domingo, 26 de febrero de 2012

ESNOBISMO DE BARRA

Tras la cena anual de machos de la manada que celebramos ayer, me chocó que uno de mis amigos pidiera en la barra un gin tonic a secas, sin especificar marca. La camarera le preguntó de qué se lo ponía, que tenían tropecientas ginebras, y él respondió que le daba igual.

Cuando le manifesté mi extrañeza, me explicó que el 90% de la gente que pide una ginebra concreta jamás sería capaz de diferenciar una de otra, y que si dicen Tanqueray, Hendricks o Bombay Sapphire es solo por pura pijería, para quedar como unos entendidos en lo que no tienen ni idea, como un conocido suyo que andaba siempre a vueltas con los vinos exquisitos, gastándose una pasta y dándoselas de catador de élite con esas chorradas de que si un caldo estructurado y de boca potente pero con retronasal afrutado, y un día se la pegaron con un clarete Don Simón de brick que le sirvieron de la botella de un rosado de postín. El muy gilipollas olfateaba como un perrillo susurrando “qué riqueza de matices, qué franqueza de aromas”.

Me parece que mi amigo tiene toda la razón. Yo mismo reconozco pedir Barceló a lo bobo, igual que hace años pedía Brugal o Cacique, solo por no decir “un ron con Coca-Cola”, pero fijo que no distinguiría unos rones de otros ni por equivocación.

También reconozco haber empezado a decir “un Rueda” en vez de “un verdejo” imitando a mis compañeros de trabajo, para evitar que estos me miren como a un gañán de taberna.

La sociedad cada vez más esnobista y absurda en la que nos movemos nos empuja a comportarnos en la barra como auténticos cretinos. Un tipo que conozco dueño de un bar me contó que no hace muchos años casi todo el mundo pedía un blanco, un tinto o un clarete, sin más, pero que ahora se lleva mucho no solo concretar denominaciones de origen, sino ponerse a charlar de caldos con el camarero, en plan cargante, citando cosechas y características como si fueran sumillers consagrados, y que juraría que si les sirviera el tintorro de oferta del Mercadona se quedarían tan felices.

Otro amigo, el muy cachondo, siempre pide todo serio un Sauvignon y explica no sé qué de la acidez de la uva, pero al menos este sí que entiende de vinos, y de hecho hace poco me regaló un Mauro que me encantó. Siempre dice que la difencia entre un vino de 5 euros la botella y otro de 50 es abismal, pero que entre uno de 100 y uno de 300 seguramente no sabría distinguir.

Luego está otro espécimen muy típico, que es el que en las cenas de amigos siempre pide, normalmente sin consultar, el vino más caro de la carta, y luego no hace más que alabarlo con tecnicismos de soplapollas. Así cualquiera. Pidiendo el más caro también entiendo yo de vinos.

Al margen de las burlas que me inspiran estas actitudes esnobistas y ridículas, a mí sí me gustaría entender más sobre vinos porque creo que la cultura vinícola es un elemento esencial de la gastronomía y de la identidad de mi tierra, y que el saber no ocupa lugar. Aunque nunca he sido de beber vino, cada vez lo aprecio más gracias a la afición de algunos amigos, y estoy pensando en apuntarme a algún cursillo o cata que merezcan la pena, por lo que agradecería que alguien me informara si conoce alguno. En lo que espero no incurrir nunca es en esa afectación cursi de los que no se separan del decantador y dan la brasa en los restaurantes para demostrar lo mucho que saben antes que para disfrutar de un buen licor.

9 comentarios:

El chico de los tablones dijo...

Pese a que en casa Tablones somos de comer con vino en la mesa, no nos duele reconocer que no tenemos ni pajolera idea de caldos. Un buen Somontano para dejar los dineros en la tierra y tan contentos.

En cuanto a la indiferencia entre ginebras que profesa su amigo, y aun a riesgo de parecer esnob, he de discrepar: la diferencia entre una ginebra de 12 euros la botella y una de 20 ó 30 es más que notoria hasta para los menos entendidos.

Le invito, sr. Neri, a que lo compruebe usted mismo: pruebe a tomarse un buen copazo de Citadelle con tónica Fever Tree y seguidamente cometa el crimen de pedirse un trago de colonia Nenuco con Casera... quiero decir, de Beefeater con Nordic Mist. Ya verá si hay diferencia, ya...

Boooz dijo...

No pido Gin Tonics de esos. Con una buena cerveza me basta. Y ahí sí que sé distinguir.

Cuentan de unos comensales de El Bulli de Adrià que, sabiendo el precio de la comida por comensal (nunca más de 300 euros), pidieron una botella de vino (bueno, fue uno el que por hacer el chorras lo pidió) a boleo, porque le sonaba bien el nombre y no está de más aparentar entendido... ¡3.000 la botellita de marras!, y a partir de ahí a sacar las "visas" para pagar semejante "bouqué".

Aprendiz de brujo dijo...

1-Neri sigue pidiendo verdejo, en vez de Rueda. Es una indicación más precisa para la camarera.
2-Tablones. Tu si que sabes.
3-Neri, esto es como todo.Me parece patético que alguien por querer aparentar o superar no se qué tipo de complejo, se ponga a hacer una cata pormenorizada n una taberna.Pero también me parece de acomplejados tachar de idiotas de forma indiscriminada a todos los que les gusta el vino.
Al final las razones de cada actitud humana las conoce el que las realiza.
Conozco gente que verdaderamente distingue y disfruta de catar un vino, de olerlo, de toda el ceremonial que rodea al asunto.Aunque evidentemente estando con gente lo sabe hcer con la debidad discreción.
Una cosa, amigos y enemigos viperinos. Lo más importante a la hora de beber es la compañía.
Hay que ser más selectivos para la mesa que para la cama.(Es mi pobre opinión).

Álex dijo...

Me desconciertan estos post en los que estoy tan de acuerdo con usted, sr. Neri, me siento perdido...
Bromas aparte, yo también creo que la oleada de expertos en vinos tiene mucho de esnobismo y elitismo encubierto pero también una buena parte de dejarse llevar por tendencias intencionadas.
Básicamente creo que el quid de la cuestión es que una serie de comportamientos y conocimientos muy especializados se han ido convirtiendo en el estándar deseado por el ciudadano medio. En algunos casos, no sólo deseado, sino casi obligado para no parecer un panoli en el entorno de cada uno. Creo que a casi todos nos parecería chistoso que en una comida de amigotes la conversación se centrase en ponderar los matices de textura de las variedades de patata o en analizar los entresijos de producción de las almazaras. Cuestiones ambas, por cierto, con igual o mayor repercusión en la calidad culinaria que el vino y, en el caso de los aceites con una enjundia cultural parecida.
Respecto a los cursos de cata, sr. Neri, sin saber si son de calidad o no, sé que se imparten en un sitio que se llama Señorita Malauva, delante de la Catedral. Creo que también los hay en el propio Museo del Vino de Peñafiel.
Feliz semana para todos.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Una vez me invitaron a un breve curso de cata de vinos. Fue espantoso. No distingo un olor de otro y casi ni los sabores. Si previamente me dicen lo que tengo que distinguir, quizás, pero si no, sólo sé cuándo un vino me gusta y cuándo no. A veces, y sólo a veces, cuando está picado. Será porque el Floïd ha aturdido mi olfato.

No me pasa así con las cervezas o con los alcoholes más fuertes siempre que vayan mezclados. Es muy triste, claro, pero en los licores sueltos, el olor y el sabor a alcohol me impiden distinguir todo lo demás.

Pero sí estoy de acuerdo con el señor Tablones. Se distingue el Beefeater del resto de tónicos o la Tanqueray de la Bombay Saphire. Como los rones. Por ejemplo, el Matusalem es más dulce (y yo, encima, lo pido con CocaCola ligth)o el Brugal, que no soporto, es más áspero.

La lozana andaluza dijo...

Pues yo suelo ir a unas cenas,donde todo el mundo entiende de vinos,menos yo,y eso hace que me planten delante una copa y me pregunten que opino,en la última que estuve un amigo gran entendido de los vinos,tomó una copa y dijo: tiene esencia canelar,suaves uvas negras aromatizadas y endulzadas de manjares selectos,junto con pan de centeno,a lo que yo contesté: pos mira que suerte tengo de aqui me voy hasta desayunada.
Como el tio entendía de vinos,alzó de nuevo la copa,y dijo,que era un vino elegantisimo,alto con porte y prestancia,yo ya no pude mas,y le dije: vamos que a la botella le pongo 2 piernas,y la veo desfilando en la pasarela cibeles.
Pero el tio insistia,en su sabiduría vinicola,y con otra copa en la mano,la alzó bebió y soltó que un retrogusto fluia por la laringe,llevando a una explosión de suspiros,quejidos,bueno,como ya no pude le dije: uy de aqui me voy también........,pos eso.
Yo creo que una cosa es entender de vinos,y otra pavonearse como un gran experto,yo lo que creo es que el vino hay que beberselo si está bueno,y sin mas,tanto rollo me parece un poco pesao.

Al Neri dijo...

Tablones, fijo que si yo probara esos mejunjes no notaría ninguna diferencia porque todos los gin tonics saben a chinches.

Boooz, al Bulli, que ha cerrado, y a otras pijeces similares podrían dedicárseles posts muy ácidos. Lo que me choca es que no viniera el precio en la carta. Por ley es obligatorio hasta para el cocinillas de Adrià.


Que sí, Aprendiz, que sí. Es usted un pijete, no lo niegue.

La clave está en lo que dice Álex: ¿por qué la gente no es tan gilipollas con la comida, que, por su variedad, se presta más a ello? Para mí que detrás están un poco los intereses vitivitícolas; nos venden que el vino bueno viste, distingue, y como somos tan bobos...

Subdire, ya habla usted como el viejo borrachín del bar del pueblo (salvo por lo de la ginebra).

Genial, Lozana.

ignatus dijo...

Neri, todo el mundo sabe que los mejores cursos sobre vinos son online.

Aunque la parte práctica se queda un poco coja...

Yo de vinos sólo sé que los de Toro son especialmente asquerosos. Y creo que con un mínimo entrenamiento sí se distinguen un par de cosas básicas (de hecho probablemente tú ya las distingas, sólo que no sabes ponerle nombre).

Yo mismo puedo afirmar que el mejor calimocho que he probado fue con un vino de 50 euros. Estaba... como lo diría... más rico. Sí, esa es la palabra. Y además fue muy divertido ver la cara del dueño de la botella y lo bien que bebía el caldo la alfombra de su casa.

Salud.

marian dijo...

Yo dejo elegir a mi cuñado, entiende y elige bien sin darse aires de gran sabio en vino.
De todas formas mi método para beber buen vino es infalible, rasca bajo la lengua no lo bebo, no rasca, vale para acompañar la cena.
Y en cuanto a la ginebra... bueno... esto.... no me gusta.