domingo, 5 de junio de 2016

INTOLERANTE



En mi vida he sido muy duro con la gente. Bastante correcto y a veces afable en mis relaciones cotidianas, muy poco sonriente pero de trato cortés, detrás de mi apariencia de buen muchacho, de mi aire tímido y de mi campechanía verbal siempre se ha ocultado un ser intransigente, un pequeño inquisidor poco amigo de hacer la vista gorda con los defectos y las negligencias de quienes me rodean. Los que me conocen de años saben muy bien que puedo perdonar fácilmente pero que nunca olvido; que soy exigente e impaciente; que rehuyo toda confianza con quien se encuentra, en cualquier ámbito, en una acera opuesta a la mía; que mis criterios personales (que no mis intereses) están por encima de cualquier persona, incluidos amigos íntimos y familia; que en pocos días puedo olvidar para siempre a alguien con quien compartí años de amistad; que soy mucho más frío de lo que aparento, aunque menos de lo que a veces me gustaría ser.

A menudo pienso que los años, sobre todo los últimos años, me han ablandado, pero después de reflexionar me doy cuenta de que sigo siendo un bastión irreductible de intolerancia, solo que ahora sé disimularlo bien por la cuenta que me trae, y más que nada porque me he vuelto cómodo y no quiero vivir más choques de trenes, ni quemarme con las chispas que puedo provocar a mi alrededor ni seguir sufriendo los efectos colaterales (devastadores) de mi fanatismo. Soy más débil, es verdad, pero mi corazón sigue siendo inflexible. Además, a mi edad, en mi entorno y en los tiempos que corren los exaltados no están nada bien vistos…

Fui tan poco comprensivo… Y ahora cuando comprendo a los demás muchas veces es porque me da igual, porque me ha ido corroyendo la indiferencia. Es fácil derrochar empatía con quien no te importa. Fui rígido y severo con mi familia, con mis amigos más antiguos (que siempre intentaron entenderme a mí), con aquellas buenas chicas que me querían de verdad. Nunca pude ni quise ponerme en el lugar de nadie. Y, por supuesto, en su día, fui implacable con mis adversarios políticos y con quienes simplemente rechazaban mi forma de ver el mundo.

Antaño pensaba que era como fray Tomás de Torquemada, que llevaba a los infieles a la hoguera por amor. Creía odiar el pecado, el error y la mentira, pero no al pecador, al equivocado y al mentiroso. Estaba convencido de actuar por justicia y no por venganza, de hacer honor a la verdad y no a mi amor propio ni a mi soberbia. Quizá estaba en lo cierto.

Un día, no hace mucho, me pregunté hasta qué punto me apesadumbraba ser como soy, y no supe responderme. Lo que me duele, eso sí, son los palos que me he llevado por mi manera de ser. Y una de las pocas cosas que me alivia es saber a ciencia cierta que en no pocas ocasiones fui justo (mi mayor aspiración) y, sobre todo, que la persona con la que más intransigente fui jamás soy yo mismo. Mi contundente látigo ha fustigado más mis espaldas que las de nadie. Soy el único a quien jamás he perdonado ninguna debilidad y por eso las punzadas de mi conciencia son como un infierno en vida. Jamás me he llevado bien con mis límites. Me he exigido a mí mismo hasta la extenuación y he luchado por mejorar todos los días de mi existencia. He enjuiciado mi comportamiento como en un auto de fe y mil veces me he autocondenado a la hoguera. He sido un tonto idealista que soñaba con una sociedad perfecta y con un Al Neri perfecto y mis batacazos han sido de órdago.

8 comentarios:

Aprendiz de brujo dijo...

Impresiona lo leído.No tengo palabras de paz para ti. Tampoco las encuentro fácilmente para mi.Ojalá las encuentres tu. Me ha dejado bastante mudo la entrada, porque todo lo que había que decir lo has dicho tu.Un abrazo.

Sinretorno dijo...

Sancho el fuerte, Sancho el sabio, Sancho Panza. Pero debe tratarse con más afecto, con la buena mirada de un Dios misericordioso, que le conoce bien, mejor que usted.

Anónimo dijo...

Hace años que le leo y en el pasado, alguna vez, me manifestó usted una cierta intransegencia - muy educadamente - en un blog que tuve, al disentir nuestras opiniones.
Pero mire, Al, le voy a decir una cosa y espero que entienda que lo hago con afecto, virtual, pero el afecto que se siente hacia alguien que se da a conocer a través de lo que escribe: es usted un buen hombre.
Una persona mejor, mucho mejor, de lo que usted se describe. Capaz de sentimientos muy nobles.
Infinidad de detalles me llevan a esta conclusión. Y además, las mujeres intuimos con certeza estas cosas.
Un saludo muy cordial

Dulcinea dijo...

Bastante más intolerante tenías que ser, que te has vuelto un moñas, majo.

Zorro de Segovia dijo...

¡qué poca distancia entre la mar en calma y la más intensa de las galernas! tiene usted alma de océano

Tábano porteño dijo...

Resultó usted un lúcido psicólogo -en el sentido clásico del término-, lo cual suele ser condición de un buen escritor.

Quizá tenga algo de los inquisidores del poema de Borges:
"España.
Más allá de los símbolos,
más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
más allá de la aberración del gramático
que ve en la historia del hidalgo
que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegría
sino un herbario de arcaísmos y un refranero,
estás, España silenciosa, en nosotros.
España del bisonte, que moriría
por el hierro o el rifle,
en las praderas del ocaso, en Montana,
España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,
España del íbero, del celta, del cartaginés, y de Roma,
España de los duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas,
pastor de pueblos,
España del Islam, de la cábala
y de la Noche Oscura del Alma,
España de los inquisidores,
que padecieron el destino de ser verdugos
y hubieran podido ser mártires,
España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios
y que prosigue aquí, en Buenos Aires,
en este atardecer del mes de julio de 1964,
España de la otra guitarra, la desgarrada,
no la humilde, la nuestra,
España de los patios,
España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,
España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad,
España del inútil coraje,
podemos profesar otros amores,
podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado,
porque inseparablemente estás en nosotros,
en los íntimos hábitos de la sangre,
en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,
España,
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,
incesante y fatal."


Pero vea lo que enseña Gómez Dávila sobre causas perdidas y derrotas:
Sólo de causas perdidas se puede ser partidario irrestricto (EI, 31e).

El vencido inspira siempre simpatía, porque al fin y al cabo normalmente sólo pierde el que se niega a cometer tal o cual bellaquería (EI, 329b).

Sólo podemos edificar instalándonos en la derrota. El suelo de la victoria es deleznable y precario (EII, 418g).

Sólo debemos consagrarnos a causas que la derrota dejaría intactas (NEII, 124g).

No todos los vencidos son decentes, pero todos los decentes resultan vencidos (SE, 68b)

O mejor aún, acerca del reaccionario:
Los que denuncian la esterilidad del reaccionario, olvidan la noble
función que ejerce la clara proclamación de nuestro asco (EI, 74b)

Sólo un talento evidente hace que le perdonen sus ideas al reaccionario,
mientras que las ideas del izquierdista hacen que le perdonen su
falta de talento.

Desde Blake, Wordsworth, y el Romanticismo alemán, la poesía moderna
es una conspiración reaccionaria contra la desacralización del
mundo (EI, 163c).

Es reaccionario quienquiera no esté listo a comprar su victoria a cualquier
precio (NEI, 64f).

Los lectores del escritor reaccionario jamás saben si conviene aplaudirlo
con entusiasmo o patearlo con rabia (NEI, 138b).

Aprendiz dijo...

Casi me atraganto leyendo la entrada porque quería leerla de golpe... Pues nada, mañana se te habrá pasado. Las personalidades tan fuertes a veces cuestan pero son bastante interesantes; en unas ocasiones no te aguanta nadie ni tu mismo, y en otras son envidiables. Qué habrás hecho o dicho para inspirarte de esa manera... Un saludo!!

Al Neri dijo...

¡Qué frase la que nos aporta Tábano:

"Sólo un talento evidente hace que le perdonen sus ideas al reaccionario,mientras que las ideas del izquierdista hacen que le perdonen su falta de talento."

Gracias a todos, señores.