Al contrario que los hombres «fashion» que se disputan el cuarto de baño y los cosméticos con su señora, soy un acérrimo defensor del hombre tradicional que guarda en su balda del lavabo apenas un cepillo de dientes, el dentrífrico, un peine, una cuchilla y gel de afeitar -he de confesar que aún no me atrevo a afeitarme con navaja-, y unos sencillos y varoniles desodorantes, colutorios, colonias y lociones de afeitado. Éstos últimos productos con el aroma más alejado posible de esos bálsamos para después del afeitado con agentes hidratantes de aloe vera y esencia de petunias usados por los seguidores de esos petronios zeroleros de la ideología de género que chillan como locazas cuando, tras el afeitado semanal -nunca entenderé esa moda de llevar una descuidada barba de cinco días-, se enfrentan a un producto que contenga más de un cinco por ciento de alcohol.
Pues parece que, para los modernos defensores del metrosexual, no usar pendientes de brillantes a lo Beckam o gastarse las perras en marigaydades como cremas antiarrugas para ¿hombres? , camisetas rosas o chorradas por el estilo, automáticamente te convierte en el paradigma de macho ibérico de dientes amarillos a juego con la camiseta de tirantes, boina a rosca y olor a tomillo. Y mientras muchos ilusos corren a la perfumería a comprarse cremas exfoliantes o incluso maquillajes -parece mentira pero ahora deben existir quiceañeros que se maquillan- aterrorizados ante la idea de convertirse en hombres de verdad, los manipuladores de la moda y de la estética se llenan los bolsillos.
El modificar los cánones estéticos de la sociedad implica un cambio sustancial de ésta pues, al final, aquéllos suelen ser reflejo activo o pasivo de la personalidad de un individuo. Valga como ejemplo el siguiente enlace que he encontrado buscando imágenes para este post: genuino ejemplo de la condición intelectual de un individuo que ni siquiera sabe colocar las tildes.
Me gustaría que los lectores, además, comentaran qué tipo de lociones y fragancias les gustan (en las mujertes, por ejemplo), usan o detestan para sí mismos y para los demás, qué les evocan...