Siempre he pensado que una gran mayoría de periodistas destacaron por ser los últimos de la clase con permiso de pajines, bibianas, pepiños y personajillos que en sus tiempos, de seguro, competían por encabezar la lista de los más tontos y pelotas. Pero aun así, he de reconocer que, algunas veces, agradezco al Cielo la existencia de estos profesionales de no se sabe bien qué: hablar sobre todo sin saber prácticamente de nada.
Y, no, no estoy agradecido por la existencia de Sara Carbonero, Ainhoa Arbizu o Marta Fernández, que también. Estoy agradecido a estos genios de la comunicación y del análisis histórico porque todos los años me amenizan la última semana de febrero recordándome lo afortunados que somos de vivir en un régimen constitucional de libertades gracias a la valentía de Su Graciosa -algunos pensarán que histriónica- Majestad y de los políticos que una infausta tarde de hace treinta años impidieron a un malvado señor con bigote convertir España en una nación prehistórica y muy muy facha.
Únicamente siento que ni los excelsos profesionales de la comunicación ni nuestra privilegiada inteligencia política visible, encabezada estos días por un impresentable José Bono que parece ansiar su propio espacio televisivo, nunca entren en un análisis serio, profundo y sincero de lo que sucedió aquel 23 de febrero del 81. Seguramente algo muy diferente de este cuento de hadas y fantasía que nos quieren vender. Muy distinto de la tontería supina que escuché ayer en Antena3: el propósito del golpe era fusilar, al día siguiente, a Concha Velasco y Ana Belén. ¡¡¡Y lo dicen sin reírse!!!

Prácticamente no se menciona nunca la situación caótica a la que había llegado España: atentados terroristas diarios, desórdenes generalizados, presión secesionista insostenible, la agonía de la UCD,... El descontento de los militares y de una parte no desdeñable de civiles servían de caldo de cultivo para un posible golpe militar serio, bien planificado y de consecuencias muy difícilmente controlables. La Operación Galaxia y el llamado Golpe de los Coroneles son pruebas palpables de estos planes, al margen de otros que, de seguro, conocía el entonces CESID como la misteriosa Operación De Gaulle.
Precisamente, nunca se ha aclarado si el CESID conocía los planes de Tejero, algo muy difícil de creer cuando precisamente éste había sido condenado unos meses atrás por la Operación Galaxia, desarticulada cuando se encontraba en fase puramente embrionaria.
También me gustaría que estos investigadores explicaran lo complicado que era en aquella época la declaración del Estado de Sitio siguiendo procedimientos legales, pues la Constitución lo hace casi impracticable, de la misma forma que se confirmó meses más tarde mediante la Ley Órganica de 1 de junio del 81. Además, cualquiera con dos dedos de frente y unos mínimos conocimientos históricos sería capaz de prever las consecuencias de intentar llevar al Parlamento una propuesta de declaración de Estado de Sitio en la situación de entonces. Simplemente, desastrosas: aumento incontrolado de los disturbios, levantamientos civiles, guerra civil.
¿Por qué no explican cómo militares monárquicos son capaces de llevar a cabo una acción similar sin conocimiento del Rey o incluso en su contra? Cualquiera que haya conocido a militares monárquicos sabe que idolatran al Rey de una manera irracional. A diferencia de Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, al rey no sólo ofrecerían vidas y haciendas sino también su honor y su libertad.
Ninguno de estos genios de la historia política parece conocer lo apropiadas que son, y lo frecuentes que han sido, las acciones de autogolpe de estado: en ocasiones, cuando la estricta aplicación de la legalidad pone en peligro la propia esencia del sistema político, el mismo poder se ve obligado a saltarse la legalidad para poder sobrevivir o evitar males mayores. No voy a entrar en la legitimidad o moralidad de este método, sólo constato su existencia y un dato más: Tejero siempre aseguró, en el Congreso, estar a las órdenes del Rey.
¿Cómo puede considerarse un golpe de estado en el que los carros de Valencia se detienen en los semáforos y viajan sin municionar obedeciendo un bando propio de una declaración de Estado de Sitio que concluye con vivas al Rey? Simplemente: golpe de estado de opereta.
Todavía queda por aclarar la verdadera intervención de los generales Armada, preceptor del Rey y antiguo jefe de la Casa Real, y Sabino Fernández Campo. Fieles a su rey hasta lo indecible a pesar de las reiteradas traiciones del Borbón hacia ellos y su Patria. Armada siempre se ha negado a hablar, al igual que Fernández Campo que se ha llevado jugosos secretos a la tumba. ¿No es curioso que, el 22 de enero del 81, Suárez nombrara a Armada segundo Jefe del Estado Mayor por presiones del Rey?

Y ahora viene lo importante. Tejero reaccionó enérgicamente ante la propuesta de Armada de formación de un gobierno de concentración nacional, presidido por él mismo, y que contaría con socialistas, separatistas moderados o personas claramente relacionadas con la masonería como Ferrer Salat. Tejero se sintió engañado y, en ese momento, Armada apareció fracasado pero libre de implicación en el golpe. Hora y media después, el Rey ordena deponer las armas. ¡¡¡90 minutos más tarde a pesar de que se podría haber emitido el discurso muchísimo antes!!! No sé otros, pero yo deduzco que, todas luces, el golpe fue anulado no por el Rey sino por el propio Tejero que se vio engañado y después sirvió de cabeza de turco.

Ni siquiera los resultados del juicio están claros. Las penas fueron inversamente proporcionales al sentido del honor de los encausados. Los que quizás no sabían lo que se estaba cociendo pasaron muchos años en prisión: Tejero, Ricardo Pardo-Zancada, el general Torres Rojas y unos cuantos oficiales. Magnífica, y de hombres de honor y gallardía como ya no quedan,la actitud de Tejero y de Pardo Zancada (interesantísimo este enlace), este último acudiendo al Congreso cuando el golpe ya se sabía fracasado para negociar junto al primero el llamado pacto del capó: en lugar de huir por las alcantarillas, como hicieron otros ahora héroes, aceptaron la rendición y la entrega a cambio de la libertad de sus hombres.
Resultado: los verdaderos responsables apoltronados y los hombres verdaderamente valientes y honorables engañados y encarcelados. Hoy, su memoria se pisotea por los ¿valientes? que en su día salieron de debajo del escaño para acudir rápidamente al retrete.