viernes, 27 de mayo de 2016

EL PP ORIGINAL


Hay un dato histórico muy curioso sobre el PP que hoy vamos a recordar. Todo el mundo sabe que en 1989 Alianza Popular decidió lavarse la cara para quitarse las legañas derechistas, virando hacia el centro y cambiando su nombre por el de Partido Popular (un partido unificado en vez de una federación de partidos como lo era AP). Pero de lo que casi nadie se acuerda es que ya había existido en España otro partido político con este nombre, concretamente en 1976.

Desde finales del primer tercio del pasado siglo, el adjetivo “popular” en política es la marca común de los partidos demócrata-cristianos europeos. Acordémonos de la Acción Popular de José María Gil Robles (1932). A grandes rasgos la democracia cristiana surgió como una táctica del empresariado y de los grandes propietarios agrícolas para participar en los regímenes liberales del período de entreguerras defendiendo sus intereses económicos. En nuestro país, en sus orígenes, este movimiento político tenía un fuerte componente populista, cierto tonillo beaturro y una herencia innegable del caciquismo decimonónico más pestilente.

Inaugurada en 1976 la llamada Transición, numerosos partidos de este jaez lucían el calificativo “popular” en su denominación legal. Uno de ellos fue precisamente el Partido Popular fundado por los ex ministros Pío Cabanillas padre († 1991) y José María de Areilza († 1998), que, insisto, no tiene nada que ver con la refundación de Alianza Popular en el 89.

Este primer PP, integrado por siete partidos regionales, tuvo un fuerte tirón debido a la popularidad e influencia de sus fundadores. Su primer congreso, en 1977, gozó de una amplísima cobertura mediática, similar a la del PSOE.

Sin embargo, como había un exceso de formaciones independientes democristianas, una auténtica sopa de letras que hacía inviable el reparto del pastel, muy pronto la mayoría de estos partidos se agrupó en dos grandes coaliciones. Los más conservadores en materia moral (Unión del Pueblo Español, Unión Social Popular, Acción Democrática Española, etc) fundaron la federación Alianza Popular, mientras que los más “progres” pergeñaron la coalición Unión de Centro Democrático, bajo el liderazgo del intrépido abulense que hoy da nombre al aeropuerto de Madrid. Entre estos últimos figuraban el Partido Demócrata Cristiano, El Partido Demócrata Popular, el Partido Liberal y el más logrero y repugnante de todos: el Partido Popular.

El Partido Popular era el que más peso tenía en la UCD, si bien su vicepresidente, Areilza, conde de Rodas, sostenía una pujante rivalidad con Suárez, que se saldó con el abandono de aquél. Pero Areilza fundaría entonces Acción Ciudadana Liberal, con la que, en coalición con Alianza Popular, obtendría un acta de diputado en 1979. En 1982 volvió a la UCD pero no logró salir elegido en las elecciones de ese año.

Cuando en agosto del 77 la UCD dejó de ser una simple coalición para convertirse en partido, aquel PP se disolvió para integrarse en el proyecto de Suárez. Por eso en 1989 Fraga pudo utilizar sus siglas abandonadas.

Por su parte, el otro fundador, el viejo Pío Cabanillas, fue diputado y eurodiputado por la UCD. Tras el hundimiento de esta formación, ingresó en el Partido Liberal (del que también formó parte Esperanza Aguirre), que acabaría integrándose en el Partido Popular en 1989. El ultraliberal Cabanillas fue el más importante asesor personal de José María Aznar.

Unos tipos idealistas y leales, como puede apreciarse. Con el armario atestado de chaquetas.

2 comentarios:

Tábano porteño dijo...

El cura Castellani, desde el punto de vista esjatológico, consideraba un probable estado democristiano "una monstruosa imposibilidad":

"Como he notado en otro libro (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, pág. 15), si se considera la Herejía, o las herejías de hoy, se ve que el foco de convergencia de todas ellas se finca en la negación u olvido de la Parusía, o Segunda Venida de Cristo. Por ejemplo, existe hoy un movimiento optimista llamado "democristianismo" que espera la salvación para el amenazado mundo nuestro, de medidas políticas; para lo cual ha insertado la religión en un sistema particular de gobierno (en el mejor de los casos): la "democracia". No digo que ellos sean malos cristianos todos, no lo son todos, ni menos herejes; mas lo cierto es que desconocen la visión pesimista del "Mundo" que siempre tuvo la Iglesia; y la de la "Política", que tienen hoy los cristianos; e incluso los filósofos: el desorden actual es tan vasto y profundo que la "inteligencia política" no solamente es impotente a solucionarlo, más aun a abarcarlo entero -dijo Jácome Maritain el cual sin embargo se volvió después democristiano.

En el fondo, estos son "milenaristas"; es decir, esperan un gran triunfo externo de la Iglesia en el tiempo, no en la eternidad; por medios comunes, no por la Segunda Venida; y para dentro de poco; esperanza que desearía no quitarles.

Ejemplo eximio es el ruso Berdyaef, con su profecía premuras a de la "Tercera Iglesia" o Iglesia de Juan (no menos que Nietzsche con su "superhombre", aunque éste sí que no es democristiano, pero sí a modo de milenario) o Don Sturzo con su unificación del mundo bajo la dirección del Papa y con NORTEAMÉRICA como eje; o el Padre Lombardi; o el Pastor Paúl Tillich; o el judío Martín Buber, etc. La idea de un Estado Democrático Cristiano me aparece como una monstruosa imposibilidad, el sueño de uñir dos cosas inuñibles; por lo menos ésto que aquí entienden (o no entienden) por "Democrassia".

http://padreleonardocastellani.blogspot.com.ar/

Al Neri dijo...

En efecto, Tábano, la palabra cristianismo chirría por todas partes cuando se intenta juntar con el concepto de democracia liberal. Últimamente los democristianos, para no parecerles muy carcas a los votantes, ya no quieren usar el término "cristiano", sino, como mucho, "humanismo cristiano", que es más light, menos confesional. Lo mejor, por el bien de todos, sería que no emplearan ninguno de los dos.