lunes, 15 de agosto de 2011

CLANES

No dudo de que uno de los mayores orgullos que puede tener una persona es haber sabido montar una empresa que dé comer a varias generaciones de su familia. Pero, por lo que yo he visto, las empresas familiares, sobre todo las de cierta envergadura, pueden traer consigo serios inconvenientes en algunos aspectos como las relaciones entre los miembros de la familia y su desarrollo personal y profesional.

Conozco un poco de todo. Tengo algún amigo que siempre ha trabajado con su padre o ha llegado a heredar el negocio y son gente muy madura, válida y profesional que se ha formado exhaustivamente para hacerse cargo del mismo. Pero también conozco a unos cuantos con acusado perfil de niño de papá, es decir que el hecho de tener asegurados los garbanzos, hiciera lo que hiciera, desde el día de su nacimiento ha influido negativamente en su educación, en su motivación para capacitarse y, a la larga, en las relaciones tanto con sus padres como con sus hermanos y primos.

Estos últimos casos responden a lo que yo llamo sagas o clanes familiares. Se trata normalmente de empresas a caballo entre pequeñas y medianas, que en un momento dado han generado muchísimos beneficios, permitiendo al dueño poner a dos o tres hijos a cortar el bacalao. El sarao suele producirse en la tercera generación, cuando todos los nietos del Gran Pitufo tienen aspiraciones de colocarse en el chiringuito, o, mejor dicho, las tienen sus papás o sus mamás, o sea las nueras del patriarca, que también trabajan en él. He visto verdaderas movidas, que saltan porque nadie quiere enterarse de que la tienda de ropa, la fábrica de neumáticos o el taller del abuelo ya no da para mantener a toda la tribu de jetas que pretenden subirse al carro solo por derecho sucesorio, como los reyes.

Pero yo me alegro de que no haya habido negocio en mi familia por más cosas.

El fuerte sentimiento de clan de estas familias me repele bastante. He notado en no pocas de ellas como la vida de hijos, hermanos, nueras, yernos y nietos gira intensamente, en una especie de extraña servidumbre, alrededor del súper patriarca, o sea de los abuelos dueños del negocio, en plan finca de Long Island de los Corleone, no sé si se me entiende. En el ambiente flota, de forma subliminal o no tan subliminal, quién reparte la pasta en la familia, y los allegados hacen una interesada piña alrededor del propietario de todo y de todos, al que nadie osa toser. Los nietos van a ver mucho más a ese abuelo que al otro. El Padrino que fundó el almacén del que hoy sale el sueldo de todos organiza y mangonea los temas de la oficina y los temas del hogar, de las vacaciones, de los niños, de los conflictos y de las comidas los días de fiesta.

Quizá estoy exagerando por lo mucho que yo valoro mi autonomía, pero mezclar las relaciones familiares con las profesionales y económicas no me parece demasiado sano. Trabajar para papá a mí me produciría la incómoda sensación de que mi salario en el fondo es como la propina que el viejo me daba a los dieciséis años, y no tendría claro si mi ascenso se debe a lo mucho que trabajo o a que he tenido otro crío y papi piensa en mis gastos. No me sentiría emancipado mientras él viviera. Si mi papel fuera el de yerno metido en ese berenjenal, me sentiría peor aún, aunque no sé si me libraría de ese ambiente por trabajar en otra cosa porque estos clanes son más absorbentes que la Spontex y a lo mejor te marginan si no estas en el círculo profesional de confianza.

No sé. Yo me siento muy orgulloso de haberme buscado las habichuelas a mi aire, de haberme tenido que quemar las cejas para conseguir un curro y de que mis pequeños logros profesionales se hayan debido a mi esfuerzo y a mi tesón, sin negar por supuesto el apoyo que siempre me han brindado mi familia, mis amigos y mis compañeros. Si con dieciocho años me dicen que al acabar la carrera me van a colocar mi padre y mi tío, a lo mejor ni la acabo, como les ha sucedido a varios conocidos míos, cuyo nivel de capacitación y de formación se ha visto muy limitado por la escasa motivación que supone tener el futuro asegurado.

Pero a veces creo que todas estas reflexiones son una prueba más de mi mentalidad de pobre y que lo cierto es que esta gente ha nacido de pie y ya quisieran muchos; que cuando se nace en una familia con pasta que te regala el puesto, el sueldo, el piso y la vida, para qué diablos sirven las carreras universitarias, la formación y las panzadas a estudiar. Va a ser que el esfuerzo es cosa de pobretones a los que no les queda más remedio que sudar la gota gorda para llenar el plato todos los días.

8 comentarios:

El chico de los tablones dijo...

De la empresa familiar siempre he oído decir a mi padre que la primera generación la crea, la segunda la mantiene y la tercera la lleva a la quiebra.

Esta idea se justifica no sólo por la numerosa prole de nietecitos en situación de disputarse la herencia del negocio, sino también por depreciarse con el avance generacional algunos activos de estas PYMES. Entre ellos podríamos citar el know-how (o saber hacer), la confianza depositada por proveedores y clientes y, sobre todo, la ilusión y la mentalidad emprendedora que movieron a los fundadores a crear la empresa.

Al igual que le ocurrió a usted, yo tampoco tengo ningún familiar empresario que me pueda enchufar. Mis padres siempre me han contado con orgullo la realización personal que supone ganarse merecidamente hasta el último euro del sueldo, además de la satisfacción que supone acabar una carrera y conseguir un puesto vitalicio en la Administración, tras aprobar una dura oposición.

En cuanto a los "niños de papá", conozco a varios de mi edad que van pavoneándose y exhibiendo su ropa y coches carísimos por la ciudad. Suele coincidir que se trata de estudiantes mediocres, por no decir malos: como dice usted, poco importan los estudios cuando uno ya tiene la vida resuelta con el negocio de "papi".

Yo le digo, sr. Neri, que no creo que pudiera ser feliz desempeñando un trabajo y viviendo una vida que me han sido puestos en bandeja. Sería algo así como jugar siempre al ajedrez contra un novato que tan apenas sabe mover los trebejos. Del mismo modo que tras ganar una vez tras otra al novato me quedaría la duda de si soy o no un buen ajedrecista, después de toda una vida laboral cobrando un sueldo de mi padre me devoraría por dentro la duda de si soy realmente un buen profesional.

trija dijo...

También hay una opción que usted no ha contemplado, señor Neri. Que conste que lo que voy a contar ahora no lo cuento para presumir.

Yo por ejemplo tengo un tío, soltero y sin hijos, que montó una importante empresa de seguros. Como he dicho no tiene hijos con lo cual mi hermano y yo, hijos de su hermana, somos lo mas parecido y a ambos nos ha propuesto seguir con la empresa y ninguno hemos querido ya que nuestra vocación iba por otro lado.

Con esto quiero decir que hay gente que, aún teniendo la posibilidad de un buen puesto de trabajo y la vida resuelta, se busca las habichuelas.

Álex dijo...

Estos "clanes" de los que habla, sr. Neri, suelen formarse alrededor de una persona de marcada personalidad e iniciativa. Gran parte del futuro del clan está en manos de esa persona, y también en su manera de concebir el grupo y su "sucesión". Algunas de estas personas tienen claro que deben formar a sus hijos para que tengan absoluta autonomía, otros en cambio los educan para que dependan del clan desde el primer momento. Hay padres y educaciones de las que es muy difícil escaparse...

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Es un caso similar al del labrador cuyos hijos trabajan las tierras hasta que este moría, dependiendo totalmente de él. Más que sus hijos, antiguamente, eran sus esclavos, casi peor que los obreros, salvo en el caso de grandes propietarios donde ningún familiar daba ni palo, terminando las cosas como solían acabar.

De hecho, todavía sucede, y conozco varios (quizás muchos casos) de chicos que no han terminado los estudios porque veían que con 18 años y apenas trabajando unos meses al año (en Castilla los labaradores actuales no suelen eslomarse a trabajar) disponían de dinero y coche mientras que los estudiantes pringaban a cambio de nada.

Claro está que esto no siempre es así y hay excepciones.

Usted y yo, señor Neri, conocemos un caso de un caballero muy inteligente que estudió en EEUU, que con 30 años se estaba doctorando en Empresariales y que tiene una capacidad intelectiva y de trabajo extraordinaria. Además, su familia corta el bacalao en una de las empresas más importantes de España donde él trabajaba desde muy joven (en puestos de baja cualificación cuando estudiaba y en puestos importantes posteriormente). Un día le dije que era muy joven y a pesar de ello había ascendido muy rápidamente. Me contestó que para llegar donde él estaba no era necesario valer sino tener familiares. Aún así, no creo que fuera del todo cierto.

Al Neri dijo...

Buenas apreciaciones, Chico. Totalmente de acuerdo.

Trija, no es poco mérito perseguir los propios sueños cuando se tiene la vida asegurada.

El ejemplo que pone, señor Subdirector, no cabe duda de que es un muchacho con grandes capacidades intelectuales y dotes de liderazgo (heredadas de su familia y debidamente desarrolladas), pero le aseguro que hay muchos españoles con esas mismas capacidades o mayores que hoy día están de mileuristas o en la cola del paro.

Por cierto, doy fe de que los agricultores de por aquí suelen ser más vagos que la chaqueta de un caminero.

Álex dijo...

Aunque no sea el tema principal, me gustaría decir que no comparto que los agricultores actuales de Valladolid o Palencia sean vagos. Trabajan, en general, lo necesario para que su actividad salga adelante con dignidad.
Saludos a todos.

sefo dijo...

Alex, yo tengo familia agricultora y ganadera y le tengo que dar un poquito la razon a Nery, trabajan 3 veces al año, si comen es gracias mas a las subvenciones que a otra cosa y ademas se estan todo el dia quejando de todo. Yo sali con un chico agricultor de un pueblo de aqui cerca y de verdad tenia una vida muy buena, se pasaba casi todo el año sin saber que hacer muerto de aburrimiento y sin intentar hacer actividades distintas o buscar otros trabajos para los tiempos muertos que son muchiiiiisimos. Creo que los agricultores deberian reciclarse, buscar otras cosas y quejarse menos.

Álex dijo...

Un saludo, Sefo. También yo tengo familia dedicada a la agricultura y a la ganadería. La ganadería creo que es un tema muy diferente en el que no debiera haber grandes discrepancias respecto al trabajo y sacrificio que supone cada día y todos los días del año.
La agricultura tiene sus ritmos con momentos de trabajo intenso y otros de mantenimiento, algo que sucede en muchas otras actividades.
El tópico del agricultor quejica tiene, como todos los tópicos, una parte de realidad pero también mucho de desconocimiento, por lo que me sorprende que lo utilice alguien que está al tanto de cómo están las cosas en el sector.
Por último, es cierto que habría que hacer muchos reciclajes y reformas en la agricultura. Hay gente que lo está intentando y muchos otros están tirando adelante como pueden hasta que puedan dejarlo.