Si les llamo ultraderechistas, me dirán que no son de derechas, que la vieja derecha española siempre estuvo vendida al liberalismo y obsesionada con los privilegios de clase. Si me refiero a ellos como fachas, me dirán que es despectivo, que la palabra “facha” viene de la pronunciación italiana de “fascista” y que el fascismo es una cosa pensada sólo para Italia. Si hablo de partidos, me dirán que ellos no son un partido, porque los partidos son instituciones artificiales ideadas para dividir a los españoles. Les llame como les llame, siempre me corregirán con algún matiz. Les atribuya las ideas que les atribuya, siempre me puntualizarán con argumentos completamente diferentes según la persona, aunque pertenezcan al mismo “partido”. Así que para evitar susceptibilidades, acuño aquí mismo la denominación “organizaciones patrióticas extraparlamentarias”, en adelante OPE.
Yo creo que con las OPE pasa un fenómeno muy curioso, y es que los planteamientos que defienden están profundamente arraigados en un sector considerablemente amplio de la población española, mientras que el número de afiliados, colaboradores y votantes de estos grupos es marginal a más no poder. No pocas personas de nuestro entorno comulgan en general con bastantes consignas de las OPE y sin embargo casi nadie las vota, ni pone una peseta para su promoción, ni se afilia, ni asiste a sus actos públicos, ni, si me apuras, las conoce. ¿Por qué están los españoles tan decepcionados con las OPE pese a compartir muchas de sus ideas?
La explicación típica que dan los miembros de las OPE a este fenómeno paranormal es que el Sistema, o sea la democracia (perdón, la partitocracia, porque si no me pueden llover mil comentarios matizadores) les amordaza, les censura, les margina, les niega subvenciones, les tira a la papelera los comunicados de prensa y les boicotea todo lo que hacen. También suelen echar la culpa de todos sus males al sunami bipartidista (siento citar a Llamazares), que arrasa la ilusión de sus votantes potenciales, y a la mecánica electoral.
Sin negar la veracidad de esta explicación, yo les respondería a los del mundo multicolor de las OPE que esto sólo es una verdad a medias, además de una coletilla muy cómoda y superficial para eludir la necesaria reflexión sobre los motivos del estruendoso fracaso a todos los niveles de su opción u opciones políticas. Las OPE y su entorno llevan ya décadas soltando tinta de calamar en forma de acusaciones grandilocuentes al Sistema para escaquearse de identificar sus propias culpas y carencias, su propio comportamiento autodestructivo y su propia incapacidad en muchos aspectos.
¿Por qué en la Transición las OPE lo tenían casi todo: pasión, gente, intelectuales, figuras conocidas y dinero, y hoy, a decir verdad, sólo les queda lo primero? Y lo peor muchas veces es que con la pasión, el entusiasmo y el patriotismo sincero de estas organizaciones pasa como con los neumáticos Pirelli, que “la potencia sin control, no sirve de nada”, es decir que por falta de estrategia, de mensaje o de tono adecuado, muchas veces se terminan derrochando –y quemándose y marchándose a casa- grandes y firmes voluntades.
Como el tema me preocupa, sin ánimo de extenderme y a modo de crítica cariñosa y constructiva, voy a resumir en QUINCE los grandes errores y puntos débiles de las OPE. Espero que mi canción triste para este 20-N pueda servir a alguien para reflexionar.
1- Falta de originalidad. Se lleva años repitiendo los mismos tópicos, los mismos argumentos inspirados en textos históricos, sin ofrecer ideas frescas y novedosas sobre los temas que preocupan a los españoles de hoy.
2- Monomanías. Es frecuente que las OPE se enroquen en uno, dos o a lo más tres grandes problemas de España, basando su mensaje obsesivamente en ellos (inmigración sobre todo, pero también aborto y Unidad de España, que aunque son fundamentales no pueden ocupar todo un programa político).
3- Ausencia de liderazgo. Las OPE carecen de líderes definidos y con proyección social o mediática. No les conoce nadie y aquellos que son conocidos se encuentran estigmatizados por muy diversas causas, entre ellas haber estado en la cárcel por delitos no relacionados con su actividad política.
4- Nostalgia. La actividad de bastantes OPE se limita a organizar en fechas puntuales conmemoraciones nostálgicas de hechos y personajes históricos, con más contenido sentimental que político (12-O, 25-J, 20-N, 29-O, 2-M…)
5- Tono inadecuado. El tono empleado por algunas OPE en sus mensajes suele ser grandilocuente, estridente e histérico, lo que incomoda a muchas personas.
6- Falta de Unidad. Estoy de acuerdo en que dentro de las OPE hay grupos que se parecen entre sí como un huevo a una castaña y es utópico aspirar a fusión o colaboración alguna entre ellos. Pero también en este espectro hay movimientos muy similares, por no decir casi idénticos, que se niegan a cooperar por antipatías personales. Las OPE con pretensiones electorales –que no son todas- tienden a confundir la ideología con sus metas políticas en el sistema vigente (deben de creer que en el PP, por ejemplo, todos piensan igual). Además, de entre toda la sopa de siglas patrióticas y críticas con el modelo constitucional, ¿por qué nadie ha sido capaz de ofrecer un “partido” mínimamente unitario y sólido?
7- Falsedad. Es frecuentísimo encontrar OPE integradas por personajes absolutamente fanáticos (nazis incluidos) que sin embargo se esfuerzan por ofrecer una imagen renovadora y aséptica alejada de símbolos y mensajes que les identifiquen con el “facherío”. Por otra parte, en las OPE se miente y se falsea sistemáticamente con el número de apoyos, afiliados, votos, asistentes a manifestaciones, etc.
8- Falta de preparación intelectual. El entusiasmo y la buena voluntad de los militantes de las OPE aparecen desgraciadamente acompañados de una falta de preparación generalizada. Para criticar el modelo político vigente lo primero es conocerlo a fondo y esto suele ser una excepción. El militante medio de una OPE suele ser un lector compulsivo pero monográfico e ineficaz, capacitado para dar una conferencia brillante sobre el Doctor Albiñana o la participación de los irlandeses en nuestra guerra civil, pero desconocedor del número de miembros de las Cámaras o de la Directiva Comunitaria del año pasado sobre liberalización económica.
9- Incoherencia. No tiene sentido que determinadas organizaciones ultracríticas con el sistema partitocrático, electoral y parlamentario vuelquen toda su actividad y dediquen el 100% de su presupuesto a las citas electorales.
10- Conspiranoia y obsesión por el enemigo. En las OPE siempre echan la culpa de sus desgracias a todos menos a ellos mismos y se tienden a obsesionar con la actividad de la extrema izquierda marginal y de ciertos personajes concretos.
11- Confusión entre práctica religiosa y actividad política. Es cierto que un político católico tiene obligación de defender y promocionar la Religión, pero no son una ni dos las OPE que confunden la práctica religiosa con la actividad política, con el profundo rechazo social que ello conlleva.
12- Ambigüedad. El mensaje de las OPE suele ser excesivamente ambiguo y peca de escasa profundidad. No se analizan los problemas con detenimiento y ello responde casi siempre a la falta de formación de sus integrantes. Por mucho que uno se esfuerce, es imposible enterarse de lo que quiere y de lo que pide cada grupo y qué siglas corresponden a cada cuál.
13- Inoperatividad. En cuanto se juntan tres militantes de una OPE, se apresuran a crear cinco o seis cargos a repartir entre ellos (que si responsable de formación, que si jefe de distrito, que si secretario de acción política…) y, al menos, dos revistas o publicaciones, y a gastarse todo el dinero en cincuenta mil carteles a todo color que luego se almacenan porque no hay gente para pegarlos.
14- Ciber-obsesión. A veces tengo la impresión de que algunas OPE piensan que van a conquistar el poder a través de Internet, pues su actividad y su proselitismo se basan en este medio.
15- Mimetismo con movimientos extranjeros. No es raro que algunas OPE se dediquen a chupar rueda y a “copiarse” de partidos extranjeros patrióticos que han tenido cierto éxito electoral o social (Le Pen, Haider…), cuando los planteamientos de estos partidos generalmente nada tienen que ver con la sensibilidad y los problemas españoles.