martes, 29 de diciembre de 2015

ESO SURGE


El otro día, brindando antes de las vacaciones de Navidad, una compañera de trabajo, soltera de 43 años, me confesó que le encantaría encontrar pareja. Me sorprendió tanta sinceridad en una mujer y más tratando estos asuntos, pero lo que me apetecía comentar es la frase tópica que añadió después: “Lo que pasa es que eso no se busca; eso surge, ¿no crees?”.

Pues no, no creo. No creo que esas cosas surjan, así por generación espontánea, si no hay una cierta predisposición, una actitud activa, no sé si de búsqueda meticulosa, pero sí al menos de acercamiento consciente a personas del otro sexo con intención de encontrar a alguien que nos agrade y se complemente bien con nosotros.

Yo siempre lo he definido como “tener las antenas puestas”. Desde muy jovencito me he encontrado personas que, por diversos motivos (estar centradas en sus estudios o trabajo, haber sufrido una ruptura reciente, ser asexuales, no encontrarse en la fase adecuada de su vida, etc), tenían las antenas de ligar completamente desconectadas, y por mucho que les surgieran oportunidades, o incluso por muchos pretendientes que aparecieran, la cosa jamás cuajaba; no captaban las señales porque tenían en off el interruptor del cortejo. En estas condiciones es complicado que “surja” nada. Son los que tienen el cable de su antena bien extendido y sintonizado quienes encuentran a su media naranja y pueden iniciar una relación.

Pero estas afirmaciones merecen su matiz. Lo de las antenas puestas puede sonar a “estar de caza” o “a la que salte”, y no es eso. Tampoco descarto del todo que una persona desmotivada, sin interés, en principio, por encontrar pareja pueda cambiar de repente de actitud al conocer a alguien que le impacte de verdad. Solo digo que la expresión “eso surge”, amén de parecerme muy tonta, no me convence, pues en esto de las relaciones sentimentales creo hay que aplicarse el refrán de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Tú puedes, en abstracto, desear encontrar al hombre o a la mujer de tu vida, pero si te quedas en casa encerrado los fines de semana, no alternas habitualmente con gente de tu edad, o cuando sales o te presentan a alguien, no te fijas, ni das conversación, ni intentas, de alguna manera, “venderte”, ofrecer lo mejor de ti mismo o buscar la complicidad con quien te atrae, pues lo llevas crudo. Si no te arreglas un poco, si no tienes iniciativa, si no te esfuerzas por parecer agradable, si no eres hasta un poquito audaz, lo más seguro es que te quedes a dos velas. Eso es a lo que me refiero con lo de las antenas sintonizadas.

Pienso, desde luego, que encontrar pareja es una tarea activa, por muy feo que suene. Una vez otra amiga a la que le expuse esta teoría me contestó que claro, que era verdad que los que intentaban ligar todo el tiempo, al final “pillaban” algo, pero que no se trataba de estar con alguien por estar, de tener novio por tenerlo, y que una elección adecuada requiere tiempo, serenidad y una actitud reflexiva que no le parecía compatible con andar por ahí con las antenas desplegadas hasta el tope y atento a todas las emisiones, aunque tuvieran interferencias. Yo respondí que estaba de acuerdo y que nuestras posturas, se expresaran como se expresaran, no me parecían tan opuestas, pero que, en cualquier caso, tan peligroso es quedarse con el primero que te sonríe como mirar a todos con un microscopio y no conformarse nunca con nada, con unos u otros pretextos.  

Si algo tengo claro como el agua es que quien se propone vivir en pareja lo termina consiguiendo antes o después (salvo casos muy excepcionales y por razones que saltan a la vista de todos); que el nivel de exigencia no guarda relación con estar o no antenizado; y que hoy por hoy tienen parecidas posibilidades de fracasar una relación iniciada al buen tuntún, por casualidad o al calor de la pasión que otra muy bien meditada y cimentada en muchos años de responsable noviazgo.

martes, 22 de diciembre de 2015

LA GUERRA CIVIL CONTADA A LOS JÓVENES

El conocido autor de bestsellers navideños Arturo Pérez-Reverte acaba de publicar un ensayo corto sobre la guerra civil española destinado al público de las nuevas generaciones, a una juventud ya desprovista de buena parte de los conocimientos y prejuicios de sus padres y abuelos sobre este espantoso conflicto que “causó miles de muertos, destruyó hogares, arruinó el país y llevó a mucha gente al exilio”. El loable objetivo de Reverte ha sido escribir una microhistoria de nuestra guerra, “de forma escueta, objetiva y rigurosa, sin clichés partidarios ni etiquetas fáciles”, dirigida a quienes no conocen del tema más que cuatro generalidades escuchadas de refilón o, en el mejor de los casos, leídas en los libros de texto.

Debo confesar que he leído La guerra civil contada a los jóvenes con la guardia muy alta y con los máximos recelos, dada la intensa antipatía que profeso hacia su autor. Y una vez terminada la lectura también debo admitir en justicia que mi opinión sobre el libro, sin llegar a ser entusiasta ni mucho menos, es bastante más favorable de lo que esperaba. Pero vayamos por partes.

Honestamente no me cabe otra que hacer numerosos elogios al ensayo. Se trata de un muy buen resumen que cumple de sobra su cometido de dar una visión de conjunto sobre la guerra civil a quien no sabe nada sobre ella. El texto está extraordinariamente bien escrito y sobre todo resulta muy claro. La selección de contenidos en general y la estructura en capítulos concisos y directos me han resultado muy atractivas. La mejor parte, sin duda, es el relato de las principales batallas, que recomiendo leer a todo el mundo, y en el que el periodista cartagenero demuestra una vez más que en el campo de la historia militar sabe moverse como pez en el agua. Finalmente, también son encomiables la presentación del volumen y las preciosas ilustraciones de Fernando Vicente, a pesar de algunos errores históricos sin importancia. Me ha gustado especialmente el anexo gráfico con dibujos de los oficiales, soldados y milicianos de las principales unidades de ambos bandos.

Agotado mi repertorio de alabanzas, paso a valorar, también con la máxima honestidad intelectual, si el libro cumple la promesa de ser “objetivo” y de no incurrir en “clichés partidarios ni etiquetas fáciles”. Hacer un diagnóstico sobre su neutralidad es bien sencillo. Basta con preguntarse si, una vez leído, puede adivinarse fácilmente con qué facción simpatiza Pérez-Reverte. Y la respuesta es que sí, que está al alcance de cualquiera con un mínimo de picardía acertar sus ideas tras leer el texto, aunque quizá no tanto –y ahí está el problema- para quienes se adentran por primera vez en esta materia, que son precisamente los destinatarios de la obra.

Don Arturo no es neutral y él lo sabe, pero tampoco cae en el sectarismo. Posiblemente el mayor o quizá el único defecto en el que incurra sea contar la guerra a los chavales desde la óptica y los parámetros políticos y culturales del siglo XXI, haciendo continuos e inoportunos contrastes entre los valores de los años treinta y los actuales, y lanzando, con pretendida sutileza, numerosos juicios morales. Es una pena que haya caído en esta tentación, pues el libro está muy bien planteado y podría haber sido, por fin, un referente de imparcialidad en la bibliografía sobre la guerra civil. Pero el resultado final es imperfecto porque no ayuda nada a los adolescentes y jóvenes de hoy a situarse en el contexto de 1936. El autor se limita, a grandes rasgos, a insinuarles que la Segunda República era buena porque sus fundamentos políticos eran más similares a los del régimen nacido en 1978 que los encarnados por el bando nacional. De hecho, al libro lo salva su gran brevedad y su carácter esquemático; con un 25% más de extensión, al autor se le habría visto el plumero desde la luna.

Con todo, el ensayo no es malintencionado y tiene la virtud de destacar repetidamente la valentía y la heroicidad que se vivió en ambos bandos, señalándose que “se dieron numerosos casos de infamia, pero también de dignidad” y que “mucha gente se mostró humanitaria y compasiva”. También se pretende la equidad al tratar los episodios represivos en ambas zonas, y se hace un esfuerzo por explicar de forma desapasionada los conceptos ideológicos y la doctrina de los distintos partidos y sindicatos, a cuyo efecto se incluye un anexo de definiciones que es rescatable en buena medida pese a haberse redactado a gruesos brochazos, no se sabe si para no liar al joven lector o para llevarle por el “camino recto”.

Me gustaría hacer muchas aclaraciones sobre algunos excesos del libro, pero voy a limitarme a comentar brevemente sus aspectos más tendenciosos y aquellos párrafos en los que se bordea la manipulación histórica. Para mayor claridad, los textos originales siempre los pongo en cursiva y entrecomillados.


- Se subraya el contraste entre la “república democrática, con representantes elegidos por el pueblo”, el “legítimo gobierno republicano”, y “los militares sublevados”, olvidando mencionar que la República “nació” de unas simples elecciones municipales y que su proclamación no pudo ser más ilegal e irregular.

- En el análisis de los antecedentes y causas de la contienda no se hace ni una raquítica alusión al golpe de estado que intentó dar el PSOE cuando las derechas ganaron las elecciones de 1934.

- Se niega el carácter popular del Alzamiento del 18 de julio y no se menciona ni de pasada la importancia del factor religioso en el apoyo a la sublevación de amplios sectores de las clases humildes. “Aunque todo estaba un poco mezclado, pues la sociedad española era compleja, los obreros y campesinos se agrupaban mayoritariamente en organizaciones de izquierda, y la burguesía, los terratenientes y el ejército eran más próximos a las de derecha.”

- Hay algunas afirmaciones que parecen una burla a los lectores viniendo de un liberal como Reverte: “La tierra no era de quien la trabajaba, y las condiciones laborales en las fábricas eran a menudo injustas”. Me río por no llorar.

- Abundan los juicios de valor indisimulados al comparar las doctrinas políticas: “Algunos españoles miraban hacia el extranjero en busca de modelos políticos que aplicar como soluciones. Unos eran moderados y otros extremistas". Igualmente la definición de "fascismo" ("movimiento político que defendía un estado dictatorial") es bastante menos bucólica que la de "comunismo" ("movimiento político que busca la creación de una sociedad sin clases sociales en la que los medios de producción sean de todos los individuos").

- Parece olvidarse que en el Alzamiento participaron todas las organizaciones "de derechas" (salvo el PNV) y no solo las “más extremistas”. La CEDA de Gil-Robles (que don Arturo parece considerar moderada) contribuyó activamente a la preparación del 18 de julio. “Dispuestos a hacerse con el control de la situación, y una vez puestos de acuerdo con los movimientos más extremistas de derecha (…) , buena parte de los jefes y oficiales del ejército se sublevó contra la República”.

- No se menciona en ninguna parte que el gobierno de la Segunda República tras febrero del 36 se encontraba en manos de la extrema izquierda, tan antidemocrática o más que los alzados en julio.

- Se resaltan en exceso los detalles y las cifras del apoyo italiano y alemán a los nacionales, citándose muy someramente la intervención soviética: “La Rusia soviética también intervino activamente con consejeros y armamento.”

- Dice al hablar de la represión en ambas zonas: “La diferencia (…) era que, mientras en la zona gubernamental esta barbarie era, en buena parte, fruto del desorden y obra de elementos incontrolados, en la zona rebelde los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares”. ¡Falso! En la zona roja también hubo multitud de ejecuciones organizadas por los mandos militares y por el gobierno “legítimo”, y en la zona nacional muchos de los crímenes también fueron “fruto del desorden y obra de elementos incontrolados”. De hecho, las autoridades militares prohibieron a las milicias (falangistas, carlistas) llevar a cabo fusilamientos sin autorización, y la máxima autoridad falangista hasta abril del 37, Manuel Hedilla, se desgañitó exigiendo moderación y prohibiendo los “paseos”. Todas estas advertencias fueron desoídas sistemáticamente, igual que sucedió con las que hizo el gobierno republicano en su zona.

- También sobre el tema de la represión se recurre a una absurda comparación de cifras. “Durante la Guerra Civil fueron asesinadas 180.000 personas fieles a la República, a veces por el simple hecho de estar afiliadas a un sindicato”. “La España republicana también conoció innumerables detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos, que se calculan en unos 50.000.”. Existe una práctica unanimidad entre los historiadores en que si los izquierdistas provocaron menos víctimas que los nacionales es porque dominaron menos territorio y menos población.

- Se citan muchos más episodios represivos protagonizados por el bando nacional (Badajoz, carretera Málaga-Almería, Guernica, etc) que por los “republicanos” (solo Paracuellos).

- Se entra solo en los pormenores escabrosos que interesan. En un claro guiño a las feministas, se incluye un estúpido capítulo sobre la represión de las mujeres en la zona franquista, incidiendo en detalles anecdóticos como el rapado al cero y la ingesta de aceite de ricino. De las castraciones a sacerdotes y del corte de los pechos de las monjas no se dice ni pío. ¡O detallamos todo o no detallamos nada! “En la zona republicana los abusos a mujeres fueron más frecuentes”.

- “Todos los progresos sociales y políticos que las mujeres habían logrado con la República quedaron abolidos en la zona franquista. Allí, la imagen de la mujer activa, independiente y dueña de su propia vida se planteó como algo negativo, y fue sustituida por un modelo de mujer sumisa, esposa y madre, hogareña y religiosa.”  Reverte debe de haber olvidado por error la labor de la Sección Femenina en favor de la promoción, la alfabetización y el aprendizaje de un oficio de millones de españolas de las que la República jamás se preocupó.

- Lo peor son los capítulos sobre la posguerra y el franquismo. Las valoraciones descaradas y las moralinas políticas abundan por doquier. “El régimen franquista era dictatorial y no aceptaba réplica ni debate de ideas” (¡el PCE y el PSOE en cambio eran el paradigma de las libertades!)  "Durante varios años (…) , España vivió una represión despiadada y sistemática, con innumerables consejos de guerra, encarcelamientos y condenas a muerte.” (…) “En vez de optar por la clemencia y la reconciliación, el régimen franquista, convertido en una férrea dictadura que iba a durar cuarenta años, procuró aplastar cualquier resto de libertad y democracia.”. Que sí, don Arturo, que estaba España en el 39 como para clemencias y reconciliaciones. Sin un férreo control de los enemigos del nuevo régimen, hubiéramos tenido otra guerra en pocos años.

- Se dedica un capítulo a los maquis, a los que se define como “guerrilleros”, sin hacer mención alguna al número y al perfil de sus víctimas. “Pequeños grupos de combatientes se refugiaron en las montañas, donde todavía actuaron como guerrillas durante unos años”.

- Y para terminar, un buen toque de humor sobre la labor del Rey Don Juan Carlos, desvelándonos datos hasta ahora inéditos sobre sus iniciativas políticas: “A la muerte del dictador, España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos”. (…) “Mediante el jefe de gobierno Adolfo Suárez, asesorado por sus preceptores y con el apoyo de todas las fuerzas políticas del momento, Juan Carlos I volvió a legalizar los partidos políticos, procuró la reconciliación nacional, liquidó el régimen franquista y devolvió a España la democracia.”  ¡Bravo, bravo!

domingo, 20 de diciembre de 2015

OPERACIÓN B.S.O. (43): JUNCAL


En un día como hoy, en que nuestra Patria se enfrenta a los más graves peligros, qué mejor que escuchar un buen pasodoble para afrontarlos con gallardía torera.  

En 1989, TVE estrenó Juncal, una serie magnífica protagonizada por Francisco Rabal, y escrita y dirigida por Jaime de Armiñán, sobre las andanzas de un viejo ex matador de toros sevillano que conserva intactos su gracejo, su galantería, su caradura y su pasión por las mujeres. Puede que muchos ya no se acuerden de las extraordinarias interpretaciones de Rabal, Fernán Gómez y Rafael Álvarez “El Brujo” (Búfalo), pero me apuesto lo que sea a que a todo el mundo le suena la sintonía del intro de este drama taurino, el pasodoble Juncal, escrito (música y letra) e interpretado por Vainica Doble, un dúo femenino nacido a principios de los 70 que jamás alcanzó fama comercial pero influyó notablemente en varios grupos de la movida madrileña y compuso la música de algunas películas y series de televisión muy conocidas, entre ellas Furtivos (1975), Con las manos en la masa (1984) y Celia (1993). 

Que la verbena de corruptos, embaucadores y logreros que hoy se celebra nos pille al menos disfrutando de un bonito pasodoble. Españoles… ¡valor y al toro!

viernes, 18 de diciembre de 2015

MARIANO VENCERÁ




Mariano Rajoy va a ganar las elecciones del domingo y va a ser reelegido presidente (luego ya veremos) solo por dos motivos: 

1.- Porque España es el tercer país más envejecido de la Unión Europea, con casi un 20% de su población que supera los 65 años.  Si no fuera así, el candidato del PP (60 años) no tendría la más mínima posibilidad frente a sus jóvenes rivales: Pedro Sánchez (43), Albert Rivera (36) y Pablo Iglesias (37).  Y no es ninguna tontería.

2.- Porque en España los votantes de derecha tienen menos espíritu crítico que un berberecho y se resisten tozudamente a cambiar de voto pase lo que pase. En cambio la masa de votantes izquierdistas es mucho más inquieta y sus papeletas se dispersarán entre el PSOE, Podemos y Ciudadanos, en perjuicio del primero.

jueves, 17 de diciembre de 2015

LOS ESCOLTAS DE RAJOY


Cualquiera que haya entrado en un ministerio, en una consejería de una comunidad autónoma o en una cámara legislativa nacional o autonómica se habrá sorprendido, y mucho, de las exhaustivas medidas de seguridad implantadas en estos edificios oficiales: arcos detectores de metales, cámaras de vídeo a tutiplén, control de DNI´s, entrega de tarjetas de visitante, un segurata en cada pasillo, ascensor privado para los ministros… También impresionan los miles de millones de euros que se destinan en este país a la seguridad personal de los altos cargos, en especial en las provincias vascongadas, donde actualmente 3.000 agentes policiales realizan labores de escolta a políticos. Si ya hablamos de la seguridad privada contratada para custodiar sedes de organismos públicos y velar por la integridad física de cientos de mandatarios de las mil y una administraciones de este país, las cifras se disparan hasta el infinito.

No me atrevo a afirmar que este despliegue de medios sea desproporcionado, pero lo que sí me parece rocambolesco es que, a pesar de todo el presupuesto invertido y de todos los medios técnicos y humanos implicados en proteger a nuestros representantes, un adolescente de 17 años, con una pinta de radical “antifascista” que asusta (estética redskin con cresta incluida), logre acercarse a Mariano Rajoy durante un paseo por las calles de Pontevedra en plena campaña electoral, y arrearle un puñetazo en la cara que ni John Wayne en una de vaqueros. Creo que el episodio es sencillamente increíble y que debería hacernos reflexionar sobre la eficacia de los planes de seguridad, los guardaespaldas y los vehículos blindados que tantísima pasta nos cuestan a todos.

No entiendo para qué sirven todas estas mandangas si después, durante las campañas electorales, las más elementales medidas de protección quedan subordinadas a los intereses electoralistas, hasta el punto de que cualquier ultra con cara de ultra y vestido de ultra pueda plantarse en público delante del Presidente del Gobierno y zurrarle a modo con toda tranquilidad. Menos mal que se contentó con ponerle la cara del revés y no le dio por meterle media docena de navajazos o por dispararle con una pistola, que podría haberlo hecho sin ningún problema. Sinceramente, viendo el vídeo da toda la impresión de que cargarse a Rajoy es más fácil que coser y cantar, y no creo que en estos tiempos de atentados yihadistas con autoinmolaciones incluidas convenga evidenciar estos agujeros insondables en las medidas de seguridad de nuestros gobernantes. No es por nada, vamos. Solo por no dar ideas.

domingo, 13 de diciembre de 2015

EL POLLITO PÍO




Mirad el vídeo hasta el final y responded a estas preguntas: ¿Es correcto llamar a esto canción infantil? ¿Puede un niño pequeño conservar su inocencia y su mente equilibrada tras escuchar esta melodía?  ¿No tienen nada que decir al respecto UNICEF y Green Peace?

viernes, 11 de diciembre de 2015

UN TERRIBLE DRAMA DE NUESTRO TIEMPO

Me ruega un lector que me haga eco de una dolorosa injusticia que atenaza nuestra sociedad para contribuir desde esta página a denunciarla y a concienciar a la ciudadanía de la necesidad de plantarle cara. Ya que La pluma viperina es un blog comprometido desde sus orígenes en la lucha contra toda clase de desafueros  y abusos, en especial con los más débiles, me presto con mucho gusto a hacer de altavoz de las víctimas de este drama, y pido a la vez a todos los viperinos afectados que sean valientes y compartan sus experiencias en la zona de comentarios. Entre todos podemos poner fin a esta iniquidad tan frecuente, por desgracia, en nuestro país.

El lector que demanda mi ayuda, un varón de 38 años que padece alopecia en un estadio muy avanzado, me explica que su mujer luce una larga y densa cabellera, y que, por este motivo, cada vez que acude a la peluquería a peinarse o a teñirse le cobran un sustancioso suplemento. Por el contrario, cuando va él a recortarse los cuatro pelos que aún le quedan en el cogote y en los laterales tiene que pagarle al peluquero exactamente lo mismo que un melenudo, sin descuentos de ningún tipo.

¿Cómo es posible que este atropello siga impune en un estado social y democrático de derecho? ¿Con qué legitimidad moral se manifiesta el  gremio de los peluqueros contra la subida del IVA del 8% al 21% cuando después no tiene empacho en insultar a sus clientes con este agravio comparativo? ¿En qué están pensando la OCU y el Defensor del Pueblo? ¿Para cuándo un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional?


miércoles, 9 de diciembre de 2015

OCHO APELLIDOS CATALANES


En la entrada que dediqué a la celebradísima Ocho apellidos vascos (la película española más taquillera de la historia), me aventuré a opinar que si se rodara una cinta parecida sobre catalanes, en Barcelona no haría ninguna gracia. Mis predicciones se han cumplido matemáticamente: este mes se ha estrenado Ocho apellidos catalanes y parece que en las salas de cine de esta problemática región todavía no se ha llegado a oír ni una leve risita a cuenta de las chirigotas de Dani Rovira sobre la racanería catalufa o de las cuchufletas de Karra Elejalde sobre el català, que “no es un idioma ni es nada porque se entiende todo, no como el euskera que no entiendes ni hostias”.

De todas formas, la nueva apuesta de Emilio Martínez-Lázaro, cocinada a la sombra de su predecesora, le ha salido más flojucha y no ha cosechado demasiadas carcajadas ni siquiera en la Meseta, donde la catalanofobia está, por desgracia, ampliamente extendida. Hay quien piensa que esta segunda entrega de Ocho apellidos flaquea por falta de frescura y por carecer ya del efecto sorpresa de la de 2014. Pero para mí es bastante peor que esta por otros motivos: se ha rodado a velocidad de vértigo para poder estrenarse este año; el guión es muy pobre y se centra más en los enredos amorosos que en la sátira de las peculiaridades regionales; hay muchos menos chistes y gags, y no son tan impactantes, y, principalmente, porque los estereotipos catalanes están poco logrados. De esto último no tienen toda la culpa los guionistas; lo que pasa es que los tópicos sobre el País Vasco están mejor definidos en el imaginario popular y son más divertidos que los de Cataluña, y además, para qué vamos a engañarnos, los vascos caen mucho mejor que los catalanes fuera de sus respectivas comunidades autónomas. Más clarito aún: los catalanes en Madrid y en el interior no nos hacen ni pizca de gracia.

La trama de enredo, que estaba muy bien traída en la primera película, es completamente absurda en la segunda. El radical Koldo (Karra Elejalde), que simboliza la quintaesencia del vasquismo, se desplaza a Sevilla para comunicar a Rafa (Dani Rovira) que su hija Amaia va a casarse de improviso con un catalán en una villa de la Gerona profunda. Como Rafa sigue enamorado de ella, ambos se presentan en el bodorrio con la intención de boicotearlo. El novio es un hípster cretino hasta la náusea y el festejo se celebra en la masía de su yaya (Rosa María Sardá), una anciana ultranacionalista a la que el muchacho ha convencido de que Cataluña se ha independizado tras el "referéndum".

Berto Romero interpreta al típico catalán moderno, europeo, universal y gilipollas

Los tópicos que se airean son los previsibles. Los oriundos catalanes son caricaturizados como roñosos, fanáticos del moderneo, sosos, estirados, estrafalarios y chovinistas estomagantes. La película se burla más o menos sutilmente de su alma fenicia, su complejo de superioridad, su esnobismo grotesco, su cosmopolitismo de medio pelo, su falsa tolerancia, su religión culé, su lengua, su folclore (las sardanas) y su gastronomía (el vasco llama cebolletas a los calçots). Hay que decir, eso sí, que a diferencia de Ocho apellidos vascos, la mayoría de estos clichés burlescos se intentan suavizar al no aparecer encarnados en los personajes catalanes, sino mostrados de forma indirecta a través de los ojos de Koldo y de Rafa. Con todo, para mí el ataque más frontal lo representa el hecho de que estos personajes catalanes (interpretados por Berto Romero y por la Sardá) resultan, con lugares comunes o sin ellos, de lo más cretinos y antipáticos, y ello a pesar de que no abusan de ese acento nasal tan repelente que yo siempre he pensado que debería erradicarse mediante Ley Orgánica.

También recibe lo suyo la policía autonómica, a la que el andaluz se refiere como “mozos de la escuadra” y a la que se acusa sin disimulos de brutal y corrupta. Se llega a decir de los Mossos que son la kale borroka de Cataluña, y en una secuencia el protagonista trata de sobornar a un agente con un billete de diez euros. Son destacables igualmente algunas deliciosas diatribas contra el nacionalismo, al que se representa como opresor y sectario. Baste la escena en la que para logar que en el pueblecito gerundense reine una atmósfera de Catalunya lliure, las autoridades locales esconden y encierran en un bar a todos los lugareños “que se sientan españoles”.

Karra Elejalde está sublime
Un punto muy flojo del filme es la interpretación de Clara Lago, que no puede estar más insípida e inexpresiva, en buena parte por culpa de un guión que la margina y la relega a chica florero. Se desaprovecha además el potencial de Rosa María Sardá, probablemente la única actriz española, o, mejor dicho, la única mujer española con vis cómica. El único intérprete que brilla con luz propia provocándonos ataques compulsivos de risa es Karra Elejalde. La escena en la que Koldo obliga a Rafa a cargarle a hombros en la estación de Atocha para cambiar de tren sin pisar suelo español roza la genialidad. “No me bajes, tú, que como toque el suelo de Madrid con el pie, me lo amputo sin anestesia ni hostias”, dice el entrañable y no por ello menos fusilable batasuno. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

LOS EMPRESARIOS CATALANES

"Los empresarios necesitan estabilidad política", dice el dueño de Freixenet

Una estrategia esencial del Gobierno de España en su contencioso con la Generalitat es alarmar sobre el peligro de que el empresariado catalán huya a Madrid si se produce una declaración unilateral de independencia. El mensaje del PP, del que se hacen eco machaconamente todos los medios afines, es que el recrudecimiento de las posiciones secesionistas y la consiguiente inestabilidad política y jurídica acarrearían en la región una caída de la renta per cápita y de las inversiones, una diáspora empresarial y un fuerte incremento de las cifras del paro.

Para la ejecución de esta campaña Rajoy ha contado con varias bazas fuertes entre los industriales catalanes, destacando el presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet; el responsable del Círculo de Empresarios Catalanes, Javier Vega de Seoane, y el presidente de la joven asociación Empresaris de Catalunya, Josep Bou. Todos ellos y algunos más han servido de palmeros más o menos dóciles de las consignas peperas y han llegado a convencer a una parte de la sociedad española de que son unos defensores acérrimos de unidad de España, algo muy alejado de la realidad.

Patronal y patriotismo son términos antagónicos por naturaleza, de modo que resulta demasiado ingenuo suponer que cuando estos señores declaran que “Cataluña es una parte esencial de España y debe seguir en esa línea” están haciendo una profesión de fe españolista. Lo único que quieren defender con este tipo de afirmaciones es su interés en que se mantenga el status quo y no se tambaleen los mercados ni se descalabren sus cuentas anuales por culpa de la marejada política. España y Cataluña les dan igual, y si mañana fuera una medida del gobierno español la que quebrara el equilibrio social alterando su reparto de dividendos, correrían a lamer el culo a los separatistas.

Y no seamos tan tontos. Si leemos los discursos completos de estos aprendices de judío, veremos rápidamente la cantidad de matices y titubeos en los que incurren para no arriesgar un solo céntimo. Por ejemplo, es cierto que el amo de la conocida productora de cava ha asegurado que su compañía es “catalana y española”, pero, como gran virtuoso en el arte de nadar y guardar la ropa, nunca se olvida de matizar que “en el caso de que hubiera independencia, Freixenet se adaptaría a la situación" (¡cómo no!), de lloriquear por el boicot a sus productos y de pedir a Rajoy y a Mas “que hablen por el bien de todos. En Cataluña decimos que hablando la gente se entiende”. Repugnante.  Igual que Vega de Seoane, que se ha descolgado con una declaración pública contra la independencia de Cataluña, pero exigiendo a la vez “una revisión de la Constitución y del sistema de financiación autonómica”, es decir la independencia fiscal para que sanguijuelas como él puedan pillar cacho.

Los empresarios catalanes son expertos en nadar y guardar la ropa
La patronal catalana ha permanecido callada como una zorra durante décadas, contemplando impasible cómo se pisoteaban los derechos de los millones de catalanes que se sentían españoles, deseosa de que el ejecutivo autonómico apretara al Gobierno y rebañara beneficios para ella, y cobarde y servil ante una Generalitat mafiosa dedicada a negar permisos, mirar con lupa e imponer sanciones a todo empresario que osara posicionarse en contra del nacionalismo. Solo cuando el órdago de Artur Mas, combinado con la crisis financiera, ha revuelto más de lo deseable las aguas del mercado, cuando se ha vislumbrado claramente el riesgo de caer de la zona euro y cuando la CUP ha irrumpido en el Parlament con sus exigencias antisistema, ha reaccionado el sanedrín de los caniveles reivindicando que Cataluña no se independice, que todo siga igual que siempre, que no se lleven las cosas demasiado lejos, que no se cometan ilegalidades y que se mantenga la estabilidad que necesitan para que el dinero siga fluyendo hacia su saca sin contratiempos.

De españoles, poco, y de patriotas, menos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

LAS PATAS DE ATRÁS

Hace once años la chica con la que estaba saliendo me hizo una crítica en la que todavía pienso a menudo, pues me sirvió en su día para entender muchas cosas sobre mí mismo y creo que a fecha de hoy sigue sirviéndome. Me dijo, en mitad de una discusión, que yo era un buen chico, un tío muy majo, pero que “lo estropeaba con las patas de atrás”.

No suelo dar demasiadas vueltas a las críticas que me hacen, pero sí medité bastante sobre aquel comentario tan original, posiblemente porque su autora era alguien que me importaba mucho.

Con esta opinión lo que me quiso dar a entender es que tengo un buen fondo humano, unos principios sólidos y unas intenciones rectas, pero que en la práctica mi conducta queda empañada por algunos detalles que, a pesar de su aparente insignificancia, escacharran la imagen que los demás tienen de mí. Mis torpes patas de atrás suelen ser mi propensión al egocentrismo, mis protestas cuando me piden que haga algo (que al final acabo haciendo), mi tono despectivo, mi innecesario sarcasmo, mi manía de politizar cualquier asunto, mi talante hipercrítico, mi déficit de empatía, mi bocaza demasiado abierta y mi deseo de llamar la atención exagerando o dramatizando los incidentes más insustanciales.

Bien mirado, fue demasiado generosa, porque lo cierto es que el daño que me hago a mí mismo y a los demás con esta retahíla de defectos va mucho más allá del pequeño estropicio en el sembrado que causa el mulo sin querer, con las patas traseras, al abandonar la linde. A veces, con estas “pequeñas” imperfecciones, puedo llegar a malograr la cosecha entera con todas las patas y si me apuras con todo el cuerpo.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA



Los políticos, los gurús de los servicios sociales y las feministas se empeñan en hacernos comulgar con la rueda de molino de que la “violencia de género” no responde a factores económicos, sino a otros de tipo cultural y psicológico, o, lo que es lo mismo, que este drama afecta en la misma medida a toda clase de mujeres, dependan o no del sueldo de su marido, ya que se trata, más bien, de un problema de machismo estructural, definición de roles y dependencias emocionales.

Las razones de este argumentario, totalmente oxidado pero no por ello desechado por los partidos políticos y los medios de comunicación, son puramente estéticas. Decir a las claras que las mujeres con independencia económica no se dejan dar guantazos violaría las Tablas de la Ley de la corrección política. Una afirmación como esta sería considerada clasista y contraria a ese igualitarismo de escaparate que nadie se traga pero que tampoco nadie osa cuestionar.

Pero lo cierto es que las cosas son así, nos gusten o no, por mucho que manipulemos u ocultemos las estadísticas. Todos sabemos, porque no somos gilipollas, que incluso en un matrimonio del más alto nivel cultural y económico pueden darse situaciones de control abusivo, desprecio, agresividad y maltrato no solo físico sino en todas sus variantes, y que puede haber señoras con su carrera y su sueldo de postín que soporten este panorama por muy diversos motivos que pueden ir desde el miedo al qué dirán hasta una falta de carácter patológica. Pero también está muy claro que cuando episodios tan lamentables surgen en este tipo de entornos, la solución es bien simple y está al alcance de la víctima desde el minuto cero, cosa que no sucede en otros escenarios socioeconómicos.

No tengo ninguna duda de que cualquiera de mis amigas que trabajan podría dar con un energúmeno que, en un momento dado, les gritara de forma intimidatoria o incluso les arreara un bofetón. Pero también estoy seguro de que sería la primera y la última bofetada que sufrieran, pues al día siguiente ya no estarían conviviendo con el palomo, algo que por desgracia no pueden permitirse una ama de casa que jamás ha conocido el mundo laboral, una gitana sin ningún recurso o una inmigrante en paro cargada de churumbeles.

Es de cajón y lo ve hasta un niño. Podremos hacer todos los matices que nos apetezcan, pero lo normal es que una persona que sufre violencia se aleje de su agresor ipso facto. Es algo que tiene que ver con el más elemental instinto de conservación y por ello esta regla solo se rompe cuando dicha conservación no puede asegurarse más que conviviendo con el violento, por carecer de medios propios de subsistencia. Y en cuanto a las mujeres que dicen aguantar estas vejaciones por estar enamoradísimas, pues, en fin, qué vamos a decirles... Allá ellas y su concepto enfermizo del amor. Con su pan se lo coman.

Creer, como muchos se creen, que el maltrato familiar se manifiesta de la misma manera, tiene los mismos peligros y se explica por los mismos estereotipos de roles “machistas” sea cual sea el estrato social demuestra una ignorancia insultante sobre la evolución de las últimas décadas y la situación actual de las familias españolas. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

RED DE FAVORES


A nadie se le escapa que cultivar unas buenas relaciones personales, atesorar muchos amigos, evitar enfrentamientos e intercambiar favores resulta de gran ayuda en todos los ámbitos de la vida, incluido, naturalmente, el laboral. Antes que profesionales somos personas con nuestro corazoncito, por lo que en el trabajo siempre estaremos subjetivamente predispuestos a facilitar las cosas a aquellas personas que nos resulten más agradables o que se hayan portado mejor con nosotros en el pasado. No solo es algo humano e inevitable, sino que obviar esta realidad, pretendiendo que las relaciones profesionales se sustenten exclusivamente en criterios técnicos, económicos, de capacidad o de calidad, implica un riesgo grave para el desempeño de nuestras funciones o para la cuenta de resultados de nuestra empresa.

Pero más peligroso todavía es el extremo contrario, que es suponer que el magnetismo personal y el compadreo son una especie de bálsamo de Fierabrás, de purga de Benito capaz de solucionar todos los problemas laborales y llevar a buen puerto cualquier negocio, con total independencia de la cualificación profesional o del prestigio en el sector. En efecto, existe un cierto perfil de trabajador, normalmente autónomo pero no siempre, que solo sabe funcionar al cobijo de la red de favores que ha ido tejiendo durante años y al margen de la cual no ingresaría ni un euro. Se trata de individuos que tratan de compensar su evidente déficit de capacidad, su carencia de méritos y de reconocimiento con una urdimbre de amigos bien dispuestos, de conocidos que le deben algo, de compañeros de barra y de cuñados en la Administración, con la que, mal que bien, consiguen ganarse las habichuelas. Son sujetos que sin tener ni idea de nada y siendo unos mantas en lo suyo, saben explotar su encanto para inclinar a la gente a su favor a la hora de contratar un servicio o hacer una recomendación.

Aunque parezca increíble no son pocas las pequeñas empresas que basan su política comercial en esta premisa. Hay algunos casos sorprendentes. Por ejemplo, yo tengo un conocido, autónomo del sector de los seguros, que podría apostar con los ojos cerrados a que hasta el último céntimo que ha ingresado en su vida se lo debe solamente al hecho de ser “muy majo”. El tipo carece de formación y de dotes mercantiles, y a mí me parece más tonto que un hilo de uvas. Su empresa es poco conocida y sus productos bastante mejorables. Pero eso sí, aparte de ser más plasta que el conejito de Duracell y más lamerón que una gata mimosa, dedica una parte esencial de su tiempo y unos esfuerzos desproporcionados a hacer contactos, repartir favores, asistir a saraos, recomendar a terceros y tomar café con unos y con otros. Y así, año tras año, la gente le contrata el seguro porque es un buen chico, porque se preocupa por los demás o por no aguantarlo.

De hecho, existen empresas, llamadas eufemísticamente “organizaciones de referencias de negocios” o networking, que se dedican precisamente a esto. Unen en grupos sectarios a profesionales de varias ramas para intercambiar relaciones comerciales, contactos y  “ayuda mutua”, con el trasfondo de reuniones “formativas”, eventos, técnicas de coaching y demás humaredas, todo ello a cambio, por descontado, de una elevada cuota que a mí me recuerda demasiado a la que se cobra en las estafas piramidales. Una forma bien triste de institucionalizar el nepotismo frente a todo criterio profesional.


En el llamado networking se institucionalizan el amiguismo y las tramas de favores

Sinceramente me parece temerario vincular el cumplimiento de los objetivos laborales o el volumen de negocio a un parámetro tan veleidoso como el buen rollito, sin contar con el lacayismo explícito o implícito que favorecen estas estrategias tan peculiares. Además, con ellas se fomenta la arbitrariedad, se desprecia el principio de mérito y capacidad, y, lo que no es menos grave, se menoscaba la calidad final de los servicios. Sin duda son los consumidores las grandes víctimas de estos entramados de amiguismo tejidos por unas empresas que solo miran por sus intereses financieros.

Sin quitar importancia a las habilidades sociales ni dejar de admirar la capacidad de algunos para rentabilizar económicamente su destreza en las relaciones, no me parece digno llenar el plato todos los días gracias a la mendicidad encubierta que es el tráfico de favores. La verdadera dignidad profesional consiste en conocer bien el sector correspondiente, contar con una formación sólida, brindar una información honesta sobre los servicios prestados y ganarse una merecida reputación por la calidad y competitividad de los mismos.  

viernes, 13 de noviembre de 2015

CISTITIS



El pistoletazo de salida para levantarse para ir al váter
Hoy por la tarde estaba la televisión encendida en casa y en dos ocasiones, y en canales distintos, he oído cómo justo antes de la publicidad emitían un breve consejo de salud, patrocinado por no sé qué empresa, explicando que no era bueno que los telespectadores esperaran a los anuncios para ir al baño porque eso podía provocar cistitis. Así tal cual. 

Es ya lo que nos faltaba. Nos meten los mensajes publicitarios hasta en la sopa, ocupan con reclamos el 50% de los contenidos de las revistas, nos bombardean con SMS y con llamadas continuas al fijo y al móvil, nos revientan la navegación en Internet con cientos de pantallitas, nos paran por la calle, vienen a darnos el coñazo a casa… y ahora esto. Para una forma de publicidad que existe de la que nos podemos escaquear libremente, van y se inventan una técnica coactiva para mantenernos quietos en el sofá engullendo nuestra ración obligatoria de spots. Hasta una costumbre tan arraigada como aprovechar los anuncios  de la tele para ir a hacer pis se la quieran cargar por las buenas a base de infundir miedo con exageraciones absurdas.  No, si ahora vamos a tener que pedir permiso a los publicistas hasta para mear.

martes, 10 de noviembre de 2015

POR LA FUERZA

Tropas del General Batet utilizan la artillería contra el Palacio de la Generalitat tras proclamar Companys el estado catalán en 1934

Si algo hemos aprendido de la Historia es que cuando un conflicto se encona y las posiciones de las partes se tornan irreconciliables, la solución termina llegando de la mano de la violencia. Ello forma parte de la naturaleza humana y no hay que rasgarse las vestiduras.

También sabemos, por siglos de experiencia, que, una vez hablan las armas, siempre se impone el más fuerte, con razón o sin ella.

Por ello no se entiende la preocupación de muchos tras la aprobación ayer por el Parlament de la moción de inicio del proceso separatista. Si, como asegura Mariano Rajoy, hay una voluntad inequívoca de frenar la “desconexión” catalana, nadie debería temer por la integridad territorial de España, pues salta a la vista la descompensación de fuerzas entre el Gobierno de la Nación y la comunidad autónoma díscola.

En este contencioso, como en tantos otros en la accidentada trayectoria de nuestra patria, lo de menos es la verdad histórica o tener la ley a favor. Aquí lo primordial es demostrar una voluntad de acero (que no está claro que exista) y, ante todo, disponer de tanques, artillería y bombarderos, que es lo que les falta a Mas, a Junqueras, a la Forcadell y a la zorra que los parió.

La historia avala la inequívoca españolidad de la región catalana, que jamás llegó a ser una entidad política ni a gozar de independencia formal. España está legitimada constitucionalmente para plantar cara al secesionismo. Pero es que además, y es lo que importa a efectos prácticos, el Gobierno español tiene un ejército y la Generalitat no. Solo hace falta convencerse de que, llegadas las cosas a cierto punto, no quedará otra que aplastar físicamente la rebelión catalanista. Un despliegue relámpago de las Fuerzas Armadas en Barcelona pondría fin a esta provocación de forma inmediata y mucho menos cruenta de lo que pueda pensarse.

Mientras no nos mentalicemos de que ya es hora de poner encima de la mesa nuestro potencial militar, nuestra superioridad física, jamás se arreglará satisfactoriamente este problema. Cualquier otra solución administrativa, jurídica o económica, incluida la suspensión de la autonomía (que me parece razonable como paso previo), está condenada al fracaso, a ser pan de hoy y hambre para mañana.

Cataluña es como un niño pequeño enrabietado con el que ya no cabe otro argumento que el de unos buenos azotes en el culo.

Cataluña está pidiendo sangre y el deber de España es atender de una vez tan acuciante petición.

sábado, 7 de noviembre de 2015

EUFEMISMOS POLÍTICOS



Los eufemismos me parecen una de las muestras más deliciosas del ingenio humano. Merecerían un detenido análisis los motivos por los que, al utilizar el lenguaje, esquivamos ciertos conceptos, los sustituimos por otros más sutiles u oblicuos, o directamente los camuflamos hasta hacerlos irreconocibles.

En el mundo de la política es más rica que en ningún otro ámbito la paleta de colores eufemísticos. En el fondo todo el mundo sabe que expresiones como economía de mercado, democracia popular, centro, democracia cristiana, unidad popular, reconciliación nacional, identitarismo y sostenibilidad equivalen, respectiva y literalmente, a ultraliberalismo, dictadura comunista, arribismo político, mafia, terrorismo, venganza, nacionalismo anti-inmigrante y ecologismo de cagarruta y megáfono.

Esta semana he visto otro ejemplo que me ha parecido de lo más ocurrente. Leyendo una noticia sobre los planes de fusión de tres organizaciones patrióticas extraparlamentarias, me encuentro con la genialidad de que estos pequeños partidos se autodefinen como defensores de “la filosofía del Humanismo Cristiano Europeo”, así, con mayúsculas. Atención a la perla porque no tiene desperdicio.

¿Cómo debemos traducir exactamente la frase “Humanismo Cristiano Europeo” cuando la utilizan este tipo de grupos? Es bien simple. Decir “Humanismo Cristiano” es una manera bastante burda de eludir la comprometida etiqueta de “cristianos” o “católicos”, lo que nos indica que estos señores son unos anticlericales rabiosos que ni siquiera creen en Dios, pero que reivindican el “cristianismo cultural” como tradición y seña de identidad española y, sobre todo, que son muy antimoros y muy antisemitas. Por su parte, el adjetivo “Europeo” en su boca debe interpretarse textualmente como “nazi” o, en el mejor de los casos, como un guiño descarado al Frente Nacional de Marine Le Pen.

¿Ven qué fácil? Si es que estas sutilezas idiomáticas son la bomba. A veces son tan elementales que el eufemismo resulta todavía más corrosivo que la palabra maldita que se intenta evitar.

lunes, 2 de noviembre de 2015

YO TE PAGO EL SUELDO




La anécdota es real y sucedió en la ciudad donde tuve mi primer destino.

Un compañero recibió a un ciudadano indignadísimo porque acababan de notificarle una resolución muy perjudicial. Creo recordar que se le exigía el reintegro de una elevada suma de dinero en concepto de cantidades indebidamente percibidas. El paisano empezó a elevar la voz y a lanzar pullas a mi compañero nada más entrar en su despacho. Caras de asco, gestos despectivos, constantes interrupciones cuando se le explicaban las cosas, resoplidos, pedorretas…

- No tienes ni puta idea –le decía-. No hacéis más que meter la pata y joder a la gente. No me pienso ir de aquí hasta que anules esto –y agitaba el papel con el oficio de notificación-. No te olvides ni un momento de que tu sueldo te lo estoy pagando yo, así que muévete.

Mi sufrido compañero intentó hacer ver a aquel energúmeno, de la manera más calmada posible, que la resolución era correcta pero que, en cualquier caso, si no estaba conforme, podía interponer el correspondiente recurso ante el órgano competente, porque los actos administrativos no podían revocarse alegremente mediante una conversación, o porque a un funcionario le apeteciera; que tenía que presentarse un recurso, emitirse un informe por la Sección de Liquidación y otro por los servicios jurídicos, y después, si acaso, estimarse la petición.  Se lo explicó hasta cuatro veces, por activa y por pasiva, pero el pollo negaba con la cabeza y suspiraba ostentosamente.

- ¿Esta es la mierda de atención que recibo como ciudadano? Te pago el sueldo de mi bolsillo para que te pases la mañana tomando café y todavía me vienes con trabas absurdas para no reconocer mis derechos?

En aquel instante, el probo funcionario se levantó de su silla, rodeó el escritorio, se llegó a la percha donde colgaba su abrigo, sacó la cartera de uno de los bolsillos, se encaró con el sujeto y le puso en la mano una moneda de un euro.

- Aquí tiene, amigo. Esto es más de lo que le correspondería pagar a usted en toda su vida por los sueldos de todo mi departamento. Y ahora, por favor, deje de tocarme los cojones.

jueves, 29 de octubre de 2015

INMORALIDAD




Hay quien piensa que la inmoralidad puede infiltrarse en un aspecto concreto de la vida de una persona, pero que en todos los demás ese individuo puede ser éticamente intachable. Defienden, por ejemplo, que un tipo puede ponerle los cuernos a su mujer alevosa y repetidamente, y después ser un padre modélico o un ciudadano comprometido con la justicia social. Que un empresario negrero o con pocos escrúpulos legales luego puede resultar un esposo atento y cariñosísimo, o un amigo generoso donde los haya.

Yo tengo mis dudas.

Quizá los ejemplos que he puesto no sean los mejores, pero tengo la impresión de que la deshonestidad es como un cáncer metastático que, una vez brota, aunque sea en un punto bien localizado, tiende a extenderse por todo el organismo. La indecencia es una tela de araña que termina cubriéndonos de los pies a la cabeza a poco que nos descuidemos.

El concepto de moral tiene una carga subjetiva, sí, pero no tanta. Al final, la mayor parte de las inmoralidades se reducen a falta de amor y a exceso de egoísmo. Nuestra honestidad se corroe cuando ponemos nuestros intereses, nuestra comodidad, nuestros placeres, por encima de las necesidades de los que nos rodean, cuando empieza a darnos igual causar perjuicios graves a terceros para obtener pequeños beneficios propios. 

Yo no puedo creer que alguien sea un egocéntrico redomado, incapaz de amar, en un ámbito determinado de su vida, y en otros sea un ángel entregado al altruismo. O hay amor o no hay amor. 

Ojo con considerar legítimo desenvolverse a machetazo limpio en el trabajo, en los negocios o en otras situaciones, y pretender ser un santo en el entorno familiar. Esta diferenciación a mí me resulta cínica y creo que responde a una visión equivocada y peligrosa de la familia, como considerándola un “clan” cerrado, o el reducto de “los nuestros” que hay que proteger al precio que sea, caiga quien caiga. Hay gente (se me ocurren Don Corleone o el difunto Ruiz Mateos) convencida de que la rectitud moral solo es exigible en el nido familiar, con sus seres más queridos y cercanos, y que no pasa nada por putear a los que quedan fuera del círculo de confianza. El problema de esta concepción, mucho más extendida de lo que suponemos, es que es la típica de los que conciben a su cónyuge y a sus hijos como una simple extensión de sí mismos. No son buenos y protectores con su familia porque la amen, sino porque sea aman a sí mismos.

Luego están los que dicen que no es que en unos aspectos sean éticos y en otros no, sino que ellos tienen su propio código moral al margen del de la sociedad y que se comportan en consonancia con él. Este es un argumento muy típico para vendernos, por ejemplo, la compatibilidad de las infidelidades sexuales con un amor a prueba de bomba hacia la pareja. Los interesados aseguran que para ellos un desahogo con un ligue esporádico, sin implicación afectiva, no tiene la menor importancia ni merma en absoluto el amor que sienten por su mujer o por su marido. Aquí la pregunta es si son válidos estos códigos morales diseñados a la medida de sus intereses en vez de a la medida de la sensibilidad o de los valores de la persona que comparte su vida con ellos.

Una deslealtad no es menos grave porque así se lo parezca a quien la comete. Habría que preguntarle a la víctima. Y quien traiciona una vez y es capaz de disculpar su felonía apelando al placer, a la debilidad o al dinero, mañana volverá a vender a cualquiera y sabrá encontrar la justificación que mejor le interese. 

Una vez que la injusticia corrompa el más pequeño pliegue de nuestro espíritu, poco a poco nos debilitará, nos irá haciendo cada vez más tolerantes a la vileza y terminará arrebatándonos al asalto hasta las plazas que creíamos mejor fortificadas.

domingo, 25 de octubre de 2015

GOLPE DE ESTADO



Un joven ingeniero norteamericano (Owen Wilson) se traslada con su esposa y sus dos hijas pequeñas a un país no especificado del Sudeste Asiático (Laos o Camboya) para empezar una nueva vida trabajando en una planta industrial de agua que una gran empresa estadounidense ha expropiado fraudulentamente al gobierno local.  Nada más alojarse en el hotel, estalla una virulenta insurrección popular que consigue derrocar al presidente del país. El primer objetivo de los guerrilleros rebeldes es ejecutar a todos los extranjeros residentes en la ciudad y, en particular, a los directivos de la planta purificadora.

Si alguien quiere vivir una experiencia de infarto durante hora y media, que no se pierda Golpe de estado (No escape, 2015), de John Erick Dowdle. Le garantizo que sufrirá de un estrés continuo y sin dosificar desde el minuto diez hasta los créditos finales. Es una película que, independientemente de su calidad, cumple muy bien su cometido haciéndonos pasar un rato de lo más emocionante, por emplear una palabra suave.

El filme no es una genialidad pero resulta eficaz y hasta solvente. Siempre me ha gustado Owen Wilson, pero temía que no funcionara en un thriller de acción, encasillado como está en papeles de gracioso en comedias románticas. Sin embargo me ha parecido muy convincente y muy humano en esta historia de supervivencia en la que un padre de familia pacífico y con pocas trazas heroicas debe actuar bajo presión para salvar la vida a los suyos. No puedo decir lo mismo del pobre Pierce Brosnan, que ya está para echarle al gato y da pena más que otra cosa en su eterno rol de Agente 007. El abuelo Brosnan está sobreactuado, su personaje tiene una carga humorística que no viene a cuento en medio de semejante escabechina, y, en definitiva, su actuación es patética.

Buen guión. Puesta en escena sobresaliente (la carga policial contra la manifa es escalofriante). Acción de calidad. Ritmo muy bien sostenido. Y, ante todo, una alta dosis de violencia. Lo peor, sin duda, son un par de secuencias llevadas al extremo y nada verosímiles que deterioran el resultado global de la cinta.


Es valorable la reflexión autocrítica del final sobre la política comercial de los Estados Unidos, si bien pierde bastante credibilidad en boca de Pierce Brosnan, al que no le pega ni con cola formular opiniones de un mínimo calado intelectual.

viernes, 23 de octubre de 2015

APAGÓN


Para mí, la inspiración al escribir es sobre todo una cuestión de disciplina y de rutina. Si durante siete años y medio he venido publicando contenidos en este blog con una periodicidad fija (cada dos o tres días) y sin saltarme siquiera las semanas de vacaciones, ha sido gracias a una rígida mecánica de trabajo. Los temas de los posts, excepto los de más rabiosa actualidad,  siempre los he planificado e incluido en una lista con más de un mes de antelación, y lo mismo he venido haciendo con los huecos en mi agenda para investigar y recopilar la información necesaria para escribir ciertas entradas. Una Pluma viperina espontánea, en la que fuera publicando lo que se me ocurría y cuando se me ocurría, jamás hubiera sido posible. De hecho siempre he estado muy seguro de que el día en que esta rutina se descabalgara por cualquier motivo, en el momento en que se quebrara, aunque fuera una sola vez, mi hábito de escribir tres veces por semana, la bitácora se iría hacer puñetas.

Con lo que no contaba es con la sequía inspirativa. Sin duda por mi ego -más inflado de lo que se merece a la luz de la cruda realidad- daba por descontada mi capacidad de publicar a menudo durante toda mi vida, de ofrecer temáticas variadas en el blog indefinida y permanentemente. Hasta que un día, hace dos semanas, me senté al teclado, miré en el móvil mi lista de posts pendientes, comencé a teclear un párrafo, y, de pronto, me di cuenta de que no se me ocurría nada que decir, o que se me ocurría pero no sabía cómo expresarlo, o que, al redactarlo y releerlo, me sonaba igual que lo que ya había escrito mil veces en otras entradas... De pronto, tras más de siete años, mi inspiración creativa sufría un apagón peor que el de NuevaYork del 65.

A los dos días me sucedió igual, así que cerré el documento de Word con diez líneas sobre la cercanía de los políticos, y abrí otro bien distinto para redactar una resolución concediendo subvenciones a dieciséis empresas. El lenguaje administrativo ampuloso, las fórmulas huecas, las fundamentaciones jurídicas y los enrevesados pies de recurso me liberaron de mi agotamiento creativo. Por primera vez me sentí más cómodo componiendo perífrasis verbales, enunciados de cortesía y citas normativas que escribiendo un artículo en mi querida Pluma viperina.


Hoy he vuelto a la carga y a ver qué tal. Espero sentado y un poco escéptico a que las musas se decidan a volver a ligar conmigo.

P.D.: ¡Gracias a todos por poner música al apagón!