La sempiterna figura del segundón
es mucho más importante en las relaciones sociales y profesionales de lo que
imaginamos. Nos suelen deslumbrar los primeros de a bordo, los que llevan
la voz cantante y ponen cara al poder y a las decisiones de calado, y al mismo
tiempo menospreciamos, aunque sea subconscientemente, a los números dos, tres o
cuatro de la tripulación, a quienes trabajan con discreción al fondo del
escenario.
Identificamos casi siempre la visibilidad con la capacidad y el éxito sin darnos cuenta de que hay muchos segundones intencionados que de tontos no tienen un pelo. Son personas muy capacitadas que podrían perfectamente hacerse cargo de la nave pero que, tras un balance muy cerebral, a veces egoísta y si me apuras maquiavélico, han llegado a la conclusión de que les interesa más quedar en segundo plano con una buena cuota de poder que dar la cara en la línea de fuego con todo el desgaste, las responsabilidades y los riesgos que ello implica. Hay "segundones" muy inteligentes que en la práctica tripulan el barco a su antojo pero prefieren que esté al mando un hombre de paja, un capitán nominal, un idiota vanidoso dispuesto a comerse todos los marronazos solo a cambio de lucir galones.
Somos estúpidos y damos por supuesto que a todos los ambiciosos les gusta figurar, cuando lo que de verdad les gusta es mandar.
Identificamos casi siempre la visibilidad con la capacidad y el éxito sin darnos cuenta de que hay muchos segundones intencionados que de tontos no tienen un pelo. Son personas muy capacitadas que podrían perfectamente hacerse cargo de la nave pero que, tras un balance muy cerebral, a veces egoísta y si me apuras maquiavélico, han llegado a la conclusión de que les interesa más quedar en segundo plano con una buena cuota de poder que dar la cara en la línea de fuego con todo el desgaste, las responsabilidades y los riesgos que ello implica. Hay "segundones" muy inteligentes que en la práctica tripulan el barco a su antojo pero prefieren que esté al mando un hombre de paja, un capitán nominal, un idiota vanidoso dispuesto a comerse todos los marronazos solo a cambio de lucir galones.
Somos estúpidos y damos por supuesto que a todos los ambiciosos les gusta figurar, cuando lo que de verdad les gusta es mandar.
Cerrillo, salsa de todos los guisos |
Luego hay otra modalidad de
segundón que me recuerda al personaje de Cerrillo que en La escopeta nacional interpreta Rafael Alonso. En
este caso son sujetos algo grises y sin talentos destacables que no obstante
tienen la virtud de ser unos grandes observadores, conocer bien sus
limitaciones y carecer de ambición personal. Saben de sobra que jamás llegarán
a ninguna cúspide ni cortarán el bacalao en nada, pero que alrededor de los
banquetes más opulentos siempre caen sobras y migajas con las que la mayoría de
la gente estaría encantada de alimentarse, y ellos son lo bastante hábiles como
para encontrar siempre acomodo bajo la mesa del festín, igual que los perros fieles. En no pocas ocasiones estos despiertos ratones
sociales, subalternos encantadores o colaboradores entrañables, llegan a hacerse imprescindibles para los mandamases, que los van integrando poco a poco en sus círculos aunque sea adoptándolos como mascotas. Al final,
con los años, se saben al dedillo los circuitos y engranajes del poder, y los
gerifaltes los conocen, les llaman, les preguntan, les piden consejo, les
obsequian y les dan palmaditas en la espalda. Con frecuencia sirven de útiles
(e interesados) cicerones a quienes desean adentrarse en ciertos corrillos (“Doña Laura, en el Pardo, lo que queráis”,
dice el sevicial Cerrillo). Y, claro, de esta proximidad al poder,
aunque sea desde niveles tan modestos, suelen sacar tajadas a veces
inimaginables.
Ambos tipos de segundones resultan esenciales en el funcionamiento de cualquier organización y en el devenir social cotidiano.
Ambos tipos de segundones resultan esenciales en el funcionamiento de cualquier organización y en el devenir social cotidiano.
2 comentarios:
Buen repaso a una figura clásica de nuestro "paisanaje".
El personaje de Cerrillo y la interpretación de Rafael Alonso son una buena muestra de la lucidez y talento que destila toda la película de Berlanga.
Hay mucho genio con alergia a los focos, que prefiere jugar entre líneas.
Buen jueves a todos los viperinos.
Lleva varias entradas que le está fallando el susconciente,
Lo que usted llama "segundones" son los que presentan al jefe las propuestas para que decida.
Normalmente son dos (tres como mucho).¡Ya nos gustaría a muchos que el "segundón" nos pusiera en la mesa de su jefe!.
Usted es un funcionario de primera.
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