lunes, 10 de julio de 2017

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS



Este fin de semana he repasado la legendaria película La lengua de las mariposas (1999). Cuando fui a verla al cine, en su estreno, salí muy rebotado, echando pestes contra José Luis Cuerda y contra su madre. Pero aunque me indigné muchísimo por obvias razones ideológicas, ya era capaz, incluso en aquellos años políticamente tumultuosos para mí, de valorar la calidad cinematográfica al margen de mis opiniones personales sobre la guerra civil española, ejercicio de honestidad intelectual, por cierto, bastante poco frecuente en España, ni siquiera entre quienes, en teoría, son mucho más tolerantes que yo.

Todos hemos visto La lengua de las mariposas y a todos nos ha emocionado. Pocos reproches técnicos pueden hacerse a esta obra tan repleta de aciertos, empezando por la interpretación inolvidable de Fernán Gómez, siguiendo por la humanidad que rezuma la historia y por su ritmo narrativo perfecto, y terminando por su banda sonora. Incluso Willy Toledo (al que yo considero un buen actor, aunque un cretino) está muy acertado en su papel. No dudé ni un segundo en incluir la película en la lista de las 50 mejores del cine español que publicamos en La pluma en 2008.

Sin embargo, tampoco me duelen prendas en opinar que se trata de una de las cintas más inadecuadas para entender nuestra guerra. Yo incluso llegaría a calificarla de muy nociva para cualquier persona (en especial, si es joven) con escasos conocimientos sobre los sucesos acaecidos en España en 1936. Más aún: probablemente se trate del filme más maniqueo y más tramposo jamás rodado sobre el tema. 

La lengua de las mariposas es una tendenciosa, por no decir sectaria, adaptación de tres relatos breves del escritor Manuel Rivas, escritos originalmente en gallego y recopilados en un volumen titulado ¿Qué me quieres, amor?  El argumento central del guión se basa en el relato que lleva el mismo nombre que la película, un cuento precioso sobre la amistad entre el afable maestro Don Gregorio, “feo como un bicho”, y su tímido alumno Gorrión. En la narración, ambientada en la primavera de 1936, apenas se vislumbra intención política, pues se limita a describir cómo un maestro rural transmite a un niño su amor por la naturaleza. La única referencia a la posible ideología del profesor es una frase de la madre de Gorrión: “no sé por qué dicen que ese nuevo maestro es un ateo”. El día del Alzamiento, es detenido y conducido a fusilar en un camión junto al alcalde y otros izquierdistas significados, algo que responde plenamente a la verdad histórica, pues no fue infrecuente la represión de docentes por utilizar metodologías laicas y progresistas.



El pecado de la película es que carece por completo de la sutileza del libro, y se recrea, con un claro objetivo manipulador, en la bonhomía sin tacha de Don Gregorio y en su defensa de la libertad, en contraste con una serie de personajes inventados por José Luis Cuerda que simbolizan la represión, el nepotismo y la maldad humana. Me refiero sobre todo al cacique de la localidad, el clásico gordo que explota a sus convecinos y soborna al maestro con capones cebados, y al cura envarado e inquisitorial, ataviado con teja, que hostiga al pobre profesor porque desde que Gorrión va a la escuela ha perdido su vocación de monaguillo. Y ni que decir tiene que ni un solo personaje defensor de la República comete el menor exceso político; son todos prudentes y respetuosos, como mucho con algún "simpático" tic anticlerical. Vamos, la basura habitual en la filmografía sobre la guerra, pero aumentada con lupa y resaltada hábilmente con el trasfondo de una historia tierna que logra conmover al público.

La película graba en el corazón de los espectadores un potente mensaje subliminal a favor del régimen republicano, simbolizado por el bueno de Don Gregorio, y en contra del bando rebelde, encarnado por los elementos más hipócritas y repulsivos del pueblo. El desenlace, que es el punto fuerte de la cinta, lo adereza Cuerda con escenas de violencia protagonizadas, cómo no, por  falangistas achulados que sacan a rastras de sus casas a honestos padres de familia para pegarles cuatro tiros.

Esta clase de películas, con independencia de sus valores estéticos y narrativos, incurren en deformaciones históricas tan graves y en clichés tan burdos que solo pueden contribuir a la confusión. Son un insulto a la verdad y a la inteligencia que no ayuda a nadie a entender nuestro pasado colectivo y nuestros errores, ni favorece la superación de nuestras diferencias.

Siempre he creído que es necesario un mínimo nivel de formación para librarse de la ponzoña que se cuela de estraperlo en este tipo de cine. De hecho, quizá bastaría con que todos hiciéramos un esfuerzo por rechazar los estereotipos generalmente asociados a la guerra civil, y tuviéramos claro, al menos, que la Segunda República no fue un paradigma de libertades; que la mayoría de los partidos políticos de la época, de cualquier signo, defendían fórmulas autoritarias; que en ambos bandos hubo gente buena, y que entre los nacionales no solo había caciques, curas y militares reaccionarios.

3 comentarios:

Nago dijo...

Preciosa película. Y ha conseguido usted venderme el libro.

Efectivamente, son todavía demasiados los que no han conseguido entender absolutamente nada. Acaso no saben leer o sus lecturas son siempre muy limitadas. Y si no, fíjese como están todavía en ese bonito pueblo de Bizkaia, en el que habitan más tontos por metro cuadrado que en ningún otro (también gente noble y buena, faltaría más, pero menos) donde ayer mismo el caudillo (o Von Richthofen, vaya usted a saber) se desquitó desde su tumba, seguro pensando: ...jos... míos os vais a enterar!!! Y es que cada uno tiene su karma y a los muertos hay que dejarlos descansar.

Y lo que son las cosas. Leyendo los comentarios sobre la noticia, en el diario con más eruditos e intelectuales sobre todo comentando, o sea el Deia, un avezado y distinguido comentarista relacionó, precisamente el suceso, con esta película. No es para menos.

Al Neri dijo...

Nago, el relato La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas, está enlazado en el post. Puede leerlo completo en el enlace.

Yo estoy consternado por lo sucedido ayer en el pueblo de Vizcaya, ya se imaginará.

Nago dijo...

Don Gregorio me recuerda a Carmen de Michelena. Maestra, comunista, y buena. Tuvo sus más y sus menos durante la guerra y después con el TOP, pero sobrevivió. Dejando un hermoso legado.