Qué tendrá la intimidad, que a menudo saca nuestra faceta más desenfadada. Entiéndase por intimidad el hecho de estar solo, sin compañía, en un momento dado. Quizá el paradigma de esa situación tiene lugar cuando vamos al baño.
Aparte de las funciones fisiológicas evidentes, realizamos multitud de muecas, movimientos, bailes, etc. que no mostramos a otras personas; frecuentemente delante del espejo, momento en el cual suele entrar alguien que nos obliga a disimular precipitadamente, con lo que la situación pasa a ser más cómica, si cabe. También nos sacamos mocos. ¿Quién no ha introducido su dedo índice en un orificio nasal, extraído la consabida masa mucosa y la ha moldeado con esmero hasta conseguir un señor moco? Pues eso.
Lo que yo no conocía hasta hace bien poco es una de las utilidades del moco. Estando en el trono del baño de un lugar público, observé un cúmulo de ellos en la pared de enfrente, casi todos ellos concentrados en un par de azulejos o tres. Deduje que algunos de los que por allí pasaron, a la vez que ejercían de monarcas en el trono (actividad mucho más provechosa que la que realizan los de verdad, dicho sea de paso), se entretenían haciendo puntería con los mocos en la pared, aprovechando las propiedades adhesivas de los mismos. Y no tenían mala puntería los condenados, a juzgar por la alta concentración de bolitas en uno de los azulejos. Inmediatamente se me vino a la mente la abnegada señora de la limpieza y mi silenciosa carcajada mermó. Desde aquí mi más sincero reconocimiento a este gremio.
Una vez introducido el tema, les animo a que describan más situaciones y actitudes curiosas, graciosas, ridículas o guarrillas que tenemos en nuestros momentos de intimidad. Doy por hecho que no las practican ustedes, sino que alguien se lo ha contado.
Aparte de las funciones fisiológicas evidentes, realizamos multitud de muecas, movimientos, bailes, etc. que no mostramos a otras personas; frecuentemente delante del espejo, momento en el cual suele entrar alguien que nos obliga a disimular precipitadamente, con lo que la situación pasa a ser más cómica, si cabe. También nos sacamos mocos. ¿Quién no ha introducido su dedo índice en un orificio nasal, extraído la consabida masa mucosa y la ha moldeado con esmero hasta conseguir un señor moco? Pues eso.
Lo que yo no conocía hasta hace bien poco es una de las utilidades del moco. Estando en el trono del baño de un lugar público, observé un cúmulo de ellos en la pared de enfrente, casi todos ellos concentrados en un par de azulejos o tres. Deduje que algunos de los que por allí pasaron, a la vez que ejercían de monarcas en el trono (actividad mucho más provechosa que la que realizan los de verdad, dicho sea de paso), se entretenían haciendo puntería con los mocos en la pared, aprovechando las propiedades adhesivas de los mismos. Y no tenían mala puntería los condenados, a juzgar por la alta concentración de bolitas en uno de los azulejos. Inmediatamente se me vino a la mente la abnegada señora de la limpieza y mi silenciosa carcajada mermó. Desde aquí mi más sincero reconocimiento a este gremio.
Una vez introducido el tema, les animo a que describan más situaciones y actitudes curiosas, graciosas, ridículas o guarrillas que tenemos en nuestros momentos de intimidad. Doy por hecho que no las practican ustedes, sino que alguien se lo ha contado.