.
¿Qué son las gratificaciones extras que reciben los empleados en algunas empresas o en la administración?
¿Y los lotes de Navidad ?
¿Y este fin de semana con la pareja en Marina d'Or que te llega de la empresa así sin más, por lo bien que trabajas?
¿ Y las bufandas de la administración ?
¿ Y los supuestos premios a la productividad?
Porque todo eso son propinas, aunque disfrazadas de otra cosa. No están incluídas en el sueldo, pero si en los gastos de personal presupuestados por la empresa. Y si las propinas en el restaurante se consideran humillantes, estas también deben serlo.
La propina más humillante (y creo que la única en mi vida) fueron los 400€ que nos dió Zapatero a cada contribuyente.
Aprendiz, en lo de dar algo a los pobres, yo doy 50 céntimos. Sólo de vez en cuando, si diera a todos los pobres que me piden, el siguiente pobre sería yo. En cada salida de misa de domingo hay más de uno, en el metro hay de todo, desde simples pobres que sólo piden, a vendedores de bolígrafos o encendedores, y músicos. Por la calle, a la salida de supermercados o panaderías hay alguno. En las salidas de metro. En las cercanías de los Corte Inglés y sitios similares, etc.. todo eso en Barcelona, no sé si el resto del país está tan mal. A veces hay pobres que me hielan el corazón: van vestidos con corrección, hablan bien, se nota que tuvieron una vida mucho mejor. Y pienso que la línea que me separa de ellos es muy delgada y muy fácil e traspasar, pero solo en sentido de ir a menos, nunca al revés.
yo sí dejo propina, pero como Aprendiz, no me gustan las medias tintas. O dejo una suma apreciable o nada. Y desde luego, nunca he percibido una mala cara por este motivo.
Creo que hay costumbres peores: "camarerooooo, pondrá un pinchito de algoooo, ¿no?". Esa sí me da vergüenza ajena, sobre todo si se hace a voces.
Y por supuesto estoy de acuerdo en que mejor decir buenos días, gracias y hasta mañana, que dejar propina y no abrir la boca.
Pues a mi,dar un céntimo de propina me daría verguenza,mejor no dejar nada.Yo creo que la propina la agradece un montón el que la recibe,mas si su sueldo es pequeño,porque ya cuenta con ella,para aunmentarlo,yo tengo una amiga que trabaja en un casino,y le dan propinazos,ha llegado a recibir,500 euros,de un alemán que jugaba allí,y 3.000 euros de un jeque,vamos yo por esas propinas,también estoy a favor,pero por unos céntimos,es que los dejo en la mesa,vamos,en fin que si la propina es digna,está mú bien,para el que la recibe.
Se me había olvidado poner,que yo por una propina de 3.000 euros,le hago una genuflexión al tipo,aunque me parta el espinazo,vamos,así que estoy a favor de las buenas propinas y si denigran al que las recibe,quiero ser una denigrada,no una indignada,ale.
Es que, Tablones, lo de la propina obligatoria, no sé, me parece todo menos propina... Es otro concepto distinto al de España, es como si fuera obligatorio que el sueldo del camarero lo pagaran entre el dueño del bar y los clientes.
Trija, si le daban propina era porque los padres la veían como "la chiquita que ayuda a los críos, mira que maja es" antes que como una profesional. De ahí vienen las propinas, de una especie de paternalismo, de miradita por encima del hombro.
Subdire, lo del céntimo es cojonudo, pero a un conocido mío le pasó que salió el camarero detrás de él y le dijo "se ha dejado esto, caballero".
Alco, su comentario es interesante. Yo solo le puedo responder a lo de las gratificaciones extraordinarias de la Administración y le puedo asegurar que las que yo conozco (y hace mucho que no se ven) se abonan para compensar servicios extraordinarios a lo largo del año (tardes, horas extras, marrones...) y además le debo recordar lo más importante: tanto las bufandas, como las cestas y como los premios de productividad ¡los da la empresa, no el cliente!
Joder, Aprendiz, critica dejar los centimillos y luego los deja cuando va a comer con sus amigas... ;-)
Luxindex, no comparto en absoluto su comentario. Habla usted como si los camareros fueran los únicos que no tienen por qué aguantar el trato desagradable o poco generoso del público, o los únicos que tuvieran derecho a venfarse por ello, cuando a mucha gente le toca tener paciencia con el público, ser avasallado, no recibir propina alguna y tener que aguantarse sin pasárseles por la cabeza escupir en la sopa del cliente borde en el trayecto entre la cocina y la mesa, algo que usted parece ver con simpatía, disculpe si me equivoco. El que hace ese tipo de cosas es un cerdo y, aparte, no tiene la mínima profesionalidad, aunque, bien mirado, casi ningún camarero tiene profesionalidad, ya que, paradójicamente, es una profesión bastante cualificada (es muy difícil hacerlo bien) y en la que colocan a cualquiera.
Por cierto, Luxindex, que sepa que yo soy moderno para todo y me molestan las prácticas feudales y serviles.
Pues echando muchas tardes nunca he recibido gratificación alguna de la Administración. Únicamente, más marrones. Ni una mísera décima para el concurso de traslados a pesar de lo que llegó a decir un día quien ahora es director general.
Claro que, ahora, cansado de no haber recibido nunca gratificación alguna, me pienso mucho cualquier esfuerzo extraordinario.
Eso sí, no escupo la sopa de mis "clientes": los españoles que pagan mi sueldo con sus impuestos.
Yo defiendo atajar terminante y radicalmente los abusos de algunos funcionarios, y evidentemente concibo la función pública como un servicio abnegado al interés general. Pero no veo qué tiene que ver con la necesidad o no de dar una limosna a los camareros, que por supuesto han perdido las habilidades y el saber estar de su profesión, ya que en esta España de hidalgos (de los que salían de almorzar con un palillo en los dientes para que la gente pensara que habían comido carne) nadie quiere servir vinos a los demás.
Ya he dicho antes, Luxindex que los complementos y los pluses los da la empresa al trabajador y la propina la da el cliente. Me parece básico que entre los camareros y los clientes no exista ningún vínculo económico, pues, de hecho, si como muy bien ha señalado Antonio, al darse propina hay un trato mejor al cliente, me parece una aberración y un agravio hacia los demás consumidores. ¿O sea que hay que pagar al camarero para que sea más guay contigo que con los demás? Lo que faltaba...
Entonces, si un médico aceptara regalos de sus pacientes, ¿sería justo que tratara mejor a los que le dan regalos que a los demás? ¿No sería más ético que no aceptara regalos? Además, si es funcionario, no puede.
Esto es lo que dicen los avaro, clarify que los meseros no son pagado lo que perecen porque se supone reciban propina
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